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Corazón

Corazón


 

“Tengo la determinación de sacar algo bueno de cada catástrofe de mi vida.
Llegará el día en el que viaje por todo el mundo y conoceré
los nombres y los rostros de hombres, mujeres y niños.
Conoceré los giros en las carreteras y tendré tantos amigos
que será imposible contarlos, y aún así me sentiré sola
como me siento ahora, y seguiré deseando conocer
más rostros, nombres y ciudades.
Soy la buscadora perpetua”

 

maestra Patricia Highstmith

 
 

Pocas personas han retrado el alma humana con tanta precisión y certeza como el anciano sabio que encabeza este artículo. Llegará el día en que le agradezca adecuadamente todo cuanto le debo. Hoy toca otra cosa pero sirva su venerable imagen para ilustrar la esencia de lo que compartiré aquí.

Hay un artículo con el que todo empezó, un texto inagural que dio paso a la maravillosa travesía por el desierto que ha sido mi vida. ¿Quién diría que alguien como yo sobreviviría hasta hoy? Nadie, ni siquiera yo. Las buenas personas no caben en las grandes ciudades. Y aún así, resisto. ¡Cuánto me acuerdo a diario del maestro Robert Frost y de los 2 caminos que se bifurcan!

Cuando yo era niño en la casa de mis padres se compraba EL PAÍS los domingos al volver de misa. Por casualidades de la vida esta columna del maestro Manuel Vicent se publicó en la contraportada de este diario un domingo de 1994, de modo que este texto entró en mi casa aquel día. Yo tenía entonces 12 años.

Tomé el periódico, le di la vuelta buscando una nueva columna de Vicent y con atención leí el breve texto.

Aquel artículo hablaba de mí.
326 palabras, 2006 carácteres tipográficos impresos con tinta mala en la contraportada de un periódico.
326 palabras, 2006 carácteres que me daban esperanza.

Soy poco amigo de las epifanías. Me parecen mistificaciones forzadas que tratan de aportar sentido a una existencia natural que no necesita otra belleza que la vida misma. No creo que en la vida de nadie un solo instante cambie por completo su vida, más bien creo que nos convencemos de ello. Ahora bien, sí creo que determinados momentos en la vida de una persona marcan etapas clave de su desarrollo. Aquel domingo 16 de octubre de 1994 fue uno de esos momentos.

Siempre he tenido la impresión -y por desgracia a menudo la certeza- de ser un hombre inteligente y bueno rodeado de gente que a menudo me ha considerado ingenuo, idiota o idealista. Al menos hasta aquel día. Recuerdo que al final de aquel domingo, cuando todos habían ya leído el periódico, recorté la columna y la plastifiqué para conservarla. Tenía la manía de plastificar y forrar todo cuanto me conectaba con la vida con el ánimo incierto de convertir una sensación pasajera en algo eterno.

Con el tiempo estudié y trabajé, me hice adulto sin necesitad de olvidar este mensaje, tal y como el propio artículo pronostica que le sucede a todos los adultos. La completa rebeldía irreverente que ha supuesto haberme negado a convertirme en un puto gilipollas pragmático y desengañado, ha marcado toda mi vida.

Han pasado 30 años de aquel domingo y todavía recuerdo esa sensación de descubrimiento único. En estos 30 años me he hecho a mí mismo contra toda suerte de egoístas, reprimidos, amargados, desgraciados, miserables, reaccionarios y listos de la vida. He ayudado a decenas de personas a superar situaciones y problemas aparentemente irresolubles en principio. He salido adelante contra todo pronóstico y he tomado una larga sucesión de decisiones difíciles.

Le debo mucho a este artículo.
Y todas las personas que me disfrutaron, también.


 

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Aprender a ser estúpido de forma controlada

Aprender a ser estúpido de forma controlada


 

El más tonto es un simple término económico. Es un bobo. Para que los demás nos beneficiemos necesitamos uno mayor que compre caro y venda barato. La mayoría se pasa la vida tratando de no ser el más tonto. Le arrojamos la patata caliente y le quitamos su silla cuando acaba la música. El más tonto es alguien con una mezcla de capacidad para engañarse y egoísmo, para creer que triunfará donde otros fracasan. Este país fue creado para los más tontos.”

The Newsroom, T1/E10 (Sorkin, 2012)

 

No todo lo que se afronta puede cambiar, pero nada puede cambiar si no se afronta. Aceptemos la verdad: Todo en la vida se reduce a aprender a ser estúpido de forma controlada.

Ayuda mucho leer algo más que publicaciones de linkedin o twitter, ver algo más que directos de twitch o turras de youtube, pero lo que más ayuda es dejar de pretender no parecerlo. Porque cuanto más se empeña una persona en no parecer estúpida, más presente está la estupidez en ella.

Uno puede fingir que no es estúpido y vivir creyendo que los estúpidos son otros. Pero más temprano que tarde sus actos le acaban delatando y amanece a la única verdad: La estupidez humana es la verdadera democracia.

