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Háblame para que te conozca | Séneca

 

Con motivo del artículo número 500 de este blog, hoy quiero hablar de un instrumento certero y noble. Hoy quiero hablar de lo que ha supuesto en mi vida la palabra. Te comparto esta parte de mí como agradecimiento a tu fidelidad constante. Y quiero ser en esto lo más científico posible. Hablar de números y datos contrastables. Porque aunque en otros foros y artículos ya la he defendido (Guía breve de comunicación efectiva se lleva la palma) jamás le he dedicado la importancia que merece en mi vida y tampoco he sido transparente.

Desde hace dos años la palabra que más repito es GRACIAS. Tengo mucho que agradecer. Soy un hombre afortunado. Tengo una vida sencilla, de sacrificio y de trabajo que me da no más o menos disgustos que cualquier otra vida de cualquier otra persona. Mido mis gastos si son de dinero y suelo mantener mis inversiones si se trata de personas. Hay personas a las que he querido que me han querido y también personas a las que he querido que no lo han hecho.

Hasta aquí el lector o lectora podría ver en la mía una vida corriente de una persona más sobre el planeta. Y sin embargo yo soy alguien especial. Y lo soy por la palabra. Con ella he conquistado lo mejor de mi vida y por ella vivo mi momento dulce.

Estas son algunas estridencias que demuestran mi procedencia extraterrestre: Se tocar a las personas; se volar sin moverme de la tierra; puedo mirarme a los ojos y puedo mirarte a los ojos; elijo ser persona; soy un ser tranquilo; me gusta el compromiso; vivo casi siempre cerca; y viajo dentro. Pero si me preguntaras cuál de todas estas cosas me hace ser alguien diferente, yo te diría que ninguna comparable a mi amor por la palabra.

Hoy quiero tan solo hablarte de mi apuesta por la palabra y decirte, lector/a GRACIAS tras 500 artículos hablando de equipos, desarrollo personal y profesional y de personas. Lo más especial que hoy puedo hacer para tí es compartirme, abrirte lo que llevo siendo en función de esto que nos mantiene a tí y a mí en contacto: la palabra.

 

ANATOMÍA DE MI PALABRA

Muchas palabras no implican mucha sabiduría | Tales de Mileto

 

Puedo hablar de ella porque la practico y la cumplo. Porque he dejado pocas veces de hacerlo desde que tengo uso de razón. De crearla, de cuidarla, de apostar por ella. Por la mía y también por la de otros.

Durante mis primeros años (a eso de los 9, 10 u 11 años) escribía mucho. La mayor parte de todo lo que he escrito está quemado, roto o en posesión de otros. No me interesa tanto conservar lo que digo como poder decirlo. Es mi amor por el acto de creación de la palabra como elemento vivo y transformador lo que me ha hecho un auténtico artesano; el resto no me ha importado mucho.

Mucho antes de que nos poseyera el tiempo real, yo vivía en el tiempo propio. Antes de inventarse whataspp, yo había escrito decenas de cartas y cientos de poemas a las chicas que yo amé durante años. Como es lógico, no conservo copia de ninguna. Tampoco hay copia de la mayoría de proclamas o ensayos resumen que escribía tras leer los libros nucleares de la cultura occidental. Soy -he de decirlo- un analfabeto en materia de novelas y en general un completo zote en la literatura universal acostumbrada. Me gusta leer cosas extrañas, únicas y con frecuencia escapo de la masa para poder hacer mi pan. Además mi conocimiento en lo referente a ciencia ficción se limita al séptimo arte, cuya cultura adoro con pasión. Si en los últimos 2 años he visualizado unas 500 películas (por mis registros en filmaffinity y un cálculo real de promedio visionado), calculo que habré visto en toda mi vida no menos de 4.000 largometrajes.

En 1999 concluí mi primera obra con 208.544 palabras. Recuerdo que estaba exhausto y no logré superarla hasta pasados algunos años. Me afectó mucho y soñaba con ella a todas horas con obsesión desmedida e inhumana. Trabajé por la noche sin apenas dormir durante 7 años. Esperaba a que la ciudad se callase por completo y entonces yo empezaba a hablar. No fue más que un acto horrible de erudición intimista y completa introversión junto a innumerables citas de los libros que leía por aquel entonces, mayoritariamente libros de cultura antigua y ciencia alternados con religión, historia, poesía y teatro. Pretendía demostrar de algún modo que no hemos cambiado nada en 4000 años de historia escrita. Hoy en día, de algún modo aún lo pienso.

Hoy, verano de 2014, lees el artículo número 500 que comparto con vosotros a través de la iniciativa. Esto equivale a decir que cada uno de los días de 1/3 de mis últimos 4 años he compartido al menos un artículo en la red de forma sistemática. Lo cual equivale a decir que he dedicado algo más de 1500 horas a contribuir con mi pequeña aportación a inspiración el cambio y la mejora de muchas personas. O al menos, eso me habéis dicho 🙂 Siendo este un foro muy humilde, si yo muriera hoy ya habría escrito y compartido públicamente más de 780.000 palabras sobre vida, desarrollo profesional, humanismo y en general habilidades transversales (liderazgo, gestión, comunicación, equipos,…) que en total y objetivamente habrían sido leídas 120.000 veces en más de 24 países.

Desde mayo de 2010, año en que apostaté de facebook y me bauticé en twitter, he compartido públicamente 16.800 mensajes de los cuales me parece justo considerar que la mitad eran cosas de otros. El resto creo que sería justo decir que tienen que ver con pensamientos o sentimientos propios, en total unas 193.200 palabras que se me ocurrían en el autobús, entre reuniones o -en la menor parte de ocasiones- tras hacer el amor durante mucho rato.

