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A los dioses les encanta que las personas trabajen mucho.
Las personas que no están ocupadas continuamente pueden empezar a pensar
.”

sir Terry Pratchett

 
Hoy es el día de la filosofía, y se bien por qué las personas que gobiernan desde hace décadas el modelo socioeconómico actual, atentan década tras década contra ella. Se maltrata, se exilia o se elimina la filosofía porque la conformación de personas mansas y dóciles, de una masa iletrada y distraída, limita la aspiración humana colectiva a la satisfacción individual de lo doméstico. Al reducir el hogar defendible a la persona individual (la satisfacción de su deseo, su emoción o su instinto), perdemos nociones de pertenencia colectiva vertebradoras como familia, cultura, territorio o Estado de Derecho. Cuando estos hacedores de convivencia desaparecen, resulta más sencillo para la eterna minoría de los que más tienen favorecer la competitividad voraz entre los que menos tienen.

Quien no sabe pensar sobre grandes cuestiones ni formar un criterio propio, no tiene la capacidad de reivindicar sus derechos, ni aún cumpliendo la totalidad de sus obligaciones a rajatabla cada día. Cuando mis convicciones las fabrica otro que no apruebo ni decido, en lugar de vivir disfrutando del camino, nos convertimos en mero combustible y medio de los atajos de otros. Por explicarlo de una forma muy gráfica, cuando aprendí a pensar, aprendí a sintonizar el sonido de la vida, identifiqué cada vez con más facilidad su inalterable frecuencia. Pero quienes no aprenden a pensar ni se molestan por entender lo que otros dictan, se limitan a vivir ajenas sintonías. Contra la comodidad autojustificativa de no cuestionarse nunca, la filosofía ofrece la oportunidad responsabilizadora de cuestionarse a veces.

Sin la filosofía todo cuanto nos digan otros es verdad y todo lo que digamos nosotros es mentira. La verdad así puede cancelarse, ser propiedad tan solo de unos pocos, y dejar de ser una construcción colectiva. Al generar cada vez mayores masas que ignoran, no se rebelan ni cuestionan, y cada vez menores y más reducidas élites que gobiernan y deciden, nos deposeemos como especie de la realidad, nos alejamos de la naturaleza y vivimos de la arbitraria decisión de otras personas porque nos importan más de lo que nosotros nos importamos a nosotros. Les dedicamos de hecho más tiempo a sus estúpidas apariciones que a nuestras necesarias evoluciones.

Por contra, la filosofía es sobre todo el interés y el cultivo de los medios y las formas, es un continuo e inspirador comienzo, y la única y verdadera cura que conocemos para la obsesión por el fin o la mera satisfacción continua de nuestros instintos o deseos. Pretender que la dignidad humana, la economía política o la democracia puedan existir si no existe la filosofía, es un suicidio inconsciente. Cualquier persona que visite la historia lo comprende, y solo quien vive obsesionado por su ficción o su entelequia finalista, lo ignora. La filosofía cuestiona la esencia y la apariencia, articula la ética y al estética, nos mantiene próximos a lo humano para pensar con inteligencia constructiva la sociedad, la industria, la máquina.

Ya he hablado de la necesidad de aprender a pensar en otras ocasiones, pero permíteme, lector o lectora, contarte por qué insisto en ello.

La filosofía que de niño leí cuando lloraba, hizo posible al adulto que hoy sonríe. La filosofía, y en general aprender a pensar, me ha ayudado a vivir de acuerdo a unas referencias, a una estructura. Ello me ha permitido no sentirme perdido ni aún cuando me encontraba en un terreno desconocido o ignoto. De hecho, aprender a pensar y cuestionarme me salvó varias veces la vida. Solo la filosofía convirtió mi frustración y rabia en aceptación y valentía. Solo la filosofía tomó una tímida llama que latía en mí (inquietud innata) y la alimentó hasta convertirla en fuego eterno (curiosidad sistemática). Ese mismo fuego me ha dado calor en pleno invierno y ha sabido dar calor a otros cuando me necesitaban.

