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Portada de la edición de Anagrama de "Crónicas de la ultramodernidad", Jose Antonio Marina, 2000

Portada de la edición de Anagrama del libro

Hace ahora diez años, Jose Antonio Marina, enorme pensador de nuestro tiempo, escribía en su libro Crónicas de la ultramodernidad (Anagrama, 2000) lo que hoy quiero compartir con todos vosotros a modo de reflexión sobre la dirección y sentido hacia donde se dirigen nuestros pasos por y para la técnica.

En términos generales la tecnología no debe guiarnos sino ser un apoyo a nuestra labor; no obstante a menudo, y a tenor de los acontecimientos, se erige como un motor por sí mismo, en sentido total. Es útil entonces recordar que la tecnología es una de las grandes revoluciones del individuo pero que por sí sola no es un adelanto; sino que lo es en compañía de nuevos valores que la acompañan y sobre los que se debe apoyar. No hay revolución sin evolución. Jose Antonio Marina habla así en su libro:

(…) Los sistemas informáticos nos permiten un acceso veloz a todo. Pero en el magnífico despliegue técnico hay un elemento incordiante que no está a la altura de las circunstancias, un trasto mal diseñado, un cuello de botella que atasca la rápida difusión informativa: el ser humano, que tiene un velocidad de lectura desastrosamente lenta. K. Wright, en un artículo publicado en Scientific American, da la siguiente definición: “Ser humano: dispositivo analógico de procesamiento y almacenamiento de información, cuya anchura de banda es de unos 50 bits por segundo. Los seres huamnos sobresalen en el reconocimiento de formas y regularidades, pro son lentos en los cálculos secuenciales.”

En la sociedad de la información o del conocimiento el sistema es más importante que el sujeto humano, que parece un anacronismo. Una tortuga de la época del nanosegundo. Toda situación que disminuya el protagonismo del sujeto me parece alarmante, y ésta también. Por eso, frente a esa sociedad de la información platónica, lenaja, inabarcable, virtual, quiero reivindicar su versión a escala humana: la sociedad del aprendizaje. Sólo poseemos la información que hemos incorporado a nuestra memoria, y que nos va a permitir comprender lo que pasa, someternos o rebelarnos, aceptar o criticar. Aprender es condición indispensable para nuestra autonomía personal. Si lo olvidamos, acabaremos pensados por la red, en vez de pensarla nosotros.(…)

En el libro el autor habla también del concepto de democracia, inteligencia compartida, relativismo (y su uso y abuso actual), barbarie y otros conceptos interesantes. La obra es una recopilación de artículos que aparecieron en prensa con la intención de ser agrupados posteriormente para una mejor comprensión y perspectiva. Os recomiendo esta lectura. Un filósofo hablando de la sociedad red y de sus oportunidades y peligros.

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