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Nunca el sabio es jefe de facciones

Panchatantra, siglo III a.C.

The fox went out on a chilly night,
he prayed to the Moon to give him light,
for he’d many a mile to go that night
before he reached the town-o, town-o, town-o,
he had many a mile to go that night
before he reached the town-o.

The fox, canción popular inglesa (siglo XV) cantada por Laura Veirsen Hello I must be going (Louiso, 2012)

IMG_20140209_214349El siguiente artículo está escrito con el fin de provocar un progresivo colapso en tu forma de abordar la vida. No trato tanto de tu vida sino de tí, lector, porque hoy quizás te atrevas a vivirla.

Siempre me ha ocupado el hecho de trabajar para alcanzar lo que yo llamo equipos de alta madurez, equipos conscientes que saben mantenerse equivocados para interiorizar el pálpito del cambio, detectar sus necesidades reales para abordar procesos de transición efectivos de acuerdo al modelo de cambio que decidan. Hoy me apetece satisfacer las ansias de siglas de algunos agentes de cambio y hablaré de cómo configurar lo que llamo equipos CREAtivos (dotados de consciencia, rebeldía, autenticidad y emoción). Son equipos creativos no porque estén dotados de una maravillosa habilidad de pensamiento lateral o un comportamiento innato sino porque en definitiva se habilitan a crear a partir de cuatro ejes de crecimiento:

 

[EMOCIÓN] MEMORIA DE COSAS Y MEMORIA DE PERSONAS

Uno de mis grandes defectos es sin duda la memoria de las cosas, algo que desespera a aquellos que realmente me conocen. El despiste continuo por las fechas, los nombres, los libros, las películas, las calles y la falta de cuidado por mis pertenencias me han causado no pocos disgustos. Olvido la mayor parte de los libros que leo, las miles de películas que veo, la mayor parte de lo que hago e incluso olvido la practica totalidad de lo que digo. Durante años escribir o tomar notas en cualquier momento y lugar ha sido para mí la única forma fiable de recordar lo que se me pasa por la cabeza. De tal forma que no escribo por cultivar la escritura sino como un mero ejercicio memorístico. Las palabras para mí son clases espectrales que sumadas a un ritmo concreto dignifican el acto de vivir. Quizás nunca he dejado de escribir o hablar porque siempre me ha gustado hacerlo y puede que siempre me haya gustado hacerlo porque nunca me tomé todos estos ejercicios demasiado en serio.

Por contraposición a estos inabarcables defectos, poseo dos virtudes de las que empecé a ser consciente hace no mucho.

Mi primera virtud es sin duda la memoria de las personas, algo que suele sorprender a muchos, y que forma parte de mi ritual de dignificación humana. Soy capaz de recordar las actos más mínimos y pequeños que hacen otras personas porque me he autoeducado en valorarlos. Cada diminuto gesto o detalle es para mí un acto de sentido. De modo que si alguien realiza algo que tiene que ver conmigo o lo hace simplemente cuando yo estoy cerca, puedo recogerlo. No se trata de que simplemente ocurre, se trata de que yo lo veo. Esto genera además una particularidad maravillosa y es que la acumulación continua de cada uno de estos actos en mi bolsa de memoria, creo -y puedo demostrar- que favorece el desarrollo cada día en mí de una inteligencia creadora. En otras palabras, siento que todos estos gestos y detalles personales de otras personas son genuinamente únicos y verlos, me construye y alimenta mi energía. De modo que cuando trabajo con personas -y sobre todo conmigo mismo- lo único que hago es dejar fluir esta energía para que revierta en diferentes formas a los otros. Ejerciendo como coach he interiorizado la poderosa utilidad de ser espejo, pero convirtiéndome en una ventana panorámica para otros de la vida que yo veo, he desarrollado mi potencial a un nivel extraordinario.

Mi segunda virtud es la memoria emocional. En un mundo donde cada aporte de vida parece ser una suma o una resta, gracias a esta facultad algunas veces multiplico. Podría resumir esta virtud en apenas dos frases. Mi cerebro -lo que llamo “mi razón”- por más de treinta años sometido a frecuentes devaneos y agitaciones, suele caer muchas veces agotado y perderse en sí mismo a menudo. Mi corazón -lo que llamo “mi emoción”- permanece siempre vivo y orientado. No son la intermitencia fugaz o la breve brillantez ocasional de mi cerebro lo que me hace grande, sino la constancia incombustible de mi alma. Ponerla en todo lo que hago me garantiza la paz que necesito. Y esto no es un consuelo al que acudir sino el suelo sobre el que caminar.

