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Este artículo está especialmente escrito para aportar punteros de visión y referencia a la hora de trabajar la sobreprotección en los equipos. La generación de miedos interdependientes en algunos de los colectivos con los que he trabajado me ha animado a escribir este breve texto en el que pongo en valor pequeñas lecciones, algunas de las cuales tienen ya 3000 años de historia.

SENTIR LA LLUVIA

Algunos sienten la lluvia, otros solo se mojan

Bob Marley

No me gustan los paraguas. Es un instrumento que no entiendo, me resulta aparatoso y a menudo se me olvida en las cafeterías. No suelo llevarlo desde hace muchos años. Por no hacerlo he sido reprendido por innumerables familiares y parejas y he llegado calado a citas importantes. Pero consideré que era necesario. Y antes de que los gremios de fabricantes de paraguas, médicos especialistas en reuma y madres preocupadas, pongan el grito en el cielo por esto que acabo de decir, escuchen esto otro:

  • Después de llover, en mi vida siempre salió el sol. Quiero decir que he estado mayoritariamente seco durante casi toda mi vida y que pequeños instante de lluvia no me hicieron encoger. El exterior de mi cuerpo no es de algodón sino de piel.
  • Mi piel, como la tuya, es impermeable al agua y en general a cualquier tipo de líquido. Un tiempo de exposición prolongado la debilita, pero creo con sinceridad que en los cinco minutos que van del coche al portal, el agua no nos envejece.
  • La mayor parte del tiempo las más bellas respuestas no esperan tus preguntas. Es así como funciona la lluvia y así es como formas parte de la vida. En equipos que buscan la alta madurez, casi nunca es más importante hacer completamente todo como no hacer absolutamente nada. Sobre todo porque esto último es por sí solo imposible. El hecho de querer evitar un acontecimiento natural jamás te dignifica. Puede que te haga sobrevivir, pero no suele ser por sí mismo una gran fuente de vida.

Hace poco Ignacio Gallego de Lerma en su artículo Breve guía para ser un humano extraordinario de su blog InterSer Ediciones realizó una interpretación luminosa sobre un artículo que escribí hace semanas. Comparto aquí con agradecimiento su último párrafo. Dice así:

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“Mi miedo es un regalo, ya que me señala aquello que es esencial a mi. Tras la puerta que protejo, esta el silencio de mi alma escondida, este espacio de sencillez y verdad que solamente yo puedo expresar y entregar al mundo. Mi mayor terror es mi propia luz. Mi vulnerabilidad señala el lugar. Es extraordinario atreverme a traspasar el miedo y entregarme.”

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Es habitual en alpinismo que las personas que coronan una gran montaña, tengan un periodo de asimilación y descanso de la proeza antes de emprender la coronación de otra. Esto ayuda a digerir el esfuerzo realizado interiorizando la capacidad de superación y poniendo el foco en el disfrute de los resultados tras el éxito. Sin embargo no solemos hacer esto en nuestra vida diaria, donde cualquier hito alcanzado nos parece supremo e insuperable. Este instinto natural de afección al logro nos ha hecho sobrevivir durante miles de años como especie, sin embargo abrazar cualquier logro de forma continuada y defenderlo de posibles progresos o experiencias, nos limita e incluso nos destruye. En un impulso natural solemos decirnos a nosotros mismos: “He llegado hasta aquí y no me pienso mover para conservar mi sitio. Esto me ha costado mucho y quiero protegerlo contra viento y marea“. Es saludable y totalmente necesario disfrutar y aceptar una conquista como parte del éxito alcanzado. Pero abrazarla con fruición despreciando el resto de regalos de la vida puede generar a medio plazo una gran muralla que encierre grandes dosis de dolor y sufrimiento. Nuestro miedo -como decía Ignacio- es un regalo pero no por sí mismo, sino porque detrás de él escondemos lo que realmente nos importa, nuestro foco y punto de partida a partir del cual volver a superarnos.

Hace poco una amiga me dijo “David, esto es lo que hay” En ese “Esto es lo que hay” iba implícito un “Esto es lo que soy y no habrá más ni menos” o algo incluso peor como “Esto es lo que soy y a estas alturas no voy a cambiar”. Lo que compartí con ella es que la belleza de la vida consiste en que nunca se acaba de llegar del todo a ningún sitio. Cualquier otra realidad que inventemos para comprender esto, es tan solo una ficción. Y las ficciones, como decía Borges, son muy necesarias y alimentan nuestra vida pero nunca son por sí mismas la vida. Siempre nos queda algo por no hacer o por hacer. Cada acontecimiento, experiencia o momento nos condiciona y atreverse a decir que uno está completo, es como negar a nuestro cuerpo vivo la posibilidad de que cada instante vacíe y llene sus pulmones con aire renovado. Nuestro alma no es un encargado de un almacén de logística. Ningún alma puede controlar completamente el flujo de entradas y salidas de la vida. Un buen ejercicio para comprender esto consiste en recordar por un minuto la cantidad de veces que ocurrió algo que no esperabas en la última semana. En cambio sí podemos regular el ritmo y el impacto de ese flujo de entradas y salidas en nuestra propia vida. Recuerda ahora cómo te afectaron esos acontecimientos inesperados y en base a qué actuaste o en función de qué reaccionaste. Esos pequeños motores que te encendieron o activaron son los que hoy te mueven. Mañana, con otro aprendizaje, pueden ser perfectamente otros.

