por David Criado | Jul 12, 2017 | DESARROLLO PERSONAL

«Nothing here is as it seems, and I know it’s alright»
Hudson Taylor, Cinematic Lifestyle
«Life is like Nepal: you must go continuosly through the mountains, up and dowm all the time, that´s all»
guru Mukesh
Durante mes y medio he convivido con familias, personas y grandes héroes que habitan el techo del mundo en el territorio comprendido entre Tibet y Nepal. Todos ellos realmente comprenden las montañas. En este tiempo he accedido a una parte del misterio de la vida inaccesible a través de redes sociales o de enlaces. Gracias a esta experiencia he conocido el origen, fundamento y resonancia del budismo tibetano milenario, el infinito colorido interior del hinduismo y el sencillo modo de vida de los habitantes de las cordilleras más extensas y elevadas del planeta. No existen libros que puedan prever o anticipar la enorme cantidad de lecciones aprendidas durante mi viaje.
El presente artículo, lector o lectora, pretende recopilar algunas de estas lecciones con el fin de que usted pueda trabajarlas a diario para alcanzar una vida plena. No existe mejor líder que persona, ambos conceptos están estrechamente unidos y no se pueden disociar. A lo largo de este texto usted accederá a algunas de las grandes lecciones que me fueron regaladas. Atrévase a leerlo, sane su realidad diaria y crezca conmigo.
Estas son las 10 lecciones de liderazgo personal para una vida plena:
- Recuerda los tres venenos de tu espíritu
- Practica el desapego
- Entrena tus ganas de comprender a otros
- Dignifica la vida y las costumbres de los otros
- Comparte el frío o el calor de otros
- No te creas superior a los demás
- Abre tu mente a nuevas perspectivas
- Recorre el camino de la excelencia en tres pasos
- Atrévete a escuchar y conocer
- Abraza el agradecimiento sincero a los demás
Comenzamos.
1) RECUERDA LOS TRES VENENOS DE TU ESPÍRITU
En la entrada de todos los monasterios budistas tibetanos existe un fresco que representa la rueda de la vida o Samsara (el ciclo de nacimiento, vida, muerte y reencarnación). Esta representación es en mi opinión la mejor primera aproximación al budismo tibetano que una persona puede realizar. Cada elemento de la rueda es simbólico y enseña una creencia fundacional de la cultura tibetana. De acuerdo a mi experiencia (ahora ya en tres territorios budistas tibetanos diferentes) este fresco suele variar en función de la interpretación local. Sin embargo todos los frescos coinciden en señalar tres elementos en el centro de la rueda de la vida. Estos tres elementos son los tres venenos del espíritu y aparecen representados unidos y devorándose unos a otros. Son los siguientes:
- La ignorancia o la estupidez (representada por un cerdo)
- El deseo, la avidez o la codicia (representado por un gallo orgulloso)
- El odio, el enfado, la ira o la agresividad (representado por una serpiente)
Los tres venenos se devoran entre sí porque son interdependientes. Nuestra ignorancia (la de nuestra condición y la de nuestra existencia) provoca nuestro deseo o las ganas de codiciar cosas, ideas o personas; y este deseo a su vez nos genera odio, ira y agresividad. Esto que acabo de enunciar me acompañó en cada uno de los innumerables monasterios que visité durante mi peregrinación de forma que nunca pude olvidar esta gran enseñanza.
Si quieres mantener una vida plena recuerda que tus tres venenos son la ignorancia, el deseo y la agresividad.
2) PRACTICA EL DESAPEGO
Nuestra naturaleza es el cambio. Esta gran verdad está más que interiorizada en esta parte de Oriente. Durante dos semanas visité el antiguo reino perdido de Mustang en la frontera de Nepal con Tibet, la última región del mundo -en palabras de SS el Dalai Lama- en conservar la auténtica cultura y tradición tibetanas. Tras 90 kilómetros de camino cruzando ríos y atravesando desfiladeros, peregrinando por pequeñas villas perdidas subiendo valles y montañas llegamos a Lo Manthang donde unos monjes budistas me acogieron en su monasterio. El Lama del templo me invitó el primer día a acompañarles en la ceremonia sagrada de disolución del mandala.
Fue un placer contemplar y compartir con los monjes jóvenes este aprendizaje. La ceremonia se realiza para bendecir y rezar por todos los seres vivos del planeta. Durante meses los monjes realizan con arenas de colores un gran mandala (un dibujo geométrico y simbólico) que incluye significados internos y secretos. El mandala se perfila desde el centro al exterior y simboliza el nacimiento y el crecimiento de todos los seres. Cuando el mandala está terminado después de varios meses de trabaj) se recoge desde las orillas hacia el centro simbolizando el regreso a la fuente primordial. Finalmente el mandala se vierte completamente en el río (un fenómeno humilde) que va a parar al océano (un fenómeno infinito que representa la grandeza del universo). Este ejercicio ayuda a los monjes a practicar el desapego y a evitar la codicia y el orgullo (uno de los tres venenos).
En realidad no necesitamos mucho. El maestro Mukesh me mostró en el lugar sagrado de Pashupatinah cómo queman los cuerpos y los arrojan el río en un ritual hindú milenario. Él había leído a Tolstoi y me dijo mientras contemplábamos la ceremonia: «David, que nunca se te olvide esta anécdota. Una vez le preguntaron a Tolstoi qué es lo que realmente necesitaba un ser humano y él respondió -En realidad tan solo siete pies de tierra cuando muere. Tan solo siete pies, David -me dijo- El resto es un lujo que debemos siempre agradecer»
Si quieres mantener una vida plena practica el desapego, recuerda que todo llega y todo pasa.
3) ENTRENA TUS GANAS DE COMPRENDER A OTROS
Existe un verso sagrado dentro de los ocho que condensó Geshe Langri Thangpa y que Su Santidad el Dalai Lama recordaba en su maravilloso texto Adiestrar la mente. Este verso dice lo siguiente:
Siempre que esté en compañía de otros, me veré como el más insignificante entre ellos, y desde lo más profundo de mi corazón apreciaré a los demás como supremos.
La mayoría de los terribles libros de autoayuda que se venden en las librerías pretende educarnos en exactamente lo contrario: destacar sobre los demás cueste lo que cueste. Mi experiencia para lograr una vida plena sin embargo es otra. Aprender a renunciar a la razón y a la importancia propias ha sido a lo largo de mi vida el único camino hacia la paz interior. Solo he alcanzado esta paz interior cuando he renunciado a querer convencer a otros y he abrazado con entusiasmo las ganas sinceras de comprenderlos.
Esta es, por otro lado, la actitud de vida y el comportamiento de la mayor parte de habitantes del Himalaya. Mis días en Nepal me enseñaron el extraordinario poder de atracción que tiene el respeto por las ideas y creencias de otros. Durante mi estancia observé la maravillosa convivencia y respeto entre budistas e hinduistas. Ambos comparten a menudo instrumentos de oración, plegarias, bendiciones, espacios de meditación e incluso dioses. Cada persona cree honesta y sinceramente en aquello con lo que comulga y a nadie le hace falta convencer a nadie porque todas las manifestaciones y experiencias de espiritualidad son entendidas como válidas.
Un ejemplo de todo esto durante mi viaje fue el maestro Mukesh quien no practicaba ni compartía muchos dogmas de fe de su religión nativa (el hinduismo) y tampoco muchas otras creencias del budimo tibetano. Sin embargo nada de esto le impedía rezar y mostrar su absoluto respeto por los símbolos sagrados de una y otra confesión, llamar maestros a los grandes lamas de los monasterios o pronunciar la sagrada oración bon en presencia de creyentes bon.
Si quieres mantener una vida plena entrena cada día tus ganas de comprender a otros.
4) DIGNIFICA LA VIDA Y LAS COSTUMBRES DE LOS OTROS
Muchos turistas no muestran ningún respeto por las costumbres locales y se limitan a realizar fotografías excelentes que poder subir luego a cualquier red social. Mi opción es siempre la contraria: sean cuales sean mis ideas nunca son mayores que mi respeto a las ideas y creencias de los otros.
Durante mi peregrinación me he comportado y actuado tal y como lo haría la persona local más devota en cada uno de los lugares que he visitado. Cada vez que pasaba ante una capilla de Shiva en cualquier pueblo hindú me detenía por unos segundos a rezar. Cada vez que entraba o salía de un lugar santo para las personas con las que convivía, rezaba. Ante cada chorten o memorial tibetano de cada pequeña villa o pueblo en honor de todos los seres sentientes, descubría mi cabeza y tocaba con mi frente las sagradas sílabas (/OM MANI PADME HUM/). Al coronar cualquier montaña repetía el canto tibetano universal en respeto a los dioses montaña y las personas. En el interior de los monasterios budistas me postraba tres veces en cada una de cuyas ocasiones mostraba mi respeto con los tres saludos propios a los Tres Tesoros. Caminaba luego siempre hacia la izquierda, rezaba 108 veces con mi mano izquierda contando cada oración con mi rosario tibetano, tocaba con él las sagradas escrituras milenarias guardadas en los armarios, me postraba hasta que mi frente tocaba los altares y completaba la kora interior para volver luego a ofrecer mis respetos a Buda. También cada vez que realizaba una kora exterior, hacía rodar todas las ruedas de oración. Durante mi peregrinación al monte Kailash, el más sagrado del hinduismo y el budismo, no cesé de rezar en ningún momento conservando siempre mi rosario. Deseaba siempre en tibetano una buena peregrinación a mis otros compañeros peregrinos (/Chilap ché/) juntando las palmas de mis manos de forma sincera y amigable. He agradecido siempre la atención y el trabajo de cocina de cada cocinera que nos ha acogido durante el viaje y a todas ellas las he llamado madres (/Amás/) en su idioma. Me he descubierto, agachado mi cabeza y llamado maestro (guru) a cada sadhu y hombre santo hindú y a cada monje tibetano que me he cruzado durante mi peregrinación.
