por David Criado | Nov 11, 2014 | DESARROLLO PERSONAL
«El problema del mundo es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas«
Bertrand Russell
El presente artículo condensa la reflexión más brillante que jamás he leído sobre la utilidad, poder y presencia constante de la estupidez humana.
Es una traducción literal a modo de compendio de tres artículos. A saber, El poder de la estupidez, aparecido en junio de 1996 en la revista Entropy Gradient Reversals; El poder de la estupidez (Segunda parte) aparecido en la misma revista pero en septiembre de 1997; y La estupidez del poder aparecido mucho después en abril de 2002. Todos estos artículos fueron escritos por el escritor y publicista Giancarlo Livraghi, recientemente fallecido. Sirva pues este artículo como homenaje a su reflexión.

La difusión de este artículo en el blog tiene dos objetivos:
- Que el lector o lectora lo lea como cura de humildad y aceptación práctica de su propia estupidez
- Que el lector o lectora sea capaz de comprender cómo actúa la estupidez humana y cuales son sus comportamientos asociados a nivel personal y de sistemas.
En adelante, el texto es por completo autoría de Livraghi. Recuerdo el lector o lectora que el artículo no se corresponde al texto completo (mucho más extenso) sino a un compendio de todas las genialidades que yo destaco.
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Siempre me ha fascinado la Estupidez.
La mía, por supuesto; y eso es una causa suficientemente grande de ansiedad.
Pero las cosas se vuelven mucho peores cuando uno tiene la oportunidad de encontrar como la gente grande toma decisiones grandes.
Generalmente tendemos a culpar a la perversidad intencional, a la malicia astuta, la megalomanía, etc. de las malas decisiones. Están allí, por supuesto; pero cualquier estudio cuidadoso de la historia, o de los eventos actuales, lleva a la invariable conclusión que la fuente más grande de los terribles errores es la pura estupidez. Cuando se combina con otros factores (como sucede a menudo) los resultados pueden ser devastadores.
Uno de los muchos ejemplos de estupidez es que la intriga y el poder de la manipulación bélica se llaman «maquiavélicos». Obviamente nadie ha leído los libros de Maquiavelo, y eso no es lo que el viejo Niccolò quiso dar a entender.
Otra cosa que me sorprende (¿o no?) es el escaso material dedicado al estudio de un tema tan importante. Existen departamentos universitarios para analizar las complejidades matemáticas de los movimientos de las hormigas del Amazonas, o la historia medieval de la isla de Perima; pero nunca he sabido de una Fundación o Consejo Consultivo que apoye los estudios de la Estupidología.
He encontrado muy pocos libros buenos sobre el tema. Uno que leí cuando era adolescente, y que nunca olvidé, se llama Una Breve Introducción a la Historia de la Estupidez Humana de Walter B. Pitkin de la Universidad de Columbia, publicado en 1934. Lo encontré por accidente hace muchos años cuando estaba viendo los anaqueles de libros de mi mamá; y muy a mi delicia, cuando fuí a su casa ayer y lo busqué, todavía estaba allí. Así de antiguo como es, todavía es un muy buen libro. Algunas de las observaciones del Profesor Pitkin aparecen extraordinariamente correctas sesenta años después.
Pero… ¿porqué llamaría el autor «una breve introducción» a un libro de 300 páginas? Al final del libro, dice: Epílogo: ahora estamos listos para empezar a estudiar la Historia de la Estupidez. Nada sigue.
El Profesor Pitkin fué un hombre muy sensato. Sabía que toda una vida era muy poco tiempo para cubrir aún un fragmento de tan vasto tema. Así que publicó la Introducción, y eso fué todo.
Pitkin estaba muy consciente de la carencia de trabajos previos en el campo. El tenía a su disposición un equipo de investigadores a quienes puso a realizar pesquisas en los archivos de la Biblioteca Central de Nueva York. Nada encontraron. Según Pitkin, había solamente dos libros sobre la materia: Aus der Geschite der menschlichen Dummheit de Max Kemmerich, y Über Dummheit de Lewenfeld. Desafortunadamente no entiendo alemán, aunque «Dummheit» me parece suficientemente claro; y creo que Kemmerich y Lewenfeld debieron de haber tenido una abundancia especial de material para sus estudios, considerando lo que sucedió en Alemania en 1933 y en los años siguientes.
En la opinión de Pitkin, cuatro de cada cinco personas son lo suficientemente estúpidos para ser llamados «estúpidos». Eso equivaldría a quinientos millones de gentes cuando escribió el libro; ahora son más de cuatro mil millones. Esto por si mismo es bastante estúpido.
El observó que uno de los problemas de la Estupidez es que nadie tiene una definición realmente buena de lo que es. De hecho los genios son a menudo considerados estúpidos por una mayoría estúpida (aunque nadie tiene tampoco una buena definición de genio). Pero la estupidez definitivamente se encuentra allí, y hay mucho más de lo que nuestras pesadillas mas desbordadas pudieran sugerir. De hecho domina al mundo –lo cual es muy claramente comprobado por la forma en que se gobierna al mundo.

Pero alguien, cincuenta años después, llegó con una definición bastante interesante. Su nombre es Carlo M. Cipolla quien es Profesor Emérito de Historia Económica en Berkeley. Todos sus libros se han publicado en inglés, excepto dos. El primero fué publicado por «Il Mulino» en Bolonia en 1988.
En ese libro hay un pequeño ensayo intitulado Las Leyes Básicas de la Estupidez Humana, que puede ser lo mejor que se ha escrito sobre la materia. Aquí siguen las Cinco Leyes de la Estupidez, según Carlo Cipolla:
PRIMERA LEY: Siempre subestimamos el número de gente estúpida.
Esto no es tan obvio como parece, dice Cipolla, por dos motivos:
a) Gentes que habíamos pensado como racionales e inteligentes repentinamente resultan ser estúpidas sin lugar a dudas.
b) Día tras día nosotros estamos afectados en cualquier cosa que hagamos por gente estúpida quienes invariablemente se aparecen en los lugares menos apropiados.
El también observa que es imposible establecer un porcentaje, ya que cualquier número que escojamos será demasiado pequeño.
SEGUNDA LEY: La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la persona..
