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Una vida de servicio y compromiso con el bien

Una vida de servicio y compromiso con el bien


 

«Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura,
ché la diritta via era smarrita”

maestro Dante Alighieri, Divina Commedia, Inferno, Canto I

 
 

En este artículo expondré mi manera de entender la vida y mi propia vocación y a la vez estableceré compromisos claros para los años por venir. Hace un tiempo hice pública la manera en la que vivo a diario para facilitar el cambio significativo en las personas sin perder mi salud emocional ni mi cabeza. Como siempre el mundo humano nos ha provisto de grandes crisis desde entonces pero nada ha cambiado. Este artículo viene a complementar muchas de aquellas tesis

Me gustaría aclarar primero algo básico: No he necesitado traicionar ni olvidar al niño que fui para ser el adulto que hoy contemplas. Ninguno de ustedes lo creerá pero jamás pensé que viviría tanto tiempo. Siempre creí que no habría sitio para mí en este mundo. De niño casi todo lo que hacían los adultos me parecía feo, cruel o sin sentido. Les miraba como quien mira a un extraterrestre. Terminé por pensar que tarde o temprano aquella enorme masa de alienígenas acabaría conmigo. Al tener tan claro que moriría joven, nunca hice grandes planes y habité el presente. La sensación no cambió con el tiempo; todavía hoy siento que vivo en un mundo de otros que temen, huyen, desconocen o se evaden de la belleza de la vida. Así que todo este tiempo, y en contra de lo que hace todo el mundo, me he dedicado a celebrar la vida como si ya la mereciera.

Por lo general no dedico apenas tiempo a la mayor parte de cosas a las que el resto de humanos le otorga una enorme importancia. Aquello de lo que todos hablan no suele importarme nada. Sigo pensando que la vida real suele ocurrir en lugares físicos y emocionales que los adultos humanos jamás frecuentan, así que trato de mostrárselos. Hemos hecho del planeta un lugar inhabitable para el resto de especies y a la vez tremendamente hostil e injusto para la mayoría de nosotros. No somos un milagro para el mundo, somos más bien una plaga cuyo sistema productivo y reproductivo está profundamente enfermo. Al dedicar mi vida a cambiar la cultura de las empresas, lucho cada día contra la maldad normalizada, la que todos aceptan para salir hacia delante mientras con su esfuerzo y trabajo, todo a su alrededor o bajo ellos se diluye o desaparece a marchas forzadas.

Durante todos estos años mi intención ha sido la de no contribuir a acelerar el claro camino hacia el colapso. Hace ahora 10 años tomé la segunda decisión más importante de mi vida: elegí observar, analizar, ayudar y curar a las personas, no desde un punto de vista médico, patológico o clínico, sino consciente, intencional y moralmente. Suelo pensar 3 o 4 veces al día que los alienígenas no van a mejor pero me empeño en seguir creyendo en ellos e intentar acompañarlos. Rozo ahora con pavor -como el maestro Alighieri- la mitad de mi vida. Sirva este artículo para hacer balance sincero de mi paso por el mundo y declarar lo que me gustaría lograr en adelante.

Defino “bien” como todo lo que una persona puede hacer en la realidad de su vida para no aumentar su propio sufrimiento y el sufrimiento de otras. Todo lo demás, en consecuencia, es el “mal” y subyace dentro de nosotros, tan solo debemos aprender a controlarlo. Denomino “madurez” al hecho de haber conseguido hacerlo la enorme mayoría del tiempo.

Para explicar cómo trato de llevar una vida de servicio y compromiso con el bien, he dividido el artículo en 4 apartados:

  • Vivir en tiempo de descuento
  • Practicar el equilibrio en mi vida
  • Escribir algo que lo cambie todo para muchos
  • No olvidar mi verdadero hogar en este mundo

Comenzamos.

 

VIVIR EN TIEMPO DE DESCUENTO

Nací y a las pocas horas debería haber muerto. De haber nacido en otra época no estaba escrito que yo sobreviviera. Teniendo en cuenta este feliz comienzo, el resto de mi existencia ha sido igualmente fortuita. Y aquí, permítanme aclarar en números lo que les adelantaba más arriba: Mi esperanza de vida -la que yo me daba cuando era un niño- no superó nunca los 30 años. Creo que si continúo aquí es porque la mayor parte del tiempo he procurado pasar desapercibido, y cuando no lo he hecho, solo fue para no dejar a nadie indiferente.

Seguir vivo para mí en estos términos, equivale a lo que representa para un escalador hacer cima en el Cervino, coronar a pulso el Gran Capitán sobre los bosques escarpados del anciano Yosemite, o sobrevivir contra la propia extenuación la enérgica ascensión del Fitz Roy. Que alguien como yo haya sido capaz de sobrevivir hasta la fecha en condiciones medianamente aceptables, viene a ser lo que para un ciclista supone sentir en sus mejillas el viento frío del Angliru o la dentellada helada previa a la Col du Tourmalet en mitad del duro invierno. A estas alturas de mi viaje -y debido a que mi propia condición es la de ir contracorriente de un mundo saturado y cruel- siento de veras que emocional y anímicamente ascendí varias veces el Alpe D´Huez o el mítico Mortirolo con apenas una nimia y enclenque bicicleta.

Sea como fuere, y aunque el niño que fui no se lo creería, he aquí el hecho incuestionable: Contra todo pronóstico sigo vivo. Así que pienso en Mallory, en Bonatti y en Messner, pero también en Pantani, Bahamontes, Indurain y Gaul. Me siento como uno de esos peregrinos que ascendían a pie hasta el Urtiola. Lo que escribo y hago en mi vida es algo asi como la primera oración visual que uno reza en silencio mientras sus ojos sonríen al alcanzar la imagen continua del inaccesible Santuario. Y a la vez ocurre algo curioso: al sentir que vivo en este tiempo de descuento continuo que por lógica no merezco, apenas me pesa la supuesta gravedad de la vida. He aprendido a aceptar que no soy tan importante como para que mi vida tenga algún sentido más allá de la propia existencia. Moriré más pronto que tarde y lo haré como lo hará cualquier ser vivo, dejando algo de amor y de dolor a su paso. En el momento en el que aceptas esto, dejas de buscar una trascendencia mayor y por fin te disfrutas porque te encuentras.

 

PRACTICAR EL EQUILIBRIO EN MI VIDA

De todo cuanto he leído hasta la fecha quizás esto que sigue sea lo más inteligente y sabio que encontré. Se lo debemos al maestro Lev Nikoláievich Tolstoi (La felicidad conyugal, 1858):

He vivido muchas cosas y creo que ahora se lo que se necesita para ser feliz: Una vida tranquila y alejada en el campo, con la posibilidad de ser útil a otras personas con las que resulta fácil hacer el bien, y que no están acostumbradas a que las ayuden. Dedicarme a un trabajo que sea de algún provecho, y luego descansar, la naturaleza, libros, música, amar al prójimo. Esa es mi idea de la felicidad. Y para culminar todo lo anterior, que tú estuvieras a mi lado y que tuviéramos hijos tal vez. ¿Qué más puede desear el corazón de un hombre?

A base de recorrer el mundo y comprobarlo, he tomado las conclusiones de Lev como ciertas. Para que el mundo acepte la extravagancia de una persona que no compite, vivo a diario tratando de lograr un difícil equilibrio:

EJEMPLARIDAD PROPIA: Intento llevar con todo mi esfuerzo una vida de baja intensidad fundada en el autocuidado consciente, el cultivo del conocimiento y la desaceleración. Esto implica sobre todo vivir lento, dedicar mucho tiempo a cultivarme y reflexionar sobre lo que me rodea para intentar mejorarlo, y salvaguardar mi propia autonomía evitando cualquier tipo de apego emocional y dependencia económica. Con los años he logrado equilibrar el ritmo de trabajo y pese a algunas temporadas frenéticas desconozco el estrés. Ni lo quiero ni lo necesito y trato de dejárselo claro a mis clientes. Todas estas cosas me procuran verdadera paz en términos generales.

COMPROMISO SOCIAL: Hablaré en términos de ingresos y gastos para que se me entienda. Quizás lo más reseñable de mi vida es que hace mucho tiempo renuncié a la oscura y extendida obsesión por ganar dinero para gastarlo. Vivo con lo justo y mantengo un nivel de vida medio. Renunciar al enriquecimiento implica aceptar que si algún día ingreso ingentes cantidades de dinero, la mayor parte de ese beneficio no será para mí sino para otros. Mi compromiso social es integral y tiene 4 ejes:

  • Una profesión que hace bien al mundo: Para lograr ingresos desde hace ahora 10 años mi vocación de servicio está orientada a mejorar la toma de decisiones en el ámbito empresarial para favorecer el sentido común. Tarea difícil que persigo avivando la reflexión, la toma de conciencia y el pensamiento crítico. Lo hago con un compromiso social añadido: cobro más a quien más tiene y menos a quien en condiciones naturales de mercado no podría permitirse mis servicios.
  • Un compromiso con la creación de contenido útil para el cambio significativo: Otra forma de compromiso social la representa este espacio digital que alberga ya más de 600 artículos orientados a inspirar algún tipo de cambio significativo.
  • Un consumo basado en un impacto social y ambiental reducido y responsable: En lo tocante a mis gastos, he optado por comprar de forma consciente todos los artículos o servicios que necesito en alimentación, hogar, tecnología, libros, transporte, energía, ropa, higiene, viajes, ocio,… tratando de tener el mínimo impacto en la precarización de la vida de otros y la menor huella humana en el planeta. Esto implica desde hace años reutilizar, arreglar y solo confiar en empresas que cumplan unos altos estándares éticos.
  • Apoyo a los que trabajan para curar la enfermedad del mundo: Por último mantengo una cuota mensual destinada al apoyo de organizaciones independientes que mejoran nuestro mundo. He centrado mi contribución económica en 4 ámbitos globales que me preocupan especialmente: Ecología, Igualdad de género, Derechos Humanos y Cooperación médica. Seré claro: Antes dejaría de comer que de apoyar a esta gente.

SALUD AFECTIVA: Unas relaciones humanas fundadas en el afecto y la protección del amor como centro. Esto implica que aunque lo que hago sea público y me exponga a diario, salvaguarde al mismo tiempo mi intimidad. Todos mis clientes saben que soy celoso con mi vida privada aunque generoso en los afectos. Esto implica tratar de amar con entrega y gratitud a “otras personas con las que resulta fácil hacer el bien”, pero sobre todo amar a quienes bien me quieren. A esto añado mi cruzada contra el determinismo tecnológico en favor de las sociedades y las relaciones reales (presenciales).

 

ESCRIBIR ALGO QUE LO CAMBIE TODO PARA MUCHOS

Hace ahora poco tiempo -apenas unos años- comencé el mayor proyecto de mi vida. Escribo 4 ensayos que ayuden a comprender el mundo y el cambio que necesitamos a todos aquellos que se quieran comprometer con una forma más enriquecida de entender la vida. Trataré de explicar por qué me he metido en este lío y qué pretendo:

Mantengo mi fe en las personas y vivo para argumentar la posibilidad de la esperanza. Al mismo tiempo noto una deriva en la evolución del estado anímico y emocional de las personas. Nos veo por lo general confundidos, desorientados, volubles, esperando algo en nuestras vidas que solo llegará si lo provocamos. He aquí el único problema: quien no sabe lo que busca no puede saber que lo ha encontrado; y quien tiene demasiado claro lo que busca pierde la oportunidad de disfrutar lo que se le presenta.

Ante tanto desconcierto, hace un poco más de un par de años llegue a esta conclusión: La resaca de la posmodernidad está durando ya demasiado tiempo. La poetización de la debacle, la disipación de los afectos, la obsesión por el caos, la destrucción de la realidad y su sustitución por la mentira y el autoengaño, tanto como la teorización continua del desorden, el desdén por la naturaleza, el relativismo moral y la batalla contra lo empírico han causado ya un enorme y desproporcionado daño. Nos falta claridad y foco en mejorar lo básico y lo importante, lo que todos sufrimos y nos une. Nos sobran ensoñaciones o narrativas que tratan de abrazar una verdad o un discurso elevados que cada vez son más distantes. Cuanto más conocimiento acumulo, más claro veo lo que para mí resulta ya evidente: la mayoría de cambios significativos que se quieren o se persiguen no se logran por la continua ausencia de criterio, perspectiva, claridad, sistematicidad y estructura. Con tristeza diré que veo a la gran mayoría de personas que se dedican al cambio dedicadas a glosar y barnizar el desconcierto.

En esta línea, y una vez asentado profesionalmente, inicié entonces la labor de mi vida: un trabajo de investigación comparada que durará algo menos de una década. Si no muero por enfermedad, hastío o agotamiento antes de concluirlo, pretendo que el resultado de este trabajo sean 4 ensayos que aporten un sólido marco de reflexión integral a cualquier persona que quiera comprometerse con cualquier tipo de cambio significativo para mejorarnos. Lo hago porque creo que nos falta sustancia, carecemos por lo general de una sólida base de conocimientos y de una estructura intelectual y racional fuertes (a nivel cronológico, ideológico y cultural) con las que combatir con firmeza y convicción nuestras maldades cotidianas o la maldad sistemática e inconsciente de los que insisten en la inercia del sistema socioeconómico que ya delira.

¿De qué va este proyecto de investigación? Los ensayos que se deriven de él serán un mapa de los vínculos entre nuestra historia como especie y nuestra actual deriva, con especial acento en las causas y no en los síntomas de nuestra dispersión. No busco establecer una metodología o una propuesta de cambio – de eso nos sobra- sino ofrecer a todo aquel que quiera facilitar cambios en su vida o en su entorno, una mirada integral en perspectiva que le ayude a entender por qué hemos llegado a esto y qué podemos hacer ahora. En lo que escribo relaciono la historia de la cultura humana, la evolución de nuestras formas de habitar el mundo, la transformación de nuestro pensamiento político y económico, y muchas otras cosas. La gran diferencia respecto a cualquier otro trabajo académico de esta envergadura es que YO NO SOY ACADÉMICO, y siendo fiel al trabajo de todos ellos, aspiro a trazar un mapa con el que nuestra humanidad pueda empezar al fin el siglo XXI.

 

NO OLVIDAR MI VERDADERO HOGAR EN ESTE MUNDO

En el mundo que vivimos a diario, me siento de visita. Por un lado llevo años evitando continuamente contribuir activamente a lo que estamos siendo, y por otro lado llevo el mismo tiempo tratando de alimentar un mundo diferente. Aunque de pequeño me llamaban idealista, siempre consideré que el verdadero idealismo -la absoluta ficción insostenible- es lo que los demás se han acostumbrado a vivir a diario. Pese a haberme labrado una vida estable, me sigo sintiendo parte de la inmensa mayoría de personas que este mundo no tuvieron suerte. Éticamente solo me he sentido y me siento completamente en casa junto a las personas desposeídas y junto a los seres vivos de otras especies. No es que no pueda amar a otras personas, de hecho lo hago a diario, es tan solo que siento que los olvidados, los extraños y los excluidos son “los míos”.