Si quieres mantener una vida plena dignifica la vida y las costumbres de los otros.
5) COMPARTE EL FRÍO O EL CALOR DE OTROS
Además he elegido convivir con todos mis nuevos amigos y sonreírles saludando (/Tashi Delek/) antes que aparentar cierto halo de superioridad con tufo a occidental. En las casas de invitados comía en la cocina conversando con las familias y observando todas las costumbres locales. A menudo simplemente me callaba y mostraba mi respeto. En realidad todos los extranjeros con los que me crucé solamente solían convivir con otros extranjeros hablando inglés en los salones destinados a turistas. Imagino lo distinto que para ellos fue su viaje…
Si alguien -incluido algún monje- le preguntaba al maestro Mukesh que hacía alguien como yo en el Himalaya, él siempre respondía «Es un peregrino, está en un viaje religioso»

Los verdaderos héroes no escalan ochomiles una vez al año para luego volver y salir en los periódicos. Los verdaderos héroes viven bajo esos ochomiles todos los días del año, crían a sus hijos en la más absoluta dignidad y no salen nunca en los periódicos.
Si quieres mantener una vida plena, detente y comparte el frío o el calor con verdaderos héroes.
6) NO TE CREAS SUPERIOR A LOS DEMÁS
La grandeza no se muestra, se demuestra. Jamás quise que ninguna persona durante mi viaje se sintiera mi sirviente, de modo que yo recogía mis propios vasos y platos y hacía regalos constantemente a mis anfitriones, ofrecía bálsamo y cuidados a los nuevos amigos nepalíes que me acompañaron durante los 12 días de peregrinaje por Mustang y siempre procuraba compartir todo lo que tenía con ellos. Les mostraba mi afecto y agradecimiento en toda ocasión porque sencillamente eran para mí nuevos hermanos.
En el sagrado lugar de Muktinath, el maestro Mukesh me tomó del brazo tras bañarnos en los 108 chorros de agua sagrados del templo y me dijo: «David, I´ve never said you before but for me it is a pleasure to see the way you treat people, always caring about others and interested on them, always listening and smiling. You are different because sometimes people believe they are more than others. Thank you for treating all the people in this way.«
Durante mis días en Sindhupalchowk -conviviendo con mi nueva familia en Nepal y plantando arroz junto a ellos- trabajaba, comía, bebía y me comportaba tal y como lo hacían ellos como muestra de afecto y de respeto. En tres ocasiones Bae, mi hermano en las montañas, se acercó a mí para decirme «Wow, David, you are a good person«. Mi padre en las montañas no hablaba mucho pero cuando terminaba agotado de trabajar en algún campo se acercaba a mí y me sonreía diciendo «Finish». Era su forma de dar las gracias y a mí me llenaba por completo. En mi caso nunca desfallecía y mi respeto por el trabajo y las costumbres era religioso y absoluto. Me descalzaba al entrar en casa, comía como ellos siempre con las manos, ayudaba en todas las tareas de la casa que podía, trabajaba con las mismas herramientas, no me permitía más descansos que nadie ni mejor trato que ningún otro. Esa fue la única razón por la que Santosh, mi otro hermano en los días de Sindhupalchowk, me dijo en varias ocasiones «Gracias porque todo te gusta y todo lo aprecias», «Todos en el pueblo hablan de tí, no podemos creer que estés aguantando tanto y que trabajes siempre a nuestro lado«. Todas estas cosas me aportaron grandes aprendizajes y aventuras que jamás olvidaré.
Si quieres mantener una vida plena no te creas superior a los demás
7) ABRE TU MENTE A NUEVAS PERSPECTIVAS
En mi peregrinación por Tibet coincidí con Parichat, una chica tailandesa que vivía en Australia. Durante una comida en un bar de carretera mantuve con un grupo de compañeros una conversación sobre el budismo y sus bases y las diferencias entre las religiones no teístas orientales y las religiones occidentales. Ella, que era budista, escuchaba perpleja y al terminar la conversación me miraba extrañada. Había escuchado que yo trabajaba con directivos y equipos y sabía que yo era occidental, parecía contrariada. Al día siguiente se acercó a mí en el sagrado monasterio de Sakya. Me había visto arrodillarme ante el Buda y durante varios días me había visto meditar y rezar. Me preguntó «¿eres cristiano?» Y yo le respondí «Sí, también soy cristiano». Ella sonrió y me dijo «¿Cómo puedes saber tanto acerca de todo esto?». «He estudiado mucho y tuve el valor de respetaros.». Ella me contestó «¿Qué has estudiado para saber tanto?» Yo entonces sonreí y respondí «Tan solo filosofía, sociología, psicología, mística, religiones, estrategia,… durante los últimos 20 años» Ella seguía interesada y me dijo «¿Por qué aprecias tanto a Buda?». «El budismo es una de las dos filosofías de vida que más respeto». «¿Cuál es la otra?» me dijo. «Lee también a los estoicos. En realidad la vida es un mismo regalo para todos». Ella concluyó: «Sin duda lo haré»
Si quieres mantener una vida plena abre tu mente a nuevas perspectivas.

8) RECORRE EL CAMINO DE LA EXCELENCIA
El camino de la excelencia tiene tres pasos: Distinguir el grano de la paja, reconocer la excelencia en otros, y superar tus creencias limitantes para acceder al lado bueno de las cosas. Vamos allá:
Distingue el grano de la paja. Durante los días de Tibet conocí a una princesa tibetana que tiempo atrás había tenido que huir de Tibet por la constante persecución y represión china. Oí de su propia voz cómo siendo una niña muy pequeña había cruzado a pie los Himalayas con su familia hasta llegar a la India y pedir asilo. Allí se había educado y luego había tenido que volver a Tibet para poder defender las propiedades de su familia ante el gobierno central. Era una conocedora inigualable de la cultura tibetana y una devota practicante del budismo en templos y lugares santos. No paraba de repetir que ella era budista y que nosotros no. Sin embargo esta persona no estaba en paz consigo misma y durante gran parte del viaje se comportó de una forma desleal y deshonesta con el grupo con el que yo viajaba. Parecía continuamente enfadada y agitada y a menudo gritaba y respondía bruscamente. Esto me hizo aprender que creer y practicar las enseñanzas de Buda nada tiene que ver con visitar monasterios o rezar sutras sino con una actitud de paz ante la vida. Incluso las personas con la más bella historia de superación cometen errores y se impiden a sí mismas recorrer el camino de la excelencia.
Reconoce la excelencia en otros. En mi estancia en Lhasa coincidí en el hotel con un grupo de escaladores occidentales que acababan de coronar el Everest. Se encontraban tomando relajadamente unas cervezas en la ceremonia de agradecimiento mutuo y entregando los diplomas oficiales a cada miembro de la expedición. Reconocí perfectamente que eran escaladores porque sus caras estaban completamente quemadas y parecían realmente exhaustos. Esperé a que terminaran su ceremonia y antes de irme a descansar me acerqué a ellos y les dije: «Gracias por ser un ejemplo de superación para mí» Todos ellos sonrieron y brindaron por mí.
Supera tus creencias limitantes para acceder al lado bueno de las cosas. En muchas ocasiones durante esta aventura tuve que controlar mi actitud occidental de exigencia ante la realidad y sustituirla por la actitud oriental de compromiso con la realidad. Es muy común en Nepal la expresión «El hombre propone y los dioses disponen» haciendo referencia a la imprevisibilidad de los vuelos de los aviones, la impuntualidad de las personas, los cortes de electricidad (cuando la hay), o las obras o inundaciones en la carretera. Una de las cosas que más me han ayudado a crecer en este viaje ha sido cambiar mi mentalidad de exigencia por la de compromiso con la realidad. Todo lo que pase, ha de pasar y mi excelencia se cifra en abrazar y disfrutar cada uno de todos los imprevistos. Porque todo lo previsto es solo mi deseo y no la realidad del lugar en el que estoy o vivo. Esta actitud me ayudó mucho para sonreír y tratar justamente al maestro Mukesh en el aeropuerto de Pokhara donde esperamos 5 horas el avión mientras sufría una gastroenteritis o en el aeropuerto de Jomsom donde tras 4 horas de espera nos subimos finalmente a un coche para hacer en 8 horas de jeep un trayecto de media hora de avión. En el primer caso la espera me permitió tener conversaciones muy enriquecedoras con el maestro Mukesh, en el segundo pude conocer por tierra una parte de Nepal preciosa y llena de anécdotas e historias con un conductor que pertenecía a los emigrantes japoneses llegados a Nepal en el pasado. Si hubiera vivido en la exigencia o el deseo de lo que quería que pasara, mi viaje habría sido un infierno porque mi mente habría vivido en el futuro y no en lo real. Cuando Rahul, mi contacto en Katmandú, me preguntó cómo me encontré tras 8 horas de coche y tras todos los imprevistos, yo sencillamente le dije: «Esto es Nepal, si quiero disfrutar de su cultura (la cara A) también debo vivir sus inconvenientes (la cara B). No existe uno sin el otro».
Si quieres mantener una vida plena recorre los tres pasos del camino de la excelencia.
9) ATRÉVETE A ESCUCHAR Y CONOCER
En mi estancia en el valle de Katmandú conocí a la maestra Smarika, una chica joven que compartió conmigo la historia de su vida. Nacida en una familia hindú tradicional, había querido experimentar la vida y vivir antes que hacer lo que todas sus amigas habían hecho: casarse en su adolescencia y tener hijos. Había luchado y trabajado duro en varios trabajos de camarera y administrativa casi siete días a la semana durante años, llevando dinero a casa y estudiado a la vez gracias a su insistencia y a una beca de una fundación española en Nepal. Incluso había estado varios meses en España. Tenía muchas ganas de crecer y conocer otras culturas. Ahora su familia la respetaba «como a un chico» me decía ella misma y se había ganado a base de sudor y esfuerzo el reconocimiento de su comunidad. Respeto y bendiciones para tí, maestra.