Si estudiamos la frecuencia de la estupidez en las gentes que llegan a limpiar los salones de clase después de que se han ido los alumnos y los maestros, encontraremos que es mucho más alta de lo que esperábamos. Podríamos suponer que está relacionada al bajo nivel de educación, o al hecho de que la gente no estúpida tiene mejores oportunidades de conseguir buenos trabajos. Pero cuando analizamos a los estudiantes o a los profesores universitarios (o, añadiría yo, a los programadores de computadoras) la distribución es exactamente la misma.
Los militantes feministas pueden encenderse, dice Cipolla, pero el factor estupidez es el mismo en ambos géneros (o en tantos géneros o sexos como usted decida considerar).
Ninguna diferencia en el factor épsilon [estupidez], siguiendo a Cipolla, se puede encontrar por raza, condición étnica, educación, etcétera
TERCERA LEY (la de Oro): Una persona estúpida es alguien que ocasiona daño a otra persona, o a un grupo de gentes, sin conseguir ventajas para ella misma –o aun resultando dañada.
(Regresaremos a esto, porque es el concepto central de la Teoría de Cipolla)
CUARTA LEY: La gente no estúpida siempre subestima el poder de causar daño de la gente estúpida.
Constantemente se les olvida que en cualquier momento, y bajo cualquier circunstancia,el asociarse con gente estúpida invariablemente constituye un error costoso.
Esto sugeriría (diría yo) que la gente no estúpida es un poco estúpida –pero regresaré a este punto al final
QUINTA LEY: Una persona estúpida es la persona más peligrosa que puede existir.
Esta es probablemente la más ampliamente entendida de las Leyes, si bien solamente porque es del conocimiento común que las gentes inteligentes, sin importar lo hostiles que puedan ser, son predecibles, mientras que las gentes estúpidas no lo son.
Además, su corolario básico:
Una persona estúpida es más peligrosa que un bandido
Esto nos conduce a la parte medular de la Teoría de Cipolla.
Existen cuatro tipos de gente, dice, dependiendo de su comportamiento en una transacción:
- Desgraciado (D): Alguien cuyas acciones tienden a generar auto daño, pero que también crean ventajas para alguien más.
- Inteligente (I): Alguien cuyas acciones tienden a generarle ventajas, al igual que ventajas para otros.
- Bandido (B): Alguien cuyas acciones tienden a generarle ventajas, al mismo tiempo que ocasionan daños a otros.
- Estúpido (E): Alguien cuyas acciones tienen a generar auto daño ocasionando además daño a otros.
Poco después de haber leído acerca de las Leyes de Cipolla, desarrollé lo que vino a mi mente como el «Primer Corolario de Livraghi» . Entonces me di cuenta que no podría llamarlo «primero», porque solo tenía uno. Pero mi intuición original era correcta… desde entonces descubrí de que hay al menos tres. Aquí están:
- En cada uno de nosotros hay un factor de estupidez, el cual siempre es más grande de lo que suponemos.
- Cuando la estupidez de una persona se combina con la estupidez de otras, el impacto crece de manera geométrica –es decir, por multiplicación, no adición, de los actores individuales de estupidez.
- La combinación de la inteligencia en diferentes personas tiene menos impacto que la combinación de la estupidez, porque (Cuarta Ley de Cipolla) » la gente no estúpida tiende siempre a subestimar el poder de daño que tiene la gente estúpida».

La estupidez no tiene cerebro –no necesita pensar, organizarse o planear para generar un efecto combinado. La transferencia y combinación de la inteligencia es un proceso mucho más complejo.
Las gentes estúpidas pueden combinarse instantáneamente en un grupo o masa superestúpida, en tanto que las gentes inteligentes son efectivas como grupo solamente cuando se conocen bien entre sí y tienen experiencia en trabajo de equipo. La creación de grupos bien sintonizados de gentes que compartan la inteligencia puede generar razonablemente poderosas fuerzas anti-estúpidas, pero (a diferencia del aglutinamiento de estupidez) necesitan planeación organizada y actualización; y pueden perder gran parte de su efectividad por la infiltración de gente estúpida o por los brotes inesperados de estupidez en gentes que por lo demás son inteligentes.
En algunas situaciones estos peligros se pueden parcialmente contrarrestar (si no es que totalmente controlarse) al estar conscientes del problema potencial antes de algo salga mal y tener «inteligencia de respaldo» en el grupo (y en cualquier equipo que se esté usando) para llenar las lagunas y corregir los errores antes de que el daño se vuelva demasiado serio.
Cualquier buen marinero de un bote de velas sabe que cosa quiero decir, y así lo sabe cualquier persona que tenga la experiencia de un ambiente donde el proceso de causa-efecto sea crudamente directo y tangible.
Las comunidades con un elevado factor de inteligencia están más propensas a tener un potencial mayor de una supervivencia a largo plazo, pero para que eso sea efectivo debemos evitar los impactos potencialmente devastadores más inmediatos de la estupidez compartida, lo cual (desafortunadamente) puede ocasionar daños substanciales a grandes números de gentes no estúpidas antes de que se auto destruya.
Otro elemento peligroso en la ecuación (tal como lo señalaba Carlo Cipolla) estriba en que el aparato del poder tiende a colocar «bandidos inteligentes» en la punta de la pirámide (en algunas veces, aun «bandidos estúpidos»); y ellos, a su vez, tienden a favorecer y proteger la estupidez y mantener fuera de su camino lo más que puedan la verdadera inteligencia. Esto es, creo, un importante tema por sí mismo.
LA ESTUPIDEZ DEL PODER
La esencia de la estupidología es el intento de explicar por qué las cosas no funcionan – y en qué medida esto se debe a la estupidez humana, que es la causa de casi todos nuestros problemas. Y cuando la causa no es la estupidez, las consecuencias son mucho peores porque son estúpidas nuestras reacciones y nuestros intentos de solución.
Este análisis es esencialmente diagnóstico, no terapéutico. El concepto es que, si nos damos cuenta de cómo funciona la estupidez, podríamos controlar un poco mejor sus consecuencias. No podemos derrotarla del todo, porque es parte de la naturaleza humana. Pero sus efectos pueden ser menos graves si sabemos que existe, entendemos cómo funciona y, de este modo, no nos toma completamente por sorpresa.
Ya hemos hablado un poco de esto. (Como saben todos los estupidólogos, el tema es tan complejo que en breves comentarios se puede dar al respecto sólo algún apunte superficial. Si, como parece, he logrado ofrecer a los lectores algún pequeño acercamiento sobre el cual pensar… éste es el máximo resultado que podría esperar.)