EL OLOR DE LOS PASTORES

El pastor tiene que oler como las ovejas

Papa Francisco, 2013

A todos aquellos que no creéis en el cambio, con afecto os dedico los tres siguientes hechos: El hombre más poderoso del mundo es negro, el líder espiritual de los católicos es jesuita, el entierro de Madiba ha sido el más multitudinario en la historia de la Humanidad. Estos tres hechos son apenas inmediatos y muy actuales, pero podría escoger cada día y cada hora miles de ellos que justifican que todos somos cambio. La invención de que algo permanece genera grandes anclajes emocionales que actúan de pegamento social y personal y nos ayudan a seguir hacia delante. La fabricación de mitos y prejuicios forma parte de nuestras creencias cualquiera que sea nuestra condición espiritual y humana. Son muy útiles y parten de nosotros, de cómo entendemos todo esto que nos pasa y nos rodea. Sin embargo alrededor de estos anclajes que nos aportan estabilidad, todo cambia. Para un poeta, un químico y un naturalista, incluso los objetos inertes envejecen. Por muy evidentes que sean nuestros pasos, el ciclo de la vida nunca se detiene. El buen pastor no es ese que obliga cada tarde a sus ovejas a que vuelvan al redil, sino el que comprende que ellas también le necesitan. En los equipos y en pedagogía, el camino del aprendizaje se recorre siempre en ambas direcciones. Yo hago que otros se superen porque yo mismo me supero. El que es pastor -como dice el Santo Padre de los católicos- huele siempre a oveja. Algo parecido a esto traté de compartir ante un foro con 1500 educadores cuando nos preguntaron qué necesitan hoy las escuelas creativas: Este es el video.

EDUCAR A LOS NIÑOS

Pitágoras celebrando el amanecer con sus discípulos (Fyodor Bronnikov, 1827—1902)

Pitágoras celebrando el amanecer con sus discípulos (Fyodor Bronnikov, 1827—1902)

Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres

Pitágoras, s.V a.C

Pero no solo a los que os rodean sino también a los que lleváis dentro. Si cada niño que hay en vosotros sobrevive, el nuevo mundo que descubriréis irá siempre con vosotros. Nada más útil en una organización cuando realizo procesos de ejercicio espiritual, alineamiento estratégico o búsqueda de sentido, que explorar nuestro propósito como si el mundo fuera un inmenso jardín de infancia donde jugar, equivocarse y ponerse cada nuevo día en pie. Pitágoras llamó a su escuela Jardín y en su afán por encontrar la pureza se desprendió de algunos elementos que imperaban en su época. Todos ellos iban encaminados a practicar la sencillez de acuerdo a la observancia de reglas muy inmediatas basadas en la confianza y la lealtad.

CRECER CON OTROS

Si alguien crece sin pri­var a los demás, no hay error

I Ching o Libro de los Cambios, s. XV a.C

Esta es una de las grandes enseñanzas que recogí de uno de los libros más antiguos escritos por el hombre. Y es no en vano quizás el principio rector del camino rojo de un equipo en su itinerario hacia la madurez …mientras escribo esto suena de repente Yo-Yo Ma tocando el preludio de la suite para cello de Bach…  Para intentar comprender la fortaleza de este pensamiento es necesario que hable un poco acerca del I Ching.

Caparazón de tortuga con antiguos oráculos provenientes del I Ching.

Caparazón de tortuga con antiguos oráculos provenientes del I Ching.

En este libro de origen chino están consignados algunos aprendizajes y estrategias acerca de la vida que los antiguos tradujeron en forma de oráculos adivinatorios. Ayudó a grandes reyes y gobiernos a tomar decisiones en el pasado y de hecho en la actualidad existe un modelo de consultoría (especulativo y personalmente creo que no muy alejado de las prácticas de las Big Four 😉 muy común en el sureste asiático, con 2000 años de antigüedad, denominado Wen Wang Gua y que está integramente basado en las reglas del I Ching. Para el I Ching el cambio es la única realidad existente y el principio del ser. Este tratado es probablemente una de las más logradas formas no cientifistas en las que el ser humano ha intentado comprender los cambios y la forma en que le afectan. Se trata de un texto basado en interpretaciones combinatorias de la realidad. Sus máximas y atajos numéricos tienen más de 3000 años de antigüedad y tratan de indicar la dirección natural (aquella que ofrece menor resistencia al cambio) que una persona o un colectivo debe adoptar en un determinado momento. Es un libro de ejercicios basado en 64 hexagramas y practicable por medio de diferentes medios, tradicionalmente monedas pero también ramas, calendarios y otros canales.

La importancia de este manual para trabajar el pronóstico no solo residía en la ingente y compleja información que manejaba. Lo fundamental y lo que me resulta especialmente útil como lección aprendida es su principio medular. Se trata de comprender el cambio no como un mal sino como parte de nuestra naturaleza. Más allá de las apariencias de certeza, se encuentra una gran cantidad de combinaciones posibles que se traducen en oportunidades de practicar la vida.

Cuando se dice “Si alguien crece sin privar a los demás, no hay error” se hace referencia a que no puede existir error en el hecho de crecer por nosotros mismos sin necesidad de silenciar o menospreciar el crecimiento de los otros. Tampoco puede haber error si dejamos que ellos desarrollen su ritmo y voluntad.

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