En la pequeña villa de Charang visité el monasterio y el Lama se ofreció a mostrarme el templo viejo y el nuevo, la escuela de nuevos monjes y las instalaciones. Era un hombre muy versado al que le costaba un poco hablar inglés fluido pero que enseguida comprendió que mi interés por el budismo era completo. Hablamos durante largo tiempo y lo que ocurrió entonces me enseñó otra lección. De repente aquel monje vestido con humildes ropajes, viviendo en una humilde villa de Mustang, un territorio de apenas 5000 habitantes, me preguntó si conocía a Richard Gere. Yo le dije que no en persona pero que sabía quién era. Él me dijo «Él y yo compartimos maestro en Dharamsala. Luego fui a estudiar a Suiza, a Alemania y Francia» Hablamos durante rato de Europa y luego él me dijo «Debo ir a continuar mis clases con mis alumnos». Aquel hombre de mediana edad había vivido una vida plena y excitante llena de aprendizajes y ahora apostaba por desarrollar una comunidad budista en una humilde villa. En realidad, nunca sabemos con quién estamos hablando, conviene siempre ser humildes.
Si quieres mantener una vida plena atrévete a escuchar y conocer.
10) ABRAZA EL AGRADECIMIENTO SINCERO A LOS DEMÁS
En medio de la llanura tibetana, el conductor del autobús en el que iba nos ofreció conocer a su familia que vivía en Sakya. Todos aceptamos encantados tras visitar el monasterio fundador de una de las cuatro sectas budistas más influyentes. Yo había entablado una relación de amistad con él sin apenas saber chino ni tibetano a base de gestos de complicidad y agradecimiento. Hasta entonces yo había peregrinado y rezado en todos los templos con un rosario muy trabajado bendecido en la sagrada ciudad de Lhasa al que yo tenía mucho afecto. Yo lo solía llevar en el cuello y luego lo utilizaba con mi mano izquierda como dicta la costumbre para rezar en el interior de los templos. Al llegar a su casa familiar, sus padres nos sentaron en la estancia principal de su casa, una vivienda tibetana muy humilde. Todos estaban recibiendo la atención de estos buenos ancianos y bebiendo la leche de yak o cabra, el yogur de yak, las pastas típicas,… Mis compañeros se hacían fotos con ellos como recuerdo y ellos accedían encantados. Por un momento me acordé de mi familia en Mongolia, me levanté de mi sitio y me acerqué a mi guía para pedirla que tradujera lo que iba a decirles. Me acerqué a la madre del conductor (la matriarca de la familia) y me quité el rosario que me hubiera gustado traerme a España. Le dije que lo aceptara como regalo. El conductor se acercó y me dijo «Pero lo vas a necesitar durante el viaje». Yo respondí «No se trata de lo que yo necesito sino de lo que quiero hacer por ella para agradecerle su hospitalidad». Él sonrió.
En Chosar Valley coincidimos extrañamente con una pareja de turistas americanos que estaban realizando fotos. Yo observé que toda la comunidad estaba en medio de una celebración con los monjes, me acerqué, me arrodillé y recé junto alejado de ellos mostrando mi respeto. Un monje se acercó sonriendo y me dijo «Por favor, únete a nosotros» Me levanté y fui junto a ellos. Al terminar una anciana me agradeció el gesto acompañándome durante algo más de un kilómetro a pie para mostrarme un pequeño monasterio centenario perdido en lo más profundo del pueblo.

A mitad de camino de mi peregrinación por el reino perdido de Mustang nos detuvimos en el pequeño pueblo de Dhigaon. En él se encontraba la familia con la que el maestro Mukesh dos años antes había vivido el terremoto que asoló el país. Era una familia con la que él se sentía muy cercano y tenía dos matriarcas: una anciana abuela con la cara muy arrugada y la sonrisa infinita, y una madre que nos cocinaba a demanda. Yo como siempre intenté mostrarme agradecido en todo momento. Afortunadamente aquel lugar no tenía cobertura móvil ni wi-fi (apenas tenía electricidad solar) por lo que mi atención completa se focalizó en la abuela. Esta anciana mujer no paraba de rezar continuamente y me recordaba mucho a mi abuela Pepa. En aquel momento yo viajaba solo con dos amuletos: una pulsera y un hilo de bendición rojo que me había dado el Lama del monasterio de Sakya en Tibet y un rosario y un hilo de bendición amarillo que había comprado a un monje en el monasterio gelukpa de Tashilumpo en Shigatse. Eran amuletos de las dos sectas mayoritarias en el Himalaya. Pregunté al maestro Mukesh a qué secta se adscribía la anciana y él me dijo que ella era sakyapa. Me acerqué a aquella buena mujer que tanto habría vivido durante décadas, viuda ahora y viviendo en la sencillez más absoluta y le dije lo siguiente: «Esta pulsera que yo llevo en la derecha por ser hombre quiero que usted la lleve en la izquierda como mujer tibetana. Pertenece al monasterio sagrado de Sakya donde se encuentran las sagradas escrituras y la columna bendita y donde yo he rezado por todos los seres vivos, incluida usted. Este hilo que ahora le entrego es una bendición del Lama del monasterio que recibí expresamente de él y que quiere que le acompañe en adelante. Me hubiera gustado llevarlos conmigo pero creo que estarán mejor con usted». Ella me agradeció el gesto con sus manos y sonrío. Al irme al día siguiente la estreché en mis brazos y ella me regaló una bandana de oración.
En la peregrinación el Monte Kailash, el Khang Rinpoche de los tibetanos, el día más duro sin duda es el segundo día. Tras partir el primer día de Darchen hasta Guru Rinpoche Torma atravesando el río Lha Chu, uno asciende la segunda jornada -en mi caso a pie- hasta el paso de montaña de Dolma La. Es un paso elevado cuyo punto álgido alcanza la cota de 5660 metros y en el que suele nevar bastante. Los peregrinos compartimos oraciones y frío a un mismo tiempo y nos ayudamos a subir cuando nos falta oxígeno o fuerzas o mientras resbalamos en el hielo. La ayuda es mutua y el sentido del humor ayuda a todo el mundo a superar el paso no sin ciertas dificultades. En este contexto alcancé el paso y recé junto al resto de personas en lo alto con nuestra vista puesta en la morada de Shiva. Al descender hacia Shabje Drakthok vi como un hombre llevaba a su hijo en la espalda y el sombrero del niño se caía. Durante varios cientos de metros corrí entre los riscos hasta que les alcancé para devolverles el sombrero.
Tras mis días en Sindhupalchowk mi madre en las montañas lloró por mi partida y me agradeció la visita enormemente invitándome a volver con mi pareja. Yo le abracé y di regalos a toda la familia. Días antes había colaborado con la pequeña escuela derruida tras el terremoto aportando humildemente lo poco que pude regalarles en forma de medicinas y material escolar y de juego para los niños. El agradecimiento de los niños fue completo y cada vez que se cruzaban conmigo venían a saludarme.
Si quieres mantener una vida plena abraza el agradecimiento sincero a los demás.
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por David Criado | Abr 19, 2017 | DESARROLLO PERSONAL

«El alma desgasta el cuerpo»
Napoleón, en una carta a María Luisa
Vivo por y para las cosas importantes. Decidí renunciar al resto de las cosas para disfrutar de estas. Y son -así lo creo- pocas. Me doy cuenta a diario de que cada persona tiene una percepción distinta sobre cuáles son las cosas importantes.
De acuerdo a mi experiencia, esta percepción determina dos elementos fundamentales que configuran el modo de vida de una persona. Hablo del enfoque con el que percibimos la realidad y del espectro de oportunidades que somos capaces de generar para disfrutarla.
Hoy he decidido escribir mi historia de las cosas importantes. De algún modo creo que todo el mundo debería escribir la suya. Yo lo hago porque creo que no estoy desenfocado y porque la cantidad y calidad de oportunidades que genero en mi vida tienden a multiplicarse cuanto más tiempo empleo practicando estas cosas importantes. Lo que hoy comparto con usted, lector o lectora, es útil para dirigir una vida propia, un equipo o una empresa (por este orden de cosas).
Mi historia de las cosas importantes se reduce a un listado de dos máximas que me acompañan a diario.
Comenzamos.
1. TODO PASA DENTRO, NADA PASA FUERA
Las personas van antes que las cosas. Esta creencia que en mí es inasequible al desaliento es verdaderamente revolucionaria en la gran cantidad de escenarios en los que me desarrollo y crezco como persona. Olvidamos con temible frecuencia que no hay nada más importante que una persona o un conjunto de personas y que todo lo demás que hemos sido capaces de construir como especie (equipos, empresas, sociedades) sirve al interés y necesidad de estas personas. Entender la vida bajo este prisma me ha permitido ayudar a humanizar decenas de organizaciones durante estos años.
Recuerda lo que fuiste. La naturaleza nos da la oportunidad de la memoria y nosotros por el camino la perdemos. Por eso antes de ser padres todos somos hijos y antes de ser viejos todos somos jóvenes. Una y otra vez olvidamos lo que fuimos a través de nuestros actos. Ellos nos retratan y hablan de nosotros. No es fortuito que una semilla diminuta se convierta en un árbol gigante. Solo se crece desde dentro, nunca desde fuera. Olvidamos esto siempre y es parte de nuestra condición hacerlo. Somos el mayor animal social desmemoriado.
Aprende a curarte. Esta es tu mayor responsabilidad, la única que verdaderamente te hará libre. Si no la practicas, aumentaras tus heridas interiores y generarás dolor en otros. Si no puedes hacerlo por tí mismo, pide ayuda. Enseño a diario a las personas y a los equipos a curar sus heridas interiores bajo el antiguo prisma de enseñar a otros a pescar para que puedan comer sus propios peces. Lo hago para ser aún más prescindible y luego me retiro. Ese es mi trabajo. Lo hago una y otra vez sin aparente descanso solo para que en la última hora de mi vida pueda mirarme a mí mismo y decirme verdaderamente «HE VIVIDO».