La estupidez de cada ser humano es, en sí misma, un problema preocupante. Pero el cuadro cambia cuando se trata de la estupidez de personas que tienen “poder”: es decir posibilidades de control sobre el destino de otras personas.
Como en las primeras dos partes, seguiré basándome en la definición de estupidez, inteligencia, etcétera, según lo efectos orácticos. Pero hay una diferencia sustancial cuando la relación no se establece “entre iguales”. Una persona, o un pequeño grupo de personas, puede influir sobre la vida y el bienestar de muchos. Esto cambia las relaciones de causa y efecto en el sistema.
GRANDE O PEQUEÑO PODER
El poder está en todos lados. Todos estamos sujetos al poder de otros y (si no en casos de extrema esclavitud) todos ejercemos poder sobre alguien. Personalmente la idea me resulta desagradable – pero es parte de la vida.
Los padres tienen (o se supone que tienen) poder sobre los hijos, pero los niños tienen mucho poder sobre los padres, un poder que a menudo usan despiadadamente. Podemos ser “propietarios” de perros y gatos, caballos o hamsters, elefantes o camellos, barcos o automóviles, teléfonos o computadoras, pero frecuentemente somos sometidos a su poder.
Sería demasiado complicado, para el propósito de este análisis, entrar en el terreno complejo de la multiplicidad de las relaciones humanas. Por este motivo me limito a los casos más obvios de “poder”: esas situaciones en las cuales cada uno tiene un rol definido de autoridad sobre un gran (o pequeño) número de personas.
En teoría, todos estamos más o menos de acuerdo sobre el hecho de que debería haber la menor cantidad posible de poder; y que quien tiene poder debería estar sujeto al control de las demás personas. Este es el sistema al cual llamamos “democracia”. O lo que en las organizaciones llamamos repartición de tareas, colaboración, motivación, responsabilidad distribuida – al contrario de autoridad, burocracia, centralización, disciplina formal.
Pero son muchas las personas que no desean una verdadera libertad. La responsabilidad es un peso. Es más cómodo ser “secuaces”. Dejar la tarea de pensar y de decidir a los gobernantes, jefes, dirigentes, “intelectuales”, gurúes de todo tipo, personalidades televisivas, etcétera – y darles a ellos la culpa si no estamos contentos.
Por el otro lado, hay un tipo particular de personas que ama el poder, les da placer y gozo. Como se dedican con más energía a los notables esfuerzos y sacrificios necesarios para tener más poder, a menudo estas personas llevan las de ganar.
Debemos partir también en este caso, del concepto básico: hay tantos estúpidos en el poder como en el resto de la humanidad – y son más numerosos de lo que creemos. Pero dos cosas son diferentes: la relación y la actitud.
EL PODER DEL PODER
Las personas en el poder tienen más poder que las otras personas. Esta afirmación no es tan obvia como lo parece. Existen personas aparentemente poderosas que son mucho menos influyentes que otras menos visibles. En estos razonamientos debemos evitar ocuparnos de esa distinción. Independientemente del modo en que el poder es obtenido y ejercido, o de las apariencias que a menudo esconden o disfrazan los roles, aquí se trata del poder real. Esa relación desequilibrada en la cual algunos tienen más influencia que otros – y en tantas situaciones pocos pueden hacer bien o mal a muchos.
Una definición fundamental (obvia) establece que los resultados de un comportamiento no deben ser medidos desde el punto de vista de quien hace las cosas (o no hace lo que debiera) sino desde el punto de vista de quien sufre sus efectos. Una clara consecuencia de este principio es un desfasaje en las 147;coordenadas cartesianas”. El daño (o la ventaja) es mucho más grande, en base al número de personas involucradas y a la intensidad de las consecuencias de un acto o de una decisión. Esto que en las habitaciones del poder aparece como un detalle puede ser un evento importante en la vida de las “personas comunes”.
Si en una “relación entre iguales” una persona consigue una ventaja equivalente al daño que inflige a algún otro, el sistema, en general, permanece en equilibrio. Obviamente no es así cuando hay una diferencia de poder.
En teoría, podríamos presumir que si el porcentaje de estúpidos es el mismo, los efectos del poder pueden ser balanceados. Pero cuando el poder se ocupa de un gran número de personas, se pierde todo equilibrio. Es mucho más difícil escuchar, entender, medir los efectos y las percepciones. Hay un “efecto doppler”, un desfasaje, que aumenta el factor de estupidez. Todos los estudios serios sobre los sistemas de poder (aun si no tienen en cuenta la estupidez) ponen en evidencia la necesidad de separar los poderes – y de formalizar los conflictos de poder para evitar que se traduzcan en violencia – para evitar que se instaure un “poder absoluto” (es decir, extrema estupidez). Este es un problema bastante grande y serio, como para tener a todos alerta contra cualquier exagerada concentración de poder – y nos ayuda a entender por qué tantas cosas están yendo de mal en peor. Pero hay más.
EL SÍNDROME DEL PODER
¿Cómo hace una persona para tener poder? A veces lo logra sin querer. A alguno se le da confianza porque se confía en esa persona. En ese modo el poder es atribuido a personas capaces, competentes y con un fuerte sentido de la responsabilidad. Este proceso tiene buenas probabilidades de generar poder “inteligente”. Una situación en la cual las personas elegidas hacen el bien a sí mismos y aún más a los otros. A veces se puede arribar al sacrificio, cuando las personas se hacen daño a sí mismas por el bien de los otros (si esto es un hecho intencional no siempre coloca a esas personas en la categoría de los “incautos” (o “desprovecídos”), porque hay que tener en cuenta las ventajas morales, incluyendo la estima por uno mismo y la confianza de los otros, que pueden derivar del consciente sacrificio). Pero vemos menos ejemplos de “poder inteligente” de cuanto nos gustaría ver. ¿Por qué?
El motivo es que hay competencia. Competencia por el poder. Las personas que no buscan el poder como tal, sino que vigilan más el bien de los otros, tienen menos tiempo y energías para gastar en la conquista del poder – o incluso para tratar de conservar el que tienen. Las personas sedientas de poder, independientemente de sus efectos sobre la sociedad, se concentran en la lucha por el poder. La mayor parte de las personas se coloca en algún punto intermedio entre los dos extremos, con muchas diversas tonalidades y matices. Pero el elemento manipulador tiende a ser más agresivo, y por eso adquiere más poder.
También las personas que comienzan con las mejores intenciones pueden ser constreñidas, con el tiempo, a dedicar más energías para mantener o acrecentar su poder – hasta perder de vista sus objetivos iniciales.
