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Cartel promocional de la película The Company Men de John Wells (2010)

Cartel promocional de la película The Company Men de John Wells (2010)

Despertad y levantaos. Hoy vamos a hablar de la vida real, del corporativismo histriónico y de la incapacidad de superar el miedo cuando éste se establece como forma de gobierno y sobre todo cuando las personas que participan del drama ni siquiera son actores de reparto y ocupan sin embargo papeles protagónicos.

Primero quiero contaros una historia personal. Imaginad a un hombre consecuente que se levanta a trabajar cada día y viste uno de sus nueve trajes. Trabaja con corrección y todo el mundo está contento con su forma de lograr objetivos y beneficios. Imaginad que tiene dos títulos universitarios, dos masters en tecnología y dirección de empresas y cursos de especialización en su sector. Ha estudiado y trabajado en al menos dos trabajos y dos facultades durante los últimos 8 años. Imaginad que tiene experiencia en sector público y privado, que ha logrado trabajar en grandes firmas de consultoría y ser reconocido profesionalmente. Imaginad que vive de alquiler en una casa que ha logrado amueblar dia a dia desde el primero en el que solo dormía en un colchón. Está creciendo socialmente y su alma hambrienta ya tiene vida propia. Se alimenta de esperanza y fe en las personas; quiere ganar dinero pero no quiere tener que eliminar a nadie para hacerlo.

Imaginad que ha sido educado para triunfar en los mejores colegios desde bien pequeño. ¿Tenéis ya esa foto?. Tal vez os suene, seguramente dobléis la expectativa de cada uno de los elementos enunciados. No subestimo a mis lectores 😉 Imaginad que un bastardo que ni siquiera sabe su nombre y ha logrado escalar posiciones a base de chupar pollas y estar callado le cita a una reunión en su despacho. Imaginad que también llama a otro desgraciado para sacar el valor de tachar a una persona. Los tres, desigualmente personas, hablan de forma distendida en el despacho hasta que el gran bastardo le comunica al joven prometedor, con cartas de recomendación de clientes, que debe salir de la compañía. Imaginad ahora que ese joven en lugar de derrumbarse les da una lección de humanidad y les desea que nunca se encuentren en su situación, que el sistema es insostenible y en algún momento el hecho de que los lameculos asciendan y los trabajadores proactivos y creativos se vayan, va a suponer la quiebra del sistema. Imaginad que el joven con apenas unos años de experiencia tiene que escuchar al lacayo aventajado y altamente experimentado alegar que él ha sobrevivido a dos EREs y que no es tan trágico quedarse sin trabajo joven. Esta historia, entre otras que me ha tocado vivir, me ocurrió hace dos años. El lameculos es gerente experimentado, yo seguí creciendo en otros mundos. Amigos, la forma en la que vivimos no da más de si. Ha quebrado y rota en miles de pedazos desmenuza en su caída muchos de los valores que creíamos esenciales: respeto, lealtad, amor, esfuerzo, sacrificio, mérito.

El genial personaje Phil Woodward, antiguo ejecutivo de ventas interpretado por Chris Cooper espera su turno como una persona más para una entrevista de trabajo junto a candidatos con la mitad de años. Mensaje: no pierdas la perspectiva de las cosas, dentro de unos años, tú tendrás los suyos. No eres tan importante ni mejor que otros, simplemente alguien cree que lo eres hasta que deja de creerlo y debes volver a convencerle, cada vez con menos posibilidades.

Hoy les quiero hablar de una película que acabo de ver en mi salón. Se trata de The Company men de John Wells (2010). Un crudo y voraz testimonio del entorno laboral del neoliberalismo. Con un más que excelente guión del propio Wells, el largometraje analiza las consecuencias de que una serie de bastardos sin más principio que su lucro personal se hayan adueñado del sistema financiero. En la película, del mismo modo que ocurría en la genial Up in the air de Jason Reitman (2009), se analiza la capacidad de destrucción social del tejido empresarial, esta vez desde el punto de vista de las mismas personas que encumbraron ese modelo de gestión y ahora se ven en la calle en busca de sí mismos. Un reparto de lujo con Tommy Lee Jones, Ben Affleck, Kevin Costner, el gran secundario Chris Cooper y la enviadiable esposa Rosemarie DeWitt completa un discurso redondo. The company men es un retrato emocionalmente desgarrador y a veces cómico con grandes conversaciones que deberían invitarnos a la reflexión sobre qué consideramos éxito y qué fracaso. En la película se tratan problemas acuciantes y escandalosos de nuestra sociedad actual como la falta de respeto hacia la experiencia y los mayores; la falta de valoración, captación y retención de talento; el interés cegado a corto plazo; la sobrevalorada estima de nuestro nivel de vida en detrimento de nuestra calidad de vida y las relaciones familiares y personales que se ven afectadas por la extrema y ridícula dependencia de nuestra felicidad a nuestro entorno laboral.