El resto de obra escrita pertenece a servilletas perdidas, estudios propios (hubo un tiempo en que encuadernaba tonterías), trabajos universitarios (durante más de 10 años) que pueden sumar (tomando como referencia los 10 últimos estudios y trabajos) otras 200.000 palabras.

Añado las últimas palabras correspondientes a apuntes del proyecto que tengo entre manos, un nuevo libro. Los apuntes rondan las 30.000 palabras.

Yo calculo por todo esto que habré escrito en mi vida algo más de 1.300.000 de palabras aproximadamente. De todas ellas, calculo honestamente que de tremenda calidad no más de 80.000, de considerable calidad unas 300.000; del montón unas 200.000; por lo que la lectura del resto de palabras del total, algo menos de 500.000, podría ser quizás el mecanismo de tortura más efectivo para delincuentes.

Lo asombroso es que, lo creas o no, realmente escribo muy poco. Considero que no me pongo a escribir ni el 10% de todas las cosas que me rondan la cabeza. No suelo llevar papel ni bolígrafos y pierdo las notas que apunte incluso en el teléfono. Ese 10% se queda en un 5% casi seguro por el siguiente hecho: Soy muy autoexigente con lo que escribo, una práctica que llevo a rajatabla y que no es recomendada por ningún club de escritura a efectos de perfeccionar haciendo. Quiero esto decir que no suelo tomarme la molestia de coger un bolígrafo si creo que lo que voy a decir no es revelador. Además he de tener en cuenta para el cálculo que no me siento nada bien si escribo de algo que no soy o que no hago, de modo que las cosas que escribo me ocurren.

Si yo escribo por ejemplo “Toda empresa es lo que pasa luego en ti después de haber estado un día entero dentro. El resto es humo” quiere decir que vivo de acuerdo a esto y sino, no lo escribo.

De modo que calculo que unos 20.000.000 de palabras me han rondado la cabeza y solo han llegado 1.300.000 a ser reales de forma escrita.

De la palabra hablada ni hablo. He sido capaz de decir tantas tonterías y de una forma tan segura que prefiero pensar que lo único salvable es lo que he escrito. A efectos de recuento, sin dar cantidades tan exactas, he hablado mucho y largo con muchas personas de todo tipo sobre temas triviales casi siempre y a veces sobre cosas verdaderamente importantes. Añado una apreciación subjetiva y es que en estas últimas es donde realmente me salgo, en las otras tan solo hago gracia. Mi verdadera vocación por el acompañamiento a personas nace de miles de horas dedicadas a hablar con personas acerca de sus inquietudes y preocupaciones. Todo facilitador ha sido confidente.

Por último, también a nivel cuantitativo, tan solo recuerdo 9 ocasiones reseñables en mi vida en las que no haya apostado por la palabra:

  • La primera de ellas fue una huelga de silencio que duró alrededor de 4 años en los que solo decía lo justo para poder sobrevivir. Fue una etapa complicada en la que mi manera de protestar por lo que vivía era no participar aportando lo más valioso de todo cuanto soy: lo que digo. Esta huelga valdría por muchas veces, en verdad, porque fue algo agotador.
  • La segunda vez en la que no he apostado por la palabra fue cuando durante algo más de media hora nos pegamos mi amigo Ángel y yo junto al parque. Acabamos amoratados y fuimos extremadamente violentos. Tendría sentido para mi memoria que fuese por una chica, pero en verdad ni lo recuerdo. Por la tarde estábamos jugando.
  • La tercera vez fue en el patio del colegio, donde otro chico y yo nos pegamos, yo en defensa de una chica que ni siquiera me gustaba.
  • La cuarta, quinta, sexta y séptima vez pertenecen a exparejas con las que después de mucho lidiar, perdí la paciencia y preferí sencillamente cambiar de habitación. En el último de los casos -solo me ha ocurrido una vez en mi vida- me levanté de la cafetería y me largué ante la imposibilidad de mantener un diálogo que evitara hacernos daño.
  • La octava vez fue con mi abuela, la antepenúltima vez que la ví justo antes de que muriera. Se puso cabezona y me enfurecí ante mi pareja. Perdí por completo los papeles y recuerdo que elevé la voz asustando incluso a los vecinos.
  • Mi noveno recuerdo de infidelidad a la palabra pertenece a cualquiera de las peleas a guantazo limpio que mantuve durante mis años de preadolescencia con mi hermano, al que de forma muy cariñosa le llegué a intentar tirar el televisor de la sala de estar a la cabeza. En aquella época no había pantalla plana. Estas peleas a muerte entre hermanos, las importantes y encolerizadas que son las que más molan, no llegarán a más de 10. Por otro lado, creo que el hecho de que yo haya sido siempre algo más débil, enclenque y pequeño que mi hermano y me haya visto obligado a idear otras argucias más allá de la fuerza, tiene mucho que ver con mi afecto por el poder de la palabra. Verse en la necesidad, ayuda.

 

CONOCE LA HISTORIA DE TU PALABRA

Para mí ha sido interesante recorrer y cuantificar la importancia que para mí tiene la palabra en ese artículo. Quiero invitarte, para concluir este regalo, a que hagas lo mismo. Trata de pensar en la cantidad de palabras que has escrito o compartido durante toda tu vida. Haz el esfuerzo de visualizar aquellos momentos en que no pudiste mantener tu fidelidad a mi niña bonita, la palabra. Y renueva tu compromiso con ella comprometiéndote a aumentar su lectura, escritura o conversación diaria.

Para concluir, amigo o amiga, se pocas cosas de mí salvo que el poder de mi palabra no está solo en lo que digo sino en que también lo hago.

GRACIAS por seguir ahí. A tí, lector, que eres fiel cuando serlo es revolucionario.

 

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