Lo explico rápido: Hace poco mi madre me pidió que revisara un trabajo de filosofía que está realizando para la universidad y al llegar a un párrafo sobre emociones y sentimientos he creído útil compartir algunas de las lecciones que he aprendido en la línea de la psicología humanista:

Las emociones primarias son parte de nuestra intuición, elementos biológicos de subsistencia e interacción inmediata con el mundo. Las emociones secundarias, que algunos llaman sentimientos, son el procesamiento derivado de nuestra evolución que nos permite comunicarnos con el mundo y crear y comprender la realidad. La conciencia de nuestros sentimientos es lo que nos diferencia en esencia de cualquier otra especie de la Tierra. La trampa suele estar en el lenguaje y -como proclaman los contructivistas- el lenguaje es capaz de determinar y reescribir la realidad que interpreta. Por tanto la cadena…

experimentar emociones >>> generar sentimientos >>> ser consciente del proceso,

es una cadena básica para cualquier tipo de cambio humano.

 

[AUTENTICIDAD] ACEPTACIÓN DE LO QUE SOY

Para compartir, lector, contigo lo que ahora soy necesito que escuches detenidamente tu voz interior como si fuera la mía propia mientras lees estas líneas:

Hace ahora doce años, entre otras cosas menos revolucionarias, yo disfrutaba de mi vida estudiando literatura española medieval. Gastaba el poco dinero que tenía en adquirir libros de cosas que habían ocurrido hace mucho tiempo pero que yo sentía que seguían ocurriendo. Gracias a mi profesor, un auténtico guerrero de la lírica, accedí a la edición de Blecua de un libro castellano del siglo XIII titulado Calila e Dimna. Lo devoré y con él la genealogía de libros hermanos de aquel año. Por aquel entonces yo había escrito ya un libro intentando explicar que nada cambia salvo el curso de las cosas. No fue una gran obra maestra sino la luz de mi fuego cuando todo era valle.

Algunos años más tarde trabajé para la Biblioteca Nacional trabando amistad con algunas de las mujeres que custodiaban el fondo bibliográfico más rico del país. Yo estaba allí como los planetas alejados mandan a sus aliens a la Tierra, en una fase continua de despliegue y reporte. Mi tarea consistía en supervisar y facilitar en el cliente la implantación de una aplicación que entre otras cosas permitía la edición de contenidos en red. La mayor parte de las veces tenía que recorrer aquel histórico edificio forrado de madera divulgando las bondades del sistema y ocupado en la farragosa gestión del cambio.

Una tarde de verano en la que apenas corría brisa, descolgué el teléfono y respondí mi tradicional “Hola, buenas tardes”. Al otro lado de la línea, una responsable de servicio me dijo “Baja, tengo un regalo para tí”. Aquella mujer con grandes dosis de buen rollo me regaló una edición limitada del Amadís de Gaula que habían editado en conmemoración del aniversario. Cuando le dije que yo realmente adoraba los libros de caballería desde pequeño, me dijo que aquello no había terminado. De modo que me cogió de la mano y aquella tarde asfixiante accedí a una de las salas restringidas de restauración cartográfica y de códices con la condición -al instante incumplida- de no tocar nada. Entre mis manos tuve el libro de astrología que Carlos V solía consultar en su alcoba para visualizar el viejo toldo estrellado que cubría cada noche su vasto territorio de gobierno.

No sabría explicar lo que alguien como yo siente cuando toca un trozo de la Historia pero tal vez sea algo parecido a lo que años después la que entonces era mi pareja, una joven violonchelista profesional, me explicó que sentía al tocar una vieja suite de Bach. En aquel libro vi varias ilustraciones miniadas de una factura extraordinaria rematadas por pan de oro y un azur magnífico. Entre ellas, vi varias figuras de animales y recordé el Calila e Dimna. Pensé que el emperador había conocido en su juventud estas historias a través de alguno de esos libros renacentistas de educación de príncipes y que probablemente luego  ilustraron alguna de las constelaciones que visitaba cada noche en su libro antes de dormir. Al imaginar con total nitidez lo que sentía el monarca, de algún modo yo me convertí en él y empecé a comprender su historia. Aquella noche hice el amor con mi pareja sintiendo realmente que aquel año en el que estudié literatura española medieval me había hecho entender que yo era el rey del mundo.

