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La piel en vivo muy deshecha, fundida con la marea, la sal y las corrientes. Muy dentro del mar, boca abajo, divisando a los grandes cetáceos y tortugas, tendido al antojo del estado de ánimo de un gris satélite. El pelo ondulando suave, cada cabello en el agua, cada poro y centímetro del rostro; los brazos dormidos y cansados, abandonados al sol después de la tormenta. Y luego darme la vuelta a plena tarde y bocarriba, flotando, ver de nuevo repleto un nuevo mar de ballenas blancas o de estrellas. Y vestido de este azul inabarcable, sentirme uno más de entre tantas nubes o planetas. Así es como yo sueño que será mi último día.

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