El verdadero paraíso es interior. Tu hogar va dentro. Nadie en realidad se mueve si no viaja dentro. Genera tu propio contenido y escribe tu propia historia. Hay personas que no son su propia historia sino un párrafo de otras. Otras viven absortas en la búsqueda continua de sí mismos por lugares, momentos o experiencias. Generan una gran cantidad de ruido porque son como un viejo motor de coche que no acaba de arrancar aunque completamente parado no deje de intentarlo. Buscan en otros sitios que no son ellos mismos lo que siempre han alimentado dentro. Algunos mueren sin el placer de haberse conocido. Le pido por favor y por el bien de las personas que le rodean, lector o lectora, que no sea usted uno de ellos.
Solo hay un verdadero Viaje. En realidad estas personas no empiezan el Viaje. Recorren caminos de otros pero no eligen el camino propio. Tal y como yo lo veo, recorrer el Viaje consiste en conocerse a sí mismo a diario aprendiendo a superar las fortalezas y debilidades que definen un carácter. Tener contenido consiste en elegir a diario este camino propio que solo puede ser creado por ti. Cada persona es irrepetible como consecuencia del camino que ha recorrido. Si eliges recorrer un camino de otros nunca empezarás tu Viaje. No existe un acto más revolucionario que ese doloroso momento en el que una persona decide conocerse. El verdadero Viaje es interior. Cuando vives un camino propio no te hace falta que nadie te respete salvo tú mismo. Y paradójicamente eso hace que te respeten todos los demás.
2. SOLO PUEDES VIVIR EN LO QUE ES
No trates de convencer a otros sino de comprenderles: Las personas solo se parecen a las personas. Y probablemente si a tí te ha costado mucho construir un camino propio, es fácil que comprendas que a los demás también. No necesites que el resto abandone su camino propio para disfrutar de ellos. El proceso de encontrar tu lugar en el mundo no tiene por qué hacer sufrir a nadie. Somos en gran medida porque todos los demás también son. Estamos la mayor parte del tiempo porque todos los demás también están. Creo que vivir de una forma placentera y saludable consiste en atreverse a comprender a otros. Solo podemos comprender a alguien cuando nos atrevemos a creer que ese alguien es tan solo otra persona. Y las personas somos solo conjuntos de creencias, miedos e intereses.
Comparte tu camino con otros. Cristopher McCandless dijo una vez «Me he dado cuenta en el final de mis días que la felicidad solo es real si se comparte». La vida es un largo camino que merece la pena compartir. Una vez que has fijado tu camino propio, compártelo con otros. Aunque tú trabajes cada día para ser el mejor lugar del mundo en el que puedes ser, no ignores el lugar del mundo del que vienes ni desprecies el lugar del mundo en el que estás. Somos personas, y como tales somos seres interdependientes. Nada de lo que hacen los demás es tu responsabilidad pero todo lo que hacen los demás te afecta. Del mismo modo ocurre en dirección contraria. Se leal con el sufrimiento de los demás y compasivo con sus decisiones.
Vive a partir de tus compromisos, no de tus expectativas o deseos. Vivir esperando que la realidad sea diferente a lo que es, es un camino de frustración y el principio del valle de la desesperación. Es más útil y sensato vivir a partir de lo que ya es para luchar y trabajar por lo que queremos que sea. Aprende a dormir bien sabiendo hasta donde llega tu campo de acción. No pongas la llave de tu felicidad en el bolsillo de otro. Aprendo mucho de una gran cantidad de ciencias y también aprendo mucho de todas las religiones. Las tres primeras nobles verdades del budismo, son las siguientes: «La vida es sufrimiento. El sufrimiento nace del deseo. El sufrimiento puede extinguirse extinguiendo su causa.» La mayor parte de personas que habitan mi planeta sufren y padecen a diario su deseo.
Se lo que quieres que sean otros. No vivas mirando la paja en el ojo ajeno sino eliminando la viga del propio. No desees que otros sean o actúen de otra forma, actúa tú de esa forma. Creo con humildad que solo alcanzan una vida plena aquellas personas que con independencia de sus condiciones o contextos de vida, son capaces de mantener a raya y controlar la mayoría de todos sus deseos. Las expectativas son también deseos. Y solemos estar cargados y cargar a los demás de una gran cantidad de expectativas. Esto nos genera frustración. La forma más práctica de mantener a raya la mayoría de todos tus deseos, es vivir a partir de tu propio compromiso. Deja de quejarte por la realidad y haz lo posible por cambiarla. Por otro lado no vivas evitando el sufrimiento a otros, a menudo es necesario para poder crecer. Durante estos años asistiendo el cambio real de cientos de personas he visto, escuchado y acompañado mucho sufrimiento. La mayoría de ocasiones solo he sido efectivo y útil para que ellas crecieran cuando he permitido a las personas vivir el momento de sufrimiento para que el que tanto trabajaron con sus actos. Llamo a esto «compasión efectiva».
Vivir por y para estas cosas importantes es algo más que un compromiso, es un modo y una magnitud de vida. Vivir por y para estas cosas importantes me ayuda a vivir por y para las personas importantes de mi vida.
Espero, lector o lectora, que este artículo te haya resultado de ayuda.
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por David Criado | Feb 11, 2017 | DESARROLLO PERSONAL

«Coged las rosas mientras podáis,
veloz el tiempo vuela.
La misma flor que hoy admiráis,
mañana estará muerta.»
maestro Walt Whitman (Hojas de hierba, 1819-1892)
Escucho a diario una gran cantidad de quejas y problemas. La mayor parte del tiempo asisto a personas que de manera inconsciente y automática se mueven de acuerdo a una conducta reactiva. Por necesidad he desarrollado una especie de aparato digestivo paralelo que procesa y depura el victimismo crónico. Este aparato digestivo me ha permitido prestar un servicio útil a aquellos que todavía carecen de él.
Hoy comparto con usted, lector o lectora, una breve radiografía de las personas que se dejan para luego. Todos en algún momento del día o de la vida tenemos comportamientos de procrastinación que nos animan a postergar situaciones que deben atenderse sustituyéndolas por actividades más irrelevantes o agradables a nuestro parecer. El problema llega cuando uno hace esto con su propia vida. Hablo de ese oscuro momento que tal vez se convierte en actitud de vida quizás dilatada durante años o décadas en el que una persona acaba creyendo que lo mejor es dejarse a sí misma para luego. He aquí el problema.
Comenzamos.
CÓMO ACTÚAN LAS PERSONAS QUE SE DEJAN PARA LUEGO
Denomino «personas que se dejan para luego» a todos aquellos individuos que se han visto superados por sus propias creencias limitantes hasta el punto de posponer -sin ánimo de atender nunca- sus verdaderos intereses. Son «personas que se dejan para luego» todas las que prefieren vivir mañana y todas aquellas que anestesian o suspenden su propia voluntad de forma recurrente y sistemática. Son también «personas que se dejan para luego» las que anteponen los intereses de otros a los propios hasta desaparecer por completo de su propia vida, olvidando que no puedes nunca hacer ni dar a los demás lo antes no te has dado a tí mismo. Son por último «personas que se dejan para luego» las que se abandonan a la inercia de los acontecimientos y a las consecuencias de las acciones propias o de otros, creyendo con extraño empeño que nunca pueden hacer nada.
De acuerdo a mi experiencia el victimismo crónico es la base conductual de estas «personas que se dejan para luego» y suele manifestarse en forma de conductas que generan enmascaramientos de personalidad. Entre estas conductas destaco las siguientes mecanismos de defensas destructivos orientados a la autojustificación:
- El relativismo moral que produce inmovilismo degenerativo (p.e. «Tu tienes una opinión y yo otra, es igual de válida la tuya que la mía») Esta estrategia conductual inconsciente permite a la persona ser impermeable al cambio hacia un modelo de comportamiento saludable. Detecto que es altamente empleado por personas con niveles bajos o muy bajos rundimentos de gestión emocional, que suplen con un sobrepensamiento excesivo y un pensamiento secundario tormentoso escudado a menudo en razonamientos rebuscados o complejos. Explico siempre que este tipo de personas suelen emplear los avances del pensamiento lógico y deductivo en su propio perjuicio (favoreciendo su aislamiento) y no en beneficio mutuo (impidiendo el encuentro y el aprendizaje). También detecto que este relativismo moral hace uso de una gran cantidad de lugares comunes o frases hechas, muy genéricas y que permiten a la persona permanecer inmóvil e impermeable al cambio, del tipo «Ya sabes lo que hay», «Siempre se puede mejorar, claro que sí», «Las cosas son como son», «Eso es bonito en la teoría, pero luego está la práctica», o «Ya, ya, pero aquí somos diferentes, este sector, o equipo, o empresa, o realidad es muy diferente a la del resto del mundo».
- El uso indiscrimando de falacias lógicas. La falacia del argumento ad ignoratiam permite a la persona repeler sistemáticamente el aprendizaje y la capacidad intelectiva (de inteligencia, del latín «leerse dentro») bajo la premisa de que no existen pruebas de que lo que ha dicho es falso, olvidando que tampoco existen pruebas de que lo que ha dicho sea verdadero. Esta falacia muy extendida está ampliamente explicada aquí. La falsedad lógica non sequitur permite a la persona sostener razonamientos incoherentes en los que algunas premisas innegables generan deducciones ridículas. El uso de la reducción al absurdo, basada en el cuestionamiento impenitente de todo aquello que no confirme mis creencias, es muy frecuente en las personas que juzgan a los demás por sus acciones y a ellos por sus intenciones. Muy relacionado con esta falacia encuentro a menudo el argumento tu quoque o «tú también lo haces» que permite a la persona no hacer autocrítica y fijar siempre el área de mejora fuera de su responsabilidad.