Mi extraña fraternidad con los vagabundos, los exiliados, los ignorados, los incomprendidos, los heridos o los maltratados socialmente no se comprende si no se entiende que tan solo me identifico y me siento en paz con ellos. Me siento más cerca de la convivencia con su dolor continuo que de la autojustificación diaria y el autoengaño aspiracional de la mayoría de la gente. En otras palabras, estoy en mi hogar cuando hablo, convivo y atiendo a los olvidados de este mundo. Aunque inesperadamente yo disfrute de una vida estable y acomodada, no olvido que en realidad les pertenezco. Algún imbécil puede pensar que esto equivale a ser un absoluto desagradecido o un cenizo, que supone no celebrar ni disfrutar la vida que me ha tocado en suerte o la que me he labrado. Sin embargo los más sensatos entenderán que viva sin olvidarme de mi auténtica familia. Y esa familia no es otra que la enorme masa de personas desfavorecidas, excluidas u olvidadas a su suerte. Dado que esta gran masa de gente cada vez la integran más personas, para mí es importante seguirme sintiendo parte de ellas.

Estos son los 10 compromisos que hoy establezco para los años de vida que me quedan y de cara a seguir prestando un buen servicio a mi gente:

Seguiré amando y enseñando a amar porque solo el amor de las personas puede salvar al mundo de la gente.

Seguiré creyendo en los que parecen fríos, distantes o perversos. El hielo es el abrigo del agua contra el frío y mantiene a salvo la totalidad de la vida

Mientras la riqueza de unos pocos siga basada en la miseria de la mayoría, no descansaré. Seguiré haciendo el bien dentro del mal sistémico para alimentar la virtud de los que albergan esperanza.

Mientras siga existiendo alguien que entienda la vida como un sacrificio ritual y no como un placer completo, no descansaré. Seguiré trabajando duro para cambiar la manera en la que entendemos las relaciones y el trabajo.

Mientras haya heridas yo elegiré ser parte del remedio. No ampliaré la enfermedad que exista sino que seré bálsamo curativo para mí y para otros.

Mientras haya oscuridad y la belleza de la vida siga escondida tras las sombras, yo elegiré ser parte de la luz. Ante la duda o la incertidumbre, ante la inseguridad, elegiré siempre amar en vez de tener miedo.

Mientras alguien me escuche o me lea, todo tendrá sentido. No escribiré ni facilitaré para mí sino para el resto.

Mientras alguien siga buscando algo fuera de sí mismo, yo le ayudaré a encontrarse. Ayudaré a las personas que quieran acercarse a mí y comprometerse con su cambio, a tener foco y a que ese foco esté fundado en la responsabilidad propia.

No me rendiré nunca ni renunicaré de este propósito ante ninguna fuerza o persona. Por muy dolorido o solo que me sienta, por muy frustrado o cansado que parezca, seré viento fresco para quien ya no tenga fuerza para alzar su remo.

Seguiré viviendo para que las personas crean en sí mismas convirtiendo así el dolor universal del mundo en esperanzas concretas. Que todo lo que yo haga de esperanza en un tiempo de desorientación y confusión perpetuos.

Gracias a todos los que he acompañado hasta hoy y gracias también a los que acompañaré en adelante.

 

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El futuro de la Humanidad es adolescente

El futuro de la Humanidad es adolescente


 

El sentido común es la colección de prejuicios adquiridos a los 18 años de edad
maestro Albert Einstein

 
 
Hay una extendida sensación de incertidumbre en las personas con las que hablo a diario. Parecemos preocupados por un tema del que apenas imaginamos respuestas: ¿Cuál será el futuro de la Humanidad en las próximas décadas?. Con motivo de varias noticias que se han sucedido en estos días, comparto por aquí una reflexión fundada acerca de hacia dónde estamos yendo y cómo considero que debemos actuar ante este horizonte.

Si vivimos en un mundo caracterizado por la soledad y el individualismo que nos vemos obligados a contrarretar a diario, el futuro de la Humanidad -como no podía ser de otro modo en este tiempo- depende de las personas que se sienten más solas y desprotegidas: los adolescentes. “¿De quién, de mí?” parece decir el adolescente de la foto. SÍ, DE TÍ. Trataré de explicar con cifras y razonamientos por qué.

He dividido el artículo en 4 apartados:

  • Por qué el futuro de todos depende de los adolescentes
  • El estado actual de la adolescencia en el mundo
  • Ejemplo práctico: el abismo educativo español
  • Conclusiones y visión de cambio

Comenzamos.
 

POR QUÉ EL FUTURO DE TODOS DEPENDE DE LOS ADOLESCENTES

Según el informe del Estado de la población mundial 2021 de la ONU el 25 % de la población mundial es adolescente en una especie que envejece a un ritmo acelerado y en masa. Tenemos menos hijos y cada vez más tarde. Por otro lado en 2050 1 de cada 4 personas en el mundo tendrá más de 65 años en Europa y Norteamérica (1 de cada 6 en el mundo). Caminamos aceleradamente hacia un Norte del mundo viejo y un Sur adolescente. El grueso del crecimiento demográfico joven se producirá en África y Asia. Para darnos cuenta de la implicación de todo esto, hace poco, en 2018 por primera vez en la historia, las personas de más de 65 años superaron en número a las menores de 5 años en todo el mundo. Por todo ello, la enorme mayoría de expertos demográficos manejan ya pocas dudas respecto al pico histórico de envejecimiento mundial.

Añadido a lo anterior, la natalidad y sobre toda la población entre 0 y 14 años se resiente. Añadido a la elevada cantidad de adolescentes en el mundo (fruto de la resaca de la bonanza previa a las grandes crisis del siglo XXI), es importante recordar un hecho: la tasa de mortalidad adolescente está en mínimos históricos a nivel global. Si bien antes era complicado sobrevivir a la adolescencia en el mundo, hoy se da por hecho que todo el mundo podrá hacerlo a pesar de la democratización de la pobreza y sobre todo por los avances contra el hambre severa (Solo un país del mundo, Somalia, está en esta situación ahora).

Si resolvemos la ecuación anterior (elevado envejecimiento + baja natalidad + aumento de los adolescentes que sobreviven con facilidad), el resultado es claro:

Nuestro futuro como Humanidad depende enteramente de la manera en la que estamos acompañando la formación y el desarrollo educativo de la personalidad, capacidad y carácter de los adolescentes actuales.

Pues bien, aquí van los datos:
 

EL ESTADO ACTUAL DE LA ADOLESCENCIA EN EL MUNDO

Nuestros futuros votantes y decisores de la realidad del mundo (mayoritariamente personas a partir de 18 años), están perdiendo bienestar por el impacto de las tecnologías. El anuncio del irresponsable, ególatra e incosnciente Mark Zuckerberg sobre su apuesta por los metaversos, tratando de huir del escándalo ético y monopolístico que le persigue, no ayuda sino que nos hundirá más en este sentido. Estos son los datos incipientes en continuo crecimiento: 1 de cada 7 adolescentes (entre 10 y 19 años de edad) en el mundo tiene problemas de salud mental. El 20 % de los jóvenes entre 15 y 24 años se sienten deprimidos o no muestran interés alguno o compromiso de largo recorrido hacia ninguna actividad. El 58,3 % de jovenes en España afirman sentirse nerviosos, preocupados o con pequeños ataques de ansiedad. El abandono escolar aumenta en el mundo y contra ello algunos países (desgraciadamente España entre ellos) deciden precarizar los sistemas educativos para bajar los estándares. Sin embargo nada de esto puede ocultar la alta relación entre el nivel educativo de una persona y las posibilidades de caer en una depresión severa.

En España 1 de cada 10 adolescentes (menores de 18 años) gasta dinero en apuestas online. La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y la Policia Nacional están seriamente preocupadas con el aumento y normalización de este tipo de consumo en edades de formación de la personalidad y el carácter.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, un 24,8% de españoles entre 11 y 18 años sufren o han sufrido acoso escolar. Esto ha aumentado las visitas a terapia de padres e hijos en un 120%. La agresividad va en aumento. Algunos hechos recientes nos alertan que la estupidización adolescente también está asociada a la irresponsabilidad paternal.

Uno en concreto clama al cielo: Ha sido necesario (manda huevos) que los psicólogos adviertan a los padres y madres del peligro que tiene que sus hijos menores vean junto a ellos en la tele la serie EL JUEGO DEL CALAMAR. El peligro de proliferación de conductas imitativas y la elevada violencia que aparece en la serie se han normalizado en los hogares de una forma pasmosa. La serie es fantástica a nivel de reflexión para un adulto que se mueve en una sociedad a la que contribuye activamente, pero para un adolescente o un niño en desarrollo es una fuente de estímulo violento a evitar. Algo tan sencillo y básico se nos escapa.
 

EJEMPLO PRÁCTICO: EL ABISMO EDUCATIVO ESPAÑOL

El caso educativo español representa con claridad un gran compedio de muchas de las cosas que no debemos hacer en estos momentos de la historia de la Humanidad. Este ejemplo práctico que voy a exponer reúne muchos errores: pérdida continua de energía emocional por parte de profesionales frustrados, desaprovechamiento de las inversiones realizadas ante la inexistencia de mercado para las capacidades generadas (con la consiguiente fuga de cerebros), y por último nefastas decisiones anacrónicas en cuanto a contenidos y formatos educativos.

Si bien todavía disfrutamos de los últimos estertores de una sociedad del bienestar continuamente atacada y expoliada por el despropósito económico vigente, nuestro modelo educativo no rema a favor de la necesidad del mundo sino en su contra. Lo diré con claridad: España no tiene una estrategia definida como país ante el reto climático, el problema del envejecimiento, la salud mental o la educación.

Al no tener nada parecido a esto, el modelo eduativo español es inercial y bebe de puntuales e insuficientes innovaciones que con dificultad cada profesor trata de incorporar a sus clases. Pero dejar el futuro de la Humanidad en manos de la buena voluntad de profesores mal pagados y sin apenas recursos es bastante kamikaze. Si esto ocurre abajo, arriba la situación empeora: A nivel político improvisamos decisiones que marcarán la calidad de vida de las personas ante la más que próxima carestía de recursos, la inmediata crisis energética, las migraciones, los cambios drásticos en el modelo de mercado global y el cambio climático que ya está aquí.

Las pruebas de la desidia educativa abundan. Tenemos a fantásticos profesionales y expertos educativos que podrían tomar las buenas prácticas de otros países y están deseosos de incorporarlas, pero nadie les escucha. Hace unos días nuestros representantes políticos nos obsequiaban con una nueva cagada más que afectará de lleno a la EDUCACIÓN de las personas que se encuentran en el paso a la edad adulta (esas que ya hemos dejado claro que son hoy determinantes). Llevamos décadas fomentando la multiplicación de personas que huyen del dolor y lo incómodo, que son alérgicas al espíritu crítico, que llegan a la universidad con niveles de conocimiento lamentables para afrontar el gobierno y futuro de nuestras sociedades. Pero eso sí, todas ellas son muy inteligentes a nivel emocional mientras las emociones y las relaciones que tengan que afrontar no salgan del ámbito de una pantalla digital de 15 x 8 centímetros que les permite opinar, simular o ser lo que les de la gana sin consecuencias.

Fui educado en un sistema y modelo educativo ya extinto y que entonces era desacertado y obsoleto, pero aún permanecía focalizado en la cultura del esfuerzo y el respeto a la academia. El escenario en el que me eduqué no era desde luego el más correcto pero en él la sobreprotección aparente y la dejadez educativa en el hogar no tenían cabida. El sistema educativo en el que me eduqué no sacaba lo mejor de mí pero al menos no premiaba lo peor. Tuve la suerte de no cursar la ESO (bonito acrónimo que resume bien la relevancia de la histórica ambición educativa en España).

Ni siquiera quiero compartir o entrar a hablar de rankings educativos interesados que sitúan a España en posiciones intermedias dentro del contexto global. El problema es mucho más grave que todo eso. Queda claro en lo tocante a la educación que por suerte, nuestros hijos no nacen en Burkina Faso, Nigeria, Afganistán o Mali. Hasta aquí las buenas noticias. Más allá de esta celebración, estos son los hechos que deberían avergonzarnos como sociedad y deberíamos empezar a revertir:

No existe un pacto de estado educativo que cuente con el trabajo y asesoramiento de expertos educativos. Durante más de 2 décadas los principales partidos políticos españoles con el apoyo de los minoritarios han creado un sistema educativo desastroso en términos europeos y que parchean cada ciertos años (la actual modificación es el 3er parche y supone la 8ª ley educativa aunque parezca una broma). En lugar de hacer pocas grandes reformas educativas y muchas mejoras puntuales, caemos continuamente en el síndrome del salvador político educativo. Hacemos el doble de grandes reformas educativas que Europa obteniendo menos de la mitad de resultados. Todo ello deja claro que el modelo educativo en España está al servicio de la partitocracia y la financiación de los partidos en manos de los intereses empresariales de las empresas que acumulan riqueza.

Justo en estos días se ha revelado ya el detalle del nuevo capítulo del melodrama educativo español en el camino hacia el precipio social, económico y ambiental al que nos abocan políticos ignorantes, carentes de ambición moral o intelectual y siervos diligentes de un sistema socioeconómico que acelera la mierda para que se esparza y parezca invisible. Entre las medidas del último parche podemos encontrar decisiones educativas estratégicas que van en dirección completamente contraria a la necesidad del mundo en la actualidad. Enumero tan solo algunas:

EL PROFESOR, de nuevo ignorado. Seguimos convirtiendo al profesor en un mero evaluador en lugar de aportarle capacidad y confianza pedagógica. Nuestros profesores son cada vez menos maestros y cada vez más ejecutores de programaciones guiadas por intereses editoriales de turno en manos de grandes conglomerados mediáticos que ofrecen lecturas de la historia y la realidad interesadas.

Ampliamos la FALLA SOCIAL y contribuimos al proceso de neofeudalización del mundo. “La segregación escolar es la una de las más altas de Europa y la tasa de abandono temprano fue en el 2019 del 17,3%, la mayor de la UE (para que lo pongan en perspectiva: en Grecia es del 4,1% y en Irlanda, del 5,1%)“. Se ampliarán las diferencias y polarizaciones entre quienes puedan permitirse huir de este sistema educativo fallido refugiándose en colegios privados y quienes solo tengan la opción de estudiar en colegios públicos. El hecho de que los hijos de nuestros representantes políticos no estudien en escuelas públicas es un buen reconocimiento del abandono al que llevan décadas sometiendo a los servidores educativos públicos.

Insistimos en el CURRÍCULO DE ESPECIALIZACIÓN, en lugar de fomentar un modelo educativo humanista en el que las habilidades transversales se desarrollen sobre una visión enriquecida del mundo. Volvemos a insistir en educar a los adolescentes en materias y no en ámbitos de saber o experiencia, lo que aumenta la distancia entre la educación abierta que reciben los niños en infantil o primaria y la educación encorsetada y obsoleta que reciben los adolescentes justo antes de salir al mundo. Durante años trabajando con decenas de colegios por toda España he comprobado la enorme diferencia entre infantil y el resto de ciclos en lo tocante a innovación, apertura, frescura y excelencia pedagógica.