Reproduzco algunas de las conversaciones para convenceros de que es una película fundamental para tí, que eres el protagonista:

En una conversación entre un director recién despedido y su cuñado, éste dice:

– El otro dia lei sobre lo que dijo tu amigo Salinger (el presidente de la compañía) en el club. Dice que ganó 700 veces más que el trabajor promedio de GTX. ¿Crees que Salinger trabaja 700 veces más que un soldador que se tiene que pasar todo el dia dentro de un tanque?

En una conversación entre el director despedido y su mujer, éste la mira a los ojos y le comenta el siguiente párrafo que refleja la débil barrera casi inexistente que separa lo que hoy tiene valor y lo que no:

– Las cosas no volverán a ir de maravilla. Estoy tratando de conseguir un empleo. Salgo todos los dias desde hace tres meses para conseguir un empleo. No me han hecho una oferta. He acudido a todos nuestros conocidos y a muchas personas que no conozco, y he rogado, he rogado, coño. Por una idea, algo. Hay miles de masters en administración ahí fuera. No tienen hipotecas, ni hijos y trabajan 90 horas a la semana pero no consiguen nada. ¿Quieres que sea honesto, Maggie? Soy un desempleado perdedor de 37 años que no puede mantener a su familia.

Durante el segundo proceso de despido masivo, el vicepresidente de la compañía, que ha levantado la empresa desde que esta tenía un solo empleado, habla con el director de RRHH. La conversación es la siguiente

– Me aseguré de que todos estos despidos fueran sometidos a escrutinio legal.

– ¿Y el ético?

– No estamos violando ninguna ley, Gene

– Creo que siempre pensé que nos regíamos por un principio más noble que ese, Paul

La siguiente conversación refleja la falta de escrúpulos y el cinismo radical al que se obliga a la sociedad para mantener un establishment moral autoimpuesto. Medio borracho, tras semanas de haber sido despedido, uno de los directivos más flamantes de la empresa, habla con el vicepresidente en una barra de un bar intentando abstraerse de su desgracia:

– Llamé a la consultora encargada de buscarte un empleo. Me han dicho que no vas alli desde hace dos semanas. ¿Qué tal si te llevo a casa?

– No puedo ir a casa. Lauren no quiere que los vecinos sepan que me despidieron asi que no puedo volver hasta las 6. También me hace llevar el maletín. ¿Viste el periódico esta mañana? Hicieron una lista de cuánto ganaron los presidentes de las compañías. ¿Sabes quien es el número 1 de la lista?. James Salinger de GTX (su mejor amigo y el hombre que les ha despedido a ambos)

Y por último, en un alarde de coherencia obligada, el director industrial le comenta al vicepresidente lo siguiente mientras tira piedras contra el edificio de su antigua empresa:

– ¿Sabes lo peor? El mundo no se detuvo. Los periódicos siguieron viniendo, los regadores se apagaron a las 6 y Jeff mi vecino todavía lava su carro cada domingo. Y mi vida terminó y nadie se dio cuenta.

Os dejo sin mencionar las mejores conversaciones y momentos para cuando veáis la película vosotros mismos. Espero que disfrutéis y podáis sacar conclusiones propias de un retrato del ritmo patético al que nos vemos obligados a responder: Más, en menos tiempo y mejor (en baremos de exigencia inhumana) sacrificando lo mejor de nosotros mismos (nuestra humanidad). Tengo claro y es la enésima vez que lo repito que las organizaciones del futuro no serán las que rompan familias o sean capaces de generar sus propios valores por encima de los personales de cada empleado, sino aquellas que marquen la diferencia sabiendo valorar y cuidar de las personas. Porque de este modo, todo el mundo querrá trabajar en ellas motivado y todo cliente querrá contar con personas en lugar de autómatas.

Suerte y sueño, amics.

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