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ImagenEscuchando mi lista de reproducción de repente ha saltado la obertura inicial de la BSO de The fiddler on the roof (Norman Jewison, 1964), una de mis peliculas favoritas que continuamente repongo. Se trata del momento en el que Tevye nos presenta su pueblo y sus costumbres. La acción está ubicada supuestamente en “a little village of Anatevka”

Aunque siempre he disfrutado de esta comedia musical como un guiño crítico desde el absurdo hacia la historia más reciente de las sociedades occidentales; nunca me había parado a pensar que la letra de la canción es especialmente aplicable a las organizaciones que sufrimos a diario.

El sentido de TRADICIÓN, la fe ciega en dogmas inexplicables y la descripción de la vida relacionalmente coercitiva son conceptos con los que me he encontrado a lo largo de mi vida laboral y son especialmente significativos en nuestro paradigma fábrica (corto plazo, irreflexión, falta de sostenibilidad). De hecho el propio Tevye justifica de este modo la aparentemente inexplicable presencia de un violinista en un tejado:

“A fiddler on the roof…Sounds crazy, no? But here, in our little village of Anatevka, You might say every one of us is a fiddler on the roof. Trying to scratch out a pleasant, simple tune without breaking his neck. It isn’t easy. You may ask, why do we stay up there if it’s so dangerous? Well, we stay because Anatevka is our home. And how do we keep our balance? That I can tell you in one word! TRADITION!”

Es genial: Simplemente alguien decidió que un violinista en un tejado era algo que debía pertenecer a la tradición y que por ello estaba justificado de facto. ¿Os recuerda a algo esta asunción incuestionable del discurso? Yo he salido de varias organizaciones y equipos porque todo su sentido crítico estaba basado en la elección innovadora de un nuevo color de corbata.

El símil del violinista me recuerda a una historia que escuché recientemente. Este sábado Paco de obsoletos.org, en medio del segundo encuentro de reflexión #nuevaciudad planteaba -entre otras aventuras fascinantes- que de pequeño soñaba que Felipe González llegaba al Congreso de los Diputados y que nadie le conocía. Los guardias le pedían el DNI para entrar y él decía “Soy Felipe González” y ellos le respondían “Muy bien, pero deme usted el DNI”. Al decir que era presidente, le escoltaban a la salida y nadie le otorgaba credibilidad porque nadie le conocía. Al no conocerle nadie, no podía hacer nada, aceptaba su condición y se iba a casa.

De algún modo, la autoridad no existe sin la fe ciega en la autoridad y en los hechos que “te vienen impuestos”. En el momento en el que se rompe el status quo, el sistema quiebra. La reflexión es pareja, en mi opinión, a la estrategia de acción no violenta de la que Jean Marie Müller y otros tanto han hablado.

Igualmente en la película, la defensa de la TRADICIÓN para todo (dormir, comer, trabajar, vestir…) me recuerda mucho a los códigos deontológicos y corporativos de nuestra realidad empresarial más rancia. La película también habla de la perfección y la falta de sentido crítico-constructivo y sentido común en las comunidades:

“You may ask, how did this tradition get started? I’ll tell you.I don’t know. But it’s a tradition. And because of our traditions, every one of us knows who he is and what God expects him to do.”

Es decir, gracias a que tenemos una tradición común incuestionable (un discurso corporativo) todos sabemos quiénes somos y qué espera Dios (la empresa) de él. También se justifica la TRADICIÓN (el discurso corporativo uniforme) como el garante de un equilibrio social necesario. Y se hace referencia no solo al círculo inmediato sino a un sistema de NO INJERENCIA “Más allá de nuestro círculo están otros círculos. Nosotros no les molestamos a ellos y lejos de nosotros, ellos no nos molestan a nosotros. Y aún así tenemos una relación excelente”. Y añade “Y por eso comerciamos y vivimos en una justa paz” mientras dos mercaderes mantienen una violenta discusión por la venta de un caballo. ¿Os suena esta doble moral o discurso basado en la competitividad? 🙂

Pero sin duda la genialidad de este comienzo de película está basada en que el propio lechero utiliza la figura del violinista en el tejado que utilizó para justificar las tradiciones, para decir que sin las tradiciones su vida sería tan inestable como la de… un violinista en un tejado!! 🙂 🙂

“Without our traditions, our lives would be as shaky as…As a fiddler on the roof!”

Aquí os dejo un enlace al diálogo completo inicial.

Aquí os dejo el comienzo de la película

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