Hay ricos y hay pobres, felices e infelices, jóvenes y viejos, gordos y flacos, rubios y morenos, empleadores y empleados, personas que parecen perdidas y otras que se acaban de encontrar, bajos y altos, listos e idiotas, gente que lee y personas que no han abierto un libro, conductores de autobús y reyes en palacios, personas que no dejaron de ser niño y personas que jamás lo fueron,…

A todos nosotros nos une una misma cosa: somos profundamente estúpidos.

Se que crees que tú no, pero a mí no me engañas. He vivido lo suficiente para saber que mientes.

Puedes caminar erguido, marcar distancia, defender tus ideas con empaque y con encono, apasionarte por tal o cual libro, parecer sensato en una conversación, amar a unas y otras personas con cabeza, citar a tal o cual autor de manera solemne,… hasta que cometes un leve desliz, realizas un breve gesto, dices una palabra a destiempo o tomas una decisión incomprensible. Y entonces vuelves a la cruda realidad: nunca dejaste de ser estúpido. Te ha pasado muchas veces si lo piensas y tienes el valor de reconocerlo.

La clave no reside en dejar de ser estúpido sino en aprender a serlo con elegancia y dignidad.

Sobran los ejemplos:

  • Uno puede vivir buscando el respeto de los otros, pero nada hay más admirable que una persona que se respeta a sí misma.
  • Uno puede aparentar cierta seriedad inmutable, pero la belleza serena de la que hablaba Pericles reside en aquellos que saben reírse de sí mismos.
  • Uno puede parecer fiable por lo que dice de cuando en cuando, pero todos somos en realidad fiables tan solo por lo que hacemos a diario.

Nadie puede dejar de ser estúpido por mucho que lo pretenda, pero cualquier persona siempre está a tiempo de aprender a serlo dignamente.

Admiro más a quienes se saben y reconocen estúpidos que a los que viven vidas solemnes en las que aparentan no serlo y se permiten dar consejos sin que nadie se los pida.

Dios salve a la estupidez porque siempre nos iguala y a todos nos encuentra.
 

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Lo que no cambia

Lo que no cambia


 

“No todo es incierto en el futuro.
Yo sé mucho acerca del futuro.
Estoy muy seguro de cosas relevantes del futuro.
Hay algo que inevitablemente se va a producir en el futuro:
Todo aquello que no cambia”

maestro Juan Luis Arsuaga, paleontropólogo

 

Obsesionados por lo que cambia constantemente (lo nuevo), a menudo olvidamos lo que siempre ha sido (lo eterno). Hay padres y madres que no explican bien a sus hijos todo aquello que no muta, hay personas que no saben lo que siempre necesita una pareja, o jefes que siempre exigen a los demás continuas adaptaciones. Todos ellos animan a los demás a situarse en el camino más común de la existencia: el de la lucha por el reconocimiento ajeno cueste lo que cueste, remando siempre a favor de la corriente. Pero así es cómo el mundo se llena de reprimidos, frustrados o cobardes, y cómo la mayor parte del tiempo nuestra especie, nuestra relación de pareja, nuestro equipo o nuestra empresa no avanzan.

Sin embargo hay muchas cosas que han sido constantes a lo largo de toda la historia de nuestra especie y que lo seguirán siendo. Durante todos estos años como profesional del acompañamiento he centrado mi trabajo en ampliar nuestra conciencia de lo continuo y constante, en conectar con lo que nos une a todas las personas. Y en medio de un tiempo convulso llevo de crisis, epidemias, fenómenos naturales impredecibles y guerras, conviene recordar y dejar por escrito todo esto. Hoy hablaré de una de esas cosas que nunca cambia: LA BONDAD.

Soy partidario de dejar las cosas claras desde el inicio, de modo que aquí lo dejo dicho: Hacer lo correcto suele ser optar siempre por el camino más difícil, de modo que en este mundo la bondad humana es la única forma real de resistencia. Militar en el bien es la manera más sublime de ubicarse en la rebeldía más heroica. Y el rebelde se ve abocado a sufrir todo lo indecible porque todas aquellas heridas y lágrimas que muestre serán propicias para asegurar la cobardía ajena. Ser bueno o actuar correctamente es, sobre todo, estorbar, ser a menudo molesto. Y -digámoslo muy claro- atentar contra la certeza o la comodidad de otros, se paga siempre.

Esto equivale a decir que el mundo tan solo es un lugar tranquilo y previsible para quien vende a diario su propio corazón, o dicho de otro modo, el mundo es tremendamente confortable para los que buscan perseguir sus propios intereses sin importarles qué demonios es eso de la ética, la honestidad o la moral. Si quieres una buena vida o disfrutas imaginándote en lo más alto, lame el culo y humíllate ante el resto. He visto a tantas personas con carreras profesionales supuestamente existosas que simplemente han hecho eso, que a estas alturas considero que esa actitud es el patrón del éxito social y se puede prescribir como infalible. Haz lo que todos esperan de tí y no hagas lo que casi nadie haría para que nadie te envidie o se avergüence. Porque el que quiere hacer siempre lo correcto está condenado a sufrir mientras decida hacerlo.