Olvídense de la FILOSOFÍA y la educación en el pensamiento crítico. La materia que nos enseña a pensar, convivir y dialogar desaparece hasta 1º de Bachillerato. No estamos hablando de algo baladí. Se trata del exilio sistemático al que se ha sometido la historia del pensamiento humano en la posmodernidad reciente. Esto es la evidencia clara de una tendencia dañina en nuestras sociedades: el olvido de la historia y el camino de nuestra Humanidad en favor del cultivo de la adicción al presente. Lo que se traduce en sociedades orientadas al consumo inconsciente y masivo en lugar de sociedades orientadas a la conciencia y la presencia responsable en el mundo.

Por contra den en este nuevo parche educativo la bienvenida a MATERIAS QUE NOS DISTRAEN DE LO IMPORTANTE y nos centran en la satisfacción de nuestros deseos individuales. Hablo de materias centradas en el entretenimieto y la contribución al decadente sistema socioeconómico actual. Den la bienvenida por ejemplo al EMPRENDIMIENTO como salvavidas redentor en el que se forman nuestros adolescentes. La burbuja del emprendimiento entra de lleno en nuestro modelo educativo: Básicamente, “sácate tú las castañas del fuego como puedas que nosotros como representantes políticos te dejamos a tu suerte“.

En un país con un 40% de desempleo juvenil (y 2º país con mayor porcentaje de desempleo de las 37 economías de la OCDE), esto supone oficializar una estrategia de precarización laboral que lleva décadas comprando el discurso aspiracional de Sillicon Valley y genera una sociedad individualista y desprotegida laboral y socialmente, guiada por el interés propio de cada cual. La realidad pinta peor que el deseo: 1 de cada 4 jóvenes entre 16 y 35 años vuelve a vivir con sus padres. Si creemos que creernos todos empresarios nos va a sacar del hoyo en el que estamos, vamos listos. Llevo décadas acompañando a “emprendedores” y se que el 80% de negocios fracasan antes de los 4 años y de hecho 9 de cada 10 startups no llegan a los 3 años de vida. Tal y como en sus investigaciones ha señaldo Jose Manuel Martínez Bedía, el emprendimiento es necesario para las sociedades pero su fomento sin infraestructura ni una sólida base social ni laboral, es un suicidio colectivo.

Normalización del FRACASO ESCOLAR: Se amplia el abanico de materias que una persona puede suspender e incluso se podrá ingresar en la Universidad con materias suspendidas. ¡Viva la excelencia y el esfuerzo y el sistema de recompensas y castigos necesario para el crecimiento y el desarrollo íntimo y social de la persona!.

Oficialización de la DESIGUALDAD POR NACIMIENTO. En un mundo con retos globales que necesitan unidad y afrontamiento colectivo, seguimos regionalizando la educación. Las comunidades autónomas de España tendrán más capacidad para variar los curricula educativos de acuerdo a sus criterios. Se generará desigualdad entre comunidades con lengua cooficial y comunidades que no la tienen en la definición de horarios y materias optativas, lo que da rienda suelta a los políticos locales de turno para definir qué piensan las personas. Esto hace que las diferencias entre principales ciudades y territorios periféricos aumenten e invita a la concentración social en macrociudades (de nada, medio ambiente).
 

CONCLUSIONES y VISIÓN DE CAMBIO

Dado que el panorama del ejemplo educativo español que acabo de exponer es mucho peor en la mayor parte del mundo (soy consciente), quizás sea el momento de que todos reflexionemos sobre el camino hacia el que nos estamos dirigiendo. No podemos hacer depender el futuro de la Humanidad de semejantes decisiones.

¿Qué creo que necesitamos ahora?: Dejar de vivir en el inmediato plazo de las cifras o los deseos de un mercado desatado y neurótico. Conciliar la superviviencia económica en lo global con una apuesta conjunta realizada por grandes poblaciones e intereses compartidos. En otras palabras, necesitamos grandes pactos colectivos basados en reflexiones a largo plazo que se basen en una visión sistémica de la realidad (y no parcelada) en la que se entienda que sin un modelo de sociedad integral (de investigación, de ciencia, de salud, de educación, de cultura y de trabajo) no es posible encarar los retos globales a los que nos enfrentamos.

Al menos eso creo. ¿Qué opinas tú?
 

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Limpiadores de conciencia

Limpiadores de conciencia


 

Soy de la opinión de que si usted quiere gozar del arco iris, tendrá que soportar la lluvia

Dolly Parton

 

En este artículo repaso los elementos de juicio fundamentales que me llevan a rechazar las tesis, actitudes y comportamientos de lo que he llamado limpiadores de conciencia. Son personas que dedican su vida a hacer que otras personas o empresas se sientan tremendamente bien con lo que son, hacen o venden sin necesidad de analizar la motivación o el impacto de sus decisiones. A mi modo de ver, este tipo de actores sociales, desatascadores de retretes personales o corporativos que limpian, fijan y dan esplendor a la filosofía mainstream, el desarrollo personal y el pensamiento empresarial inmovilista, representan la nueva encarnación de un fenómeno histórico y global que ha existido siempre entre nosotros: el populismo.

De alguna manera los actuales limpiadores de conciencia son los nuevos sofistas, verdaderos maestros de la persuasión que sustentan su vestida retórica sobre auténticas e incoherentes falacias, y son también la nueva resurrección del condenado que en mitad de la crucifixión canta Always Look On The Bright Side Of Life invitando a los crucificados a mirar el lado bueno de la vida en The life of Brian de los Monty Python (una película de lo más actual, por otra parte).

No se trata de que esté o no esté de acuerdo con aquellos a los que denomino limpiadores de conciencia. En realidad es algo que va más allá de todo eso. Se trata de que considero su trabajo y esfuerzo diarios una distorsión enfermiza de la realidad que contribuye a la inercia autodestructiva y tóxica de nuestras sociedades, mercados y vidas.

Espero que este artículo te ayude, lector o lectora, a explorar esta frecuente tendencia a redundar en nuestra irresponsable forma de vida desde una perspectiva informada y crítica. Lo espero, sobre todo, por el bien y el futuro de nosotros, los humanos, pero también por la necesidad urgente de cambio significativo en las empresas para evitar la acelerada destrucción de nuestras relaciones y el planeta.

He dividido el artículo en 4 apartados:

  • Por qué triunfa el discurso de los limpiadores de conciencia
  • Cómo actúa un limpiador de conciencia
  • El mercado de la limpieza de conciencia
  • La alternativa al autoengaño y la autocomplacencia

Comenzamos.
 

POR QUÉ TRIUNFA EL DISCURSO DE LOS LIMPIADORES DE CONCIENCIA

Sus libros se venden más que otros, sus conferencias en youtube son más visitadas y la gente les sigue y está deseosa de saber lo nuevo que tienen que ofrecerles. Tienen más likes y son frecuentemente contratados por empresas para dictar cursos o ponencias. ¿A qué se debe todo esto?. Trataré de explicarlo.

¿Por dónde empezar? Quizás por la historia. Aunque todo el mundo en la actualidad defiende que vivimos en sociedades liberales y capitalistas, personalmente no lo creo. De hecho todavía no he encontrado a nadie que sepa argumentar y defender la supuesta relación entre lo que hoy estamos viviendo y las teorías políticas liberales de Locke o las teorías económicas capitalistas de Smith. Pero no perdamos el hilo y continuemos con la historia…

Hubo una escisión previa a la llegada del sistema socioeconómico global actual (al que seguimos llamando capitalismo) que a menudo se pasa por alto. A principios del siglo XIX en la senda capitalista del denominado Progreso surgió una divergencia económica: el librecambismo. Esta comprensión de la economía y la empresa resulta relevante por 4 motivos: sentó las bases de los posteriores desarrollos en el siglo XX de la escuelas económicas de Viena y de Chicago (hoy normativas), fue también la gran precursora del actual neoliberalismo (esa suerte de doctrina que en nada salvo en el nombre es liberal), fue también el germen del libertarismo económico (el minarquismo y anarcocapitalismo que hoy algunos reivindican), y por último supuso la emergencia de la lucha continúa entre sociedades políticas nacionales y mercado económico global. En esta última tensión continua que menciono espero que todos hayamos aceptado a estas alturas quién va ganando. Por si acaso lo resumo: no son ni mucho menos la enorme y eterna mayoría de personas, sino tan solo unos pocos. Prosigamos nuestro repaso histórico…

El librecambismo trajo una creencia que hoy renace con fuerza: Según el librecambismo el único sujeto operativo real es el individuo y su único marco de desarrollo es el económico, por lo que tan solo existe una sola dimensión humana digna de atención: el mercado. De acuerdo al librecambismo la ley de la oferta y la demanda es sagrada y nada debe interferir en ella. El progreso de las sociedades llega entonces cuando la libre interacción entre actores económicos se regula por si misma y la relación entre la oferta y la demanda fomenta una competitividad virtuosa que favorece el desarrollo social. Esta es la teoría. Lo que viven hoy un pequeño empresario que trata de competir contra un mercado multinacional, un joven español recién salido de la universidad, cualquier mujer que trate de ocupar un puesto directivo, o la enorme mayoría de personas que nacen en otro lugar que no sea Europa, Australia, Canadá o Estados Unidos… todo ello es la realidad. Según la teoría librecambista (y hoy creo sin duda que somos más librecambistas que capitalistas) la libre interacción económica es virtuosa. Según la práctica que vivimos a diario, nuestro planeta entero agoniza.

El librecambismo está íntimamente ligado a la errónea y suicida comprensión de la vida que hoy mayoritariamente aceptamos como unica y cierta. Es una comprensión de la vida en la que las personas se miden por su utilidad como actores económicos. Su valor humano se cifra en la medida en la que sean productores o consumidores de cosas (ideas, objetos o experiencias). En este contexto actual los movimientos sociales permanecen ocupados en incoherencias o disgregados sin capacidad de movilización real ni fuerza. El mercado global, aunque todavía tiene que rendir cuentas a los que denomina “proteccionistas trasnochados que limitan libertades económicas”, ha superado hace tiempo la incomodidad que suponía la existencia de sociedades del bienestar. Lo ha hecho mediante la transformación sistemática de las inclusivas sociedades de bienestar en excluyentes sociedades de consumo.

Por descontado en este último tipo de sociedades las personas viven continuamente distraídas u ocupadas en entretenerse. Quieren y exigen como tiranos disfrutar a inmediato plazo, leer tan solo artículos cortos, acumular frases motivadoras, o que les den las cosas hechas. Y aquí es donde aparecen como salvadores y verdaderos héroes los limpiadores de conciencia. Personas capaces de repetir continuamente que este es el mejor de los mundos conocidos y el camino que estamos siguiendo es el mejor camino posible. Lo importante para estas personas es convencernos de que nuestra sensación de malestar continuo y el empeoramiento constante de las condiciones de vida de la mayoría de personas se deben a 3 factores: falta de esfuerzo o perseverancia propios, pesimismo crónico o malas decisiones.

No digo que a menudo alguno de estos factores influya a muchas personas, tan solo digo que este discurso simplista olvida factores socioeconómicos o ambientales ajenos a la persona y la sitúa en una situación de desprotección social continua al responsabilizarla por completo y de manera individualista de su realidad y su contexto. Lo que ocurre en realidad -nos dicen- es que todo el rato nos empeñamos en ver el lado malo de las cosas.

Demasiada autoindulgencia y mucha critica al otro. No necesitamos sentirnos mejores o bien sino que la mala conciencia de nuestra irreverente y perversa forma de vivir se corrija. No es cuestion de sentirnos bien con lo que hacemos o de autoconvencernos de que tenemos un proposito cuando seguimos haciendo la misma mierda una y otra vez. Es cuestion de sentirnos mal aunque solo sea un puñetero momento y asumir que no vamos como sociedad, como empresa o como individuos en la dirección correcta.

Frenazo histórico del crecimiento chino, aumento de la deuda interna en Estados Unidos, crisis en la cadena de suministros global, pandemias globales, desastres climáticos, superación del pico de la extracción de petroleo hace años, debilitamiento de las instituciones políticas y representativas, concentración empresarial,… ¿De verdad necesitamos más pruebas de nuestro delito?
 

CÓMO ACTÚA UN LIMPIADOR DE CONCIENCIA

Si algo nos hizo progresar como especie es la duda razonable, el continuo combate de las certezas, el ejercicio de cuestionarnos y no el de autoafirmarnos o motivarnos para seguir haciendo exactamente la misma mierda. Debido a que cultivo amistades en las partes del planeta que no salen en los telediarios, considero bastante irresponsable que las personas que han crecido en entornos sociales protegidos o seguros, sin grandes carestías ni dificutades sistémicas, presuman de que su realidad es la realidad mayoritaria del mundo. Tras más de 10 años acompañando el cambio y la mejora significativa en las empresas españolas, tras más de 10 años bregando con vidas de personas completamente fundidas como bombillas sin apenas filamento, viendo a diario lo desgastado y precario del panorama empresarial, se me presenta increíble que haya personas que sigan dedicando su vida a defender utopías o pajas mentales mientras la realidad de la gente requiere pragmatismo y aterrizaje.

Creo conocer muy bien el modus operandi de los limpiadores de conciencia porque me ha tocado convivir con ellos por la vocación que elegí. Por eso creo que los tranquilizadores del mundo, los apaciguadores de dudas y los calmantes de remordimientos, seguirán existiendo -tal y como siempre han existido- mientras existan incautos que los necesiten. Esto va a ocurrir siempre porque siempre será más fácil autoengañarse y vivir de espaldas a la cruda realidad del mundo que remangarse y contribuir activamente a mejorarlo. Espero que el adverbio siempre haya quedado claro en la anterior oración 🙂 No se trata por tanto de atacarles, sino de aprender a coger con pinzas lo que defienden o dicen.

Los limpiadores de conciencia son personas que dedican su vida entera de forma exitosa a mantener una apariencia de felicidad continua basada en un optimismo hilarante, mientras ocurren alguna o todas estas cosas: o bien sus argumentos no demuestran que vayamos a mejor como especie aunque mejoremos en aspectos concretos y relativos (los árboles les impiden ver el bosque); o bien sus vidas están completamente vacías o destruidas (y emplean ese discurso para resarcirse); o bien sus discursos simplistas ofrecen deducciones tramposas.

Durante estos años y debido a mi vocación he podido viajar mucho y conocer a muchos de ellos en congresos, empresas y cafeterías. Delante de mí, cuando sentían confianza, aparcaban sus entusiastas discursos y me compartían su lado más oscuro, ese en el que volvían a las habitaciones de hotel y se sentían completamente vacíos, vendiendo algo en lo que no creían. Aunque muchos limpiadores de conciencia ganan mucho dinero con lo que hacen de una forma que considero deshonesta, he comprendido que la práctica totalidad de ellos son tan solo buenas personas que tratan de superar u ocultar su desesperanza fabricando y tratando de vivir en realidades idílicas paralelas. Es un mecanismo de supervivencia como cualquier otro, uno más entre la larga colección de ellos que se acumulan en el catálogo humano de defensas.