- La defensa de una «personalidad» o un «carácter» inmanente que me gobierna desde que nací o que adquirí en algún momento y no puedo cambiar en ningún otro (p.e. «Yo soy así, y esto es lo que hay») Esta visión provoca además que la persona no solo considere que ella no puede mejorar sino que ninguna otra puede hacerlo en consecuencia. Esta sobrecarga de Ego lleva asociada un enmascaramiento de carencia de autoestima que se traduce en un miedo constante a la exposición pública. En casos extremos, este mecanismo interno considero que puede generar deficiencias afectivas en las relaciones como no dejarse querer, no saber querer, o tratar bien a las personas que nos tratan mal y mal a las que nos tratan bien. Creo ver en este mecanismo una distorsión para mí evidente que genera bucles reactivos de los que solo es posible salir con un gran trabajo personal de autocrítica y contraste.
LA DIFERENCIA ENTRE VOLUNTAD y COMPROMISO
A la hora de cambiar las personas creen que existen dos actitudes: querer cambiar o no querer hacerlo. Pero esto no es cierto en mi experiencia. A la hora de cambiar existen en realidad tres actitudes:
- No querer cambiar (reactivo)
- Querer cambiar y hacer lo imposible por no hacerlo (voluntarioso)
- Querer cambiar y hacer lo posible por hacerlo (comprometido)
Todas las actitudes anteriores determinan en uno u otro sentido la realidad de la persona. La primera actitud es una actitud de rechazo o reacción al cambio fruto de esa zona de comodidad que ha permitido a la persona sobrevivir hasta ese momento. La segunda actitud es una actitud de autoengaño en la que mi discurso oficial es «Quiero cambiar» pero mis acciones reales dicen «No hago nada por hacerlo». La tercera actitud solo llega después de las dos primeras y es la que genera resultado, aunque yo diría que las tras actitudes representan momentos del cambio necesarios a nivel cognitivo y conductual.
En el caso de las actitudes reactivas, si alguien no quiere cambiar, mi recomendación es dejar que no lo haga y no insistir en exceso en lo contrario. De nuevo, recordemos, nadie cambia si no quiere. En los casos en que la decisión de esa persona afecte a un colectivo, mi recomendación es siempre explicitar el conflicto y dejar que aflore de forma pública. De este modo la persona podrá autorregularse en el seno de su colectivo.
En los casos en que alguien quiere cambiar o manifiesta que quiere hacerlo, existe siempre un terreno posible de trabajo para el aprendizaje. Entre la actitud 2 y la actitud 3 se encuentran las siguientes diferencias:
Una persona voluntariosa se mueve y se comporta desde la generalidad y la falta de concreción, favoreciendo la inacción, postergando la asunción de responsabilidades y evitando el dolor o el esfuerzo necesarios. De acuerdo al Análisis Transaccional, este tipo de personas suelen maniobrar o realizar transmisiones desde su rol de NIÑO o de PADRE estableciendo imperativos categóricos o patrones de pensamiento polarizados según el patrón «esto me gusta» o «esto no me gusta».
Una persona comprometida se mueve y se comporta desde lo concreto, traduciendo su voluntad de cambio en acciones propias que generan nuevas realidades, asumiendo su área de responsabilidad y gestionando el dolor o el esfuerzo asociados a la consecución de logros.
Sobre el compromiso invito al lector o lectora a leer los siguientes textos de la maestra Paz Garde «Para cambiar las cosas hay que hacer cosas» y del maestro Amalio Rey «Desmitificando la fuerza de voluntad» y «Teoría del GRIT ¿qué tal vas de pasión y perseverancia?»
TIPOS DE PERSONAS QUE SE DEJAN PARA LUEGO
He seleccionado una tipología de personas que se dejan para luego que considero interesante para trabajar. Destaco los siguientes perfiles:
- El que vive cada día para tener razón. Ya lo he comentado en anteriores ocasiones. Hay personas que vivimos para tener paz y otras que viven para tener razón. Estos creen a menudo inconsciente o conscientemente ser mejores que los otros y viven para tener nuevas oportunidades en las que demostrarlo. Viven embalsamados en su orgullo y su autocomplacencia. Dentro de este tipo de personas hay dos subtipos de personas: Los que se regocijan y presumen de su propia ignorancia o falta de inquietud. Estos exigen a otros como víctimas porque no son capaces de exigirse a sí mismos como protagonistas. Sentados en estas butacas del cine de la vida observando las películas de otros se encuentran la gran cantidad de personas que conozco. Ni siquiera intentan conocer las cosas importantes. Se conforman con tener razón en su pequeña escala y en su mundo. Los que devoran conocimiento sin practicarlo. Estos siempre dicen pero casi nunca hacen. Viven en una apariencia de conocimiento que enmascara un desconocimiento atroz de las cosas importantes. Este último subtipo de personas que se dejan para luego, creen que el conocimiento por sí mismo es curativo, pero no es así. Lo realmente curativo es la sabiduría, lo que uno hace con el conocimiento (mucho o poco() que tiene.
- El que vive cada día para buscar su sitio. Estos no paran de compararse con otros otros de su entorno la mayor parte del tiempo y siempre creen que hay algo mejor por llegar. Se conservan embalsamados en falta de foco e insatisfacción constante. Los hay que deambulan esperando el advenimiento de su clara vocación sin probar ningún oficio. Los hay que viven esperando a la mujer o el hombre ideales sin saber que él o ella misma son la mujer o el hombre de su vida y que simplemente tienen que dejar llegar a alguien con el que compartirse. Los hay que sueñan con una vida mejor sin trabajar para tenerla. Los hay que buscan la fuente de la eterna juventud hasta tal punto que llegan a perder la suya. Todos ellos buscan un lugar en el mundo porque no saben que el mundo es su lugar, ignoran que su sitio es todo aquel en el que estén ahora, que su único lugar son ellos, que su casa puede ser el mundo si hacen de cada instante de su vida el lugar en el que no se eches de menos.
- El que vive cada día preocupado. Los hay que se precipitan contra la vida atropellando los segundos. Estos consumen distracciones sin importar la cantidad ni el órden. Se apuntan a gimnasios, deportes, actividades, viajes, aficiones,… y siempre están pensando en la siguiente huida. Consumen metodologías o herramientas sin orden ni concierto, sin estrategia ni foco. Tienen una realidad que les espanta y huyen periódica y puntualmente de ella. Se ocupan pero algo continuamente les persigue. Y entonces se preocupan. En algún momento del día o de su vida, la vida les atrapa. Un buen día cinco minutos a solas tras apagar el contacto del coche se derrumban. Saben que están dejando su vida para luego y no vieron crecer a su hijo o su hija, no estudiaron ni trabajaron en aquello que quisieron y cuando ya se encontraban estudiando o trabajando en eso otro no supieron aprovecharlo para aprender a sentirse satisfechos.
CÓMO ACTÚAN LAS PERSONAS QUE NO SE DEJAN PARA LUEGO
Las personas que no se dejan para luego, viven. Viven aquí y ahora aunque tengan que mirar hacia el mañana, viven hoy. Ante usted tiene a una persona que no se deja ni se ha dejado nunca para luego.
Yo no suelo dejarme para luego, yo me dejo casi siempre para ahora.
Soy más grande que la suma de todas mis heridas.
He hecho casi siempre aquello en lo que he creído. Incluso cuando otros no me permitían hacerlo, yo me lo he permitido.
He estudiado y trabajado por encima de mis posibilidades. Y he obtenido en consecuencia resultados por encima de mis expectativas.
Me he ganado a pulso lo que soy y eso es todo lo que tengo. Y resulta que hace bien a otros.
Tal vez por eso me han amado siempre.
No recuerdo un momento de mi vida en el que yo me haya aburrido.
He tocado las columnas de Hércules y he ido varias veces más allá de nuestro mundo a lomos de un pájaro de hierro entre las nubes.
Soy capaz de enfadarme pocas veces y muy poco tiempo para impedir que mi enfado me impida disfrutarme.
He recorrido la tierra donde nací de norte a sur y de este a oeste varios cientos de veces mejorando la vida de mi gente día tras día, paso a paso, persona a persona.
Las personas que yo consideraba referentes me han llamado maestro. Aquellos que aún son mis maestros me abrazan hoy como a un igual.
He visto despertar el sol en un viejo motel de California en frente del Pacífico por encima de un ejército de aves blancas infinitas.
He tomado decisiones duras que me han generado dolor y sufrimiento, y siempre he logrado levantarme hasta llegar a ser feliz.
Me he aceptado y he aceptado a otros la mayor parte del tiempo de mi vida.
He conectado con la intimidad más profunda de miles de personas en diferentes realidades, idiomas y momentos.
He caminado solo durante horas por el suelo abrasador del Gobi y la gélida estepa en la tierra más deshabitada del planeta donde los hombres nacen junto a los caballos.
He paseado mi alma por los jardines sonoros de la Alhambra. Y he estado en todas mis visitas atento al olor y a las imágenes de ese paraíso aquí en la Tierra.
He caminado en el silencio de un mar de columnas cordobesas.
Me he sentido la mayor parte de mis días muy pequeño y eso me ha permitido hacer grandes a una muestra muy importante de todos los demás.
He superado la mayor parte de mis miedos y aprendido a convivir con ellos sin que puedan limitarme.
He andado junto a un volcán latente en medio del paisaje lunar de una isla africana.
He caminado por los riscos inaccesibles cerca de un otro volcán en Grecia y visto morir al sol desde un acantilado en el Egeo.
He caminado por el mar en esa sucesión de peces y navíos de la que habló el maestro Neruda.
He contado la historia de mi vida a decenas de soñadores que también me compartieron la suya.