Y es bueno añadir a este recordatorio, un apunte más: el precio que paga el que actúa con honestidad es siempre muy alto. Lo se por propia experiencia. Mi propia vida es una sucesión de peajes y heridas que no niego ni oculto. ¿Y cuáles son entonces las ventajas? Solo hay una: poder mirar a la cara de todas las personas que te conocen sin culpa, sin temor y sin vergüenza. Pero ni siquiera esto llega a corto plazo porque como todos sabemos la maldad endémica milita en la obsesión por el inmediato plazo (lugar en el que se hallan ahogadas casi todas las empresas), pero la bondad auténtica no se conquista buscando el beneficio cercano sino que llega por obsesión, como resultado de un largo esfuerzo. Veamos por qué.

Lo más normal si una persona decide hacer lo correcto de forma continuada es que desespere y renuncie a ello con el tiempo. Cansado de remar contra las dificultades o aguantar continuas críticas o resistencias, lo lógico es que esta persona que alumbraba una ilusión, acabe rindiendo su propia dignidad al servicio de comportamientos infames o intereses mediocres. Solo entonces, declarada ya su obediente sumisión por medio de un hecho o un gesto que demuestre su abandono, esta persona verá caer cualquiera de las anteriores dificultades que se le presentaron, y su existencia -repleta hasta ese instante de continuas desventuras y penumbras- transitará por la más luminosa, grácil y confortable de todas las veredas. Será absorbido de manera silente por el inmenso ejército de seres que niegan cualquier oportunidad a la conciencia. Acogido como parte indivisible de una unidad de seres inerciales, será en ese momento uno más de todos los miles de millones de individuos que frecuentemente se resignan.

Se levantará entonces cada mañana para autojustificarse, se repetirá que este es el mejor de los mundos posibles y en los momentos de mala conciencia se recordará que si las cosas ocurren, sencillamente será por algo. Llegado ese momento esta persona ya no será ni el pálido reflejo de lo que era, habrá perdido el brillo que iluminaba a otros y contribuirá durante el resto de su vida de forma activa a la aceleración de un mundo malvado, cruel y deshonesto. Con una insultante condescencia hacia los que todavía lo intentan (ser buenos, me refiero), denominará madurez a este deshonroso tránsito de la esperanza al desengaño. Se mirará al espejo diciéndose que hace lo que hace por aquellos a los que quiere. Bajo esta proyección emocional que sitúa la responsabilidad moral de su vida en otros, encontrará una paz autoinducida basada en dejar que las cosas sencillamente sigan su curso.

Esta es la evolución que describe la vida de la enorme mayoría de personas que tratan de obrar de acuerdo a lo correcto. En el lenguaje de los seres conformistas y crédulos, saber callarse a tiempo -un consejo eternamente repetido- significa no resultar molesto a quienes deberían llevar una vida profundamente incómoda por cómo son, actúan o se comportan. El mediocre es toda persona que sabiendo qué es lo correcto, opta la mayor parte de su vida por elegir y actuar de acuerdo de manera diferente. Sin embargo he aquí que a veces algunas personas insistimos en militar del lado de lo correcto, sin apropiarnos o militar en ninguna idea de pureza; he aquí que a estas extrañas personas nada nos motiva más que la continua resistencia contra el desalmado, el reprimido y el triste. Y resulta que estas personas que nos alimentamos de nuestra propia paciencia, representamos la sagrada excepción al destino general de las personas buenas sin ella, esto es, somos la alternativa a la hoguera.

Ser bueno y lograr seguir siéndolo requiere así una tolerancia al dolor sin límites, un compromiso con lo que se sabe que es correcto que va más allá de las continuas decepciones, una convicción plena de que aquello que se hace es lo que se debe hacer y lo que para cualquiera debería ser exigible (imperativo categórico). Ser bueno y lograr seguir siéndolo es sobre todo morir en cada gesto, acto o palabra con las botas puestas para poder decirse a uno mismo al final de una vida que hizo todo lo que nadie esperaba que hiciera.

Porque cuando uno hace esto, cuando uno está realmente convencido de que hace lo correcto, de cuando en cuando despierta esa parte autorreprimida de la gente que de repente transforma sus corazones dormidos en flores que despiertan tras la anestesia.

Sí, tienes razón, el mundo humano es un verdadero infierno para la buena gente. No por nada demasiado complicado de entender. Sencillamente hemos poblado y llenado este planeta de auténticos malnacidos y deficientes morales sin escrúpulos. Hay mucho desgraciado suelto, mucha persona que disfruta viendo caer a aquellos cuya dignidad envidia. Y sí, también tienes razón en esto otro: el mundo por regla general está lleno de seres traumatizados y cobardes, productos de una forma de mirar la vida que nos vacía y desquicia. De modo que sí, allá donde uno mire contemplará confusión y donde quiera que uno vaya presenciará almas ateridas por el miedo, corazones congelados e inmóviles que se esconden detrás de cuerpos en continua agitación y movimiento.