Otro elemento, que empeora las cosas, es la megalomanía. El poder es una droga, un estupefaciente. Las personas en el poder son inducidas a pensar queporque están en el poder son mejores, más capaces, más inteligentes, más sabias que el resto de la humanidad. También están rodeadas de cortesanos, secuaces y aprovechadores que refuerzan continuamente esa ilusión.
El poder es “sexy”. Esto no es sólo un modo de decir. Hay un instinto en la naturaleza de nuestra especie que hace sexualmente atractivo a quien tiene poder (o parece tenerlo). Pese a que las personas empeñadas en la lucha por el poder tienen, usualmente, poco tiempo y pocas energías disponibles para una sana vida sexual – o para ocuparse de emociones, afectos y sentimientos.
Las personas que tienen o buscan el poder no son más inteligentes, ni más estúpidas, que las otras. A menudo son hábiles y astutas. Pero si seguimos el método que mide la estupidez y la inteligencia en base a los resultados, vemos que hay un claro desfase.
El deseo de poder aumenta el factor estupidez. El efecto puede ser más o menos grande según la cantidad de poder (la importancia de los hechos influidos por el poder y el número de personas que sufren sus consecuencias) y la intensidad de la competición por el poder.
Esta es la más relevante, si no la única, excepción a un criterio general. Sigue siendo verdad que “la probabilidad de que una cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona”. Pero el poder, como sistema, es mucho más estúpido de cuanto puede serlo una sola “persona común”.
El problema es que el poder puede ser limitado, controlado y condicionado – pero no se puede eliminar del todo. La humanidad tiene necesidad de alguien que gobierne. Las organizaciones necesitan personas que asuman responsabilidades y esas personas tienen necesidad de un poco de poder para poder desarrollar su tarea.
En suma, debemos convivir con el poder – y con su estupidez. Pero eso no significa que debamos aceptarlo, tolerarlo o sostenerlo. Ni confiar en palabras, promesas o intenciones declaradas. El poder no merece ser admirado, reverenciado y ni siquiera respetado si no demuestra inteligencia práctica en lo que hace a nosotros y al mundo. No creo que haya una solución “universal” y estandarizada que pueda resolver todos los aspectos de este problema. Pero hemos hecho la mitad del camino si somos conscientes de su existencia – y si no nos dejamos engañar o seducir por el falso, y a menudo mentiroso, esplendor del poder.
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NOTA: Para acceder a los tres artículos completos con gráficos pinche aquí.
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por David Criado | Oct 27, 2014 | DESARROLLO PERSONAL
Decía el fantástico poeta Girondo que le daban igual las mujeres con una nariz grande o pequeña, con pechos como pasas de higo o como magnolias, con un aliento afrodisíaco o insecticida al despertar cada mañana, pero que no les perdonaba que no supieran volar. Y en esto, decía el genial loco, se mostraba irreductible.
Yo tan solo estoy satisfecho en mi trabajo cuando inspiro las suficientes claves en las personas para poder volar. Luego ellos decidirán si hacerlo pero yo al menos debo haberles empujado a hacerlo. Si esto no ocurre, me traiciono. Porque a menudo para volar no es necesario moverse y otras veces uno tiene que viajar, aunque solo sea varios pasos al patio, al jardín o al parque, en general buscando agua o sol. Porque las personas nunca pueden obviar su fotosíntesis.
Han existido muchos creadores que expresaron la figura sugerente que supone volar sin moverse, alcanzar un estado de ilusión, energía y esperanza que sea capaz de transportarnos al momento presente en todo su esplendor haciendo que aquello que vivimos sea realmente la aventura. Como piloto diré que nadie nace sabiendo volar, eso se entrena. Para mejorar el mundo y disfrutar de las personas, hacen falta horas y horas de vuelo, un duro y continuado entrenamiento, y esa convicción constante basada en el esfuerzo de la que hace poco hablamos.
Veo a diario inmensos testimonios repletos de superación en las personas, grandes actos de fe que ya son hechos, poderosas intenciones que transforman la vida de los otros.

LA ESPERANZA
Y sin embargo a menudo uno pierde la esperanza. Puedo imaginarte, no se, volviendo a casa del trabajo. Has disfrutado del derecho de tener un mal día junto a otros. Tal vez cojas el coche, tu pequeña moto de ciudad o te montes en tu autobús diario. Puede que con suerte andes un tiempo completamente a solas. Si eres valiente, tendrás la suerte de mirar a las personas que se cruzan contigo por la calle. Luego puede que bajes caminando hasta tu casa y de forma casi automática abras el portal. Y cuando llegas a la puerta de tu piso, antes incluso de invadir la cerradura, tal vez sientas que algo en tí hoy se ha arrugado. Hablo de tu corazón y no de tu camisa. Si eres persona, esto a veces ocurre; si has dejado de serlo, te ocurre siempre. Si este último es tu caso, deberías volver a ser persona. Sobre todo porque seas quien seas no estás capacitado para ser ninguna otra cosa.
Somos personas y necesitamos esperanza. Cada uno de nosotros es la mayor y mejor de todas las posibles esperanzas. Pero cada uno de nosotros necesita grandes excusas y pretextos para seguir teniendo su reducto de esperanza. No es una esperanza en que las cosas cambien, sino una esperanza en esa esencia pura y genuina que guardan las personas; una esperanza en descubrir a menudo ese tesoro. En la persona que ayuda a otra a cruzar la calle, en la que sonríe al cruzarse contigo, en esa pequeña adolescente que llora en un rincón del parque o ¿por qué no? en tu jefe o jefa cuando ves en él o ella una muestra auténtica de humanidad que cala y desordena.
Diré, lector o lectora, que yo renuevo cada día mi esperanza, que lucho siempre por preservarla por encima de cualquier idiota y que tengo una reveladora y rebeladora fe en mí cuando me siento. Y diré, lector o lectora, que eso afortunadamente ya ocurre casi siempre. Nuestra carta de navegación reza «Tu sonrisa es la esperanza de los hombres». Así lo creo.
EL FANTÁSTICO PODER DE LAS PALABRAS
Una de las prácticas que más me ayuda a mejorar el clima laboral y la sensación de calidez en los equipos, consiste en hallar la coherencia entre lo que dicen y lo que hacen a través de la formulación de sus propias intenciones. Para casi todo lo que nos pasa -excepto para aquello para lo que inventamos hospitales- nada hay más curativo en las personas que el poder de la palabra. La palabra coherente y honesta es compromiso y cambio. En mis sesiones tal vez ningún otro elemento es más poderoso que el lenguaje. En todas sus formas y sorprendentes dimensiones.
