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Portada de "El hombre rebelde" de Albert Camus, Alianza Editorial

Portada de "El hombre rebelde" de Albert Camus, Alianza Editorial, 2002

Así habla al mundo Albert desde donde todos podemos alcanzarle. Enfrascado en la lectura de este libro, me pregunto si los hombres que han pecado de ser hombres pueden ser considerados dioses. Cada mañana me levanto en busca del siguiente paso, me lavo la cara para despertar del juicio y acto seguido me respondo: “Esto es todo cuanto no puedo esperar”. Si me rebelo contra algo establecido o si en algún momento he pensado abandonar es porque no veo público que pueda contemplar mi drama ni personajes llenos que rebosen o respiran por ideas. En la mitad, en el centro, alejado de la luz a la que todos se orientan y dirigen, Camus nos habla de impaciencia y de desesperanza, de ilusión y cuerpos que se alzan.

En mi cuarto de adolescente tuve durante varios años un poster con algunos textos extraidos de “Prometeo liberado” y de “El mito de Sísifo”. Siempre supe que volvería a reencontrarme con cada frase y lugar de sus palabras. Hoy, agotado tras una jornada de horas muertas o excesivamente vivas, que quede constancia en esta entrada que te eché de menos aunque supe esperar todas las noches.

Vivo y rebelado, real, “desconcertado pero no indiferente” como nos saluda Man en el recuerdo.

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