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IMG_20130513_081015Nuestro mayor miedo, no es que no encajemos. Nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada. Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que más nos asusta. Empequeñecerse no ayuda al mundo, no hay nadie inteligente en encojerse para que otros no se sientan inseguros a tu alrededor. Todos deberíamos brillar como hacen los niños. No es cosa de unos pocos, sino de todos. Y al dejar brillar nuestra propia luz, insconcientemente damos permiso a otros para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia libera automaticamente a otros

Marianne Williamson

Hace poco el actor Will Smith compartía que la mayor parte de veces él ve que las personas de su entorno no se atreven a ser felices o a disfrutar de lo que ocurre porque se convencen de que “no puede ser tan sencillo” o “no puede ser tan fácil” y que esto le consume muchas veces. Sobre todo porque casi todo el tiempo, simplemente LO ES. No hace falta mayor complejidad o esfuerzo, simplemente es así y debes contemplarlo o disfrutarlo tal y como es u ocurre. Él recordaba una frase de Confucio que dice que tanto las personas que piensan que pueden hacer algo como las que piensan que no pueden hacerlo, ambas tienen razón. Lo cierto es que te han dado una vida -la tuya- y tu vida solo será lo que tú hagas de ella. Más allá de esto, está el vacío o aquello que no puedes decidir.

Hay algo que siempre he logrado y que procuro recordar en momentos de tristeza o de gran dificultad. Lo hago porque es uno de mis mayores logros y lo empleo como elemento de fuerza para continuar luchando. De alguna manera este logro ha logrado sobrevivir a mis numerosos defectos hasta hoy. Existen complejos modelos para medir las relaciones entre personas y cualquier profesional del acompañamiento conoce la mayoría de ellos. Sin embargo a mí me gusta pensar que el éxito en las relaciones está basado en algo tan sencillo como esto: Que aquella persona que se acerque a hablar contigo, al final de la conversación se vaya mejor de lo que vino. Simplemente eso. He de decir sin ánimo de parecer un pretencioso, que suelo lograr que esto ocurra en un alto porcentaje de ocasiones. A veces esto ocurre a medio y largo plazo, después de varias conversaciones, pero finalmente suele ocurrir. Creo que se debe a que presto atención a la persona y a aquello que desea compartir.

Hace algunos años realicé un descubrimiento en mi entorno más cercano. Desde entonces lo repito con frecuencia y lo he interiorizado una y otra vez. Empecé a tratar a algunas personas no como lo que son sino como lo que ellos desean ser. Pensándolo, existen una serie de ritos de paso muy sencillos que he detectado y que pueden ser los siguientes:

  • VISUALIZAR: En un primer momento pregunto de forma discreta a las personas qué quieren ser. De este modo logro dos objetivos: conocer aquello que quieren ser y que las personas lo verbalizen y de algún modo sean conscientes de ello al pensarlo en alto. Utilizo para ello diferentes estrategias de la forma más natural posible. Lo hago siempre en entornos distendidos donde vivir el AQUÍ y el AHORA sea realmente posible para ambos. La mayor parte de personas al compartir aquello que quieren ser suelen acabar diciendo frases de este tipo:  “pero no es tan sencillo”, “pero no pude hacerlo” o “pero al final tuve que ser o hacer esto”. Y al decirlo sus ojos suelen estar completamente convencidos de ello. Es el turno entonces del siguiente paso.
  • SERVIR: En el siguiente paso comienzo poco a poco a tratar a esa persona como si ya fuera eso que quiere ser. Insisto entonces en crear la realidad o el clima necesarios para que esa persona pueda ser aquello que ha compartido. He comprobado que tratar a alguien creyendo con certeza que es aquello que quiere ser y comportándote en consecuencia, genera seguridad y reconocimiento, construye confianza. De modo que sorprendentemente, y apenas sin notarlo, tras media hora la persona suele abandonar por un instante su temor a ser aquello que quiere ser. Creo que lo hace porque ve que otra persona -al menos una en el mundo- ve en ella lo que realmente quiere ser y no lo que considera que está obligada a ser. Es una mezcla de liberación y responsabilidad que suele provocar sonrisas y despertar emociones escondidas. Cuando esto paso, suele ocurrir algo aún más sorprendente. Durante el tiempo que dura la conversación esa persona se siente única, se focaliza en ser aquello que quiere ser y de algún modo se convence de que al comportarse tal y como siempre quiso comportarse, ya es aquella persona que quería ser. Es como si ese “pero no es tan sencillo” se transformase de repente en un “lo es”. Todavía no es consciente de ello pero nota que algo está pasando. Hay un conflicto y no sabe manejarlo, se siente expuesta y frágil. Sin embargo continúa compartiendo porque el tampoco siente un riesgo muy elevado en apariencia. Es como si el hecho de adoptar inconscientemente la actitud y el comportamiento de quien siempre quiso ser, automáticamente le estuviera convirtiendo en la persona que quiere ser. Es algo así como una redención propia que le permite conocerse de otro modo. En este momento la persona suele actor de lo que está ocurriendo, siente poder sobre lo que pasa y a menudo vértigo. Yo también suelo sentirlo. Realmente acojona por la aparente falta de control. No sabría expresarlo de otro modo, pero en esos momentos siento que el miedo y la luz se expanden por contagio.
  • INSISTIR: Por último, siempre de forma sincera y solo si realmente lo pienso y lo creo, suelo compartir con la otra persona que no conocía esa cara B de ella y que me ha encantado conocerla o bien que he disfrutado o he aprendido mucho de lo que hemos hablado. Lo hago para devolver el valor que me ha aportado y en cierto sentido como agradecimiento o reconocimiento por el esfuerzo. A pesar de esto por lo general al final de la conversación, la otra persona suele decir “ojalá el mundo fuera así” o bien “ojalá en mi oficina pudiera ser así” o también “no puedo comportarme así siempre que quiero“. En un primer momento todas estas frases de cierre pueden parecer tristes y desesperanzadoras. Pero yo no lo veo de este modo. Hemos sido educados en la proyección de responsabilidad sobre otros y en el victimismo y no podemos pretender que nadie se haga responsable de aquello que quiere ser en media hora. Por ello mi visión suele ser muy optimista. Tras todo este trabajo natural y distendido hay varias realidades objetivas cada una de las cuales creo que es un logro colosal por sí misma: a) La persona sabe que puede ser aquello que quiere ser o quien quiere ser, lo ha vivido por un momento y se va sabiendo que es posible; b) La persona se siente comprendida y respetada actuando tal y como quiere ser, lo que ayuda sin duda a un segundo intento y a superarse en un futuro; c) La persona se ha sentido bien en este rol y ve que puede ser de alguna utilidad inmediata (en sus relaciones, para conocerse, para su tranquilidad), d) Yo he participado en que esa persona se sienta bien, lo que también me hace sentir bien (con esa persona, conmigo, con lo que hago); e) En un futuro, esa persona querrá comportarse conmigo tal y como quiere ser aportando una gran riqueza a nuestra relación; f) Los dos nos acabaremos conociendo realmente tal y como queremos ser sin ningún tipo de aditivo o restricción alrededor de lo que somos. Todo esto puede ser bueno o malo según lo que creamos en cada momento, pero lo que es indudable es que habremos logrado algo real y auténtico, el comienzo de una relación sincera.

Nunca había pensado que hacía esto pero de algún modo lo hago constantemente. Creo que mis relaciones personas y profesionales son ricas en este sentido pero antes de acabar el artículo quiero confesar algo. No realizo este ejercicio con todo el mundo, tan solo con aquellas personas que se sienten cómodas o deciden que es el momento de compartir algo de forma abierta. Si así ocurre, entonces intento tan solo seguir la vía que la persona abre, como diría mi amiga alpinista Cecilia Buil. Creo que es muy contraproducente en general tomar decisiones por otros. En este caso más aún. No se trata tanto de pedir permiso a la persona como de detectar cuándo es el momento adecuado para no pedir permiso y actuar. Y en esto, como en todo, la experiencia es un grado.

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