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MENOS ES MÁS: la clave que cambiará tu vida

MENOS ES MÁS: la clave que cambiará tu vida

3-4 years old boy and hard choice isolated on white
 

«Con muchas cosas menos, cabe todo lo mejor»

Bebe, cantante y actriz, persona (Que llueva, CAMBIO DE PIEL, 2015)

 

 

Una de las claves fundamentales de las que usted, lector o lectora, puede hacer uso para humanizar sus acciones a diario es comprender una máxima inmediata: Menos es más. Si bien frecuentemente escuchamos esta expresión, no somos conscientes del extraordinario potencial que supondría incorporarla a nuestro modo de vida y desarrollo diario.

Este artículo no será breve. Pretende ofrecerle una brújula justificada de comportamiento y conducta que mejore tanto su satisfacción personal y profesional, como su impacto e influencia positiva en los demás. La herramienta `Menos es más´le servirá por tanto en su vida personal pero también en la gestión de realidades complejas que implican a muchas más personas.

Para que sea útil, he dividido el artículo en los siguientes apartados:

  • Menos es más de acuerdo el sentido común
  • Menos es más en Occidente y en Oriente
  • Menos es más según el Tao: 10 lecciones aprendidas

Comenzamos.

 

`MENOS ES MÁS´ DE ACUERDO AL SENTIDO COMÚN

Si usted trata de comprender la expresión `menos es más´puede que le vengan a la cabeza pensamientos parecidos a estos (lea el siguiente texto como si lo pensase en primera persona):

 

1.- Tener más atención implica alcanzar mayor calidad en la experiencia:

Menos es más porque parece lógico que si me dedico a menos cosas, podré centrar mi energía en la calidad de los detalles de cada una de esas pocas cosas. En otras palabras, quien mucho abarca poco aprieta. Cuatro ejemplos tal vez le hagan entenderlo…

Tengo en mi mente a las grandes empresas textiles que producen ropa a gran escala en tiempo récord y cuyo objetivo fundamental es reducir los costes y tiempos de venta en 125 países; y también tengo en mente a un sastre o modista del norte de Italia, tal vez de la región del Prato o la Toscana, que cuida la calidad de sus detalles dentro de su pequeña escala: la selección de proveedores de telas, el tratamiento personalizado a sus clientes, la proporción correcta de algodón (galga), el corte del talle, la pala de la corbata, el cuello prensado de la solapa, el abotonado firme en equilibrio, el cosido de la tela previo del hilván, etc…

También puedo imaginar una empresa de producción en serie de armas blancas en Estados Unidos tal vez en Texas a las afueras de Dallas en un gran polígono; y un centenario taller japonés a los pies del Fuji cuyo artesano templa al calor, mima con paciencia y pule el acero tamahagane de una katana nihonto a partir de técnicas ancestrales que tienen en cuenta más de 23 partes diferentes para conformar un perfecto sable compensado.

También imagino por ejemplo un motorista que recorre a 200 km/h un gran paisaje sin apreciar el sonido de la naturaleza, los matices de colores de los árboles o el marco completo del bosque; y se ver al mismo tiempo a alguien que camina por ese mismo paisaje y puede oler la tierra mojada, la jara y apreciar todos esos detalles con tan solo no estar atento a su móvil.

Por último también puedo imaginar a un niño que quiere disfrutar de chocolate y se toma dos tabletas enteras de chocolate y se empacha; y a un niño que quiere igualmente disfrutar y parte dos onzas y las saborea.

Estos cuatro ejemplos hacen evidente para mí que si quieres un resultado significativo y de calidad, debes focalizar tu esfuerzo y atención; y que si quieres ampliar el espectro de usuarios de tu acción o ir muy rápido, la calidad inevitablemente se resiente (en tu vida o tu producto).