El verdadero problema de estas personas es que no son conscientes de su enorme capacidad de impacto e influencia a la hora de suspender el pensamiento crítico de la gente. No calibran -lo se porque hablo con ellos- la gran distorsión social que inconscientemente generan, ignoran o soslayan su proactiva contribución a la inercia global de un sistema y un modelo de vida exagerado, por momentos distópico, insostenible ya a nivel social y ambiental, y claramente decadente.

La verdadera grieta de este discurso reside en necesitar abolir el pensamiento crítico y analítico para apreciar la belleza de la vida. Su gran fallo endémico consiste en necesitar negar el contexto aceleradamente malvado, perverso y negativo de nuestras sociedades para enseñarnos a apreciar la inmensa cantidad de realidades positivas que generamos como seres humanos a diario. En esta infantilización de la vida en la que todo se divide en cosas que suman (positivas) y cosas que restan (negativas) también hay un ejercicido de evasión continua del dolor consustancial a la naturaleza y a la vida. Al educar a alérgicos al sufrimiento y multiplicar negacionista de la adversidad, promueven una visión de la existencia azucarada movida por el instinto del autoengaño continuo.

Así, los limpiadores de conciencia acentúan un único lado de la vida con sus razonamientos (a menudo muy fundados) generando una distorsión de la realidad que empobrece el mundo y nos envilece hasta convertirnos en personas que en lugar de realizar autocrítica, se autojustifican. Muchos de ellos emplean -al igual que hacían los sofistas- razonamientos o reflexiones que siendo aparentemente lógicas adolecen de una enorme cantidad de sesgos cognitivos y atajos mentales.
 

EL MERCADO DE LA CONCIENCIA TRANQUILA

En un mundo en el que todos somos responsables -en diferente proporción- de lo que nos está ocurriendo como especie, como sociedades, como empresas y como individuos, es fácil entender que el mercado de la conciencia tranquila tenga una enorme cantidad de potenciales clientes que deseen dar la espalda a la oscuridad y convencerse de que ellos hacen lo correcto.

Si bien para poder comer todos en algún momento participamos de algún sistema o empresa o iniciativa con la que no estamos alineados alimentando la inercia global que caracteriza a nuestra época, la gran diferencia de la mayoría de personas respecto a los limpiadores de conciencia es que éstos dedican la práctica totalidad de su tiempo a hacer que todo el mundo se sienta bien. Olvidan que sentirnos mal por hacer algo es necesario para saber que debemos modificar nuestro comportamiento. Y en esta huida de la asunción de responsabilidad, ubican a las personas ante un eterno precipicio: la capacidad de sacar a todo el lado positivo, cuando hay cosas que sencillamente no lo tienen. Si fomentar la alegría y el optimismo inteligente es algo saludable, aparentar continuamente alegría y divulgar un optimismo infantil y ñoño nos devuelve a las cavernas.

Hay limpiadores de conciencia en todos los estratos y esferas de nuestras sociedades. Considero limpiadores de conciencia -solo por poner algunos ejemplos- al gurú aspiracional Tony Robbins cuyo despropósito moral y abuso manipulatorio queda bien retratado en el documental I am not you guru; al psicólogo positivo y antiguo presidente de la Asociación Americana de Psicología Martin Seligman que ha favorecido una fiebre de optimismo incoherente en las empresas; a los nefastos terapeutas y psicólogos del autoengaño con el inclasificable Rafael Santandreu a la cabeza, al que el bueno de Buenafuente puso en su sitio; pero también a intelectuales muy sesudos como Steven Pinker -sus libros The Better Angels of Our Nature: Why Violence Has Declined (2011) y Enlightenment Now. The Case for Reason, Science, Humanism and Progress (2018) son de obligada lectura aunque discutibles pero le han llevado a olvidar los grandes males endémicos de nuestro tiempo- o Jordan Peterson -su continua cruzada contra la corrección política es admirable pero le ha llevado a defender tesis radicales y a ser el abanderado de referencia del más reaccionario y manipulador populismo-.

Son limpiadores de conciencia por lo general la práctica totalidad de coaches motivacionales, life coaches y escritores de autoayuda que empaquetan, venden y comercializan mensajes y narrativas que en lugar de fomentar la asunción de responsabilidades sociales se centran en la conformación de una autoestima individual hipervitaminada a prueba de bombas o cuestionamientos. Pertenecen al mercado de la limpieza de conciencia iniciativas como Mister Wonderful, literalmente “tienda online de recursos felices para alegrar al personal” o la actual fiebre de la búsqueda de la felicidad en las empresas, con el World Happiness Index, el zumbado de Tony Hsieh y toda la ralea de seguidores e influencers del marketing experiencial, también los conferenciantes que gritan medio drogados para agitar a la gente (para la posteridad queda el paradigmático acto de Microsoft en el que su antiguo Presidente Steve Ballmer chillando -y sospecho que drogado- se erige en apostol máximo de los limpiadores de conciencia que practican la exhaltación identitaria), los videos con reflexiones obvias en el coche que se multiplican como esporas en linkedin (si vas a buscar a tus hijos al cole no hace falta que me lo cuentes, descuida), y la apariencia y la comunicación corporativa engañosa.

El mercado de la conciencia tranquila ha generado una industria de la certificación que sirve a estos intereses. Así, son limpiadores de conciencia los sellos Best Place to Work y similares en los que empresas con prácticas de contratación aberrantes adquieren relevancia mediática; al igual que los consultores o auditores que dedican su esfuerzo diario a limpiar la conciencia de empresas que intencionadamente atentan contra el interés general de todos en su persecución de su legítimo interés propio. Son limpiadores de conciencia igualmente los fondos de inversión que especulan con la economía verde para inflarla y destruirla o las marcas alimenticias que incluyen la palabra BIO, ECO o EKO, sin responder a criterios ecológicos en su cadena de producción. Como ves, lector o lectora, el espectro de limpiadores de conciencia es amplio y va desde lo más académico a lo más vulgar.

Todos ellos nos invitan y nos lo ponen fácil para sentirnos bien, cuando en realidad el progreso y el desarrollo de la humanidad se ha basado precisamente en las personas que se han sentido mal con las injusticias que veían y han tratado de superarlas. Señalar lo malo mejorable es el paso previo para mejorarlo.

No soy un iluso, se que vivimos una guerra de relatos y narrativas, se que la inmensa cantidad de información existente nos obliga a escoger nuestra propia racionalidad simplificando la lectura del mundo. También se que esto nos lleva a vivir continuamente en un universo de buenos y malos, una realidad en la que prima una sociedad militarizada a nivel dialógico (basada en el ataque o la defensa) con el ánimo de que cada cual defienda su razón (lo que considera correcto o incorrecto) y no haga el esfuerzo por construir de forma colectiva y mediante el encuentro la Razón común. Se que todo esto existe, lo vivo a diario en mis intervenciones y sesiones. La diferencia es que sabiendo que esta es la realidad, dedico mi vida diaria a combatirla.

Soy consciente de que emergen foros, círculos, movimientos y fábricas de pensamiento que desvisten la vida y la interacción humana de su complejidad inherente, que tratan de dictarnos razones atentando contra esa Razón colectiva. Veo cómo las personas consumimos o hacemos uso de comprensiones del mundo a menudo distorsionadas, irracionales y polarizantes en una sucesión de cajas de resonancia autocomplacientes. Estas cajas de resonancia, a su vez, están aumentadas o multiplicadas por la tecnología y el algoritmo impenitente.

Los adalides del optimismo informado como Jordan Peterson, Steven Pinker o Bill Gates son paradójicamente los mismos que están en boca de los más reaccionarios e inmovilistas. Curiosamente ningún activista que promueve cambios los nombra. Hace ahora unos años estos dos últimos, Pinker y Gates (al que se le ha despertado una vocación de ayudar al mundo que era invisible en él antes de jubilarse) incluso nos regalaron una conversación sobre las enormes mejoras de la humanidad y la “sorprendente distancia entre la sensación de pesimismo diario de la gente y el progreso real de nuestras sociedades” que les “hace creer en esa antigua moda que solía llamarse progreso“. En la conversación les faltó felicitarse por el maravilloso mundo que tenemos. En este doble juego moral en el que uno se permite haber sido el presidente de una de las grandes multinacionales del mundo favorecedora de políticas destructivas de nuestro tejido social, empresarial y ambiental, y a la vez ser un nuevo adalid de la lucha contra el desastre que ha generado, el propio Bill Gates, gurú de la innovación, incluso tontea desde hace años con propuestas y consejos contra el cambio climático.

Lo realmente sorprendente es que estos influyentes individuos no vean o nieguen la progresiva neofeudalización del mundo gracias al franco retroceso que se ha producido en aspectos como el poder adquisitivo, la redistribución de la riqueza o la ampliación de la miseria, centrados siempre en atender o subrayar los aspectos cotidianos en los que es innegable que hemos mejorado enormemente (descenso de la violencia sistémica, muertes por accidentes en tránsito, mortalidad infantil, mortalidad maternal, mortalidad por accidentes aéreos, descenso del hambre severa). A veces pienso que no es incapacidad o descuido, sino verdadero propósito de subvertir la realidad.

En realidad el trabajo de todas estas personas consiste a menudo en defender que la influencia de la civilización humana occidental moderna (ética judeocristiana, capitalismo y democracia) y el trabajo de toda la humanidad en los últimos 350 años lo ha mejorado todo enormemente, por lo que lo justo ahora es celebrar nuestro progreso. Nos dicen que las noticias solo habla de aspectos negativos que nos mantienen en un pesimismo constante (y estoy de acuerdo), pero olvidan que su defensa del lado positivo de la vida no anula ni nos hace revertir el equivocado camino que estamos siguiendo (las evidencias científicas son ya un estruendo).

Es fácil caer en este tipo de discursos autocomplacientes porque nos insuflan de una ilusa aunque refrescante esperanza en una época humana caracterizada por la perversión continua de las relaciones y la demolición planificada del Estado social y democrático de derecho, la salud mental y las clases medias. La obra de Pinker es una recopilación admirable de datos puesta al servicio del entusiasmo y el optimismo de quienes gobiernan y dirigen el mundo. Son precisamente ellos los que frecuentemente les citan, les llaman para pedirles opinión y les encumbran. Y no lo hacen para cuestionar sus decisiones ejecutivas (las que nos están llevando a un callejón sin salida) sino para justificarlas con una buena selección de datos y argumentos.
 

LA ALTERNATIVA AL AUTOENGAÑO Y LA AUTOCOMPLACENCIA

La alternativa a estos discursos sencillamente es una suma de esfuerzo indagativo, dedicación de tiempo, visión integral y compromiso sostenido a largo plazo. A menudo escucho a empleados que tratan de cambiar las cosas en sus empresas repitiendo una y otra vez: “No es esto lo que deberíamos hacer pero algo es algo”. Al entender que cualquier acto de impacto directo positivo en alguien a inmediato plazo puede entenderse como una transformación de la sociedad, olvidamos que nuestras sociedades y nuestro modelo de relaciones necesita ser repensado y replanteado desde la raíz. Al fomentar que los directivos de las empresas y los propios trabajadores se conformen con eventos de donaciones, gestos solidarios puntuales, medidas de beneficio al empleado coyunturales o actos de postureo corporativo, trasladamos el mensaje de que todo vale como cambio significativo.

En realidad aprecio y valoro mucho los gestos de las compañías y empresas en las últimas décadas; solo añado que estos gestos son completamente insuficientes si detrás de ellos subyace un comportamiento social meramente extractivo y egoísta. La alternativa al autoengaño continuo de fijar un presupuesto social y otro presupuesto económico es comprender las organizaciones como entidades capaces de manejar indicadores de beneficio no solo económico sino también contextual. La alternativa al librecambismo radical que defiende que el ser humano solo se relaciona en una sola dimensión (la económica) es incorporar otras dimensiones a la cartografía humana de las empresas.

En este sentido iniciativas de comercio justo, producción ecológica o empresa social se abren paso en nuestros días de forma minoritaria y con dificultad. Alternativas como los sellos de agricultura ecológica con base normativa en el Reglamento 834/07 de la Unión Europea, o los sellos de empresa social como B Corp (esperemos que el sello conserve su actual rigurosidad y coherencia) son sobradamente bienvenidas. La alternativa a la autocomplacencia y la caridad empresarial a la que nos tenía acostumbrados la moda de la Responsabilidad Social Corporativa consiste en pensar las empresas y organizaciones de una manera integral, y no solamente económica.

Hay ejemplos, se puede hacer, y estamos en el buen camino. Solo hay que remar y dejar de celebrar el barco o bendecir el viento, queridos limpiadores de conciencia.
 

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Una vida en la que todo el mundo piense

Una vida en la que todo el mundo piense

 

Lissa Cuddy:  Tu siempre tienes razón y los demás somos idiotas

Gregory House: No, mujer, es que no creo que yo sea idiota y que todos los demás tengáis razón

Primera conversación entre el Dr.House y Lissa Cuddy, Cap.1, T.1

 

Una vida en la que todo el mundo piense. Así dicho suena bien pero… ¡Todo apunta a que estamos yendo en la dirección contraria!. Mi trabajo por tanto es quijotesco. No solo no estoy dispuesto a aceptar una sociedad en la que la mayoría de personas con las que hablo se encuentran deprimidas, solas o perdidas, en la que la desigualdad económica es creciente, o en la que nuestros trabajos a menudo nos envilecen, sino que además trabajo para crear entornos diferentes sobre dos ejes: vidas propias en las que cada persona se piense y contextos laborales en las que todo el mundo piense. Así de sencillo y complicado a la vez. Hace años reflexioné en este mismo sitio en alto tratando de aportar algunas claves para educar el pensamiento propio. Continúo en este artículo la tarea comenzada entonces tratando de explicar por qué estamos dejando de pensar y por qué sigue siendo necesario hacerlo.

Aviso a políticos moralmente obscenos y populistas, youtubers descerebrados y ciudadanos de a pie que sobreviven con dificultad al despiste:

  • No somos más libres cuantas más veces votemos o cuanta más libertad tengamos de hacer lo que nos de la gana (esa forma tan falaz de entender algo tan noble como el liberalismo), sino que somos más libres cuanto menos confusos y perdidos estamos y cuanto más protegidos nos sentimos ante los malos momentos por el prójimo y por nuestros representantes.
  • No somos más desarrollados cuanto más altos sean los beneficios económicos de unos pocos; somos más desarrollados cuantas más personas aprendan a pensar conscientemente. No tenemos más igualdad cuanto más universalicemos la precariedad sino cuanto más cercanos nos sintamos.

Tal y como recordaba Gregori Luri en una reciente conferencia titulada El deber moral de ser inteligente: Conferencias y artículos sobre la educación y la vida, la maestra Concepción Arenal ya en 1881 sostuvo en su ensayo La instrucción del pueblo que permanecer voluntariamente en un estado de letargo intelectual equivale a «mutilar la existencia» y a «consumar una especie de suicidio espiritual». Pero «el deber de instruirse —continúa— no brota espontáneamente de la conciencia […]. No parece obligatorio sino al que sabe algo». Al ignorante que no conoce, saber le parece algo innecesario o incluso un lujo. Esto ocurre porque el que no piensa ni sabe, ignora que no lo hace. Y si antes no había demasiado peligro porque los iletrados no tenían micrófonos, ahora hay peligro de colapso porque todos ellos cuentan con amplificadores bestiales. En la medida en la que todos trabajemos para comprender esto y aprendamos a diferenciar qué es tener criterio y opinión respetable y que es no tenerlos, quedará esperanza.