He sido escuchado por decenas de personas interesantes en el monasterio de piedra que descansa en lo alto del puerto de Dalt Vila, en mitad del Mar Mediterráneo.
He dado conferencias multitudinarias ante miles de personas y ayudado a ser feliz también a una. He hecho ambas cosas varias veces hasta no recordar cuántas.
He pasado noches en la playa hablando junto a personas importantes que lo eran porque me escuchaban y también las escuchaba.
He recorrido el Puente Vecchio partiendo del Palazzo Pitti hasta llegar a la Signoria y luego al Duomo para contemplar el resplandor dorado de las puertas del Paraíso de Ghiberti.
He mirado a los ojos al David de Miguel Ángel.
He disfrutado el olor de quinientos años de pintura en el techo más bello de la historia que no es otro que la bóveda Sixtina.
He bebido los mejores vinos y probado los mejores quesos. Nunca he pasado hambre, ni siquiera cuando no tenía dinero para comer tres veces al día.
He compartido frío y chimenea junto a hermanos en mitad de ninguna parte en una vieja casa de madera junto al lago Hautajärvi en el centro helado y blanco de Finlandia.
He contemplado en directo el color incontenible de los paisajes oníricos de El Bosco, las emociones puras de los rostros traducidos de Velázquez, y el horror de Goya.
He compartido ilusión y escuchado otros muchos sueños en un número incontable de trayectos junto a otros en coche o autobús sin apenas dormir durante el viaje.
He llorado al contemplar las ruinas del foro y la Acrópolis de Atenas donde mis antepasados construyeron lo que ya no somos.
He peregrinado durante horas por nuestro origen hasta llegar al Oráculo de Delfos, al pie del monte Parnaso.
He saciado mi sed del diminuto hilo de agua de la eterna juventud que mana de la fuente Castalia.
He caminado luego entre todos los Tesoros y arriba en lo alto del valle en el Templo de Apolo he hecho mi promesa.
He roto decenas de zapatos y zapatillas andando miles de quilómetros durante toda mi vida disfrutando de miles de paisajes.
He compartido mi sueño en la ciudad de Haarlem y he dormido en una casa de un desconocido en la ciudad llave de Leiden, junto a uno de los cientos de canales fantásticos de Holanda.
He sido lo suficientemente valiente como para empezar una conversación que importe, y he hecho esto innumerables veces.
He llevado una vida de héroes junto a personas que tatuaron mi piel de abrazos, agradecimientos y bendiciones.
He vivido en seis casas diferentes y dormido en decenas de camas de personas que me han amado y he amado.
He dormido en lugares que harían vomitar a una cabra y en habitaciones lujosas, y en ambos me sentí muy vivo.
He comido y bebido saboreando cada bocado como el primero.
Tengo recuerdos magníficos junto a amigos. Todos ellos me admiran y me quieren.
No conozco ni he fabricado por mí mismo ni a un solo enemigo.
He escrito y he leído suficiente aunque todavía no del todo.
Dicen que una persona cambia solo por dos razones: o porque sufrió demasiado, o porque aprendió lo suficiente. Yo he sufrido hasta poblar, herir y ahogar mi alma para luego dar sentido a mi vida. Soy el sentido de mi vida. Y todos los demás, tal y como son y están me bastan.
Soy feliz.
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por David Criado | Oct 1, 2016 | DESARROLLO PERSONAL

«Pero sucedió que el principito, habiendo caminado largo tiempo a través de arenas, de rocas y de nieves, descubrió al fin una ruta. y todas las rutas van hacia la morada de los hombres»
Antoine de Saint-Exupéry, El principito, Cap. XX
Durante casi un mes he convivido con familias nómadas del desierto del Gobi y de la estepa de Mongolia. Mi intención era experimentar plenamente sus costumbres y condiciones de vida. Esta experiencia me ha permitido conocer la cultura centenaria de los herederos del imperio más extenso de la Historia. Personas llenas de vida y paz; pastores disciplinados de ovejas y de cabras cuyas cicatrices en la cara y en las manos replican las zanjas y ríos de su tierra en una suerte de mapa corporal de su destino, ganaderos adustos de yaks y de camellos cuya fuerza brota cada mañana y descansa en paz rodeada de estrellas en la noche, domadores y jinetes envidiables de caballos con apenas ocho años de edad; niños, hombres y mujeres aguerridos que viven en condiciones extremas bajo uno de los cielos más bellos del planeta: /tingir/.
El texto que usted lee, lector o lectora, recoge las lecciones de vida más destacables que me fueron regaladas durante la inmersión de aprendizaje más intensa que he vivido hasta el momento.
1) LA VIDA OCURRE SOLO AHORA
Cuando uno está en medio de las montañas o en mitad del más árido desierto y ve cómo las personas son capaces de llevar una vida plena, enseguida se da cuenta de que la vida ocurre solo ahora y de que la felicidad no consiste en esperar nada sino en aceptar lo que nos ocurre y abrazarlo para poder disfrutarlo o superarlo. Sea lo que sea. En occidente no podemos comprender cómo algo que ocurre de repente deja de ocurrir. Aparentemente no mueren solo los seres vivos sino también todo lo que les alimenta. De repente mueren los sentimientos de una a otra persona, mueren los momentos y mueren las acciones. En algún momento vemos que algo deja de existir, nos creemos que ocurre de un momento a otro, estamos convencidos de ello porque tomamos el pulso a una persona o una emoción una noche y al día siguiente no tienen pulso la persona o la emoción. Creemos por ello que esa persona o emoción o realidad mueren de repente y sentimos dolor y abrazamos el sufrimiento de perderla. Pero en verdad todo esto es solo nuestra sensación…
Acompañando a muchas personas, equipos y organizaciones durante estos años he visto como todos ellos suelen negar que las cosas lleven ocurriendo desde hace tiempo. Casi todos consideran que hay algo que ha ocurrido de repente y que por ello una acción puntual (un sencillo taller o un mero curso) pueden revertir la situación. Pero nada de esto es la realidad. En verdad, lo que se ha gestado durante tiempo, también tarda en desaparecer un tiempo.
En el desierto he aprendido a comprender esto. El desierto es el espacio del desierto pero también es a la vez el tiempo del desierto. En ese tiempo y ese espacio en el que aparentemente no ocurre nada, todo pasa. Muchas tardes tras honrar a mis anfitriones en su tienda, almorzar con ellos varias piezas de cabra y arroz e hidratarme, tomaba una mochila plegable y la llenaba de víveres, agua y un impermeable. Acto seguido me adentraba en el desierto para caminar durante horas pertrechado de unas sencillas sandalias, una camiseta y un pantalón corto. Por el día es fácil perderse en el desierto si uno no memoriza o anota puntos de referencia durante el camino que le ayuden a desandar sus pasos. Así lo hacía. No tardaba en encontrar cadáveres de animales y de rodillas ante ellos a menudo los tocaba intentado imaginar su pasado. En realidad el desierto no es un paisaje, es un testimonio. Memoriza pruebas que muestran el ciclo de la vida. Cada pequeña planta y cada esqueleto, cada piedra, son argumentos visibles de la vida y de la muerte.
La conexión de los nómadas con esta realidad es absoluta. Incluso en uno de los más adversos entornos del planeta, la vida y la muerte se abren paso. Los nómadas creen verdaderamente que todo pasa y todo llega cuando tiene que pasar y llegar. Pero también viven como si la vida solo ocurriera ahora, aquí, en este momento, en el momento que bebes esa taza de leche de camello, en el momento que juegas a las tabas con ese grupo de niños, en el instante en el que echas la vista atrás y ves tu cabaña a lo lejos diminuta, o en el momento en que uno de los nómadas se aleja hacia el pozo en busca de más agua. Por eso viven cada momento con ilusión y uno puede verles sonriendo la mayor parte del día. No hay más. Eso es sencillamente todo. El maestro Csikszentmihalyi llamaría a todo esto Fluir. Ellos lo tienen, créanme que lo tienen. De modo que una persona digna y admirable no es una persona llena de un pasado glorioso o de un próspero futuro, no es una persona llena de cosas que ha hecho sino una persona cuyo valor se cifra en la vida que contienen las cosas que ahora mismo hace.
2) UNA PERSONA ES SOLO LO QUE HACE
Hace poco una persona a la que acompaño realizaba el cierre de su sesión de la siguiente manera: «Hoy he aprendido que juzgamos a los demás por sus hechos y a nosotros mismos por nuestras intenciones, y creo que todo esto es injusto y tengo que cambiarlo en mi vida«. Sirva este aprendizaje de preámbulo a esta gran lección…
Por el día el tiempo se detiene en el desierto y el sol (/nar/) aplica su caricia firme sobre la faz perpetua de la piedra y de la arena. Por la noche uno puede encontrar su recompensa tras el trabajo. Después de apagar la luz y honrar a los antepasados en el pequeño altar que viste cada casa, basta tan solo con tumbarse sobre el edredón duro del suelo y mirar a través del toon, la rueda budista del eterno ciclo de la vida, para sentirse muy pequeño bajo el manto azul e intenso de constelaciones y de estrellas.
La mayoría de las familias nómadas cuentan con motocicletas chinas con las que acuden a visitar a sus vecinos en tiendas que a menudo están a kilómetros de distancia. Estas distancias entre una y otra tienda permiten que los escasos pastos que surgen de la arena sean aprovechados por el ganado de unos y de otros sin necesidad de que los camellos o las cabras pasen hambre. Estas motocicletas suelen pincharse en mitad del desierto, por lo que el conductor suele llevar una llanta de repuesto que debe ser continuamente arreglada con pegamentos baratos y parches. En una ocasión mi hermano en el desierto, de apenas unos trece años, tenía que arreglar la llanta de la motocicleta que utilizaba un anciano, de modo que cogió un poco de agua y buscó el pinchazo junto a una amiga de una tienda cercana. La amiga quiso participar y aprender. Yo les observaba mientras me cortaba las uñas cerca de la entrada a la tienda (/haalga/). De repente la chica aplicó el pegamento de una forma incorrecta. Entonces él le sonrió y le dijo «No es así, déjame enseñarte». La chica le dijo que solo pretendía ayudar. Él le sonrió y le dijo «Esta llanta no se arreglará por lo que tu pretendas, sino por lo que tu hagas».