 

2.- Actuar en lo Macro, implica perder el sentido de las cosas que está en lo Micro:

Menos es más porque he comprobado de forma reiterada cómo las personas que tienen menos, lo disfrutan más. La sencillez, la escasez o la carestía nos obligan a conectar con el presente y lo que somos. Dos ejemplos cotidianos…

Tengo por ejemplo en mi retina la cara de un niño en occidente que llora frustrado por no tener un juguete industrial que sale por televisión; y la cara sonriente de un niño de un suburbio africano que sonríe jugando al fútbol con una pequeña pelota hecha de telas batik o manjaco en esa misma calle de Mali o de Guinea en la que todavía hay charcos de barro tras la lluvia.

También tengo por ejemplo la imagen de una persona con una gran cantidad de dinero, por ejemplo un cantante de canciones románticas que dedica su vida a generar sentimientos positivos en los demás, pero que tal vez tiene que pagar un precio humano demasiado alto: ir mensualmente al psiquiatra para medicarse y dormir, perder el contacto con la realidad de las cosas y con sus personas, perder la intimidad de sus acciones, abandonarse al capricho de un sello discográfico que mercadea con su vocación, vivir en aviones y trenes viajando por el mundo sin ver apenas a sus hijos, luchar con sus semejantes hasta la extenuación por aparecer en una televisión o dar un concierto multitudinario para poder llevar un desenfrenado ritmo de ingresos y de gastos que mantiene un tren de vida fotogénico: escapada a las Seychelles, foto en el aeropuerto coincidiendo con tal o cual otro cantante, inmenso coche que consume creatividad y gasolina, aparición en un evento solidario, sufragación de gastos de su clap particular, gestión patrimonial privada, etc… Y tengo por otro lado la imagen de una persona de barrio -con sus preocupaciones mundanas y ambiciones moderadas- que canta solo en la ducha y tiene un sencillo trabajo que le permite vivir y pagar sus gastos a corto y medio plazo, soñar quizás con tener un par de hijos y educarlos, y que baja a diario al bar del barrio a compartir algunas risas con sus amigos o amigas sobre el gélido y reconfortante abrazo de varias rondas de cerveza.

De nuevo estos ejemplos y tantos otros que vivo a diario hacen evidente para mí que cuanto más tengas, menos te tendrás. Es muy importante que el lector o lectora comprenda que no es universalmente malo ser millonario ni construir una empresa textil que opera en 125 países. Tampoco es universalmente bueno carecer de ambición más allá de momentos de placer continuado junto a los tuyos o tener un taller artesanal de espadas en Osaka… No existe nada bueno o malo por sí mismo sino de acuerdo a las consecuencias o resultados que genera en mí y en los otros. Cada uno de estos modelos de actuación tiene consecuencias diferentes porque parte de intenciones diferentes. Y hay sencillamente que aceptar unas y otras como parte de una elección o cambiarlas como parte de otra elección.

Lo que es claro sin embargo para mí es que en todos estos casos menos siempre es más.

Una ambición y escala de impacto altas, sacrifican siempre algún tipo de calidad en el camino: humana, material o vital. Vivo ejemplos sobradamente graves de lo que digo en el sufrimiento de la mayoría de mis clientes.

 

`MENOS ES MÁS´ EN ORIENTE y OCCIDENTE

En este capítulo histórico quiero compartir dos reflexiones con usted.

La primera reflexión trata de poner en perspectiva la condición humana respecto a la sabiduría de `menos es más´:

Tanto en Oriente como Occidente han vivido siempre infinitamente más ignorantes que sabios. A lo largo de la Historia ha sido precisamente el mayoritario y aplastante número de mediocres e ignorantes lo que ha hecho realmente valiosa la existencia de unos pocos sabios. El caso es que este hecho de ignorar las máximas propias de su condición y cultura, hace al ignorante oriental y al ignorante occidental piojos idénticos de una misma piel. Cuando ignoro algo y vivo de acuerdo a nada, esa nada es idéntica y da igual donde yo haya nacido. Ese vivir de acuerdo a nada hace que no exista ninguna diferencia entre la ignorancia oriental y la occidental. La ignorancia es una práctica universal y su práctica, créame, es aplastante y mayoritaria en una y otra latitud.