Pero si uno insiste y se atreve a respetar los tiempos de la gente, se dará cuenta de que toda planta capaz de tener flores, si es bien atendida y cuidada, y si demuestra la suficiente fe y disciplina en quererse a sí misma, finalmente florece. Y si no lo hace, es que esa planta no tenía flores. Una vida sin dolor ni decepciones es más bien una agonía lenta. Siento ponerme muy flamenco pero es mejor sufrir de forma consciente que reprimirse para evitar el regalo continuo de la vida. Ser bueno no es ser fuerte o débil sino sobre todo ser vulnerable y consciente, estar presente en la vida, dar amor a quien no lo pide y lo merezca, mostrar firmeza ante la crueldad y no ser tibio o indiferente ante la injusticia. Ser bueno consiste en no vivir secuestrado por el miedo. Ser bueno es ser valiente y aprender a vivir o morir cuando no te queden fuerzas.

¿Y si esta actitud de la que son capaces muy pocas personas no es suficiente para evitar conflictos, crisis, colapsos o extinciones apocalípticas? Entiendo tu pregunta, yo tampoco tengo mucha esperanza en nosotros como especie pero si me permites, esa pregunta no me la hagas a mí, házsela a los que duermen cada noche sin haber hecho todo lo que pudieron. Yo ya tengo suficiente con lo mío: hacer lo correcto y disfrutar y sufrir las consecuencias.

 

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Cultivar el amor por la lectura

Cultivar el amor por la lectura

 

“Y así llevó a su casa todos cuantos pudo dellos… Y con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni el mismo Aristóteles si resucitara solo para ello… Y se enfrascó tanto en su lectura que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco domir y del mucho leer, se le secó el cerebro…

Rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció conveniente y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su república, hacerse caballero andante…

Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana se armó de todas sus armas, subió sobre su Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral salió al campo con grandísimo contento y alborozo de ver cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo.”

 

maestro Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, cap.I y II

 
 

No llamamos locos a quienes lo son, sino a quienes nos hacen parecerlo. El mundo del libro dignifica la vida de quien accede a él. Hablo de relaciones sociales enriquecedoras, respetuosas y sinceras. Autores, editores, impresores, libreros y lectores formamos un sólido tejido de actos, encuentros y conversaciones que resulta emotivo y esperanzador. Aún así intentaré hacerlo en este texto.

En este artículo trataré de argumentar por qué es necesario leer y cómo desarrollar el amor por la lectura. Aunque creo que hemos idealizado el conocimiento y vejamos frecuente e injustamente a las personas analfabetas, o incultas, creo que en esto de la defensa de la lectura es necesario hacer una distinción entre personas que tienen una elevada capacidad de decisión en una comunidad social y personas que se limitan a llevar una vida sencilla y digna.

Escribo este artículo para inspirar a las personas que toman decisiones a que lean. No he podido tomar decisión más importante en mi vida que leer con frecuencia y fruición desde hace años. Sin duda leer -y todas las actividades que rodean a la lectura- te ayudarán a encontrar la paz que siempre has buscado fuera y aguardaba a que la cultivaras muy dentro.

Necesitamos que las personas que toman decisiones se comprometan a leer. Mi experiencia acompañando empresas durante estos años me dice que el nivel de conocimientos sobre la historia, la economía o el comportamiento humano que manejan los directivos es tremendamente limitado o directamente muy bajo. Intentemos remediarlo.

He dividido el artículo en 3 apartados:

  • Leer es un acto revolucionario
  • Los datos de la deriva lectora
  • Por qué y cómo cultivo la lectura

Espero, lector o lectora, que lo disfrutes.

Comenzamos.
 

LEER ES UN ACTO REVOLUCIONARIO

Para mí es evidente que las personas que toman decisiones relevantes en el mundo deberían alimentar un conocimiento en perspectiva de la vida que reúna no solo experiencias vitales inmediatas sino sobre todo un hábito lector que vista de argumentos la experiencia propia. Y la realidad es que esto, en mi experiencia acompañando a directivos/as, no ocurre. Sostengo que en el marco de sociedades altamente complejas e interdependientes, representa un comportamiento altamente irresponsable ocupar puestos de mando relevantes sin dedicarle tiempo a la lectura.

Las personas no leen porque leer requiere tiempo y espacio adecuados, y porque leer es desacelerar el alma, sintonizar la frecuencia de nuestra atención para comprender lo que otros dijeron o escribieron antes. Leer es sobre todo vivir con el compromiso de superar la mirada propia identificándome con otros. Quien lee nunca está solo porque calienta su espíritu al abrigo del eco de lo que otros lectores y escritores fueron alumbrando durante siglos. Si quieres leer -y ya te adelanto que lo necesitas- nada más adecuado que reservar un espacio y un tiempo para hacerlo para, con el tiempo -es mi caso- poder entregarte a la enfervorecida aventura de devorar páginas.

Tal y como George Orwell (1984) se encargó de dejar claro no existe nada más revolucionario que leer y escribir. En Fahrenheit 451 Ray Bradbury relataba un mundo distópico en el que legiones de bomberos se dedicaban a quemar sistemáticamente todos los libros. Hablaba de sociedades que ya existieron. El Índice de Libros Prohibidos de la Iglesia Católica -que estuvo vigente 400 años hasta 1966 y cuya alargada sombra inspiraría a los sucesivos dictadores del mundo- censuraba, prohibía y quemaba libros que se escondían en los rincones y dobles fondos de los anaqueles para escapar de la misma depredación idiotizante que promovieron los nazis.
 