Desde hace tiempo, el grupo de creadores BOAMISTURA ilumina las calles de Madrid con conjuntos ordenados e inspiradores de palabras. En colaboración con el cantante Leiva y el rapero Rayden, han realizado un acto de generosidad dedicado a todos los transeúntes de mi gran ciudad. Ayer pude disfrutar de la formulación de su esperanza en un paso de cebra. Madrid, te comería a versos es un auténtico regalo. Desde aquí, les decimos simplemente gracias:
MADRID, TE COMERÍA A VERSOS from tecomeriaaversos on Vimeo.
«Me sentí astronauta perdido en tus lunares»
«Te haré el humor hasta llegar al orgasmo»
«Mi más sentido BÉSAME»
**^*
por David Criado | Sep 26, 2014 | DESARROLLO PERSONAL
«No puedo imaginarme por lo que has pasado.
No puedo imaginarlo. ¿Cómo lo has superado?«
In lieu of flowers (Savage, 2013)

LA TRISTEZA TAMBIÉN ES VIDA
Cada uno siente como puede. Y esto, amigo o amiga, apenas cambiará. Pero hay una creciente corriente de pensamiento que dice que debemos apartarnos de las personas tristes o de las deprimidas. Toda una jauría de egoístas impenitentes que nos dicen que lo único aceptable es la alegría, que nuestro pecho solo tiene habitaciones para huéspedes que defiendan la sonrisa. Poco valor existe en aquellos que no se enfrentan a la realidad de las personas y pretenden imponer la propia. Muy poco honor en quienes niegan a otros el derecho de sentir el inmenso catálogo de emociones que configura la especie más maravillosa de la Tierra.
Y he aquí que yo soy un caballero y les maldigo y lucho contra ellos. Maldigo a todos aquellos que huyen de las personas tristes, a los que reniegan del llanto y de las lágrimas. Maldigo a aquellas personas que no se permiten ni aceptan que a veces pueden estar tristes o no siempre estar contentos. Lucho contra los que no reconocen la realidad entera como forma de gobierno y como único sistema de innovación y vida. Lucho contra aquellos que solo quieren vivir o sentir una o cualquiera de las partes. Lucho a veces para que alguien por fin comprenda que es tan útil una lágrima como lo puede ser la risa. Y que no hay opción buena o mala a la hora de sentir pero sí una vía saludable de hacerlo que es simplemente ser consciente de lo que estás sintiendo ahora y aceptarte. Aceptar que eres humano y no una imagen perfecta de lo que quieres ser.
Esto dijo un músico llamado Graham Nash:
«La vida no es perfecta; no lo será nunca. Tienes que aprovecharla al máximo y abrir el corazón a todo aquello que el mundo tiene que mostrarte. A veces resulta aterrador y a veces increíblemente hermoso. Yo me quedo con las dos cosas, gracias».
Maldigo, en fin, a los que solo se quedan con una de estas partes de la vida e intentan que el resto elija entre una u otra. Porque tú tienes derecho a vivir ambas.
YO DEFIENDO LA TRISTEZA
Yo defiendo la alegría y por eso, aunque solo sea por eso, también defiendo la tristeza. No simplifiques tu corazón por el solo hecho de que tu mente apenas lo comprenda. Simplemente ábrelo, como decía el bueno de Nash, a lo que el mundo tiene que mostrarte. Ábrelo de par en par y si así ha de ser, siente miedo. Porque todos, en el fondo, vivimos indefensos. Y en esta común indefensión nace el amor.
MI TRISTEZA ALUMBRÓ MI VIAJE
Aprendí a llorar luchando.
Aprendí que yo era suficiente.
Que ningún fuego es más grande que una lágrima.
Aprendí a llorar cuando estoy triste y a permitirme reír si estoy alegre.
Me enamoré como un loco de la mejor persona y compartí con ella todos los años de mi vida.
Le he amado con todos sus defectos.
A su lado viví el más terrible miedo y la más completa soledad.
Dormimos juntos preguntando a las estrellas.
Me sentí querido y frágil, arropado por su voz y su palabra.
Le acepté cuando no era suficiente.
No me alejé de él cuando para mí bastaba.
Aprendí a llorar: me quise.
Y no hubo nunca posada a la altura de este viaje.
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por David Criado | Ago 26, 2014 | DESARROLLO PERSONAL

Existe placer en los bosques sin senderos, | Existe éxtasis en una costa solitaria, | Hay compañía en la que nadie se inmiscuye, | En el océano profundo, y música en su rugido, | No amo menos al hombre, sino más a la naturaleza, | De todas esos instantes, donde robo | Por todo lo que puedo ser, o he sido antes, | Por mezclarme con el Universo, y sentir | aquello que nunca podré expresar, ni tan siquiera llegar a concebir.
George Gordon Byron [1788-1824]
He vivido muchas cosas y creo que ahora sé lo que se necesita para ser feliz. Una vida tranquila y alejada en el campo, con la posibilidad de ser útil a otras personas con las que resulta fácil hacer el bien y que no están acostumbradas a que las ayuden. Quizá un trabajo que sea de algún provecho y luego descansar, la naturaleza, libros, música, el amor al prójimo… esa es mi idea de la felicidad. Y para culminar todo lo anterior, que usted fuera mía y que tuviéramos hijos tal vez. ¿Qué más puede desear el corazón de un hombre?
Lev Nikoláievich Tolstói (Семейное счастие, 1858)
Segundo artículo de agosto. Son artículos no técnicos sino importantes. Desde mi retiro, hablo de breves píldoras para ingerir tranquilo, hierbas aromáticas más lejos aún de las palabras. Hoy lo hago completamente encantado con Boyhood (Linklater, 2014) y tras rescatar del estante Into the wild (Penn, 2007) Mis horas de reflexión, más allá de esto, estuvieron invadidas de Schopenhauer, Séneca, Montaigne, Epicuro y Sócrates gracias a De Botton. Pinté, sonreí y hablé con gente a la que quiero y que me quiere. Luego, en homenaje a Christopher, escribí esto:
Hay una naturaleza exterior que me conmueve. Me rodea repleta de belleza como un abrigo de pelo para el frío sudor del caminante. Y luego hay otra naturaleza que apenas yo comprendo. Es una naturaleza que llevo dentro, un áspero fulgor incontenible. Creo en las personas que se atreven a crecer. Yo no vivo la mejor de las literaturas, simplemente comparto la mejor de todas las que tengo. Porque el tiempo no pasa para quien lo es, y si eres sabio, todo se repite:
CAPÍTULO I: Mi propio nacimiento
La gente que más suele exigir a otros es la que menos suele exigirse a sí misma.
