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(A propósito del anuncio comercial de Shandy Cruzcampo Naranja)

 

Creo que todos nos hemos preguntado alguna vez de qué sirve seguir hacia delante. Cuando te encuentras una piedra en el camino, tropiezas y caes, ¿Qué te hace realmente levantarte? Después de meses probando suerte y siguiendo hacia delante, creo que lo que te hace levantarte es querer realmente estar en pie. Y una vez arriba decir siempre orgulloso: “parecía fácil”. Y entonces pensar: Tal vez alguien haya puesto esa piedra en el camino, tal vez solo te pusiste tú en el suyo. Pero pase lo que pase solo era una excusa para poner a prueba algo que debías descubrir: Tu compromiso. Porque la responsabilidad no nos hace más fuerte o mejores, ni siquiera ser honestos o sinceros, algunos han menospreciado la bondad, otros han socavado la belleza e incluso puede que la coherencia ya no valga para nada. No lo sé. Asisto muchos días a debates sobre esto. Reconozco estar cada vez menos interesado en hablar de ello. Pero hay algo de lo que jamás voy a dudar, algo que es seguro en una tierra en la que cultivamos grandes pastos de miedo y de pobreza: No me cabe ninguna duda de que un hombre comprometido con su causa vale por toda una humanidad. Después de estudiar, trabajar y experimentar tanto una y otra vez a veces sin descanso, puede que la vida sea algo tan sencillo como tener una colección de causas o tal vez solo una que solo tú puedes asumir.

Creo también que el compromiso de muchos en mi país actual y en mi momento AHORA está basado en destruir futuro. A veces, saturado por el bombardeo de pesimismo creo con tristeza que este compromiso está siendo mucho más fuerte y efectivo que el de muchos que queremos construir presente. He pensado algunas noches al llegar a casa que cuando todo el mundo dice: “Esto no es posible” puede que no sea posible. He pensado también que cuando los gobiernos dicen “este no es un buen momento” puede que no sea un buen momento. A veces, lo confieso, cuando los bancos dicen “no tenéis crédito” he pensado que tal vez no tengamos crédito. Pero esas noches, siempre antes de dormir, cierro los ojos tumbado y recuerdo el siguiente orden de hechos infinito:

Recuerdo cuando era niño que pensé que jamás esa pelota entraría en esa portería. Pero la vi dentro. Y entró. Y desde entonces, casi siempre, me ha parecido ganar todos los partidos…

Recuerdo que una vez, sin dormir, apenas había estudiado y pensé que jamás aprobaría ese examen solo con imaginación y sentido común. Pero lo hice. Y aprobé. Y desde entonces, casi siempre, me ha parecido aprobar todos los exámenes…

Recuerdo desde bien pequeño que me avergonzaba escribir aquello que sentía sobre aquella dulce niña y pensé que jamás tendría sentido hacérselo llegar. Pero lo hice. Y sonrió. Y desde entonces, casi siempre, me ha parecido decir a la persona que amo que la amo…

Recuerdo que defendí a un muchacho tímido y extranjero de un grupo de chicos enormes en el comedor. Pensé que no sería capaz de defenderle solo creyendo que aquello era lo justo. Pero le defendí. Y sobreviví. Y desde entonces, casi siempre, me ha parecido hacer lo que he considerado justo…

Recuerdo que no parecía razonable pensar que un alumno pudiera contradecir a un profesor delante de su clase. Pero pensé que él estaba equivocado. Y lo estaba. Y desde entonces, casi siempre, me ha parecido compartir siempre aquello en lo que creo…

Recuerdo que nadie creía que sobreviviría más de un mes cuando me fui de casa de mis padres sin apenas dinero. Yo mismo pensé que caería derrumbado en la siguiente esquina. Pero llegué a ella. Y seguí. Y desde entonces, casi siempre, me ha parecido vivir cada día una nueva vida…

Recuerdo que, pasados los años, tampoco parecía razonable criticar el modelo docente de un catedrático en un trabajo de fin de curso. Pero pensé que mi opinión también era importante. Y lo fue. Y desde entonces, casi siempre, invito a una cerveza a todo aquel que me critica como aquel hombre me enseñó…

Recuerdo que estaba realmente convencido de que jamás sería capaz de irme de mi primer puesto de trabajo aburrido para iniciar una nueva vida. Pero pensé que era mi momento. Y lo era. Y desde entonces, casi siempre, me ha parecido tomar decisiones sobre cada momento en mi carrera…

A veces, he de reconocerlo, cuando llego a este punto comienzo a dormir tranquilo a pierna suelta. Por eso creo que nuestra peor enfermedad tiene doble cara: el victimismo o la adoración de las heridas, y el optimismo idiota o la negación de la evidencia. Todo es sin embargo mucho más fácil e inmediato. En un mundo en el que por primera vez hay más víctimas que homicidios voluntarios, este es mi único consejo: Persevera. Insiste. Adquiere, define y defiende un compromiso para cada reto. Parecía fácil. Pero solo lo parece 😉

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