LOS DATOS DE LA DERIVA LECTORA

Partamos de lo básico. Vayamos a los datos. Esta es la realidad del mundo analizada desde una perspectiva desarrollista (más cantidad = mejor): Sumando los libros editados desde que se hizo el cálculo inicial de Google, podemos estimar que existen aproximadamente 150.000.000 de libros diferentes (titulos no duplicados) en el mundo. Cada día se publican 100 libros nuevos. En realidad, como lector y como profesional del libro, diré que esta estimación está muy centrada en una forma de cómputo sesgada propia de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (el organismo de referencia y control en EEUU tal y como la Biblioteca Nacional lo es de España).

En estas cifras, la pujanza de la cultura normativa anglosajona es evidente: Reino Unido es el país que más libros imprime per cápita en el mundo. Hace poco alguien comentaba en una red asocial que en su disciplina concreta era imposible estar al día sin saber inglés. Esto sigue siendo rigurosamente cierto. Añado un ranking a esta verdad. Estos son los 10 países que más libros publican al año:
 

Rank Country Year Titles Notes Ref.
1  United States 2013 275,232 New titles and re-editions [3]
2  China 2013 208,418 New titles and re-editions [3]
3  United Kingdom 2018 188,000 [4]
4  Japan 2017 139,078 New titles and re-editions [5]
5  Russia 2019 115,171 [6]
6  Iran 2018 102,691 New and revised [7]
7  France 2018 106,799 [4]
8  India 2013 90,000 total: revised editions not included; 26% in Hindi, 24% in English, and the rest in other Indian languages [8][9]
9  Spain 2017 89,962 New titles and re-editions (ediciones y reimpresiones) [10]
10  Germany 2018 79,916 [4]

 
Los datos apuntan que se leen libros una media de 5,5 horas a la semana en los países ricos. Sorprendente cifra que no se corresponde con ninguno de los testimonios sinceros del común de las personas que tengo a mi alrededor (vivo en un país rico) y tampoco con ninguno de los directivos/as que acompaño a diario.

¿Pero lo publicado se adapta a lo leído? La respuesta es NO. Ni los datos cuadran ni las personas suelen reconocer el escaso tiempo que dedican a la lectura. Solo por citar una realidad palmaria, la media de lectura anual por países es un dato claro a este respecto: Según el World Culture Score Index “a nivel mundial, las personas afirman que pasaron 16.6 horas viendo televisión, 8 horas escuchando la radio, 6.5 horas leyendo y 8.9 horas en computadoras / Internet (por razones no relacionadas con el trabajo) de promedio cada semana.” Siguiendo con los datos, ¿Cómo se comportan en términos de hábito lector los lectores en el mundo y cuántos leen al menos 1 libro al año (sutil y épica proeza)?:
 


 

Cifra arriba, cifra abajo, concluyamos que si incluímos a todos los países del mundo (aquí solo están los que supuestamente más leen) aproximadamente lee un 40% de personas en el mundo. Esto significa que la mayoría de personas no lee nunca o casi nunca. Los datos de la OCDE son sin embargo poco creíbles -al menos en mi experiencia, insisto- dado que según este organismo 2/3 de los estudiantes de la OCDE leen por placer.

Lo que sí es fácil de creer -y los editores no dejan de repetirlo- es que las mujeres leen más que los hombres. La proporción que arroja el informe PISA de la OCDE (ciclo 2000-2009) es que un 52% de estudiantes masculinos leía por placer frente a un 73% de estudiantes femeninas. También hay barreras socioeconómicas y una relación entre nivel de desarrollo y lectura: el 72% de estudiantes de clase media o clase alta o países más aventajas económicamente aseguraron leer por placer frente al 56% alumnos en situación más desaventajada. Pese a esta celebración de cifras, la OCDE admite que incluyendo el ciclo ampliado (2009-2020) el porcentaje de lectores jóvenes por placer (y no por obligación de estudios) ha descendido progresivamente durante los últimos años. Caminamos hacia una sociedad literalmente imbécil y desprovista de conocimiento más allá de la técnica.

Los datos de la UNESCO tampoco acompañan en lo relativo a educación en términos de diversidad, inclusión y escolaridad. Según la UNESCO -no es la primera vez que lo dice- los chavales, básicamente, no salen preparados para entender la realidad actual del mundo y hay una evidente disonancia entre lo que se enseña en las escuelas del mundo y el conocimiento sobre los principales debates de nuestra especie en este momento de la historia.