Lo que nos hace crecer como personas es abandonar nuestra condición de ignorantes y tratar de aprender del sabio. La clave está en las apasionantes diferencias que existen entre la sabiduría de uno y otro lado.  Sobre estas diferencias construiré mis dos reflexiones para que le sean útiles:

 

En mis estudios compruebo cómo a lo largo de la Historia la creencia «menos es más» ha sido tradicionalmente denostada en las corrientes de creencia y pensamiento occidentales, basadas en la dialéctica de la acción-reacción (evolución y aprendizaje por conflicto e injerencia) y la dualidad (confrontación y lucha de contrarios). En otras palabras, la sabiduría occidental ha estado basada en el sentido de Justicia y la conquista de la Libertad.

Para el mundo judeocristiano, islámico y la dialéctica occidental (en esto no distan nada ateos de creyentes) existen dos formas de ser, vivir, sentir o hacer: la correcta y la incorrecta, o si se prefiere lo justo y lo injusto. La correcta es justa o virtuosa y es una imagen a alcanzar (que es creada por uno o muchos individuos); la incorrecta es injusta o pecado y es una imagen a castigar (mediante la culpa o el reproche propios o de otros individuos). El problema fundamental de la dialéctica desde Hegel y Marx e incluso desde los griegos pasando por la prostitución de la palabra de Cristo por medio de la Inquisición Católica, es siempre el mismo:

La convivencia para este estilo de vida se basa en un supuesto equilibrio entre justos e injustos, pero lo justo para unos no lo es a menudo para otros, de forma que esa arbitraria idea de lo que es justo (ideologías o principios) cambia cada cierto tiempo desencadenando a diario pequeños conflictos y en algunas épocas conflictos irreconciliables. La propia forma de dirimir nuestra convivencia se convierte entonces en un continuo debate (confrontación abierta por derechos) incapaz a menudo de abrigar el diálogo (entendimiento abierto por intereses). Y esto se lleva produciendo ya algo más de dos mil años en Occidente pero de forma más pronunciada desde la conquista de la Razón ilustrada a finales del siglos XVIII en Francia.

Como ya hemos explicado aquí alguna vez, nuestra conquista de la libertad, paradójicamente nos hace relacionarnos con brusquedad y violencia para «TENER RAZÓN» ante los otros. Esta forma de comprender nuestra realidad imita y retroalimenta mitos y símbolos antropológicos que nos acompañan y que traducimos en contrarios, asumiendo que la búsqueda de «la verdad» es nuestro camino. Para la mentalidad occidental, el ser humano no puede ni debe descansar, siempre tiene que estar alerta y siempre tiene que forzar que ocurran cosas en esa continua búsqueda de justicia. Repito esto último porque es importante: «siempre tiene que forzar que ocurran cosas». De hecho fija a menudo su realización en cumplir las cosas que planificó cumplir en un principio. Muchas de las actuales técnicas de productividad están basadas en resolver este dilema de profecía autocumplida.

En mis estudios también compruebo cómo a a lo largo de la Historia la creencia «menos es más» ha sido tradicionalmente interiorizada en las corrientes de creencia y pensamiento orientales, basadas en la no acción (evolución y aprendizaje a través de la comprensión sistémica y la acción sin acción) y la no-dualidad (complementariedad y entendimiento del Uno). En otras palabras, la sabiduría oriental ha estado basada en el sentido de Convivencia y comprensión de la Realidad.

Sin duda el confucianismo, el taoísmo y el budismo (en sus dos vertientes theravada y mahayana) son las corrientes de creencia y pensamiento orientales más especializadas en difundir las bondades de la máxima «menos es más».