Es de día, aún temprano para escuchar a otros. Atravieso la carretera y corro por la vereda junto a la cerca. Quizás alguna chica me haya escrito ayer, puede que hace dos noches durmiera en otra parte. Tal vez hace algunos días pensara en claudicar, en dejarlo todo y sentirme vivo. Pero ahora el sol es luz sobre mis hombros. Dónde estoy no importa tanto como el lugar interior al que no he llegado. De repente dejo de esperar que ocurran cosas. El camino es escarpado y está lleno de piedras. Sale vapor entre mis labios. Asciendo a lo más alto sin necesidad de descansar. No necesito convencer a nadie de que este es el mejor lugar del mundo. Tengo pequeñas ambiciones como ser alguien a quien todo el mundo escuche; y tengo grandes ambiciones como que esta noche mi cama huela a tí. Hay personas que necesitan creer en algo y personas que necesitan creer en alguien. Durante algún tiempo yo fui de los primeros. No se hacer otra cosa que vivir. En esto yo soy ahora el mejor de los mortales. O eso pienso ahora mientras corro.
CAPÍTULO II: Mi adolescencia
Ningún piloto diseña las nubes que atraviesa.
Ningún mar en calma hace experto a un marinero.
Te mereces la paz que necesitas, la que tú te des y no la que otros creen que necesitas. Se fiel a todas las señales. Después de todo, esto es suficiente. Aprender, aprender mucho y siempre. Abrir cada tarde las puertas del paraíso con las llaves de tu casa. Vivir tu propia vida. Pasar frío en los inviernos. Ser tu lumbre. Fluir extasiado en el trabajo. Dormir junto a las ranas y los grillos. Saber volar y formar parte de todos los colores. Necesitarte. Sentir que llega el sol y saber que eres el verano.
CAPÍTULO III: Madurez
Nunca encontrarás a nadie con suficiente dinero para pagar todo tu rescate
Dice el maestro que una vida feliz tiene tres ejes básicos: relaciones de amistad sinceras y continuadas, autosuficiencia (o independencia propia para tomar decisiones) y una vida reflexiva (o el análisis y aprendizaje de nuestros actos). Mi piel es el cielo de mi cuerpo, más allá está todo lo que toca. Si cuando hablo tiemblas, es que ninguno de los dos ha muerto. Trabajo con personas que se buscan y solo a veces con aquellas que ya se han encontrado. Me dirijo por ejemplo un martes a un grupo de reducido de personas y hablo durante diez minutos en el círculo. Confían aparentemente en mi criterio. Luego la conversación se abre y cada uno, a su manera, pide su rescate. Algunos pagan el de otros en el acto; la mayoría entiende que el paso del tiempo es medicina y uno a uno empiezan a explorar la combinación necesaria de sustancias: comprensión, respeto, afecto, ilusión, realismo,… Cuando acabo, por las noches salgo a pasear. No bajé de la montaña para enseñar a nadie. Solo creo que tengo algo que decir y que tengo claras las cosas importantes.
CAPÍTULO IV: La familia
La mayor parte de personas de la vida son concursantes, solo algunos son el premio.
El amor no se obtiene, se recorre. Cuando completamente exhausto te atrevas a decir que ya has llegado, deja abierta incluso entonces la puerta para más visitas. Ni siquiera cuando no respire, dejaréis de oír mi aliento. Porque uno es padre e hijo de toda su familia. Porque cada uno de nosotros se debe a lo que es, y lo que es -si está maduro- no es mucho más de todo lo que somos. ¿Qué me hizo más fuerte y feliz? Dejé de pensar en mí la mayor parte del tiempo.
CAPÍTULO V: La obtención de la sabiduría
No busques personas que estén siempre a tu altura. Ten cerca a aquellas que estén casi siempre a la altura de sí mismas.
No puedo resolverlo todo. La vida, eso que llamamos vida y siempre te sorprende, no depende solo de mi. Se que la mayoría de las cosas no son lógicas. Soy humano en todos los sentidos. Si eres creyente o religioso, esta vida para ti es solo un primer plato. Si eres ateo, toda la vida para ti es un plato combinado. Pero para todos nosotros, solo hay una carta. Y esta es mi expectativa: Soy el responsable de mi alma, elijo estar a mi altura y solo entonces vuelo.
«La felicidad solo es real si se comparte» Christopher McCandless
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Si has leído esto, comparte lo que sientes
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por David Criado | Ago 10, 2014 | DESARROLLO PERSONAL
«La santidad está en los buenos actos, en el valor de proteger a aquellos que no pueden protegerse. Y la bondad, el deseo de Dios, está en tu mente y en tu corazón Es lo que decidas hacer día a día lo que te hará un buen hombre o no«
Kingdom of Heaven (Scott,2005)
«Yo solo busco que me tiemblen las piernas…«
Amelie (Pereza, 2009)
Ya volví del mar para cuidarme y traigo este mensaje. Esta es mi segunda noche en tierra y hace ya más de dos años que no me echo de menos. Estoy tranquilo, sentado, es verano y puede que sea tarde. En la terraza el aire me atraviesa. Varios accidentes geográficos me tocan. Está al fondo esa colina, a mi derecha el campo seco donde pasta resoplando cada noche aquel caballo, a mi izquierda una cremallera recta de coches y camiones. Sobre las cinco canta en alto un gallo. Por la noche hay ruido de perros y de grillos. A esta hora ensaya la orquesta de cencerros. Aquí me encuentro mucho. Me quedo sentado y me descalzo. Escribo durante no más de una hora y me recojo. Esto es lo más profesional que hoy yo se escribirte:
Que salga el sol y lo haga dentro.
Que te tiemblen las piernas.
Que alguien te haga vibrar.
Que despiertes a su lado.
Que te elija de regalo.
Que te mire hondo sin hablar y que te calle.
Si no te ocurre esto, busca que hoy te ocurra.
Levántate y anda.
Que nadie -ni siquiera tú- lo entienda.
Pero que ocurra, que hoy te ocurra.
