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Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo
Alexei Tolstoi. Dramaturgo

 

Hay dos tipos de innovación: la “i” del I+D+i que vive momentos duros y está vinculada a proyectos de investigación científica, nuevas infraestructuras y materiales (innovación física en general) y la innovación que considero que ahora hace más falta (innovación cultural). De esta última hablo en este artículo.

Tengo momentos enormes en los que todo es posible y tengo malos momentos en los que la salida del túnel queda lejos. Como todos. Cada noche llego a casa con energías renovadas y tras haber cumplido la mayor parte de mis objetivos para ese día. Me considero la persona más afortunada del mundo por ello. Suelo salir a correr o devorar algún libro o película que intento seleccionar con algo de cabeza. Al llegar a casa echo un vistazo a mi timeline y procuro fijarme en aquellas personas y contenidos que considero interesantes y/o respetables. Alguna vez leo y veo cosas que no me gustan nada porque creo que no ayudan en absoluto a que todos salgamos adelante. Seré claro. En el país donde he nacido no sabemos innovar. Se nos da realmente mal, cualquiera que consulte algunas cifras o conviva con nuestra forma de hacer negocio a diario no puede sostener lo contrario. Podemos maquillar de mil maneras diferentes esta realidad, ya conocemos las consecuencias. Claro que existen grandes excepciones pero hoy no hablaré de ellas porque quiero focalizar mi mensaje a explicar por qué la gran mayoría de personas no sabe innovar. A diario escucho que el momento no acompaña pero estoy convencido de que lo que realmente no acompaña es la cultura. Lo grave no es que haya existido una burbuja inmobiliaria, crediticia, de infraestructuras, bancaria… lo que me resulta mucho más grave es que todo esto se debe a que existe una cultura del pelotazo ampliamente extendida e interiorizada entre nuestros dirigentes. Y si existen estos dirigentes (privados, públicos, políticos, económicos, empresariales) es porque así es nuestra sociedad. Sin más. Por lo tanto la gran pregunta a la que intentaré responder esta noche es por qué España no sabe innovar y quiénes son los culpables de no saber hacerlo.

Tres causas:

 

MIOPÍA INNOVADORA

Los hechos: La obsesión por el inmediato plazo no nos deja ver el bosque. Diariamente conozco a nuevos impulsores de proyectos, trabajo en la transformación real de algún equipo, fidelizo a nuevos facilitadores para la causa, armo de valor algunas de nuestras ideas y hablo con posibles clientes. Llevo mucho tiempo tomando el pulso a la innovación en España: 1 año 😉 Algunos aguantan décadas y los hay incluso que han sobrevivido a la aventura. Conozco a gente que ha muerto innovando, figurada y literalmente; y también conozco a gente que dice que está innovando y realmente no está haciendo nada. Soy conciliador con todos ellos, por diferentes motivos pero lo soy. Se que la mayor gente a la que conozco me considera un loco. No es importante o de hecho sí lo es, forma parte de este juego. Hace tiempo escribí un artículo que se titulaba Por una innovación real en los que explicaba el tremendo problema de salud pública que está causando en España la vigorexia innovadora. No existen denuncias en las comisarias pero me temo que sí existe un gasto real de millones de euros para reconvertir las organizaciones en gimnasios de musculación innovadores que estas personas diseñan para su propio beneficio, realización o ego. Personas que se gustan a sí mismas y se gustan entre sí pero que permanecen al margen de la realidad diaria con claros síntomas contagiosos de alucinaciones y una pretensión a la masturbación pública de ideas que limita con el trauma colectivo. Son las mismas personas que han creado el sector de la innovación o viven de él gracias a conceptos que memorizan y repiten. Todo esto es genial porque mucha gente en España hace lo mismo en su trabajo, ¿por qué no vamos a hacerlo nosotros? Creo que tengo la respuesta: PORQUE SE SUPONE QUE NOSOTROS SOMOS LOS IMPULSORES RESPETABLES QUE ABANDERAMOS EL CAMBIO. Por contra lo que hacemos contra la cultura del pelotazo, del inmediato plazo, es alimentar la miopía innovadora de la gente por dos razones: 1) es lo que quieren oír, 2) es lo que me permite crecer. Ninguna de las dos resuelve nada.

