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Duermo en vela cada noche multiplicado en los espacios de tu nombre.
Ajusto la distancia en el pasillo invadido por retazos de mesura.
Acoplado a la piel de los planetas, vigilo de cerca el pálpito de horas.
He añadido sal a la carne de mi rostro llorando cicatrices.
Repleto de cadenas, dibujo el cielo al que todo el mundo mira.
Mañana, tarde y noche me levanto sin monedas en los ojos
tras haber habitado en tu alma cegadora.
Este sueño de tí abriendome caminos, abrazando las pupilas y el otoño,
derramado a la entrada de la calle, mendigando el pan para los otros.
Cada vez que amas vive el mundo
y organizo en tu nombre el universo.
Me cuesta poco o nada, un aullido de luz,
una estela de vida, el fragor de una batalla.

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