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Recorriendo San Francisco e identificando similitudes con LA MONTAÑA VASCA en cada nueva cuesta y desnivel.

Durante unas semanas he estado viviendo una experiencia fantástica en San Francisco junto a mi habitual grupo de locos emprendedores. Hablaré de la experiencia en el siguiente post, pero ahora quiero hacer una reflexión previa.

En este tiempo he interiorizado y asumido el fenómeno de LA MONTAÑA VASCA que voy a exponer a continuación y que supera con creces a la conocida montaña rusa que todos hemos conocido de pequeños 🙂

Existe una cultura de innovación y mejora continua local muy ligada a la Universidad de Mondragón y al propio Grupo Mondragón que teje una larga red de cooperativas empresariales y grupos de trabajo estableciendo puentes sólidos y lazos sostenibles entre universidad y mundo empresarial. Esta cultura en mi opinión tiene muchos puntos en común con la cultura de creatividad del Área de la Bahía de San Francisco donde se concentran Stanford, Palo Alto, Berkeley, San Francisco, San José y otros núcleos cerebrales de occidente. Me ha resultado interesante comprobar como al abrigo del Pacífico y en una llanura de extensión diminuta pude reconocer actitudes y conductas sociales muy similares a las de LA MONTAÑA VASCA. Ana Cuevas Badallo de la Universidad de Salamanca ha estado estudiando el ecosistema del grupo Mondragón. Le pedí información sobre ello justo antes de partir a California con el minnteam, formado por empresarios consolidados, nuevos emprendedores y el grupo de trabajo de Mondragón Team Academy dentro de Mondragon Unibertsitatea. Embarcado en este proceso de aprendizaje alrededor del mundo, como sabéis vamos a recorrer los focos principales de valor emprendedor durante un año. Tras estudiar mucho sobre el fenómeno de las cooperativas en Euskadi, sobre Oñati y sobre todo tras convivir con algunos seres que habitan y alimentan este ecosistema, he de confesar que estoy maravillado por el extraordinario potencial creativo de LA MONTAÑA VASCA. Las claves para comprender el éxito del fenómeno son las siguientes:

  • LA BASE de la montaña son las relaciones. Si algo funciona, siempre puede funcionar mejor y siempre habrá alguien que te ayude a que eso funcione mejor. La red de trabajadores dueños de su trabajo cimenta el sentimiento de pertenencia contra el tradicional sentimiento de propiedad. La cultura de malla adquiere todo su sentido en un entorno donde cohabitan mediante encuentros periódicos (sectoriales, profesionales, informales,…) e intercambio fluido de conocimiento, organizaciones y personas que viven su comunidad.
  • EL TERRENO de la montaña es fértil. Se riega todos los días, veinticuatro horas desde hace décadas y lo riegan millares de personas conectadas con intereses comunes y un afán de superación colectivo. El terreno se compone de elementos con una variedad y una heterogeneidad sin precedentes: desde empresas industriales tradicionales con una cultura de cadena de montaje secular hasta grupos de interés en estrecha relación con Finlandia, Estados Unidos, China e India que atesoran conocimiento para ser aplicado sobre el tejido empresarial de forma dinámica y fluida.
  • LA PENDIENTE de la montaña es variable y la definimos todos los que estamos en contacto con  cualquiera de las ramas del grupo. En ocasiones los miembros que han interiorizado el fenómeno sienten momentos de pánico y sosiego pero el equilibrio de la comunidad balancea la pendiente. Mi mujer dice de los gallegos que cuando te los encuentras en la montaña no se sabe si suben o si bajan, en el caso de la MONTAÑA VASCA sabes cuando claramente suben y notas cuando claramente bajan. Pero la pendiente es transparente y meridiana, no engaña.
  • LA DIMENSIÓN de la montaña es amplia. En ella pueden habitar jóvenes emprendedores y viejos estudiosos de sistemas. El valor se diluye en la comunidad para fortalecer su sentido y generar espacios de encuentro. Cada rama es autónoma e independiente pero todas, en el fondo, saben que se nutren de la misma raíz y el mismo árbol. Se da por hecho. Y eso es bueno, muy bueno.
  • LA CIMA de la montaña es adaptable. Se redefine de acuerdo a la combinación ponderada del éxito de otros. Esto quiere decir que no todas las cooperativas son rentables pero la suma del conjunto del tejido empresarial e innovador es siempre rentable. Ser siempre rentable (en términos económicos y humanos) equivale para mí a ser SOSTENIBLE. La cima es más alta o más baja por momentos y según en qué perspectiva se contemple, pero siempre un éxito aparente.

Algunas limitaciones de la MONTAÑA VASCA:

  • Es extraordinariamente permeable una vez estás dentro, infranqueable si realizas incursiones desde fuera porque “estás fuera”. Es una sensación personal que he contrastado con otros amigos que han tocado de cerca la montaña.
  • Es un atractor clásico. Se trata de un modelo de innovación que converge. Si lográramos que fuera un modelo de innovación que diverge y transformáramos el sistema en un atractor extraño  innovador además de funcionar “dentro” podría ser modelo dinamizador “fuera”. Para ello sería necesaria cierta cultura de gestión del caos que a simple vista – repito que no soy un experto del fenómeno- no aprecio.
  • Es local, no glocal. Tiene relación con la permeabilidad relativa que comentábamos.
  • Evoluciona, no revoluciona. Genera valor de aprendizaje y ha alumbrado casos de éxito históricos en la historia de la empresa española pero no revoluciona su momento. No es malo ni bueno, solo es un inconveniente que depende que es una cultura sostenible y choca de frente con la cultura iterativa de las revoluciones que aquí hemos comentado otras veces. Hay dos maneras de mejorar: evolucionar o revolucionar. Ville, Tatu y yo estuvimos hablando en Berkeley con el profesor Antti Hautamaki, Director del Agora Center de la University of Jyväskylä y autor de “Sustainable innovation, A New Age of Innovation and Finland’s innovation policy” y precisamente se ha interesado en Mondragón como fenómeno sostenible, no disruptivo. Mi conclusión es que la innovación sostenible es LA MONTAÑA VASCA, la innovación disruptiva es otra cosa.
  • Intuyo que no es un ecosistema creador de valor empático, esto es que no se pone en la perspectiva del otro sino la absorve o la aparta, pero seguiré investigando.

Algunas oportunidades de la MONTAÑA VASCA:

  • No tiene nada que envidiar ni en años de trabajo, ni en calidad investigadora ni en profesionales a culturas de innoemprendimiento similares fuera de su región
  • Es un foco de relación con el conocimiento internacional que deberíamos potenciar entre todos ya fuera con nuestra colaboración o con algún tipo de difusión efusiva por parte de las administraciones públicas.
  • Es un entorno que ha sabido aprender de la crisis y superarla en la mayor parte de casos fortaleciendo nuevas oportunidades. Estudiar su funcionamiento sería clave.
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