En España leen en términos reales (relación entre frecuencia y cantidad) 1 de cada 2 personas. El 40% de personas no lee nunca. Los datos de la Federación de Gremios de Editores de España son claros a este respecto y apuntan a cierta recuperación del sector en los últimos años. Se venden unos 150 millones de libros al año en España con una tirada media de 2.700 libros, un precio medio de 14 € y un fondo editorial nacional de entre 500.000 y 600.000 libros. El informe panorámico de la edición española que elabora anualmente el Ministerio de Cultura de España apunta a que se traduce poco de otros idiomas (siempre menos de un 20%), lo cual representa una asignatura pendiente. Aún así parece que la concesión de ISBNs (números únicos de identificación de títulos y ediciones) vive cierto auge en los últimos 5 años, tanto como lo hace la venta de libros que no parece corresponderse con el descenso en picado de ejemplares publicados. Es decir, se imprimen menos ejemplares pero se vende un poco más cada año. Como siempre ha ocurrido, la ficción gana por goleada al ensayo en términos de facturación anual.
 

POR QUÉ y CÓMO CULTIVO LA LECTURA

Durante años he recorrido muchos quilómetros conociendo a centenares de personas y es duro comprobar cómo la mayor parte de ellas se limita a creer lo que alguien o un conjunto de personas dice y desconoce los rudimentos esenciales del cuestionamiento propio. En mi experiencia la lectura profunda y detallada -es decir, no internet, sino los libros- es fundamental en la conformación del carácter filosófico. Me refiero a una actitud de vida basada en el cuestionamiento y el disfrute de las cosas de una manera consciente e informada que te ayude a tomar mejores decisiones.

Leer es la apoyatura necesaria y básica para aprender a pensar, y aprender a pensar es practicar la verdadera libertad y autonomía en la vida. Por contra, lo hegemónico nos sugiere que no se vive de acuerdo a un criterio propio sino de acuerdo a un conjunto amorfo y aleatorio de influencias ajenas. Por descontado, estas influencias no están basadas en la solidez argumental o intelectual sino en la capacidad de impacto por captación de la atención de grandes masas. Es decir, el esperpento vence casi siempre a la sensatez y al criterio.

Nos hallamos así en sociedades que idolatran, premian y nos saturan de la ocupación explosiva (trabajo y entretenimiento) pero eliminan o excluyen la ocupación reflexiva y contemplativa (introspección, lectura, meditación, diálogo). Más allá de que unos y otros tengamos un carácter o una estructura perceptiva más o menos proclive a cuestionarnos las cosas, es fundamental entender que necesitamos conocer los detalles que articulan a nuestro alrededor la vida.

¿Cómo lo hago yo? Mi caso es extremo pero no quiero dejar de compartirlo. Leer, aunque sobre todo escribir, y en general el cultivo de la palabra, es mi gran pasión desde pequeño. Dado que soy una mezcla curiosa entre afable y huraño, siempre he pensado que debería acabar en algún momento viviendo en medio del campo rodeado de libros, con una vida tranquila y apacible (a la manera de Tolstoi) pero en continuo contacto con el mundo. Todo llegará.

Hace ya muchos años, acepté que las instituciones educativas del sistema jamás me iban a procurar un conocimiento en profundidad y riguroso porque no estaban pensadas para ello. Emprendí así una no planeada ni proyectada larga formación autodidacta en varias disciplinas de conocimiento. Me interesan sobre todo las ciencias humanas y sociales en su conjunto y desde hace años tan solo leo ensayo con esporádicas incursiones en la literatura de ficción.

En muchos casos -lo he sabido al hablar con catedráticos o doctorandos- manejo niveles de lectura en cada ámbito equiparables a una especialización universitaria o profesional. Por así decirlo he explorado -y sigo explorando a diario- el universo del conocimiento humano de manera integral y tratando de armar una visión en perspectiva e informada de las cosas que me ha aportado una mirada enriquecida en mi labor diaria.

No diría que tengo una sistemática definida de lectura, soy bastante inconstante en lo que leo. Leo siempre varios libros a la vez, nunca menos de entre 30 y 40 para poder conservar el hilo de la lectura. Lo que sí hago es dedicarle la mitad de mi jornada a la lectura. Lo hago sin un ritmo frenético, sin presión, a razón de unas 160-200 páginas en cada tanda de lectura (hay días en los que leo 1 sola tanda, otros 2 tandas y los menos días leo 3 tandas interrumpidas por descansos intermedios). Toda mi casa es una zona de lectura. Por supuesto he necesitada trabajar mucho para lograr una vida en la que pueda mantener este ritmo de lectura, pero eso daría para otro artículo

No hago todo esto conscientemente (de hecho he tenido que calcular todos estos detalles mientras iba escribiendo el artículo), tan solo lo hago porque amo hacerlo, y la única manera de amar la lectura -del mismo modo que la única manera de amar a una persona- es dedicándole tiempo. No conozco otra fórmula. Diría que lo fundamental para leer en mi caso es disponer de mucho tiempo en mi agenda.

Pero no todo en la lectura son buenas noticias, también hay peligros. El conocimiento y en general la sabiduría -que es algo muy diferente- suelen ofender. Leer, y sobre todo leer a un buen ritmo durante muchos años en una sociedad enferma diseñada para multiplicar estúpidos, también implica que uno puede convertirse en un completo extraterrestre si se descuida. Poco a poco lo notas. De repente te das cuenta de que hablas y la gente se pone a tomar apuntes, o te mira frunciendo el ceño tratando de comprender lo que dices como si fueras un marciano.