Primer culpable de que no sepamos innovar: la mayoría de innovadores. Porque no educamos sino que enseñamos. Porque no somos escuela sino escaparate. Porque nos preocupa mucho más nuestra reputación que las necesidades reales de las personas.

Consecuencias: Las PYMES no pueden innovar porque no pueden pagar las arcas de ego de la innovación. Las grandes empresas no saben innovar porque se preocupan más por abastecer este fondo de ego que por resolver de forma efectiva y real las necesidades de sus empleados (que son -lo recuerdo aquí- la base de su negocio)

Reto: Superar el círculo vicioso de la endogamía innovadora en España. Mi receta es educar a los agentes de cambio en la humildad para que ellos puedan educar en el cambio y además evitar en la medida la retroalimentación continua de pajas mentales en masa. Ahora no nos vienen bien.

 

FALTA DE CREDIBILIDAD

Los hechos: La palabra INNOVACIÓN está tremendamente usada pero todavía mola. He visto a departamentos de grandes compañías hacer increíbles malabares para acabar llamando departamento de Innovación a un departamento que hace cualquier otra cosa. También se da el caso de departamentos y responsables que dicen hacer innovación en el resto de departamentos que no son el de Innovación. Generalmente se refieren a que toman decisiones muy muy muy muy muy poco más allá de los procedimientos establecidos. Además de esto es extraño comprobar todos los días dos fenómenos en este mismo sentido: los directivos aman este término y los empleados lo odian por completo. Con el añadido de que al gustarles tanto y no parar de decir que les encanta, muchos ejecutivos no paran de invertir en innovación mientras que muchos empleados no paran de ir a la calle. Creo que es debido a que el desgaste de las llamadas políticas de innovación en las empresas españolas es tremendamente alto. Al haberse utilizado la palabra Innovación para todo, no me cuesta mucho encontrarme en los equipos con personas que dicen literalmente “Los de innovación no hacen ni el huevo“, “Qué bien viven los de innovación” o “Ya están otra vez aquí enredando, a ver si un día hacer algo y nos sorprenden“. Tengo la certeza de que esta sensación se debe a que -no me preguntéis por qué- la gente que se dedica a innovar en las organizaciones tiene que aparentar ser moderna, trendy, cool, hipster,… y además estar completamente al margen de la realidad de la compañía. Todo esto a gastos pagados y sin compromiso. Sin duda una empresa en este estadio evolutivo de la innovación se encuentra en la prehistoria de cualquier tema, planteamiento o idea que se le plantee con independencia de la calidad del producto desarrollado. Porque no está pisando suelo, porque está perdiendo credibilidad a cada instante, porque la innovación no tiene nada -absolutamente nada- que ver con invertir mucho dinero ni con tecnología ni con cachibaches, etc… He trabajado en consultoría tecnológica, creo que se lo que digo. La innovación es algo mucho más inmediato y sencillo. Hoy en día innovar en España es aplicar el sentido común a las organizaciones. Y luego -solo luego- cuando hemos conseguido esto, tal vez podamos pensar en cachibaches.

Segundo culpable de que no sepamos innovar: la mayoría de “departamentos de innovación”. Porque son pequeños vigoréxicos de la innovación replicados dentro de las organizaciones. Porque se alimentan a sí mismos en una espiral auto-innovadora con elevada inercia. Porque cuando no tienen dinero, es porque no tienen dinero. Porque cuando lo tienen, es porque lo tienen.