Esta que acabas de leer, lector, es una historia sencilla repleta de memoria de emociones. Sin esta memoria de lo que exactamente sentí y pasó por mi cuerpo cuando ocurrían todos estos hechos, probablemente no recordaría nada.

Probablemente, lector, esta secuencia completa de palabras haya adquirido sentido en tu cerebro mientras leías cada línea y cada punto, pero no era tan importante lo que yo decía sino cómo lo decía. De todo ese lógico discurso, nada es tan importante como cuidar la sencillez de su mensaje y que yo intente expresar simplemente no lo que siento sino cómo.

La autenticidad no es una conquista sino un hábito de lo que las literaturas religiosa, épica, romántica, existencialista y postmoderna llaman “el hombre rebelde

 

[REBELDÍA] EL HOMBRE REBELDE

IMG_20140209_121713De pequeño, entre otras cosas, quería ser presidente del gobierno. Hace poco asumí que nadie como yo debía serlo.

Un doctor argentino amigo mío con periodicidad incansable suele compartir una idea que escribí hace ahora mucho en una de mis tesis: “No me cabe ninguna duda: la conversación es la mayor y más tangible forma de rebeldía humana”. Fruto de esta reflexión reconozco que la mayor parte del tiempo que dedico a construir equipos está basada en dos pilares muy básico que considero especialmente debilitados en todo tipo de entornos pero que creo prioritarios antes de abordar cualquier enfoque. Se trata del fomento del diálogo y del sentido común entre las personas. No insistiré más sobre algo acerca de lo que tal vez ya haya escrito mucho. Lo realmente importante dentro del proceso de rebeldía es la inspiradora similitud entre los actos y los hechos.

Estimado lector, cada vez que te atreves a retar al mundo, lo cambias. Cada vez que te retas a tí mismo, lo creas. No hay mayor secreto en las lecturas rebeldes que son la manta caliente de mi cuerpo. No es tener una finca lo que hizo conocido a Don Quijote, sino salir de ella. Tardé en comprender algo. Los mayores aplausos y odas no se emiten y escriben para aquellos que permanecen expectantes escribiendo a otros, sino para aquellos que se activan escribiéndose a sí mismos. Si lees esto y estás en Occidente, todo lo que eres probablemente tiene que ver con Sócrates, Don Quijote o Jesucristo. Ninguno de ellos escribió una sola línea y hay quien dice que probablemente no existieron. Lo que yo no dudo es que sin duda se escribieron a sí mismos. La Historia de la Humanidad no es un club al que te inscriben, sino un libro continuo que tu eliges escribir.

 

[CONCIENCIA] EL CHA NO YU y EL HAIKU 

Quizás dos de las más altas cuotas de civilización que ha alcanzado la cultura oriental sean el cha-no-yu y el haiku. Quiero escribir sobre estas prácticas para que el lector, a medida que vaya conociendo sus detalles, pueda establecer por sí mismo paralelismos en su propia vida y en la vida de su equipo:

En el libro fundacional de la iniciativa, el inspirador Alicia en el País de las Maravillas (Carroll, 1865), el sombrerero y la liebre comparten con Alicia la ceremonia inglesa del té que guarda no pocas similitudes con la ceremonia japonesa del té verde.En este camino del té o chadō entran en juego algunos elementos significativos de la cultura y la cosmología zen presentes en el resto de DOs o caminos zen, entre ellos el kodō (o camino de la esencia en su manipulación del incienso), el bushidō (o camino del guerrero), el kadō (o ikebana en su manifestación del arte floral), el kendō (o camino de la espada), el shodō (o camino de la escritura) y un gran sinfín de caminos para practicar el zen o el tao reflejados también en el origami (o decoración con papel) y el karesansui (o jardinería zen) como dos de las más conocidas manifestaciones en occidente.