Cuando uno es vulgar sin conocimiento, entonces no tiene alternativas: solo puede ser vulgar. Cuando uno sin embargo se procura cierta formación y cultura, llega el peligro porque uno puede convertirse o bien en un imbécil condescendiente (un estúpido más estúpido que el resto porque además lo es tras haber leído), o bien en una persona fácil de tratar, respetuosa y honesta. En definitiva, tus relaciones sociales pueden resentirse si no eres capaz de modular tu discurso en función del foro y las personas con las que te comunicas o si te crees superior por haber dedicado tiempo a la lectura, lo cual sinceramente me parece patético y es el caso de buena parte de pensadores.

En mi caso, dado que ni nací ni crecí en un entorno cultural de élite -como le ha pasado a tantos otros pensadores- con personas altamente leídas con las que poder hablar en detalle de muchos temas, trato de recordar algo que aprendí hace tiempo:

Por un lado, en todo lenguaje existen lo que se denominan variedades diastráticas, es decir niveles culto, estándar y vulgar en el habla. Es útil distinguir cuándo utilizar uno y otro dependiendo de los foros en los que uno se mueva y sobre todo no caer en la ridícula y egoica condescendencia conservando la humildad. En mi caso recuerdo que leer no me hace menos ignorante que nadie, sino que me ayuda a serlo de forma noble y controlada. Por cierto, a menudo se nos olvida que nadie puede alcanzar un nivel estándar o culto en el habla sin leer.

Por otro lado, me obligo a recordar cuando estoy con amigos en un contexto informal que no estoy sentando cátedra y tan solo se trata de opinar y hablar de manera relajada. Quien olvida esto, acaba su vida como el bueno de Alonso Quijano. Y aunque hace ya muchos años que -como él- salí al campo “con grandísimo contento y alborozo“, vivo para no poder ser ignorado por el resto.
 

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Aprender a pensar y #lafilosofiaimporta

Aprender a pensar y #lafilosofiaimporta


 

A los dioses les encanta que las personas trabajen mucho.
Las personas que no están ocupadas continuamente pueden empezar a pensar
.”

sir Terry Pratchett

 
Hoy es el día de la filosofía, y se bien por qué las personas que gobiernan desde hace décadas el modelo socioeconómico actual, atentan década tras década contra ella. Se maltrata, se exilia o se elimina la filosofía porque la conformación de personas mansas y dóciles, de una masa iletrada y distraída, limita la aspiración humana colectiva a la satisfacción individual de lo doméstico. Al reducir el hogar defendible a la persona individual (la satisfacción de su deseo, su emoción o su instinto), perdemos nociones de pertenencia colectiva vertebradoras como familia, cultura, territorio o Estado de Derecho. Cuando estos hacedores de convivencia desaparecen, resulta más sencillo para la eterna minoría de los que más tienen favorecer la competitividad voraz entre los que menos tienen.

Quien no sabe pensar sobre grandes cuestiones ni formar un criterio propio, no tiene la capacidad de reivindicar sus derechos, ni aún cumpliendo la totalidad de sus obligaciones a rajatabla cada día. Cuando mis convicciones las fabrica otro que no apruebo ni decido, en lugar de vivir disfrutando del camino, nos convertimos en mero combustible y medio de los atajos de otros. Por explicarlo de una forma muy gráfica, cuando aprendí a pensar, aprendí a sintonizar el sonido de la vida, identifiqué cada vez con más facilidad su inalterable frecuencia. Pero quienes no aprenden a pensar ni se molestan por entender lo que otros dictan, se limitan a vivir ajenas sintonías. Contra la comodidad autojustificativa de no cuestionarse nunca, la filosofía ofrece la oportunidad responsabilizadora de cuestionarse a veces.

Sin la filosofía todo cuanto nos digan otros es verdad y todo lo que digamos nosotros es mentira. La verdad así puede cancelarse, ser propiedad tan solo de unos pocos, y dejar de ser una construcción colectiva. Al generar cada vez mayores masas que ignoran, no se rebelan ni cuestionan, y cada vez menores y más reducidas élites que gobiernan y deciden, nos deposeemos como especie de la realidad, nos alejamos de la naturaleza y vivimos de la arbitraria decisión de otras personas porque nos importan más de lo que nosotros nos importamos a nosotros. Les dedicamos de hecho más tiempo a sus estúpidas apariciones que a nuestras necesarias evoluciones.

Por contra, la filosofía es sobre todo el interés y el cultivo de los medios y las formas, es un continuo e inspirador comienzo, y la única y verdadera cura que conocemos para la obsesión por el fin o la mera satisfacción continua de nuestros instintos o deseos. Pretender que la dignidad humana, la economía política o la democracia puedan existir si no existe la filosofía, es un suicidio inconsciente. Cualquier persona que visite la historia lo comprende, y solo quien vive obsesionado por su ficción o su entelequia finalista, lo ignora. La filosofía cuestiona la esencia y la apariencia, articula la ética y al estética, nos mantiene próximos a lo humano para pensar con inteligencia constructiva la sociedad, la industria, la máquina.