Este será un artículo con enjundia que reune 7 breves pero contundentes píldoras de reflexión:

  • Por qué es útil pensar
  • Los peligros de no pensar
  • Pensar lo propio, comprender lo ajeno
  • Aprender a ser estúpidos de forma controlada
  • Seleccionar minorías influyentes de calidad
  • Distinguir subjetividad y soberanía
  • No reducir la vida a la satisfacción propia

Comenzamos.

POR QUÉ ES ÚTIL PENSAR

¡Así es!, hemos llegado a esto, y esta quizás es el primer hecho descabellado al que nos estamos enfrentando muchos: ¡Hemos llegado a un momento de la historia en el que vemos necesario explicar por qué es útil pensar!. Estamos en un tiempo de decadencia y la prueba de ello es que olvidamos a diario lo más básico: para qué sirve pensar. Sobre todo porque la mayoría de empresas y personas que conozco, reconocen no tener tiempo para hacerlo… ¡Cómo si fuera algo que pudiéramos no hacer conscientemente! Considero que era natural llegar a este punto dado que la rápida extensión casi ya universal de todos los avances de la humanidad reciente (económicos, técnicos, políticos) no se correspondía con la lenta educación de las personas para adaptarse a estos cambios. Por así decirlo venimos de un desequilibrio entre el progreso técnico y social de nuestra especie -acelerado en el último tercio del siglo XX- y una precaria y primitiva forma de entender las relaciones que arrastramos desde hace varios milenios. Por eso hoy son determinantes las habilidades transversales que casi nadie tiene. Pero vayamos por partes…

La moda siempre ha sido no pensar, porque para no pensar no hay que hacer ningún esfuerzo. No pensar en principio parece gratis y además a menudo la estupidez propia, tranquiliza. El problema viene cuando a la larga no saber pensar tiene el mayor coste posible para la persona y además la estigmatizada y reduce su experiencia de vida a lugares comunes gobernados por una resignación constante. De todo ello podríamos deducir que no pensar y dejarse llevar es lo más rentable a inmediato plazo pero lo más estúpido a corto, medio y largo plazo. El aumento de la estupidez en el mundo y de la potencial peligrosidad de una ingente masa estúpida, está ligado a tres fenómenos simultáneos.

  • En primer lugar la aceleración social que ha vivido la humanidad en las últimas 15 décadas ha modificado por completo las estructuras técnicas, relacionales y ahora ya incluso biológicas de nuestra especie, sin que haya habido una adaptación de nuestras instituciones sociales (relaciones afectivas, familia, estado, empresa).
  • En segundo lugar el reciente y anodino periodo pacífico de Europa, sin duda el continente más violento de la historia hasta hace tan solo 7 décadas, ha favorecido el olvido de los fantasmas que acechan y son inherentes a nuestra condición: la tiranía de la barbarie y la ignorancia. No pasarlo mal nos ha hecho olvidar que es muy fácil estar mucho peor de lo que estamos acostumbrados.
  • En tercer lugar, la desigual universalización de las libertades civiles y de las democracias pluralistas en el mundo ha estado fatalmente educada. En otras palabras, conquistamos la libertad contra la tiranía de unos pocos pero no contra la propia tiranía de nuestras creencias. Por lo general no nos educamos para ejercer la libertad de forma responsable, por lo que en la actualidad vivimos un tiempo de involución hacia tiranías emocionales anteriores.

La vieja idea de fluir con la realidad que los grandes maestros del tardohinduismo nos legaron, no consiste en abandonarse a los acontecimientos -esa especie de puñetero FLOW cuya consecuencia directa es renegar del criterio propio y permitir que otros vivan y decidan por nosotros- sino desapegarse de la propia voluntad tratando de disfrutar la vida desde la aceptación. Las 108 formas de experiencia que aceptamos los discípulos de Buda y el sistema de creencias taoísta que están formulados en el Dao De Jing, el Hua Hu Ching y que Zuang Zhi honró en toda su extensión, responden a este objetivo.

Pensar no es solo querer comprender, sino sobre todo aprender a percibir. Quien no piensa intuye sin argumentos, se conforma con la inexperiencia, huye de la responsabilidad de vivir, no existe como consecuencia de su propia capacidad sino como objeto de la voluntad de otros, se desindividualiza, se convierte en masa por medio de la inercia acrítica. Quien no piensa es, en definitiva, el pálido reflejo de la débil luz que proviene del acogedor aunque pasajero calor de otros; es, si se prefiere, el eco imitativo y desprovisto de existencia que se deriva de una voz significada lejana o del ruido general en el que su individualidad se sume.

 

LOS PELIGROS DE NO PENSAR

Pensar no es algo que se elige o no se elige hacer. Una persona solo tiene dos opciones: aprender a pensar continuamente, o dejar que las propias consecuencias de sus actos inconscientes le piensen. Por descontado como sociedad enfermiza hace tiempo que optamos por lo segundo. El problema no es que cada persona no piense casi nunca sobre su propia vida, lo cual ya sería por sí mismo alarmante. El problema es que una enorme masa de personas que no se piensan a sí mismas (no se cultiva, no dialogan, no leen, no se cuestionan) tiene consecuencias terribles. Más aún cuando en la actualidad nos hayamos en el mundo humano más conectado y con mayor capacidad de creación y/o destrucción de la historia. Nuestras sociedades -incluso las inmediatas sociedades modernas del reciente pasado tras la llegada de la subjetividad y la soberanía popular- siempre han estado pobladas de personas que no piensan durante la mayor parte de su existencia. Casi todos nosotros dejamos de pensar a menudo por salud mental. No está ahí el peligro, sino en no hacerlo nunca.

A lo largo de la historia de la humanidad, una realidad inconsciente nos ha condicionado siempre: No se respeta a quien mejor piensa o a quien más sabe sino a quien mejor se expresa y convence. Los actuales servicios de marketing tremendamente diversificados tratan de convencernos para convencer mejor, incluso si lo que se hace no tiene sentido. Fruto de un soniquete constante y ensordecedor que pugna por nuestra atención de la manera en la que lo hacen todos los narcóticos, la realidad es que cada vez cuesta menos convencer a alguien de algo. La democratización de la comunicación humana y la equiparación en el mismo plano de atención de grandes referentes intelectuales y terroristas culturales de barrio, ha dado lugar a lo que hemos llamado posverdad, una realidad no real que se dirime en el tiempo de la posmodernidad en sociedades ruidosas en las que se derrite la soberanía. Al haber ganado en credulidad (mucho más que en tiempos teocráticos pretéritos), los humanes hemos ampliado nuestro margen de estupidez tolerable, y en consecuencia la volatilidad inestable de nuestro pensamiento (que se rige hoy por modas pasajeras y no por razones sólidas) nos sume en la inestabilidad continua.

A lo largo de la historia, donde no hay ninguna certeza absoluta sobre nada, nace a menudo la sabiduría; pero donde no hay ninguna forma ni medio para cuestionarse (diálogo tranquilo, reflexión escrita o leída, tiempo y espacio para el encuentro), se multiplican de forma virulenta la estupidez y la ignorancia. No paro de comprobar cómo la dirección que está tomando el pensamiento empresarial es por lo general y en lo particular, errónea. En lugar de cuestionarse a sí mismo, de realizar una nutrida autocrítica, la velocidad inercial de las empresas lleva acelerándose ya más de dos décadas con especial torpeza intelectual y estupidez sistémica desde 2008. Dedico mi labor diaria a cuestionar lo que la mayoría de personas dan por supuesto ante esta clara evidencia: las empresas, el órgano colectivo de relaciones sociales más efectivo que hemos creado en la historia de la humanidad, caminan hoy cegadas.

 

PENSAR LO PROPIO, COMPRENDER LO AJENO

El que piensa alcanza la madurez por cuanto trasciende lo propio, habla con humildad desde lo que sabe queriendo abrazar y comprender todo aquello que le hace cuestionarse o le resulta ajeno. El que piensa no adoctrina, no necesita imponer porque convence, no imprime todo su esfuerzo en influir manipulando la realidad porque toda su energía se centra en razonar con otros. El que piensa combate su criterio, cuestiona su pensamiento, se atreve a dudar. El que piensa habla sobre todo de muchas personas que le precedieron y fundamenta su propia vida no en su voluntad sino en un comportamiento ético que favorece el bien común sobre la doma diaria del interés propio. En contra de lo que se ha dicho, quienes piensan no tienden a la virtud sino que la practican. Su propia manera de ser y hacer representa un modelo y edifica un ejemplo. No se admira a quienes piensan por su capacidad de llegar a otros (número de likes, seguidores, lectores,etc…) sino por el grado de calidad que se destila de su razonamiento. 

Por oposición el que no piensa vive en un infantilismo o puerilismo continuo, no necesita leer, ni se molesta en construir un diálogo significativo, ni argumenta más allá de lo que siente, percibe o quiere. Su deseo le dicta comportamientos que además trata de defender como deberes naturales para los otros y ajenos. Su interés y afan de conocimiento no llegan nunca más allá de la defensa de su realidad propia. Por eso, desde el inicio del siglo XXI, la sociedad posmoderna se enfrenta a un grave problema: estamos dejando de pensar. Nuestros sistemas educativos y nuestro modelo de relaciones se aproximan a toda velocidad a la ignorancia y a la estupidez. No es que nunca hayamos corrido este mismo peligro, es que desde la conquista de las libertades civiles mínimas, nunca como hasta ahora ese peligro ha sido tan masivo.

 

APRENDER A SER ESTÚPIDOS DE FORMA CONTROLADA

Lo diré de forma clara: es imposible que dejemos de ser estúpidos, la clave reside en cuándo y cómo aprender a serlo. Somos animales bípedos, gregarios, mamíferos, con escasa autonomía, elevada torpeza y niveles de estupidez elevadísimos regados de momentos espectaculares de inteligencia y maravillosas capacidades colectivas. Aceptémoslo, por favor. Dejemos de intentar parecer cualquier otra cosa.

Hasta ahora la estupidez propia ha sido algo que por lo general negamos, que no reconocemos o de lo que tratamos de defendernos o huir. Nada peor que hacer esto en mi experiencia. Desde hace años dedico gran parte de mi jornada diaria a ser estúpido, la enorme diferencia con el resto de mis semejantes es que yo trato de hacerlo en privado y de forma controlada. Tener esos momentos me ayuda a comportarme de manera cabal y sensata en público y sin apenas esfuerzo. En otras palabras, las personas necesitamos desahogos, desconexiones temporales que nos ayuden a distinguir entre lo que es deseable para relajarme y descansar durante unos momentos, y lo que es necesario para construir sociedades mejores durante la mayor parte del tiempo. Negar la estupidez propia de uno mismo es lo más estúpido que alguien puede hacer.

Todo iría mejor en este mundo si las personas aprendiéramos que necesitamos a diario momentos de completa estupidez, pero que debemos tomar decisiones importantes cuando no estamos en esos momentos. La estupidez propia que no se comparte no hace daño a otros, pero la estupidez propia que se comparte como el más estupendo de los hallazgos, nos está matando como especie. Así, la estupidez cuando es controlada no solo es saludable sino incluso necesaria. Practicada en contextos cuyas posibles malas consecuencias no afectan dramáticamente a la realidad de una amplia proporción de gente, la estupidez individual o compartida es una bendición porque la estupidez reconocida nos acerca y ha sido de hecho uno de los mayores pegamentos de la amistad y la solidaridad fraterna durante milenios.

No hay por tanto nada de malo en ser estúpidos a diario siempre y cuando los lugares y tiempos en los que lo somos estén reservados para ello, esto es, siempre y cuando identifiquemos y sepamos que estamos eligiendo ser estúpidos. El problema llega cuando somos estúpidos la mayor parte del tiempo y en todos y cada uno de los foros y ámbitos de desarrollo humano, y ni siquiera -como está ocurriendo ahora- somos capaces de reconocerlo. No es lo mismo permitirnos ser estúpidos en una taberna junto a un par de amigos en una conversación amena, o abandonarnos a visualizar un video de youtube ridículo, que comprender el contenido de ambas manifestaciones como regulativo o normativo para la sociedad en su conjunto. Ser idiota en privado o en un contexto adecuado para serlo es fantástico, pero ser idiota en los medios de comunicación, la empresa o el parlamento es dramático.

La estupidez es altamente contagiosa, mucho más de lo que llegará a serlo nunca la inteligencia. Pero la relación entre inteligencia y estupidez no es tan sencilla. Descontrolada e indómita, desnuda de los filtros de la vergüenza y el respeto por el bien común, la estupidez nos anima a tener un comportamiento en el que nada posa, nutre ni se asienta, y todo pasa, se repite y enferma. Sin embargo al mismo tiempo la estupidez se basa en dos grandes paradojas:

  • La primera paradoja de la estupidez es que siendo un comportamiento universal e histórico en nuestra especie, está basado en una exclusiva obsesión por el instante presente. Es decir, la estupidez siempre sobrevive aunque pronto quede obsoleto nuestro interés humorístico o crítico en ella. De este modo la estupidez es acumulativa, se nutre de la cegazón continua.
  • La segunda paradoja de la estupidez es que solo cuando dejamos de ser estúpidos y nos atrevemos a ser inteligentes, accedemos a un habilitador y sano sentido del humor. El estúpido, por lo general, se defiende mucho más de lo que se ríe de sí mismo. Las personas con un desarrollado sentido del humor suelen ser en mi experiencia inteligentes.

Esto quiere decir que para ser estúpido basta con ser un completo ignorante pero para ser muy estúpido curiosamente hace falta ser muy inteligente. Lo que nos lleva a una deriva interesante: hay una estrecha relación entre estupidez, entretenimiento y sentido del humor. Lo racional, por lo común, no nos hace ninguna gracia pero lo más sujeto al presente y pasajero (una mueca, una broma, un eructo o un pedo) nos hace reír hasta postrarnos en el suelo.

De lo dicho se deduce que no es lo mismo ser ignorante que ser estúpido. Ser ignorante consiste en no saber que no se sabe, y ser estúpido consiste en vivir como si se supiera. A ser estúpido se llega mediante la acción, a ser ignorante se llega por omisión; para lo segundo no hace falta hacer ningún esfuerzo. Habiendo olvidado todo esto, hoy en nuestro tiempo proliferan como setas las personas que siendo completamente ignorantes y/o estúpidas, no solo no lo aceptan y no presumen de serlo, sino que se aventuran a expresar su opinión de forma abierta tratando de que esta opinión se encuentre al mismo nivel que la del resto de personas que se esfuerzan por comprender y conocer. El peligro no llega cuando una persona puntual hace esto, sino cuando las personas que son consideradas referentes, en lugar de aceptar la responsabilidad que tiene cada cosa que dicen o que hacen, utilizan los altavoces de su propio status social para aparentar que piensan o hacen uso de alguna inteligencia. En suma, el problema de nuevo no es que haya muchas personas estúpidas, sino que aquellas que deberían dar ejemplo no siéndolo, obtienen mayor reconocimiento social al serlo.