El planteamiento del Tao y del confucianismo es radicalmente diferente al de la tradición judeo-cristiana y el Islam. Para aquellas culturas solo existe una forma de ser, vivir, sentir o hacer: estar presente y ser fiel a lo que soy y ocurre. Es importante entender esto: ser fiel a lo que soy y ocurre, no a lo que pienso o creo que soy y ocurre, sino a lo que en verdad es y ocurre. De acuerdo al Tao «el sabio atiende al vientre, y no al ojo» (Dào Dé Jīng, XII) Esto se expresa en una frase que el maestro Alan Watts solía recordar en clases: «Es el Hombre quien hace que la verdad sea grande, no la verdad la que engrandece al Hombre». De esta forma, la humanidad o el buen corazón (jen) es siempre superior a la justicia (i) pues nosotros mismos somos mayores y anteriores a cualquier idea que podamos inventar.

La vida que es fiel al Tao es una vida en la que no existen ganadores ni perdedores, en la que sencillamente es la justicia es algo secundario, muy posterior a la naturaleza de las cosas, al ritmo de la vida y las personas o a las necesidades de una y otras. Yendo aún más allá, a un taoísta no le resulta tan práctico enfocar su energía a demostrar que tiene razón como enfocarla a comprender lo que ocurre comprendiendo la realidad que le rodea. Para sentirse bien consigo mismo no necesita una idea de VERDAD por la que luchar porque él ya es parte de esa verdad. Tampoco necesita dañar o luchar con otros para sentirse superior porque se sabe uno con el resto de las cosas. Esta filosofía hace que el sabio oriental oriente sus acciones a «TENER PAZ» antes que a tener razón. Y esta, sin duda, es una notable diferencia respecto al sabio occidental.

 

 

`MENOS ES MÁS´ SEGÚN EL TAO: 10 lecciones aprendidas

En contra de lo que usted piensa, MENOS ES MÁS no es tan solo una cuestión de ideología o sentido común, sino que también es el aprendizaje que surge como resultado de una sabiduría milenaria. Más en concreto creo que la creencia `Menos es más´ está íntimamente asociada al taoísmo. Hagamos un breve repaso sobre qué demonios es el Tao…

La mayor parte de obras se escriben para transmitirlo todo, pero solo unas pocas logran conseguirlo. El maestro Li-Er Boyang , hoy mundialmente conocido como Lao Tse – literalmente el anciano maestro- lo logró. Como ya hemos visto, no hay sabio en la historia de la Humanidad que no hayamos maltratado o haya acabado harto de los suyos. Lao Tse tampoco es menos. Los contadores de cuentos taoístas suelen relatar que nació bajo un sencillo ciruelo en la prefectura de Ku (China) hace 2500 años, y su gestación requirió 81 años. Puede que este último dato haya resuelto las dudas a los que pudieran dudar de la paciencia del maestro 😉 Cuando por fin nació cuentan que tenía ya el cabello blanco, amplias arrugas y unas orejas muy grandes. Se trasladó tras un tiempo a la capital, donde se convirtió en archivero de la Biblioteca Imperial. Dicen las malas lenguas que fue allí donde aún más anciano conversó sobre la no acción y el vacío con un joven inexperto y ratón de biblioteca llamado Confucio. Luego, cansado de la política y los manejos de la capital, se retiró al oeste sobre un búfalo de agua huyendo de los hombres. Justo antes de cruzar la frontera, un guardián reconoció al sabio. Vio con temor que el anciano se dirigía hacía el país de los bárbaros (nosotros, los occidentales) de donde seguramente nunca volvería. Presa de este temor, pidió al maestro que se quedase en su casa durante un año con el objetivo de escribir en un solo lugar todas sus lecciones.

Ese lugar es el Dào Dé Jīng y tiene tantos capítulos como los años que míticamente tardó en nacer el sabio: 81. Hoy extraigo tan solo algunas de las innumerables lecciones de su sabiduría aplicadas a entender el poder de `menos es más´:

 

1.- Si quieres conocer la verdad (grande) conócete a tí mismo (diminuto):

«El que conoce a los demás es inteligente. El que se conoce a sí mismo es iluminado. El que vence a los demás es fuerte. El que se vence a sí mismo es la fuerza. » (Dào Dé Jīng, XXXIII).