Ya he hablado de la necesidad de aprender a pensar en otras ocasiones, pero permíteme, lector o lectora, contarte por qué insisto en ello.

La filosofía que de niño leí cuando lloraba, hizo posible al adulto que hoy sonríe. La filosofía, y en general aprender a pensar, me ha ayudado a vivir de acuerdo a unas referencias, a una estructura. Ello me ha permitido no sentirme perdido ni aún cuando me encontraba en un terreno desconocido o ignoto. De hecho, aprender a pensar y cuestionarme me salvó varias veces la vida. Solo la filosofía convirtió mi frustración y rabia en aceptación y valentía. Solo la filosofía tomó una tímida llama que latía en mí (inquietud innata) y la alimentó hasta convertirla en fuego eterno (curiosidad sistemática). Ese mismo fuego me ha dado calor en pleno invierno y ha sabido dar calor a otros cuando me necesitaban.

Pero hay algo todavía más poderoso que todo lo anterior, y es el hecho de tener la certeza de saber que si hoy soy algo -y se que soy mucho- es gracias a que otros existen y existieron. Esta certeza que me contextualiza como parte de una larga y dilatada historia de ideas, de esfuerzos y de relaciones y me ayuda a equipararme al resto de personas, es totalmente contraria al discurso barbarizante y aspiracional que promueve la independencia, la superación y la autosuficiencia de unas personas sobre otras. Las tres cosas -independencia, superación y autosuficiencia- si bien pueden generar euforia a inmediato plazo, se han demostrado históricamente dañinas y contraproducentes a largo plazo en una especie compuesta por animales gregarios, seres sociales que necesitan comprender y sentirse comprendidos, amar y sentirse amados más allá de la competitividad insaciable y la sed de interés propio.

Nada salvo la filosofía me enseñó a amar a los otros, me hizo comprender la sencillez y la complejidad, el gozo y el dolor ambivalentes y continuamente necesarios en la vida. Quienes dicen que la filosofía es algo simple o algo complejo, aciertan, porque así es también la vida.

Nada salvo la filosofía me salvó en innumerables ocasiones del abismo de la falta de sentido, de la oscuridad que sentí al comprobar que existe la injusticia. Nada salvo la filosofía me curó de la herida que inflige el abuso de poder, del desconsuelo de la condescendiente inercia, de la fría y distante indiferencia de los que se aislan.

La filosofía me permitió acceder a realidades colectivas, sentirme verdaderamente humano al compartir con personas a miles de quilómetros las mismas inquietudes, y sentirme verdaderamente vivo al cuestionar lo que pensaba o sentía. Solo la filosofía me ayudó a sentirme único construyendo mi criterio y a la vez completamente acompañado al ver que mis dudas son las mismas que las de cualquier persona en el mundo, y al entender que a menudo ninguno tenemos respuesta. Al leer, hablar y estudiar para vivir con criterio, comprendí que antes que yo, muchos otros intentaron mejorar el mundo. Y lo mejor de todo: también comprobé que algunos lo consiguieron. La filosofía sobre todo aporta referencias, historias de esfuerzos pasados y presentes, pistas y bastones con los que explorar, acariciar y disfrutar la vida. En una época en la que las identidades, los sentimientos y las ideas dividen, la filosofía fue y es mi pegamento.

Nada salvo aprender a pensar me libró de la cadena perpetua y la barbarie de la absoluta ignorancia. Me supe interdependiente gracias a la filosofía. Aprender a pensar me enseñó a detectar, localizar, relacionar y mantener cerca la mayor parte de cosas importantes de la vida. La filosofía me ayudó a tener la necesaria base apreciativa desde la que amar, sentir y contemplar la existencia.

Gracias a la filosofía me levanté cuando caía, recobré y aumenté mi valor para seguir insistiendo, para perseverar, para alejar de mí la tentación del abandono o la apatía. Nada salvo la filosofía me acompañó en las travesías de silencio y soledad que viví en mi vida. Recuerdo con nitidez la presencia de la filosofía en la primera parte de mi vida pero también en la crisis que toda persona vive a la mitad de ella o con la pérdida dolorosa de relaciones o seres queridos. En todos esos momentos, la filosofía me enseñó a saberme vulnerable, me animó a aceptar el dolor y a exponerme, me dio herramientas para ayudar a mejorar la realidad de miles de personas.

Nada salvo la filosofía me ayudó a comprender -para intentar cambiar- la continua sensación de ruido, desconcierto, absurdo y vacío de una sociedad evanescente, continuamente errada y difusa. Solo el estudio y el conocimiento detallado del pensamiento humano me hicieron ser humilde al comprender que entre todos pensamos mejor que por nosotros mismos. Nada salvo la filosofía me apartó de la ceguera de la fe y la creencia ciega, nada salvo ella me enseñó tolerancia, me ayudó a detectar y tratar de superar cada prejuicio.

En la filosofía hallé esperanza y ahora tú deberás encontrarla sin la ayuda del sistema educativo. Suerte.

Hoy más que nunca gritemos y actúemos alto: La filosofía importa #lafilosofíaimporta
 

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