Que la vida te regale lo que eres.
Que encuentres y te encuentren.
Que al poner la mesa hagan falta más de dos cubiertos.
Que al hacer la cama huela a otro.
Que al vivir algo intenso o bello le recuerdes.
Que tengas suficiente sitio para tu dolor.
Que sientas tras tu lucha diaria el descanso del guerrero.
Que tengas donde dormir sin ser tu casa.
Y que tu casa no sea un edificio.
Que llegar a casa sea estar con ellos.
Que te necesiten abrazar y que se muevan.
Que les necesites abrazar y que te muevas.
Que antes de dormir, te tumbes boca arriba respirando hondo
y cierres los ojos con las manos en el pecho y en tu mente se repita todo esto:
Soy el responsable de mi alma.
Yo no elijo mi destino pero elijo qué hacer con él.
Nadie salvo yo decidirá cómo será mi día.
Esta es la vida que tengo y estas las personas que quiero y que me quieren.
Elijo quererlas y permanecer con ellas.
Tengo fe en lo que soy y lo que somos.
Tenía que pasar que nos quisiéramos.
Estoy aquí a su lado y ese es nuestro sentido.
El resto es TODO LO DEMÁS.
Esta es la paz que buscan las personas y nosotros la tenemos.
Se quedarme solo pero elijo ser contigo.
Todo esto te deseo y también me lo deseo.
«Pequeña sonrisa de Amelie, me tienes calado.«
Amelie (Pereza, 2009)
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por David Criado | Jul 26, 2014 | DESARROLLO PERSONAL

Háblame para que te conozca | Séneca
Con motivo del artículo número 500 de este blog, hoy quiero hablar de un instrumento certero y noble. Hoy quiero hablar de lo que ha supuesto en mi vida la palabra. Te comparto esta parte de mí como agradecimiento a tu fidelidad constante. Y quiero ser en esto lo más científico posible. Hablar de números y datos contrastables. Porque aunque en otros foros y artículos ya la he defendido (Guía breve de comunicación efectiva se lleva la palma) jamás le he dedicado la importancia que merece en mi vida y tampoco he sido transparente.
Desde hace dos años la palabra que más repito es GRACIAS. Tengo mucho que agradecer. Soy un hombre afortunado. Tengo una vida sencilla, de sacrificio y de trabajo que me da no más o menos disgustos que cualquier otra vida de cualquier otra persona. Mido mis gastos si son de dinero y suelo mantener mis inversiones si se trata de personas. Hay personas a las que he querido que me han querido y también personas a las que he querido que no lo han hecho.
Hasta aquí el lector o lectora podría ver en la mía una vida corriente de una persona más sobre el planeta. Y sin embargo yo soy alguien especial. Y lo soy por la palabra. Con ella he conquistado lo mejor de mi vida y por ella vivo mi momento dulce.
Estas son algunas estridencias que demuestran mi procedencia extraterrestre: Se tocar a las personas; se volar sin moverme de la tierra; puedo mirarme a los ojos y puedo mirarte a los ojos; elijo ser persona; soy un ser tranquilo; me gusta el compromiso; vivo casi siempre cerca; y viajo dentro. Pero si me preguntaras cuál de todas estas cosas me hace ser alguien diferente, yo te diría que ninguna comparable a mi amor por la palabra.
Hoy quiero tan solo hablarte de mi apuesta por la palabra y decirte, lector/a GRACIAS tras 500 artículos hablando de equipos, desarrollo personal y profesional y de personas. Lo más especial que hoy puedo hacer para tí es compartirme, abrirte lo que llevo siendo en función de esto que nos mantiene a tí y a mí en contacto: la palabra.
ANATOMÍA DE MI PALABRA
Muchas palabras no implican mucha sabiduría | Tales de Mileto
Puedo hablar de ella porque la practico y la cumplo. Porque he dejado pocas veces de hacerlo desde que tengo uso de razón. De crearla, de cuidarla, de apostar por ella. Por la mía y también por la de otros.
Durante mis primeros años (a eso de los 9, 10 u 11 años) escribía mucho. La mayor parte de todo lo que he escrito está quemado, roto o en posesión de otros. No me interesa tanto conservar lo que digo como poder decirlo. Es mi amor por el acto de creación de la palabra como elemento vivo y transformador lo que me ha hecho un auténtico artesano; el resto no me ha importado mucho.
Mucho antes de que nos poseyera el tiempo real, yo vivía en el tiempo propio. Antes de inventarse whataspp, yo había escrito decenas de cartas y cientos de poemas a las chicas que yo amé durante años. Como es lógico, no conservo copia de ninguna. Tampoco hay copia de la mayoría de proclamas o ensayos resumen que escribía tras leer los libros nucleares de la cultura occidental. Soy -he de decirlo- un analfabeto en materia de novelas y en general un completo zote en la literatura universal acostumbrada. Me gusta leer cosas extrañas, únicas y con frecuencia escapo de la masa para poder hacer mi pan. Además mi conocimiento en lo referente a ciencia ficción se limita al séptimo arte, cuya cultura adoro con pasión. Si en los últimos 2 años he visualizado unas 500 películas (por mis registros en filmaffinity y un cálculo real de promedio visionado), calculo que habré visto en toda mi vida no menos de 4.000 largometrajes.
En 1999 concluí mi primera obra con 208.544 palabras. Recuerdo que estaba exhausto y no logré superarla hasta pasados algunos años. Me afectó mucho y soñaba con ella a todas horas con obsesión desmedida e inhumana. Trabajé por la noche sin apenas dormir durante 7 años. Esperaba a que la ciudad se callase por completo y entonces yo empezaba a hablar. No fue más que un acto horrible de erudición intimista y completa introversión junto a innumerables citas de los libros que leía por aquel entonces, mayoritariamente libros de cultura antigua y ciencia alternados con religión, historia, poesía y teatro. Pretendía demostrar de algún modo que no hemos cambiado nada en 4000 años de historia escrita. Hoy en día, de algún modo aún lo pienso.
Hoy, verano de 2014, lees el artículo número 500 que comparto con vosotros a través de la iniciativa. Esto equivale a decir que cada uno de los días de 1/3 de mis últimos 4 años he compartido al menos un artículo en la red de forma sistemática. Lo cual equivale a decir que he dedicado algo más de 1500 horas a contribuir con mi pequeña aportación a inspiración el cambio y la mejora de muchas personas. O al menos, eso me habéis dicho 🙂 Siendo este un foro muy humilde, si yo muriera hoy ya habría escrito y compartido públicamente más de 780.000 palabras sobre vida, desarrollo profesional, humanismo y en general habilidades transversales (liderazgo, gestión, comunicación, equipos,…) que en total y objetivamente habrían sido leídas 120.000 veces en más de 24 países.