Pero hay algo todavía más poderoso que todo lo anterior, y es el hecho de tener la certeza de saber que si hoy soy algo -y se que soy mucho- es gracias a que otros existen y existieron. Esta certeza que me contextualiza como parte de una larga y dilatada historia de ideas, de esfuerzos y de relaciones y me ayuda a equipararme al resto de personas, es totalmente contraria al discurso barbarizante y aspiracional que promueve la independencia, la superación y la autosuficiencia de unas personas sobre otras. Las tres cosas -independencia, superación y autosuficiencia- si bien pueden generar euforia a inmediato plazo, se han demostrado históricamente dañinas y contraproducentes a largo plazo en una especie compuesta por animales gregarios, seres sociales que necesitan comprender y sentirse comprendidos, amar y sentirse amados más allá de la competitividad insaciable y la sed de interés propio.

Nada salvo la filosofía me enseñó a amar a los otros, me hizo comprender la sencillez y la complejidad, el gozo y el dolor ambivalentes y continuamente necesarios en la vida. Quienes dicen que la filosofía es algo simple o algo complejo, aciertan, porque así es también la vida.

Nada salvo la filosofía me salvó en innumerables ocasiones del abismo de la falta de sentido, de la oscuridad que sentí al comprobar que existe la injusticia. Nada salvo la filosofía me curó de la herida que inflige el abuso de poder, del desconsuelo de la condescendiente inercia, de la fría y distante indiferencia de los que se aislan.

La filosofía me permitió acceder a realidades colectivas, sentirme verdaderamente humano al compartir con personas a miles de quilómetros las mismas inquietudes, y sentirme verdaderamente vivo al cuestionar lo que pensaba o sentía. Solo la filosofía me ayudó a sentirme único construyendo mi criterio y a la vez completamente acompañado al ver que mis dudas son las mismas que las de cualquier persona en el mundo, y al entender que a menudo ninguno tenemos respuesta. Al leer, hablar y estudiar para vivir con criterio, comprendí que antes que yo, muchos otros intentaron mejorar el mundo. Y lo mejor de todo: también comprobé que algunos lo consiguieron. La filosofía sobre todo aporta referencias, historias de esfuerzos pasados y presentes, pistas y bastones con los que explorar, acariciar y disfrutar la vida. En una época en la que las identidades, los sentimientos y las ideas dividen, la filosofía fue y es mi pegamento.

Nada salvo aprender a pensar me libró de la cadena perpetua y la barbarie de la absoluta ignorancia. Me supe interdependiente gracias a la filosofía. Aprender a pensar me enseñó a detectar, localizar, relacionar y mantener cerca la mayor parte de cosas importantes de la vida. La filosofía me ayudó a tener la necesaria base apreciativa desde la que amar, sentir y contemplar la existencia.

Gracias a la filosofía me levanté cuando caía, recobré y aumenté mi valor para seguir insistiendo, para perseverar, para alejar de mí la tentación del abandono o la apatía. Nada salvo la filosofía me acompañó en las travesías de silencio y soledad que viví en mi vida. Recuerdo con nitidez la presencia de la filosofía en la primera parte de mi vida pero también en la crisis que toda persona vive a la mitad de ella o con la pérdida dolorosa de relaciones o seres queridos. En todos esos momentos, la filosofía me enseñó a saberme vulnerable, me animó a aceptar el dolor y a exponerme, me dio herramientas para ayudar a mejorar la realidad de miles de personas.

Nada salvo la filosofía me ayudó a comprender -para intentar cambiar- la continua sensación de ruido, desconcierto, absurdo y vacío de una sociedad evanescente, continuamente errada y difusa. Solo el estudio y el conocimiento detallado del pensamiento humano me hicieron ser humilde al comprender que entre todos pensamos mejor que por nosotros mismos. Nada salvo la filosofía me apartó de la ceguera de la fe y la creencia ciega, nada salvo ella me enseñó tolerancia, me ayudó a detectar y tratar de superar cada prejuicio.

En la filosofía hallé esperanza y ahora tú deberás encontrarla sin la ayuda del sistema educativo. Suerte.

Hoy más que nunca gritemos y actúemos alto: La filosofía importa #lafilosofíaimporta
 

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