3) EL RECONOCIMIENTO ES SIEMPRE NECESARIO
Una mañana tras lavarme la cara y cambiarme de camiseta yo estaba tumbado en la tienda leyendo historias zen del maestro Dogen. De repente entró mi hermano en el desierto y me dijo «/Dábit/» e hizo un gesto para que le acompañara. Incluso en los momentos en el que algún malestar de estómago me aquejaba durante el viaje, yo nunca decía que no a ninguna invitación a la aventura, de modo que me fui con él. Tras andar uno kilómetros llegamos a un redil donde había centenares de cabras y estaban dos familias que yo ya conocía marcándolas y vacunándolas. Me invitaron a entrar dentro para colaborar. Aquel día doblegué y marqué unas cien cabras para poder vacunarlas. Estuvimos horas haciéndolo. Cuando digo que estuvimos horas, hablo de unas cuatro o cinco horas cogiendo a cabras por los cuernos, echándolas al suelo, marcándolas y vacunándolas. Al término de la tarea yo tenía callos en las manos y toda mi ropa estaba llena de pintura. Sonreía y hacía reir a los demás simulando que yo también me marcaba mientras trabajábamos todos sobre un suelo de heces y de orín de cabra. Durante todo ese proceso de horas, cada vez que yo doblegaba a una cabra, repito -cada vez que lo hacía- aquel chico me miraba y subiendo el pulgar hacia arriba me decía «/mas sain, dábit/». Quería decir, «muy bien hecho, David». Y yo me sentía muy bien y seguía.
Mi jefa en el desierto para la labor de llevar al redil las casi cuatrocientas cabras era una niña de cinco años que me acompañaba siempre. Estaba altamente capacitada para ese trabajo y tan solo la ayudábamos dos niños más y yo. El trabajo era algo sencillo: llevar a todas las cabras al redil sin perder ninguna por el camino. Para ello existían varias estrategias. A veces yo hacía cosas mal y ella me miraba sonriendo y me decía «/moo, Dábit/» que significaba «mal, David». Otras veces, cuando me venía arriba y hacía las cosas bien, ella me miraba igualmente sonriendo y me decía «/mas sain, dábit», «muy bien, David».
Todo esto que acabo de narrar es más de lo que la mayor parte de directivos saben hacer por sus empleados.
4) EL COMPROMISO ES PUENTE ENTRE PERSONAS
Mi hermano mongol en las montañas tenía unos catorce años. Mi quinto día en la estepa, el chico de repente se levantó tras intercambiar unas palabras no más de un minuto con sus padres, se vistió con el deer, me saludó y salió apenas sin inmutarse. De repente mi traductor corrió a mí y me dijo que se iba con parte del ganado a un viaje de tres días entre las montañas para intercambiarlo por caballos. Ese gesto mínimo había sido toda su despedida. En Mongolia no existe más afecto que responsabilidad propia. Salí corriendo, le regalé algunas pastillas de chocolate, y le dije que le esperaría hasta su regreso. Hice un gesto de respeto y él me respondió con el mismo deseándome una feliz estancia.
A los pocos días volvió con varios caballos. Le acerqué un cazo de arroz con carne de cabra y leche de yak. /eez/, madre en mongol, nos había preparado un guiso. Le miré y le dije «Bienvenido» en mongol. Sonrió. Nadie le dio las gracias por hacer su trabajo. Porque esa era su vida y esa era su familia. Él simplemente tenía que hacer eso, es su compromiso y su deber. El hogar de esta persona no es una propiedad fija sino su honestidad propia. Recuerde, lector o lectora… catorce años, solo tenía catorce años.

5) MENOS ES MÁS
Tres anécdotas me hacen aprender la lección de que la cantidad nunca es calidad.
La primera de ellas es mi reto personal de realizar este viaje de un mes tan solo con nueve kilos de equipaje en una mochila con unas dimensiones menores a las admitidas por los aviones como equipaje de cabina. Nunca me faltó nada y pude vivir con lo justo centrado en el momento. A las dos familias y a mi traductor les llamó la atención la poca ropa que tenía siendo occidental, pero en cierta medida me ayudó a ser uno más de ellos durante mi estancia. Lavábamos juntos la ropa y compartíamos las mismas necesidades. Eso nos hizo congeniar muy bien.
La segunda anécdota corresponde a mis días en el fértil valle de Orkhon. En la estepa, completamente verde y poderosa, me acogió una familia con tres hijos que vivían en una tienda mínima repleta solo de lo absolutamente necesario. Dos mochilas mínimas eran toda la ropa de los cinco miembros para el invierno y el verano. Pude comprobar también que tenían solo los enseres y menaje de cocina necesarios, de modo que siempre había que lavarlos para volver a comer. Al tener poco espacio en la tienda, la familia al completo decidió dormir en el suelo para cederme como huésped un camastro de madera donde dormí mis noches en el Norte, a menudo con algo de miedo por los lobos.
La tercera anécdota tiene que ver con las relaciones humanas que genera tener pocas cosas y las relaciones humanas que genera tener muchas cosas. escasez de agua en el desierto. Mi familia en el desierto tenía un lavabo improvisado con bidones cortados y un pequeño grifo que nos ayudaba a asearnos mínimamente. A menudo el agua se acababa y esto hacía que alguien tuviera que ir a por ella. Varias veces fueron a por agua para que yo pudiera lavarme los dientes o asearme. Estaban acostumbrados a cuidar unos de otros sin cuestionar la obligación de hacerlo. Por otro lado, siempre que comíamos tanto en las montañas como en el desierto, todos compartíamos todo porque había poco y esto nos animaba a ser más solidarios y generosos los unos con los otros. Además cuando jugaba con los niños, éstos no tenían más juguetes que los improvisados con partes viejas de coche o enseres de cocina. Esto les ayudaba a ser más creativos y a improvisar juegos e imaginar que los objetos cobraban vida. Un simple cazo de agua era para ellos una catarata que les hacía reír y mojarse a unos y otros. A la vuelta a occidente, en el aeropuerto de Moscú observé cómo un niño jugaba con un móvil, no se movía ni emitía palabra alguna, estaba hipnotizado. Cuando llegué a España vi a varios niños discutir por quien tenía el mejor juguete, ninguno de ellos quería compartirlo. No tengo mucho más que decir de todo esto.
Si usted quiere ampliar el conocimiento sobre el poder inmenso de MENOS ES MÁS, puede ampliar detalles aquí.
6) EL PODER DEL SENTIDO DEL HUMOR ES UNIVERSAL
Muchas personas me han preguntado cómo me entendía con los nómadas. Algunos me decían «Ah, no recordaba, llevabas un traductor» Lo cierto es que el ochenta por ciento de mi viaje yo viví sin mi traductor al lado. Dashka a menudo se echaba largas siestas y yo quería vivir mi viaje por mí mismo, así que hice los esfuerzos necesarios para aprender su cultura y su idioma y logré memorizar unas ciento cincuenta palabras que llevaba anotadas en papeles y repasaba cada noche. Con ellas y con mi sonrisa y mis gestos, construí relaciones enriquecedoras de respeto que me ayudaron a no volverme loco en el desierto y a no tener un solo instante de aburrimiento en las montañas. Esto ocurre porque realmente hablábamos siempre el mismo lenguaje aunque tuviéramos idiomas diferentes. Ese lenguaje era el sentido del humor. De mí hacia ellos. De ellos hacia mí.
Yo les hacía reír riéndome de mí mismo y mis costumbre europeas y ellos se sentían respetados cuando yo vivía y hacía lo que hacían ellos. Todos vivíamos mi aprendizaje y nuestra convivencia con mucho sentido del humor. A menudo enseñaba juegos de manos a los niños y niñas, o jugábamos a la pelota y yo me comportaba exactamente igual que si estuviera en casa. Precisamente por ello, porque me veían comportarme como si estuviera en casa, ellos nunca se sintieron agredidos por mi cultura.
Si mi padre en las montañas se iba a pasear con las manos a la espalda, yo hacía lo mismo. Si mi madre en las montañas se iba a ordeñar, yo la miraba para aprender y luego me sentaba a ordeñar con ella. Cuando cocinaban, yo preguntaba qué animal había ese día en la comida y por mucho que no me gustara, yo comía y bebía lo que me daban. Porque siempre se quitaban el mejor bocado para dármelo. A veces yo ponía caras algo cómicas y ellos se partían de risa. Mi abuelo en el desierto siempre bromeaba conmigo y mi falta de gusto por los ojos y lengua de cabra. También le hacía gracia que me afeitara a diario y me decía «Ahora comprendo por qué tu barba es así y yo no tengo». Y yo simulaba que le afeitaba a él y reíamos.
En varias ocasiones habría herido los sentimientos de mis dos familias si no hubiera hecho uso del sentido del humor en el momento. Solo por poner un ejemplo, para entrar a una tienda nómada si eres invitado es siempre obligado entrar por la izquierda y con la mochila en la mano y no en la espalda como símbolo de respeto hacia el anfitrión. Varias veces lo hice mal pero todas ellas, hacía luego el payaso y salía y volvía a entrar correctamente. Entonces todos se reían y entendían que no era una falta de respeto y me decían «Eres un desastre, David».