Desde mayo de 2010, año en que apostaté de facebook y me bauticé en twitter, he compartido públicamente 16.800 mensajes de los cuales me parece justo considerar que la mitad eran cosas de otros. El resto creo que sería justo decir que tienen que ver con pensamientos o sentimientos propios, en total unas 193.200 palabras que se me ocurrían en el autobús, entre reuniones o -en la menor parte de ocasiones- tras hacer el amor durante mucho rato.
El resto de obra escrita pertenece a servilletas perdidas, estudios propios (hubo un tiempo en que encuadernaba tonterías), trabajos universitarios (durante más de 10 años) que pueden sumar (tomando como referencia los 10 últimos estudios y trabajos) otras 200.000 palabras.
Añado las últimas palabras correspondientes a apuntes del proyecto que tengo entre manos, un nuevo libro. Los apuntes rondan las 30.000 palabras.
Yo calculo por todo esto que habré escrito en mi vida algo más de 1.300.000 de palabras aproximadamente. De todas ellas, calculo honestamente que de tremenda calidad no más de 80.000, de considerable calidad unas 300.000; del montón unas 200.000; por lo que la lectura del resto de palabras del total, algo menos de 500.000, podría ser quizás el mecanismo de tortura más efectivo para delincuentes.
Lo asombroso es que, lo creas o no, realmente escribo muy poco. Considero que no me pongo a escribir ni el 10% de todas las cosas que me rondan la cabeza. No suelo llevar papel ni bolígrafos y pierdo las notas que apunte incluso en el teléfono. Ese 10% se queda en un 5% casi seguro por el siguiente hecho: Soy muy autoexigente con lo que escribo, una práctica que llevo a rajatabla y que no es recomendada por ningún club de escritura a efectos de perfeccionar haciendo. Quiero esto decir que no suelo tomarme la molestia de coger un bolígrafo si creo que lo que voy a decir no es revelador. Además he de tener en cuenta para el cálculo que no me siento nada bien si escribo de algo que no soy o que no hago, de modo que las cosas que escribo me ocurren.
Si yo escribo por ejemplo «Toda empresa es lo que pasa luego en ti después de haber estado un día entero dentro. El resto es humo» quiere decir que vivo de acuerdo a esto y sino, no lo escribo.
De modo que calculo que unos 20.000.000 de palabras me han rondado la cabeza y solo han llegado 1.300.000 a ser reales de forma escrita.
De la palabra hablada ni hablo. He sido capaz de decir tantas tonterías y de una forma tan segura que prefiero pensar que lo único salvable es lo que he escrito. A efectos de recuento, sin dar cantidades tan exactas, he hablado mucho y largo con muchas personas de todo tipo sobre temas triviales casi siempre y a veces sobre cosas verdaderamente importantes. Añado una apreciación subjetiva y es que en estas últimas es donde realmente me salgo, en las otras tan solo hago gracia. Mi verdadera vocación por el acompañamiento a personas nace de miles de horas dedicadas a hablar con personas acerca de sus inquietudes y preocupaciones. Todo facilitador ha sido confidente.
Por último, también a nivel cuantitativo, tan solo recuerdo 9 ocasiones reseñables en mi vida en las que no haya apostado por la palabra:
- La primera de ellas fue una huelga de silencio que duró alrededor de 4 años en los que solo decía lo justo para poder sobrevivir. Fue una etapa complicada en la que mi manera de protestar por lo que vivía era no participar aportando lo más valioso de todo cuanto soy: lo que digo. Esta huelga valdría por muchas veces, en verdad, porque fue algo agotador.
- La segunda vez en la que no he apostado por la palabra fue cuando durante algo más de media hora nos pegamos mi amigo Ángel y yo junto al parque. Acabamos amoratados y fuimos extremadamente violentos. Tendría sentido para mi memoria que fuese por una chica, pero en verdad ni lo recuerdo. Por la tarde estábamos jugando.
- La tercera vez fue en el patio del colegio, donde otro chico y yo nos pegamos, yo en defensa de una chica que ni siquiera me gustaba.
- La cuarta, quinta, sexta y séptima vez pertenecen a exparejas con las que después de mucho lidiar, perdí la paciencia y preferí sencillamente cambiar de habitación. En el último de los casos -solo me ha ocurrido una vez en mi vida- me levanté de la cafetería y me largué ante la imposibilidad de mantener un diálogo que evitara hacernos daño.
- La octava vez fue con mi abuela, la antepenúltima vez que la ví justo antes de que muriera. Se puso cabezona y me enfurecí ante mi pareja. Perdí por completo los papeles y recuerdo que elevé la voz asustando incluso a los vecinos.
- Mi noveno recuerdo de infidelidad a la palabra pertenece a cualquiera de las peleas a guantazo limpio que mantuve durante mis años de preadolescencia con mi hermano, al que de forma muy cariñosa le llegué a intentar tirar el televisor de la sala de estar a la cabeza. En aquella época no había pantalla plana. Estas peleas a muerte entre hermanos, las importantes y encolerizadas que son las que más molan, no llegarán a más de 10. Por otro lado, creo que el hecho de que yo haya sido siempre algo más débil, enclenque y pequeño que mi hermano y me haya visto obligado a idear otras argucias más allá de la fuerza, tiene mucho que ver con mi afecto por el poder de la palabra. Verse en la necesidad, ayuda.
CONOCE LA HISTORIA DE TU PALABRA
Para mí ha sido interesante recorrer y cuantificar la importancia que para mí tiene la palabra en ese artículo. Quiero invitarte, para concluir este regalo, a que hagas lo mismo. Trata de pensar en la cantidad de palabras que has escrito o compartido durante toda tu vida. Haz el esfuerzo de visualizar aquellos momentos en que no pudiste mantener tu fidelidad a mi niña bonita, la palabra. Y renueva tu compromiso con ella comprometiéndote a aumentar su lectura, escritura o conversación diaria.
Para concluir, amigo o amiga, se pocas cosas de mí salvo que el poder de mi palabra no está solo en lo que digo sino en que también lo hago.
GRACIAS por seguir ahí. A tí, lector, que eres fiel cuando serlo es revolucionario.
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