Consecuencias: Las medianas y grandes empresas no poseen una cultura innovadora. Esta cultura innovadora sirve para 1) comprender qué es la innovación, 2) asimilar la responsabilidad distribuida de ser innovador, 3) Poder invertir con cabeza en mejora continua, 4) Traducir la innovación en transformación real (beneficios personales, corporativos, económicos, sociales)

Reto: Superar el círculo vicioso de la irresponsabilidad innovadora en España. Mi receta contra la actitud de patata caliente (unos le pasan el problema a otros) es implantar una cultura de innovación a través del aprendizaje en equipo. Ahora no vendría muy bien hablar con el vecino en lugar de cuestionarle.

 

FALTA DE UN ECOSISTEMA ESTABLE

Los hechos: Puede que no hayas reparado en ello pero te daría el nombre de tres países en los que nada más aterrizar en el aeropuerto te das cuenta de la enorme diferencia. En España no existe una continuidad sostenible en el fomento público de la innovación, basado casi exclusivamente en subvenciones y ayudas. Tenemos caridad innovadora, no cultura innovadora. Además de esto, la dependencia de la innovación y la política en mi país es realmente sorprendente. Ambas cosas -dar peces y no enseñar a pescar y depender de vaivenes electorales- genera un clima de inestabilidad lo suficientemente malo como para que el único actor real y efectivo de los cambios sea el sector privado. Este sector asume toda la carga de una balanza que en mi opinión debería ser compartida ya que no encuentra una conversación fluida y respetable entre iguales. Al no hacerlo, procura establecer sus propias vías de desarrollo pero sin respaldo del Estado. Tenemos grandes modelos en los que esta balanza está equilibrada, sistemas fuera de España donde la legislación apoya la innovación y la considera un eje fundamental de su progreso. Algunos de estos sistemas son neoliberales, otros más enfocados al ámbito del bienestar social. En cualquier caso coinciden en un mismo punto: existe un terreno firme en el que todos podemos jugar sin un enorme riesgo, puntos de encuentro y plataformas donde ambas realidades juegan de forma muy desdibujada. Cuanto más desdibujada y más estrechamente, mayores y más rentables son las posibilidades de innovar. Porque la realidad es que innovar en España además es realmente caro. Cuesta mucho tanto a nivel de dinero a las empresas como a nivel personal sacrificando tu vida por algo que casi es una locura. Que un ecosistema sea estable no significa hoy que tenga que ser rígido, muy al contrario cuanto más flexible y adaptativo (algo que no tenemos) más rentable.

Tercer culpable de que no sepamos innovar: La falta de relación y comunicación entre el sector público y privado. Porque vivimos realidades paralelas. Porque una doble velocidad nos pesa y nos agota. Porque podemos salir hacia delante pero convendría aprender a manejar las marchas.

Consecuencias: La sociedad civil permanece al margen de la innovación porque no la ve ni la siente, porque no se beneficia de ella (más bien a veces la sufre), la considera algo ajeno, un privilegio. En consecuencia los políticos no ven rentable invertir en algo que no genera ningún rédito electoral.

Reto: Establecer espacios de diálogo entre el sector público y el privado y fomentar innovación real, que llegue al ciudadano. Con sinceridad, y como contraposición a las otras dos causas, creo que este cambio se producirá muy a largo plazo y requiere también de un relevo generacional.

 

El que no nos gusten los cambios no es un freno para la innovación en España. No lo es porque es algo que ocurre en todas partes, no nos han educado en ello y no podemos esperar que vayamos a recibirlo con los brazos abiertos. Pero ese no es el problema. Ese rechazo entra dentro de lo lógico y natural, lo raro es que aún no teniendo ese rechazo tras haber educado y trabajado en eliminarlo, muchas veces nos siga resultando complicado innovar. Para mí esa era la clave real de la pregunta: el gen persistente España.

Por otro lado todos estos cambios deben producirse mediante transiciones factibles y reales. Manejar lenguajes o discursos incomprensibles para las personas “reales” no sirve de nada. Hay que hablar en castellano. Me encantaría abrir el debate. A muchos os veo a diario, seguro que hablaremos de todo esto y más 😉

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