 

SELECCIONAR MINORÍAS INFLUYENTES DE CALIDAD

Dice el maestro Innenarity que esperamos siempre demasiado de la democracia, y que ésta cuando es sana y real está llena de frustraciones que continuamente se expresan. Nada que objetar a esta brillante reflexión, salvo la necesidad de que esa frustración disponga de un bálsamo continuo para evitar una enorme rotura colectiva. Ese bálsamo es sin duda el mantenimiento de las clases medias -hoy autodestruidas y en franca decadencia- y el cuidado y escucha activa de diálogos y debates intelectuales fundados y llenos de razones y argumentos sólidos no sentimentalizados, es decir el cultivo de eso que Ortega llamó la minoría selecta, y que no es una forma de aristocracia griega moderna sino la manera de favorecer sociedades mínimamente virtuosas basadas en lo que podríamos llamar atención autorizada continua como complemento a un creciente y descontrolado fenómeno de escucharlo o leerlo todo…

En la sociedad tiránica del Like, TODO tiene la importancia pasajera de la atención que genera en un determinado momento (hashtag, trending topic, meme, challenge, clicbait) para acto seguido morir en el olvido. Explicado de una forma más clara y sin duda muy trágica: no existe lo que no está existiendo ahora. Este podría ser el título de una de esas presentaciones ridículas, vacías, idiotizantes y aspiracionales de cualquier profesional del marketing de ventas. Aceptar -tal y como estamos aceptando- que no existe lo que no está existiendo ahora, equivale a despreciar o exiliar lo que fue o lo que siempre seremos, equivale a sustituir la memoria consciente (que nos evita repetir errores del pasado) por la atención dispersa (que nos sume en la indefensión).

De este modo, los esfuerzos actuales de nuestra especie no se centran tanto en aprender a pensar como en captar las sucesivas y esquivas atenciones. Esto nunca había sido un problema para las sociedades modernas porque si bien la teoría la soberanía popular existía, en la práctica esa soberanía era siempre gobernada por una minoría de personas medianamente conocedoras que ocupaban un lugar prioritario, central o referencial. Estemos o no estemos de acuerdo con Juan Ramón Jiménez o con Ortega (que incluso defendían que la civilización dependía de ella), en nuestras sociedades existía y existe una eterna minoría selecta. De algún modo nunca hemos logrado desasirnos de esta inercia. El dilema no está en que exista o no sino en las personas que en cada época la integran.

Así, no es lo mismo que tu presidente del gobierno sea Donald Trump que Abraham Lincoln; no es lo mismo que la opinión colectiva sea guiada por Marx, Adorno, Cioran o si se prefiere Mill, Mises o Hayek, que por Belén Esteban, Messi o el Rubius. No es lo mismo mantener un diálogo sensato y cultivado entre un neoliberal convencido y un republicano socialdemócrata, que mantener un ridículo diálogo entre un presentador de La Sexta y un youtuber que acaba de terminar de ver un video y repite una a una sus premisas. Por extensión, y sin caer en la beatería cultureta, no es lo mismo que una persona no lea nada en absoluto y limite su vida a trabajar, mandar whatsapps y jugar a videojuegos, que una persona -además de hacer lo anterior- dedique tiempo a conversaciones significativas, libros interesantes o experiencias vitales que conformen un sólido edificio crítico e intelectual sobre el que desarrollar ideas. No, no es lo mismo. Una cosa y otra generan sociedades diferentes.

Las formas de selección de esa eterna minoría eran la vía académica o cultural (mayor y mejor conocimiento sobre determinado ámbito o sobre la perspectiva genérica) o la vía experiencial (mayor y mejor experiencia en ese área). Si antes dábamos nuestro reconocimiento -de forma acertada o equivocada- a personas que socialmente eran reconocidas por sus ideas o trayectorias, hoy damos nuestro reconocimiento a hombres y mujeres de paja, personas que no nos animan a mantener nuestra dignidad sino que enmascaran su indignidad propia con técnicas de manipulación, marketing o empobrecimiento moral. Las formas de selección de esa minoría de referentes no solo se han deteriorado sino que se han entregado por completo al capricho voluble de la gente. Hoy el proceso social de selección de minorías no tiene nada que ver con una autoridad social brindada por la excelencia en el ámbito del pensamiento o la racionalidad, sino que la concesión de autoridad prescriptiva en nuestras sociedades está cada vez más ligada a la capacidad de generar irreflexión y entretenimiento.

 

DISTINGUIR SUBJETIVIDAD y SOBERANÍA

La frase Todo es subjetivo o Todo es relativo que repiten continuamente desde profesionales del coaching, a alumnos de secundaria y políticos que nos representan, no solo es vacía y absurda sino que atenta contra los grandes valores democráticos que construyeron lo mejor de cuanto somos. Además de hacernos más estúpidos este tipo de reflexiones sencillas y baratas nos abocan a olvidar un hecho: no es lo mismo subjetividad que soberanía. Yo soy demócrata en la medida en la que acepto que tengas derecho a expresarte como sujeto soberano, pero también soy demócrata en la medida en que cuestiono y contrasto mis ideas contigo para llegar a una conclusión que podamos compartir como cierta.

Con la incorporación de la subjetividad a la escena, es decir con el nacimiento de la opinión pública, en lugar de aprender a respetar, cuidar y honrar a cierta intelectualidad movilizadora, la aniquilamos en nuestro individual deseo de alcanzar la relevancia. Pero olvidamos -aunque internet nos lo recuerda a diario- que más personas opinando no necesariamente hacen un mejor pensamiento, sino que a menudo desembocan en todo lo contrario. El maestro Amalio Rey ha sintetizado durante años lo mucho que se ha hablado sobre esto. Para que exista inteligencia colectiva, debe existir voluntad individual de aprender a pensar; y por otro lado mucha publicación ideas no garantiza una elevada calidad de ellas.

Con la subjetividad (es decir, con el disruptivo derecho a ser alguien en el mundo), la persona (campesino, siervo, cumplidor, esclavo, sometido o vasallo) que solo podía aspirar en la Antigüedad a la supervivencia diaria, dio un salto espectacular al cambiar una vida de penurias y servidumbre por el renovado espíritu de trascendencia al que le invitaba la nueva ciudadanía. Este inmenso salto cualitativo se produjo sin apenas transición ya entrados en el siglo XIX pero solo comenzó a resultar verdaderamente trágico a comienzos del siglo XXI. No solo porque el insaciable crecimiento poblacional que predijera Malthus se multiplicara, y no solo porque la intensificación industrial adquirió dimensiones inasumibles para la Tierra, sino sobre todo porque el siglo XXI nació de la prisa, de la urgencia, fue de hecho un recién nacido prematuro que no se adelantó unos meses sino 2 décadas. Y la urgencia es ante todo contraria a la reflexión y la racionalidad. Por eso en los endemoniados cursos de marketing no se enseña a las personas que venden cosas a razonar, sino a hacer que las personas que pueden comprar lo hagan rápido, cuanto antes; y por eso repetimos como un mantra -que si se piensa en completamente absurdo, ilógico y esclavista- que el cliente siempre tiene la razón.  ¿Qué clase de broma pesada es esa? No, amigos, la Razón no se tiene por comprar algo o tener la voluntad de hacerlo, sino que alguien tiene razón por el esfuerzo, el compromiso y la voluntad que imprime en cultivarla. No se nace con razón, se adquiere.

Cuando hablo de la sociedad tiránica del like, quiero decir que en la realidad posmoderna y decadente que vivimos tiene más valor un “Me gusta” que un razonamiento poderoso. Pero no nos martirecemos con esto, no dramaticemos, simplemente analicemos lo que nos está ocurriendo poco a poco: Las buenas ideas no son las mejores sino las más votadas. Mientras algunos sienten que peligra la democracia, lo que ocurre es precisamente lo contrario: TODAS las personas opinan y votan sobre TODO incluso cuando no tienen criterio. Esto, que era válido y noble en el marco de la representatividad política y la salvaguarda de los derechos colectivos desde el nacimiento de la democracia moderna -toda una conquista histórica de libertad-, no lo es tanto para determinar qué es lo ético o lo correcto en una enorme cantidad de ámbitos que requieren conocimiento y especialidad. No todo vale y no todas las opiniones son respetables de facto, sino que más bien podemos determinar si son o no respetables siempre a posteriori, tras un civilizador y calmado diálogo y sobre todo desde el tamiz del conocimiento y no desde el mero derecho a la opinión. Al entregarnos a la mentalidad apriorítica, al juicio rápido, al impacto y la emoción, lo que hacemos -y lo estamos haciendo en masa y de manera alarmante- es comprar con la omisión de nuestra inteligencia, la estupidez colectiva.

Un pensamiento republicano y a la vez liberal me acompaña frecuentemente y proviene de mis continuas lecturas de Habermas, Sandel y Rorty: Si todos podemos erigirnos como sabedores o conocedores de todo, esto es, como opinadores dogmáticos y sintetizadores de verdad en potencia, no solo no hemos superado las tiranías con las que los antiguos príncipes nos oprimieron, sino que por el contrario cada uno de nosotros se ha convertido en un príncipe tirano de los otros sustituyendo la convivencia por la tiranía mutua y competitiva. En esta reedición de la sociedad hobbesiana que confirma todos los temores de Carl Smichdt, la cautela y la humildad se vuelven minoritarias, y la entrega y la pasión inconsciente e irreflexiva con opiniones infundadas se convierte en el regulador de la vida. Somos dictadores individuales que se suman a la dictadura colectiva del like. Los púlpitos públicos de hoy no están ocupados por relevantes pensadores, denodados juristas, extraordinarios filósofos, eminentes políticos sino por personas que no solo son como cualquier persona -porque los antiguos referentes también lo eran- sino que además no hacen nada para dejar de serlo y son admirados como si no lo fueran. La estupidez y la ignorancia han conquistado los puestos de mando y los puestos referenciales que conformaban la ejemplaridad pública y construían los mitos y narrativas sociales de la heroicidad.

 

NO REDUCIR LA VIDA A LA SATISFACCIÓN PROPIA

El respeto no consiste en aceptar lo que dice cualquier persona como válido, sino en tolerar a cada persona que se expresa pero cuestionar sus planteamientos. La pasiva y acomodaticia forma que hoy tenemos de entender el respeto es en realidad indolencia, temor al conflicto y mediocridad racional. Hace poco me preguntaron en qué consiste la postverdad, y creo que es una buena suma de todas estas cosas que nos están destruyendo y que algunos estamos tratando de curar y revertir:

Nuestras sociedades han llegado a tal punto de estupidez colectiva que si bien en la antigüedad más reciente nadie que no supiera o pensara a diario negaba la utilidad de saber o pensar; hoy en día muchas personas dudan incluso de que hacerlo sea incluso útil o sensato. En realidad muchos de ellos están en lo cierto. La sociedad ha dejado de premiar al que sabe para premiar simplemente al que más consume y compite. Y para hacer esto último se necesitan sobre todo altas dosis de ignorancia e inconsciencia. En la mente de cualquier persona de hoy surgen a diario una cascada de preguntas hasta ahora inéditas: ¿Por qué tengo que pensar?, ¿Por qué tengo que hacer cosas que no me gustan?, ¿Por qué debo leer?, ¿Qué me aporta conocer? o siendo más exactos… ¿Por qué pensar pudiendo tan solo no hacerlo y obteniendo grandes beneficios económicos por ello?, ¿Por qué no es correcto hacer tan solo lo que me gusta si es lo que de veras quiero?, ¿Por qué he de leer pudiendo vivir mis propias experiencias?, ¿Por qué conocer algo en detalle si todo está en internet?

En este contexto, las personas como un mínimo sentido común y un honorable sentido propio escasean. No porque seamos más viles que antes, sino porque lo que cada vez hacemos con mayor frecuencia nos envilece más rápido y profundamente. Vivimos sumidos en una ética de la voluntad propia o individualismo posesivo-defensivo que siempre fue conocida por su verdadero nombre: egoísmo. El problema de ser egoístas y de encontrar cierta virtud en el egoísmo (una tesis ampliamente defendida por la escuela económica austriaca, el tardoliberalismo deformado y el objetivismo de Rand, solo por citar algunos apóstoles), es que olvidamos por entero las bases sobre las que se asienta el progreso histórico de la condición humana: la solidaridad social. El relativismo moral que afirma que lo que tú dices y lo que yo digo es todo respetable a priori (y no a posteriori) olvida que las conquistas de la ilustración no arrojaron un mundo potencialmente mejor porque respetáramos todas las ideas, sino porque convenimos en respetar a todas las personas por medio de su cuestionamiento continuo. Al haber olvidado esto, somos víctimas de un punto muerto colectivo en el que cualquier discurso es válido y por tanto ninguno moviliza.

Decía el maestro Lessing en plena Ilustración que “el valor de una persona no se define simplemente por la verdad en cuya posesión cualquiera está o puede estar, sino por el esfuerzo honrado que ha realizado para llegar hasta ella. Así pues, no es por la posesión de la verdad sino por la constante investigación en pro de la verdad como se amplían sus fuerzas, y sólo en ellas consiste su siempre creciente perfeccionamiento. La posesión hace apático, perezoso y orgulloso“. Pero ¿Qué esfuerzo para llegar a la verdad tiene un tertuliano?, ¿De qué esfuerzo hace uso una persona que retwitea o vive en el feed continuo de lecturas efímeras? ¡Qué razón tenía Lessing podríamos decir al leerle!, ¡Cuánto exceso de orgullo y defensa de lo propio se gasta hoy y qué poca voluntad de entendimiento del argumento ajeno!, ¡Cuánta mala energía gastamos en la fratricida lucha por no desposeernos de la verdad propia contra la verdad ajena!. Y en esta batalla dialéctica ridícula, que no nos aleja demasiado de nuestros parientes primates, pasamos las horas y los días, los artículos de blog, las publicaciones de linkedin, los videos de youtube en los que abundan palabras como “Tal persona destroza a tal otra en tal debate” o “Le da la lección de su vida” o “Le pone en su sitio” ¡Qué escasez intelectual, amigos/as! los programas de televisión, los videoblog, las noticias, las tertulias y la prensa, en todos los lugares la carnaza abunda.

Al hacer esto, no solo estamos cambiando a un ritmo acelerado la paideia, esto es, la forma en la que entendemos y transmitimos el mundo, sino que estamos tratando de apropiarnos de la verdad el mundo y reformulándolo cada día en una suerte de adormecimiento continuo en el que todo parece cambiar cuando en realidad todo empeora. Porque quien se gasta estos comportamientos -y sobran los ejemplos- no solo desconoce las consecuencias de lo que dice o piensa sino que empeora el mundo a cada paso.