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por David Criado | Jul 29, 2016 | DESARROLLO PERSONAL

«O logras ser feliz con poco y liviano de equipaje porque la felicidad está dentro tuya, o no logras nada. Esto no es una apología de la pobreza sino de la sobriedad»
maestro Pepe Mujica, activista y expresidente de Uruguay (HUMAN, Yann Arthus-Bertrand, 2015)
SOBRE LA BELLEZA MÁS ALLÁ DE LOS SENTIDOS
Hay una belleza más allá de los sentidos. Las cosas que pasan fuera hacen que pasen cosas dentro. Ocurre también en la dirección opuesta. Las cosas que pasan dentro hacen que pasen cosas fuera. Entender este puente entre lo que me pasa dentro y lo que pasa fuera es la llave del crecimiento propio. Esto vale tanto para la complejidad del mundo entero como para la realidad de una única persona.
Las cosas que pasan fuera no sirven para descubrir la belleza más allá de los sentidos. Las cosas que pasan dentro son las que sirven para eso.
Todo el mundo puede reconocer la belleza exterior en un paisaje o en el cuerpo de una persona. Conformarse con eso es elegir que otras personas decidan quién eres y cómo es tu vida. Del mismo modo que nadie nació por ti cuando llegaste a este mundo, nadie puede vivir por tí para que continúes en él.
Solo los que saben elegirse pueden acceder a la belleza interior de ese paisaje o persona. Solo aquellos que toman cada acción de su vida como parte de un mismo camino y no toman cada acción de su vida como el comienzo de un camino diferente, logran disfrutar de la belleza más allá de los sentidos.
Si cada vez que la vida te regala un momento de gozo o de dolor, te centras en lo que ha pasado fuera y no en lo que te ha pasado dentro, no alcanzarás nunca una vida plena.
La vía más corta que yo he experimentado para acceder a la belleza más allá de los sentidos es el perdón. Perdonar es comprender el dolor del otro y abrazarlo. Perdonar no es solo decir «lo siento». Perdonar es sobre todo tratar a otras personas como si también a ellas les pasaran cosas dentro y como si también a ellas les pasaran cosas fuera.
SOBRE EL MOMENTO ADECUADO
Las personas no son como el acero. Las personas son seres vivos. El acero es duro y resistente pero nunca crece cuando ya está hecho. Sin embargo, pase lo que pase, tu nunca estarás completamente hecho y precisamente por eso siempre tienes la opción de crecer a partir de lo que pase.
Nunca vas a estar completamente preparado porque nunca estarás completamente hecho.
No estar nunca completamente preparado es uno de los dos mecanismos más efectivos que tiene cualquier persona para desarrollar su potencial. No estar nunca completamente preparados no solo nos hace ser humildes en nuestra relación con otras personas, también nos obliga a permanecer atentos, y a apreciar la cultura y el sentido del esfuerzo. Nada de esto te da el derecho a no intentarlo. No estar nunca completamente preparado, no justifica tu inacción. Más bien al contrario, no estar nunca completamente preparado hace más admirable aún cualquier logro que seas capaz de conseguir por tí solo por medio del esfuerzo.
No estar nunca completamente hecho es el segundo de los dos mecanismos más efectivos que tiene cualquier persona para desarrollar su potencial. No estar nunca completamente hecho también nos hace ser humildes en nuestra relación con otras personas, pero a la vez nos obliga a evolucionar en relación con nuestro entorno, a crecer en relación con nuevas y diferentes realidades. Aquellas personas que se consideran completamente hechas suelen utilizar la expresión «Yo soy así y nadie va a cambiarme». No conozco una forma más triste y desoladora de vida que aislarse de la belleza de este mundo huyendo de tu propia condición de ser vivo que cambia, aprende y crece cada día.
Por todo esto creo que el momento adecuado para ser persona es siempre ahora, pero el momento adecuado para cada logro llega solo cuando tú decidas.
La vía más corta que yo he experimentado para ser persona ahora y para conseguir cualquier logro también es el perdón. Perdonar es comprender que nadie es como el acero y que uno mismo mismo y los otros tenemos siempre la oportunidad de crecer. Perdonar no es solo decir «lo siento». Perdonar es sobre todo tratar a otros como si también ellos nunca estuvieran completamente hechos o preparados.
SOBRE LAS VÍAS DEL PERDÓN
Sostengo que el arte de perdonar no está relacionado con la barra libre o el todo vale. El perdón es un acto liberador de culpa para la psicología social, la gran sociología del comportamiento tribal y para una gran cantidad de filósofos desde el estoicismo al humanismo pasando por el taoísmo y las culturas indígenas. También para cualquiera de las cuatro religiones mayoritarias -judeocristiana, islámica, budista e hinduista- el perdón si bien a veces se define como un acto constrictivo u obligado hacia todas las personas y los hechos, la mayor parte del tiempo tiene también una comprensión liberadora de emociones y cargas negativas para la persona que perdona. El foco sanador del perdón no está solo en la persona perdonada. No solo ella gana, sino que también gana el que perdona.
Preguntado el maestro Jesús por el pescador Shimón bar Ioná, alias Pedro, acerca de si habría de pecar su hermano siete veces contra él para seguir perdonándolo, le respondió el maestro «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». Sucesivos maestros en la historia del arte de perdonar han señalado, tal y como lo hizo Jesús de Nazaret, la importancia que tiene la perseverancia y la disciplina propia en el perdón auténtico.
Tal y como yo lo veo, se puede acceder al maravilloso poder del perdón a través de cuatro vías diferentes, según niveles de compromiso diferentes de menor a mayor:
- A través del perdón entre dos personas que no son uno mismo. La reconciliación ajena genera reconciliación propia.
- A través del perdón de otro a uno mismo. La luz de otro nos habilita a dar sentido a la luz propia.
- A través del perdón de uno mismo a otro. Este es el poder del primer paso. Cuando nos damos permiso para poder brillar, somos nosotros los que habilitamos a otros para que brillen con luz propia.
- A través del perdón de uno mismo a uno mismo. Cada persona suele ser el juez más duro que existe consigo mismo, por lo que este es el nivel de compromiso más elevado.
No olvides que tu alma es solo una página del mundo. Que cada puerta que abres da continuidad a tu deseo. Que cada puerta que cierras da tranquilidad a tu conciencia. Que todo corazón es un pasillo y las personas son solo habitaciones. Que aunque el camino es infinito, son concretas todas tus acciones. Que dormir solo no es más que hacerse viejo. Que vivir rápido no es más que morir lento.
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por David Criado | Jun 13, 2016 | DESARROLLO PERSONAL

«Mi dignidad se cifra en aceptar que en casi cualquier circunstancia y realidad no soy víctima de otros, sino de mi propia actitud ante esos otros.»
Vagabundo
671 palabras. Léelas y crece.
Voy a destriparte la vida, te reventaré la trama, te haré el mejor spoiler de la historia. Tan solo espero que sabiendo el desenlace, en el camino hacia él, decidas mejorar. Comenzamos.
Un tipo raro llamado Peter Grunwald ha calculado que durante 162.000 años más de 107.000.000.000 de personas han existido antes que tú. No te lo vas a creer, vas a flipar, te vas a quedar de hielo, pero… siempre se repite una y otra vez la misma historia….
Te adelanto el final: después de todo, tú no sobrevives.
De modo que esto no consiste en por qué mueres o en cómo sobrevives, porque vas a morir y no vas a sobrevivir. Es una cuestión de tiempo que tu castillo de excusas y defensas no funcione. Esto consiste en por qué vives y en cómo las personas que vayan a tu funeral pueden saber que antes de morir estabas vivo. ¿Qué diría de ti la gente más cercana si hoy te mueres?
El día después del último día de tu vida tu cuerpo estará completamente frío. Lo único importante es cómo de caliente sepas conservarlo hasta ese día. Al menos a una temperatura lo suficientemente agradable para albergar un alma que te de calor a ti y a otros.
Puede que no seas más que un miserable y que nada de esto te importe, o puede que estés verdaderamente preocupado por dejar de ser una víctima de tu propia vida. Puede que te guste seguir agachando la mirada cuando te hablo o puede que verdaderamente quieras sentirte lo suficientemente digno para poder mirarte. Sea como fuere, en realidad no eres nada diferente al resto de personas. Tú y yo tan solo tenemos un dilema. Lo compartimos en cada pequeño acto o palabra de nuestro día.
Tal y como yo lo veo yo tengo -y tú tienes- dos opciones:
La primera opción es intentar sobrevivir en una vida ajena que no te pertenece…
- Respirando con dificultad y a la desesperada,
- Justificando todo lo que haces,
- Reprochando a otros todos tus errores,
- Responsabilizándoles de todo lo que eres,
- Siendo la primera víctima contagiosa de tu propia culpa,
- Y el mayor esclavo encadenado a sus excusas.
- Una vida de sufrimiento continuo en la que intentas pero no consigues.
- Una vida en la que siempre te proteges pero no conquistas.
- Una vida de frustración y de vergüenza, repleta de cosas que no haces, palabras que no dices, momentos que no disfrutas.
- Una vida vacía gobernada por el miedo en la que habitarás sensaciones y momentos de los que todo el mundo huye.
La segunda opción es vivir la única vida propia que te ha sido regalada…
- Viviendo con foco y esperanza,
- Encontrándote en todo lo que haces,
- Atesorando el amargo aprendizaje de tus errores,
- Responsabilizándote de lo que eres y de lo que haces,
- Siendo el gran protagonista de tus emociones y el amo incontestable de tu destino.
- Una vida de momentos dolorosos que superas en la que logras porque te equivocas.
- Una vida en la que siempre ganas porque aprendes.
- Una vida de satisfacción y dignidad, repleta de cosas que haces, palabras que dices, momentos que disfrutas.
- Una vida plena gobernada por el amor en la que habitarás sensaciones y momentos a los que todo el mundo aspira.
Este es en verdad tu único dilema: En cualquier momento de tu vida siempre puedes elegir entre amar o tener miedo. El resto, créeme, es siempre secundario.
Hagas la que hagas, siempre contarás con mi fe en ti y en todas las personas.
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