Lo que hace que la ceremonia del té sea un cuerpo de sabiduría es su ética y su estética, fundamentales porque aportan sentido y hacen de la práctica algo dignificante de acuerdo a varios factores:

  • especialización (senmonsei): cuando la práctica se especializa sofistica el acto y convierte al hecho de tomar té en una destreza que implica diferentes componentes ambientales, una conducta concreta y un clima de desarrollo adecuado.
  • transmisividad (keishōsei): cuando la práctica implica conocimiento se hace necesario transmitirlo y este hecho confiere importancia al propio acto más allá del hecho de saciar la propia sed. Se trata de articular un entorno consciente en el que el acto de tomar té nos reconcilie de algún modo.
  • normatividad (kihansei):cuando la práctica comporta reglas, se ha establecido un código que implica la aceptación común de un marco de entendimiento en el que todos podemos desarrollar nuestras capacidades de acuerdo a una conducta ética de convivencia.
  • universalidad (kihensei):cuando la práctica comporta que cualquier persona en cualquier lugar puede practicarla, estamos habilitando la difusión natural y autorregulada de esa práctica. Afirmamos también que sus beneficios son universales y el acceso a ellos es abierto.
  • autoridad (ken’isei):por último cuando la práctica implica conocimiento, destreza, cumplimiento de un código, posibilidad de transmisión y capacidad de adopción universal, se hace necesaría la maestría. Es decir, la constatación de una experiencia en ese camino útil para su práctica.

Por otro lado existen tres prácticas correspondientes al shodō o camino de la escritura que son especialmente útiles para que el lector también establezca paralelismos de crecimiento personal y/o profesional. Hablo del arte zenga y haiga concretado habitualmente en la caligrafía de tinta negra sobre papel blanco, y también hablo de los haikus o poemas breves derivados de aquella práctica.

En todos ellos existen los llamados cuatro temples de ánimo. Los temples de ánimo en poesía son los estados de ánimo que se perciben en el poema a través de lo que el autor expresa. En la poesía occidental los temples de ánimo se corresponden al gran catálogo de emociones secundarias o sentimientos (alegría, tristeza, perdón, esperanza, pasión, odio, amor,…) Sin embargo en haiga y en los haikus pueden reducirse a cuatro siguiendo en cierto modo la estela del camino a la iluminación o satori:

  • SABI: soledad, desapego, quietud.
  • WABI: reconocimiento de esencia sin ambición
  • AWARE: resonancia, eco de lo pasado y amado, paso del dolor al vacío
  • YUGEN: acceso al misterio

Es importante notar como los cuatro temples pueden entenderse como progresivos aunque también pueden darse indistintamente en diferentes etapas del día o de la vida. Nadie está exento de ninguno ni puede superar cada uno por completo. Es inmediato el paralelismo con la metáfora de la agricultura en el cristianismo (siembra, añoranza, sacrificio y fruto) y las estaciones en las culturas mesopotámicas y norteafricanas (primavera, verano otoño e invierno líricos)

 

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Un equipo CREAtivo es un equipo con:

CONSCIENCIA: Lo que nos enseñan algunas prácticas como el cha no yu y el haiku es que este camino requiere de elementos sustentantes, a saber, la ética y la estética. Además durante el camino existirán diferentes estados de ánimo o temples que no es recomendable evitar porque son parte del proceso pero de los que es muy útil ser consciente para el bienestar común y personal.

REBELDÍA: En el camino del aprendizaje y de la comprensión del cambio el propio camino es el descubrimiento e interiorizar esto implica un alto grado de rebeldía necesaria.

EMOCIÓN: De cara a nuestra vida en los equipos me resulta especialmente útil tener en cuenta el componente de ecología emocional y los diferentes tipos de memoria presentes en el colectivo. Cada miembro es un hacedor de cambio y determina ese cambio de acuerdo a estos elementos. Personalmente no ocupar mucho tiempo en definirme, me ha ayudado siempre a que otros no sean capaces de definirme por completo. Y esto, no hay duda, es una gran noticia 🙂

AUTENTICIDAD: Como decía hace poco en las 5 transiciones para el cambio, la aceptación de lo que soy/somos es la primera y fundamental fase para el cambio.

 

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