Si hemos dejado de movilizarnos colectivamente (e incluyo a las empresas actuales, tremendamente inertes a nivel intelectual), o al menos si hemos dejado de hacerlo de forma provechosa, es porque en la sociedad del entusiasmo nos movilizamos sobre todo por la satisfacción propia. Si la satisfacción de las necesidades esenciales a nivel individual siempre ha sido conditio sine qua non para nuestra supervivencia propia, lo cierto es que tenemos ingentes evidencias históricas -me refiero a océanos de pruebas- que demuestran que es cierto aquello que afirmó Nietzsche, y antes que él toda la genealogía de grandes maestros desde Tales de Mileto y Lao Tsé, a saber, que “solo en cuanto animal social el hombre ha aprendido a ser consciente de sí mismo, y así lo hace todavía y lo seguirá haciendo. La conciencia no pertenece a la existencia individual del hombre, antes bien a lo que en él es naturaleza y rebaño” (Gaya ciencia, V, 354).

Reducir nuestra vida a la satisfacción propia no solo nos envilece sino que nos aproxima a la barbarie de la ignorancia de la que me alertó en mi primera juventud la lectura del gran maestro Steiner. Aprender a pensar es una tarea ardua y continua. No hay principio ni existe fin. Quien se atreve a pensar opone su propia vida a la actitud rígida, pueril y cómoda del pensamiento dogmático y a la actitud cómoda, barata y nada comprometida del relativismo. El problema de nuestro tiempo no es la existencia del populismo. Éste siempre ha existido, todos durante la mayor parte del día somos de hecho populistas, y durante toda la historia de la humanidad la mayoría de la población ha regido su vida diaria alrededor de la irreflexión y la emocionalidad constantes. El problema es que el populismo -para el que todo es relativo y la verdad no importa- rige hoy nuestras vidas. La continua búsqueda de satisfacción propia, esto es, la incapacidad sistémica y radical de razonar y explorar la verdad y a su vez la extraordinaria capacidad de fabricar falsedades y convencer de ellas a otros, además de seguir condicionando nuestras pequeñas decisiones diarias, ahora condiciona los lugares y espacios donde se toman decisiones importantes. En esos lugares donde antes -hasta hace relativamente poco- se pensaba, hoy tan solo se publicita y se comparte pero mayoritariamente no se piensa. En otras palabras, la irreflexión ha conquistado de forma plena los puestos de mando de nuestras sociedades; el populismo y la tecnocracia han desplazado por completo de la escena pública y el ideario referencial y simbólico a la cultura del esfuerzo, el ejercicio de conocimiento y la voluntad de pensar y razonar de acuerdo a criterios racionales.

El que hoy influye a otros ni siquiera necesita hacer ya el esfuerzo por conocer los hechos o tratar de explorar múltiples dimensiones de una misma verdad. Tan solo se limita a favorecer una profecia autocumplida de su propia voluntad. Las personas que hoy ejercen influencia sobre grandes mayorías, grupos o comunidades de gentes no destacan por su capacidad de haber logrado algo y escapar del vacío; sino que son heroicos por su capacidad de hacer de la plena nada, simplemente algo. Las divertidísimas y absurdas entrevistas de David Broncano, el relativismo moral del twitchero Grefg o el Rubius sobre su migración a Andorra, o el populismo político de la nueva generación de dirigentes mundiales, responden todos ellos a una misma realidad: la Nada. Todo lo que rodea a la persona es vacío, solo la propia persona importa y existe. Y por tanto todo lo que se aproxima a la persona (entrevistado, sociedad o aficionado) queda eclipsado por ella.

El entrevistador que es siempre protagonista de todas sus entrevistas cuyos contenidos improvisa aunque existan guionistas, el jugador de videojuegos que se define como “creador de contenido (revolvéos en la tumba Tolstoi, Berlin, y temblad Buonarotti o Borges) o el político que aspira a ser incoherente sin que se note demasiado, todos ellos son productos de una misma realidad: la reducción de la vida a la satisfacción propia. En todos ellos el todo (el mensaje y fin último) importa menos que la suma de las partes (la distracción o la dispersión intermedia). En ese contexto, paradójicamente TODO es menos vistoso que NADA. Pasar el rato es mejor que significarlo; presumir de que se ignora algo es mejor que tratar de conocerlo. Así, el entrevistador ya no necesita preparar la entrevista porque él es el protagonista, el youtuber no necesita mejorar el país en el que nació porque se puede ir a otro, y el político no necesita conocer los hechos porque puede provocarlos. Todo es más rápido, más cómodo y más nada.

 

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La sociedad entusiasta y la esperanza

La sociedad entusiasta y la esperanza

 

“Una ballena vale más muerta que viva y un árbol vale más muerto que vivo.
Y ahora nosotros nos estamos convirtiendo en el árbol y la ballena”

Justin Rosenstein, inventor de la tecla MeGusta de Facebook

 

Escribo este artículo con una clara intención: Oxigenarte, hacerte respirar, calibrar tu esperanza. Para hacerlo no necesitaré negar el agotamiento y la tristeza causados por una dilatada y cansina pandemia. Tampoco tengo la intención de dedicar mi tiempo a motivarte, tal y como lleva décadas siendo frecuente en la enorme mayoría de directivos que entienden a sus empleados como yonquis de la ilusión. Y tampoco necesitaré invocar al abandono de los hechos innegables de la actual situación global en el ánimo de inventar miradas positivas.

Este será un artículo extenso que he dividido en 9 apartados:

  • De la esperanza en una realidad global mejor al compromiso con el cambio de la realidad inmediata y presente
  • No vender tu sentido crítico ni negar tu estado emocional para aparentar entusiasmo
  • “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”
  • Distinguir el mundo de la naturaleza
  • Abandonar la actitud defensiva o doctrinaria
  • No somos seres completos y exponenciales sino seres vivos inconstantes
  • El modelo economicista se evidencia
  • El optimismo sistémico se esconde
  • Nunca olvides lo que está pasando ahora, ¡Recuerda!

Comenzamos.

 

DE LA ESPERANZA EN UNA MACROREALIDAD MEJOR AL CAMBIO DE LA  MICROREALIDAD PRESENTE

Como especie parecemos no salir nunca de ciclos periódicos de continuos y falsos entusiasmos. En medio de una pandemia global la sociedad entusiasta sigue consumiendo chutes de esperanza. Necesitamos pasar de la expectativa continua en una realidad global mejor al compromiso propio con la mejora de nuestra realidad inmediata y presente. Esto no significa que dejemos de tener esperanza en el futuro, sino que no permitamos que nuestra expectativa constantemente incumplida de lo que queremos que llegue, se apodere y dramatice todavía más nuestra realidad presente. Significa dejar de depositar nuestra esperanza en una coyuntura global mejor y comenzar a militar en el cambio significativo de nuestra realidad diaria e inmediata. En un contexto de cambio constante y dispersión colectiva, la mirada de cada persona corre el riesgo de perderse si mantiene su atención en lo colectivo improbable y desatiende lo individual posible. Como demócrata liberal y republicano convencido lamento decir que aunque los hechos no nos inviten a confiar en nuestros representantes, la única posibilidad en una situación como esta es confiar en ellos. Parte de los resultados de mi investigación concluyen que necesitamos mejorar nuestro modelo de relaciones y que no solo basta con el sacrificio individual, sino que sobre todo se necesita un profundo cambio social sistémico. Estoy convencido de ello y creo que ese cambio es más importante que cualquier voluntarismo y compromiso individual, pero la situación es completamente diferente a lo que hasta ahora conocíamos.

Intenta ser práctico, no te sitúes en lo que te gustaría que fuera sino en mejorar lo que a tu alrededor es. A estas alturas ya sabemos que esta situación no cambiará por la fantástica coordinación colectiva de nuestros representantes, sino que más bien cambiará por el esfuerzo diario de muchos. Piénsalo de este modo: Dado que la presencialidad colectiva está limitada o prohibida, y dado que por el momento solo sabemos relacionarnos digitalmente para hacer y decir estupideces y no sabemos aún organizarnos de forma digital y colectiva para garantizar que no se pierdan libertades y derechos, la confianza en nuestros representantes es ahora obligada. Como tú, yo también compruebo que ante esta situación están perdidos y las declaraciones que hacen resultan vergonzosas, pero no hay otro remedio: céntrate en tu realidad diaria, en humanizar las relaciones en tu equipo, en no ser tan cretino como para exigir el mismo rendimiento, en conectar con tu entorno, en mostrar solidaridad con quien te necesita, y sobre todo, en tratar de meditar, reflexionar y sanear tus pensamientos.

 

NO VENDER TU SENTIDO CRÍTICO NI TU ESTADO DE ÁNIMO PARA COMPRAR SUCESIVOS ENTUSIASMOS

Nadie es completamente responsable de la pandemia, pero todos somos responsables de contenerla. Lo que tenemos es consecuencia de lo que hemos sido o hecho. Es duro aceptarlo pero somos responsables de nuestros actos. Conformarse con ese pensamiento, sin embargo, no es suficiente para construir una sociedad mejor. No basta con resignarse y desde luego -tal y como algunos irresponsables están manteniendo- tampoco basta con abrazar un entusiasmo baldío que nos llene continuamente de nuevas esperanzas. Es necesario demandar responsabilidades y mantener la convivencia. Los casos de corrupción, tráfico de influencias, abuso de poder y extorsión comercial que se han dado por parte de farmaceúticas y políticos durante la pandemia deben ser reprobados y castigados con dureza. Por contra, las muestras de generosidad empresarial inteligente y comportamiento cívico deben ser reconocidas y premiadas.

Si una jornada estás triste o te sientes deprimido, o simplemente no rindes como siempre, no te juzques y no permitas que te juzguen con dureza. Nos queda mucho por delante y todos de algún modo pasaremos por momentos difíciles, solo es cuestión de tiempo. La solidaridad y comprensión que muestras hoy te serán devueltas cuando las necesites mañana. Si por el contrario te sientes animado y alegre, redistribuye y comparte esa energía. Un sencillo gesto que aporta cariño o sensación de bienestar es un milagro en medio del apocalipsis zombie.

No seas tan idiota como para creer que solo está ocurriendo una epidemia. Se suceden en la sombra las decisiones políticas y económicas que están reconfigurando el mundo que viene. Las instituciones sociales y económicas están preparándose para que nada cambie para los de ARRIBA mientras todo está cambiando por completo para los de ABAJO. En mi investigación esto se está haciendo cada vez más evidente.

 

“CAMINANTE NO HAY CAMINO, SE HACE CAMINO AL ANDAR”

Tras un año de apocalipsis zombie las mentes andan averiadas. A la incertidumbre total a la que todas las empresas temían (ese rollo trasnochado del VUCA), la llamamos ahora rutina. Uno se acuesta por la noche repasando el mundo que aceptó durante el día y a la mañana siguiente amanece en un mundo diferente. Y así una y otra vez en un día de la marmota creciente. No cambian las casas que habitamos sino las variaciones del mundo que nos gobiernan. Las paredes de los apartamentos son las mismas pero las dinámicas de los actuales propietarios del mundo varían. Cuando todo cambia a nuestro alrededor constantemente, el horizonte o los márgenes del camino pierden relevancia a la hora de conquistar la tranquilidad de espíritu, y ganan protagonismo e importancia la atención al presente y la generación mental de contextos.

Lo siento pero en esta situación no puedes hacer planes a medio o largo plazo que dependan de un contexto global mejor; si los haces hazlos dependiendo de éste. Tu jornada está dedicada ahora a la tarea de vivir hasta la jornada siguiente. Se que te levantas cada mañana y te asomas por la ventana tratando de intuir el cataclismo que hoy toca. Enciendes la radio o el televisor y tu mirada indiferente recorre paisajes de una inverosimil distopía mientras tomas el primer café. A tu alrededor se despliega el mundo del Antiguo Testamento: Temblores de tierra, nevadas glaciares, sequías periódicas, cortes del suministro eléctrico, migraciones masivas, muerte de familiares directos, nuevos brotes de pandemia, crisis financieras, alguna innovadora plaga de Egipto, carestías alimentarias, quién sabe si la futura devaluación de la moneda o una enorme recesión, o tal vez el tímido saludo de un perplejo objeto extraterrestre que se extraña de no captar ya la atención de nada ni de nadie aquí en la Tierra (tan solo le extraña ya a un profesor de Harvard y a Iker Jimenez),…

Contemplas todo ello con la misma indiferencia de millones de espectadores que untan la líquida mantequilla sobre la temprana tostada rutinaria. Piénsalo así: La inestabilidad que ahora estás viviendo la llevan viviendo millones de personas desde hace tiempo en Argentina, Uruguay, México, India, Brasil, toda África o el sudeste asiático desde hace mucho. Si esta experiencia de incertidumbre continua no te ayuda a empatizar con todos ellos y a solidarizarte con la realidad ajena, tal vez ya no haya esperanza.

En las sesiones veo las miradas ofuscadas que pueblan de ojeras los rostros de mis clientes. Una ínitma sensación colectiva de tristeza esconde la resignada impotencia de quienes ni siquiera tienen ya el derecho a fingir que controlan su realidad diaria. Las personas dicen continuamente que necesitan salir a dar una vuelta para desconectar del canto al Infierno de Dante que entonan las noticias. Pero en realidad necesitan darse la vuelta a sí mismas, atreverse a cambiar y mejorar su vida. Aunque todo el mundo invite al conformismo en medio de la pandemia, mi experiencia opuesta cambiando la manera en la que me relaciono con el mundo, me hace intuir que quizás necesitemos salirnos del tiesto y que esta es una oportunidad clave para ello.

 

HABITAR LA NATURALEZA, GOBERNAR EL MUNDO

En el despliegue de su ontología trágica comparte el maestro Eugenio Trías más de 70 proposiciones esenciales que hablan bien de su filosofía del límite y de la práctica de la razón fronteriza. Como de costumbre sus reflexiones son tan extraordinarias que resultan actuales. Las dos primeras proposiciones dicen lo siguiente: “1. Naturaleza es el conjunto de todo lo que puede darse, 2. Mundo es el conjunto de todo lo que puede experimentarse“. Es decir, habitamos la naturaleza, gobernamos el mundo. Y si antes lo segundo lo hacíamos con más frecuencia que lo primero; en el contexto pandémico no hacemos ninguna de las dos cosas. No nos estamos permitiendo habitar la naturaleza de todo LO QUE PUEDE SER en nuestra realidad diaria, dado que nos estamos resignando a la esperanza de un mundo futuro o la desesperanza del mundo presente de LO QUE PUEDE EXPERIMENTARSE.

Siguiendo el hilo de este razonamiento, todo cuanto hemos vivido en las primeras décadas del siglo XXI y todo cuanto probablemente viviremos en las dos siguientes, parece un gran laboratorio donde se dirimen las dimensiones del nuevo mundo, es decir, el límite humano hasta donde nuevas perversiones pueden experimentarse. Así llegamos a la sexta y séptima proposición de la filosofía del límite de Trías: “6. Sujeto es el lugar de toda experiencia posible. En torno a él se constituye un mundo, 7. Hay tantos sujetos como mundos: modos de experiencia posible.” Es decir, una sola persona -incluso en medio de una global pandemia- puede ser varias personas diferentes. Lo que está ahora en juego es cuántos y de qué modo serán los mundos que somos. Y las decisiones se están tomando sin que en absoluto participemos. Es importante destacar esto. Si hasta ahora las decisiones de ARRIBA se tomaban ignorando las opiniones de ABAJO la mayor parte del tiempo, ahora las decisiones de ARRIBA se están tomando renunciando por completo a escuchar a los de ABAJO. Por descontando, dado que pocos lo practicamos, se están perdiendo el MEDIO y el CENTRO. Militar en la equidistancia, atributo fundamental del pensamiento filosófico y científico, se ha convertido en un insulto.

 

ABANDONAR LA ACTITUD DEFENSIVA O DOCTRINARIA

Derivado de todo lo anterior, extraigo lo siguiente: Solo podemos vivir si experimentamos la vida diaria desde la certeza de que ignoramos la vida y estamos aprendiendo a comprenderla. Solo podemos vivir si cada día acometemos la tarea de vivir desde la actitud pueril, humilde y racional de aceptar que no sabemos casi nada. El antropocentrismo se ha revelado ridículo como modelo de percepción del mundo durante la pandemia. Quien vive creyendo que sabe o creyéndose el centro, mata la naturaleza para imponer su propia experiencia. Experimenta una manera de vivir doctrinaria que le aleja de la gente o le aproxima a la ficción de una seguridad irreal. Quien vive sabiendo que ignora, halla porque vive buscando y no solo porque encuentra. Quien cree en sistemas que lo abarcan todo, gobierna sus ideas pero no las habita. Y solo vive quien se deja secuestrar por ellas, no quien las secuestra. Hay que transitar la naturaleza más allá del mundo, habitar el conjunto de lo que puede darse y no solo gobernar el conjunto de lo que uno experimenta. Gobernar es sobre todo ejercer el control ficticio de la vida, pero habitar es sobre todo despojarse, desnudar de aparente luz el miedo y conciliar la incertidumbre de las sombras. Quien habita las posibilidades de ser accede al misterio de la vida, pero quien se gobierna sin habitarse se defenestra.

Me duele” decimos cuando sentimos dolor físico o emocional. La frase completa sería “Esto me duele” donde “esto” cumple el rol abstracto de sujeto contra el que oponemos resistencia, mientras nosotros adoptamos el papel de predicado consciente como víctimas. Nos ayuda sentir que una cosa somos nosotros (lo sano) y otra nuestro dolor (lo enfermo). Aceptamos de forma puntual estar enfermos (realidad sucia y extractiva) en contraposición a una normalidad que es saludable (realidad limpia y generativa). Por ello decimos “el dolor me duele” y no decimos “nos dolemos nosotros“. El dolor no somos nosotros, es algo ajeno a la normalidad que nos visita. Por un lado existe la enfermedad y por otro lado nosotros. El dolor es un error, nosotros somos lo correcto. Nos exponemos cuando estamos sanos y nos replegamos cuando estamos enfermos. Creemos que si el dolor nos extraña, la vuelta a la normalidad nos significa. Por eso decimos “Estoy enfermo” y no “Soy enfermo“. Es una realidad binaria: o estamos enfermos o no lo estamos. No aceptamos términos medios ni matices.

Hasta la fecha el modelo de relaciones humano ha estado fundado en la necesaria invención lineal de continuos apartados y fronteras. Asignamos certidumbre y dotamos de concepto a la realidad natural porque nos resulta confusa e incierta. Establecemos esta útil dualidad entre nosotros y el dolor con el ánimo de definir, acotar y combatir al enemigo a batir. Una vez caracterizado y definido el enemigo es más efectiva la concentración de fuerzas. Sin un émulo concreto no hay posible batalla. A nivel neurológico nuestro ser necesita algo contra lo que continuar existiendo. Hemos llamado a todo esto instinto de supervivencia. La inestimable racionalidad de la ciencia médica se fundamenta en ayudarnos a evitar o paliar el dolor. Hasta aquí todo es aceptable y sensato. La lógica que acabo de exponer parece sólida y honesta.

El problema viene cuando más allá de la comprensión dualista y médica del dolor necesaria para el tratamiento clínico de una enfermedad concreta, entendemos también nuestra experiencia de vida como tensión continua entre dos trincheras. Por un lado está la enfermedad o el error que todas las personas consideran ajenos, y por otro la normalidad y el acierto que todas las personas consideran propios. He aquí donde se produce la brecha. Somos capaces de aceptar que padecemos más o menos dolor cuando somos conscientes de él, pero no somos capaces de aceptar que también a diario somos más o menos sanos y enfermos, correctos e incorrectos. Al no entenderme nunca a mí mismo como sujeto de enfermedad y error, mi relación con los otros se limita y obtura, y a la vez convierto mi dolor puntual en sufrimiento eterno.

Cuando entendemos la corrección propia como atributo exclusivo, nos abocamos a un alejamiento continuo entre naturalezas idénticas, esto es, entre personas. Nuestro instinto de supervivencia juega así también en nuestra contra. Desde que el dolor o el error llegan a nosostros, deseamos continuamente que se vayan, incluso negamos que se den o existan. Por eso nos cuesta pedir perdón y reconocer que estamos o somos enfermos. No entendemos que el dolor no opera de acuerdo a nuestra dualidad instrumental y arbitraria, sino que opera de acuerdo a la naturaleza, que es continua. La vida en su totalidad es a la vez dolor y gozo, normalidad y extrañeza, error y acierto. Mientras la naturaleza es una, nuestro mundo es dos o varios diferentes

El actual escenario distópico parece obligarnos a vivir esta ambivalencia en dimensiones masivas y estratosféricas. Nosotros somos a la vez sujetos de gozo y dolor, aunque tan solo queramos jugar a lo primero. Al enfrentarnos a una situación desconocida en la que no existen planes ni horizontes, solo inseguridad continua, la masiva falta de aceptación de este hecho nos sume en una profunda tristeza. El dolor nos duele ahora de forma universal. No solo nos dolemos ya nosotros, sino que además nos duele el mundo que nos agobia y rodea.

 

NO SOMOS SERES COMPLETOS Y EXPONENCIALES SINO SERES VIVOS INCONSTANTES

Somos una sociedad opulenta, acomodada y autocomplaciente” decía el maestro Murrow. El triunfo de la individualidad y el egoísmo que fomenta un modelo de relaciones economicista caduco, está alcanzando su máximo exponente durante la pandemia global. Las personas leen o hablan para armar su razón, no para modificarla. Los algoritmos digitales que mercantilizan la conducta humana fomentan la ignorancia sistémica y nos hacen sentir seguros en una intimidad pública sin filtros. Esto ocurre porque habíamos olvidado lo básico, esto es, QUE NO ESTAMOS HECHOS sino que NOS ESTAMOS HACIENDO; QUE NO PODEMOS CRECER ETERNAMENTE sino que NUESTRA NATURALEZA ES INCONSTANTE. La pandemia nos ha situado en un nuevo umbral histórico que ejerce de recordatorio. Parece decirnos “No sois lo que creíais que erais, tan solo sois seres biológicos”.

Nacemos como seres inconclusos pero crecemos creyéndonos sólidos y eternos. Pero la naturaleza nos indica lo contrario. Nada al nacer salvo la vida nos es dado, todo lo demás hay que lograrlo. En septiembre de 2019 descendí del tren en el que iba. “Yo me bajo aquí” me dije. Seguiré con mi vocación pero tomaré distancia para leer el mundo que se cree completo y escribir el nuevo mundo que se sabe ya inconcluso. Comencé así una investigación que trata de aportar claridad a un presente turbio en el que la generalidad del mundo se tambalea y el foco de las personas yerra o se dispersa. Seis meses después una pandemia global asoló el mundo y en medio de un apocalipsis zombie el eufemismo de una nueva normalidad prometida escondió el totalitarismo económico que llega. Cada página que leo y que escribo me desgarra por dentro. Siento que continuamos instalados en la ambivalencia, que relativizamos la gravedad de todo cuanto lleva décadas sucediendo.

 

EL MODELO ECONOMICISTA SE EVIDENCIA

Duele decir que el menor de los problemas al que se enfrenta la humanidad ante el nuevo milenio es una pandemia mundial que ha provocado millones de muertos. Muchos otros movimientos y decisiones sociales y económicas que se aceleran en la sombra eclipsan la gravedad y las consecuencias de una nueva periodicidad pandémica. Se está fraguando una nueva normalidad indecente de seres cuya centralidad moral es periférica. Mientras la sociedad se desposee de atributos a un ritmo acelerado en favor de una razón económica totalitaria (Wendy Brown dixit) los dos polos de la extinción se encuentran. De un lado las lógicas del neoliberalismo amoral responden a una genealogía de ideas económicas que envilecen. Insistimos en equivocarnos por completo en un sistema que no solo tiene buenos y malos momentos (eso sería aceptable y es parte de la vida) sino que nos resigna a ser cada vez peores. De otro lado encontramos el neoconservadurismo moralista que sermonea, fruto tardío de la sociedad disciplinaria (Deleuze dixit) que vigila y castiga (Foucault dixit). Sobre las cenizas de la sociedad entusiasta y destructiva que nos regalamos a finales del siglo XX, se teje hoy -sin que lo notemos- la nueva sociedad de la miseria. Un lugar en el que la enorme mayoría de personas rivalizarán entre sí para llegar a pobres.

La lucha de clases continúa y la estamos ganando los ricos” anunció socarronamente Warren Buffet. Pocos y muy atrevidos se atreven hoy a defender las bondades de la trickle down economy o economía de goteo, esa destructiva creencia que defendió que enriqueciendo cada vez más al que más tiene, todos aquellos a quienes desposee aumentarán su nivel y podrán atender mejor a sus necesidades e intereses. Esta falacia ya no se sostiene. Tras años de congelación salarial de los desposeidos en sus territorios e incremento bestial de los propietarios globales en el planeta, se fragua la nueva mendicidad productiva caracterizada por una reducción del mercado de trabajo a la caridad laboral de la minoría mundial de los que viven hacia la mayoría mundial de los que sobreviven.

Los apartamentos y los pisos se han llenado de nostalgia. La epidemia sentimental supera la pandemia biológica. Millones de personas se entregan a la emocionalidad de un mundo que deciden otros. Ya no gobernamos las sociedades, regulamos y modulamos nuestros miedos (Heinz Bude dixit). Queda lejos hoy la humanidad utópica que trataba de imaginar futuros mejores desde presentes buenos. Todo eso fue posible en los siglos XVIII y XIX cuando la transparencia cotidiana del mal nos incitó a soñar mundos mejores. Hoy dejamos también atrás la humanidad distópica que trajo el peor futuro posible al presente en plena resaca de un desquiciado siglo XX del que solo consiguió salir con vida una entre tantas supremacías totalitarias. Nos hallamos hoy en esa humanidad retrotópica del maestro Zygmunt Bauman que consiste en dar por imposible un mejor futuro y comenzar a echar de menos el presente. Leemos libros y hablamos de pasados mejores aunque en realidad nunca lo fueron. Construimos teorías y modelos que reescriben el pasado para dar sentido a un inestable y roto presente. En una suerte de malabarismo histórico inventamos nuevas explicaciones del pasado, nuevas lecturas de los hechos que nos ayudan a aceptar la completa incertidumbre del presente.

 

EL OPTIMISMO SISTÉMICO SE ESCONDE

Pasamos a velocidad supersónica de la postergación indefinida de la tarea que nunca acaba (esperanza en el futuro) a la nostalgia constante de lo que creíamos tener y no teníamos (esperanza en el pasado). Entre medias está el camino explotado por el economicismo vacío de la financiarización total, el voluntarismo hueco del pensamiento positivo y el amoral emprendimiento de quienes arrojan más madera al horno del infierno (entusiasmo por el presente). Ese entusiasmo que ya nadie pide por vergüenza desde Bruselas o Washington pero cuya terca insistencia en un sistema económico obsoleto continúa causando estragos que sientan las bases de la llegada del peor milenio.

Difícil comprender el entusiasmo con el que los grandes fondos de inversión abrazan su mejor año de la historia (mientras los pequeños inversores desaparecen) en un contexto en el que por necesidades sanitarias nuestros familiares mueren sin derecho a vivir el propio cierre o la despedida oficial de una vida de sacrificio y esfuerzo. Difícil ver ahora todos esos discursos de intelectuales que escribieron nutridos libros y dictaron poderosas conferencias defendiendo que este era el mejor momento de la historia. Todos esos profetas de repente ahora desaparecen, ya no sacan tanto pecho y abren nuevos mercados de ideas comerciando con nuevas conferencias. Dificil entender que EEUU haya lanzado al mercado global más dólares en 2020 que en toda su historia cuando sobre la sangre derramada del tejido empresarial pequeño y mediano se teje una tupida alfombra roja para recibir a los nuevos monopolios sectoriales. Difícil escuchar a un solo político del mundo en defensa de un nacionalismo más (otro a la lista) y darle hoy algún tipo de crédito en un mundo que siempre fue interdependiente a nivel biológico, social y económico, pero cuya verdad sistémica solo ahora padecemos pasajeramente.

 

NUNCA OLVIDES LO QUE ESTÁS PASANDO AHORA

Todas esas estupideces volverán aunque se pospongan si no lo remediamos. De nosotros depende recordar todo esto, todo lo que nos está doliendo ahora, memorizar hoy el mundo tal y como nos está doliendo a diario. Para que nadie nos venda de nuevo falsas promesas, para que nadie mercadee con nuestra dignidad y para que respire aún con libertad nuestra conciencia. Si cometemos la imbecilidad de olvidar todo esto para volver a abrazar la misma mierda, la misma tensión constante y la misma pérdida de atributos y realidades sociales para redundar en la individualidad aislada del que quiere y convence en lugar de apostar por la colectividad solidaria de quienes aman y respetan… entonces todo cuanto nos pase será poco.

Sería cómodo y justo pensar que lo que mi especie es ahora, nada tiene que ver conmigo. Pero también sería irresponsable. Me niego a abandonar mi vocación de mejorarla. Confieso que me agota su ritmo, que a diario no soporto dosis tan altas de dispersión y estupidez colectiva, pero me encomendé hace tiempo la difícil tarea de convertir las genealogías de ruido que me rodean en una sola voz nítida, inclusiva y diligente. Escribo y leo durante días y noches enteros. De momento, me digo, parece que lo estoy logrando. Y sonrío. De fondo suena Leiva cantado en acústico por Gonzalo Alhambra:

Tú sabes que te va a alcanzar y que a veces lo mereces. Nunca es para tanto. Lo harías otros 20 años más. Ya se ha dormido la ciudad y quedamos los de siempre. Solo un sobresalto me recuerda que soy de verdad. Es algo de mi propio cuerpo, hablo de una forma extraña. Odio al tipo del espejo unas 7 días por semana. Casi ya no veo el puerto, solo hay una cosa clara: Fuimos demasiado lejos y ninguno se cubrió la espalda. Hazlo como si ya no te jugaras nada, como si fueras a morir mañana aunque lo veas demasiado lejos. Hazlo como si no supieras que se acaba, como si fueras a morir mañana. Hoy nadie te va a perdonar, ni los tuyos, ni los haters. Hueles el impacto. Bienvenidos a la era digital. El juego acaba de arrancar, ya lo saben los de siempre. Algo huele a rancio, te aseguro que nos va a explotar.

Good night and good luck

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