 

2.- No puedes hacer nada sin ser comprender lo opuesto:

«Quien quiera contraer algo, antes debe extenderlo. Quien quiera debilitar algo, antes debe fortalecerle. Quien quiera destruir algo, antes debe levantarlo. Quien quiera obtener algo, antes debe haberlo dado. Así es el misterio profundo. Lo tierno y lo débil vencen lo duro y fuerte.» (Dào Dé Jīng, XXXVI).

 

3.- No puedes hacer lo correcto sin vivir lo incorrecto:

«Así, la nobleza tiene su raíz en la vileza. Lo alto tiene por fundamento lo bajo.» (Dào Dé Jīng, XXXIX).

 

4.- Para resolver retos enormes, abraza lo más pequeño:

«Acomete la dificultad por su lado más fácil. Ejecuta lo grande comenzando por lo más pequeño. Las cosas más difíciles se hacen siempre abordándolas en lo que es más fácil, y las cosas grandes en lo que es más pequeño. El sabio no emprende grandes cosas, y en ello está su propia grandeza. El que promete a la ligera merece poco crédito. El que todo lo encuentra fácil difícil le será todo. Por esto, el sabio en todo considera la dificultad, y en nada la halla.» (Dào Dé Jīng, LXIII).

 

5.- Acepta que casi todo lo que necesitas está en tí y que el resto suele estar muy cerca:

Esta sentencia que forma parte de la carta de navegación de la iniciativa vorpalina, es una lección que claramente aprendí del taoísmo.

«Sin salir de la puerta se conoce el mundo. Sin mirar por la ventana se ve el camino del cielo. Cuanto más lejos se va, menos se aprende. Así, el sabio, no da un paso y llega, no mira y conoce, no actúa y cumple.» (Dào Dé Jīng, XLVII).

 

6.- No desees algo que no está en tu naturaleza:

«No hay mayor error que consentir los deseos. No hay mayor desgracia que ser insaciable. No hay mayor vicio que ser codicioso. Quien sabe contentarse siempre está saciado.»(Dào Dé Jīng, XLVI).

 

7.- Si no dejas hueco para algo, estarás siempre ocupado en no ser nada:

Aquí es donde el taoísmo lleva la máxima `Menos en más´a su máxima expresión: abrazar la necesidad de que exista el vacío de las cosas porque es el vacío lo que las dota de sentido. Y el vacío es también silencio, paciencia, disciplina de autocontrol sin impulsos. Porque el Tao está en el vacío de las cosas según explica Lao Tse:

«Treinta radios convergen en el centro de una rueda, pero es su vacío lo que hace útil al carro. Se moldea la arcilla para hacer la vasija, pero de su vacío depende el uso de la vasija. Se abren puertas y ventanas en los muros de una casa, y es el vacío lo que permite habitaría. En el ser centramos nuestro interés, pero del no-ser depende la utilidad» (Dào Dé Jīng, XI).

 

8.- Acepta que todo esto -sea lo que sea- pasará:

El ciclo natural de las cosas es nacer y morir, cambiar, transformarse. 2400 años antes de que la Física moderna enunciara que la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma, el Tao ya había descubierto esta verdad.

«Hablar poco es lo natural. Un huracán no dura toda la mañana. Un aguacero no dura todo el día. ¿Quién hace estas cosas? El cielo y la tierra. Sí las cosas del cielo y la tierra no pueden durar eternamente, ¿cómo las cosas del hombre?» (Dào Dé Jīng, XXIII)

 

9.- Deja de acumular conocimiento de forma compulsiva:

Para el Tao el ignorante es también un intelectual o una persona inquieta que consume conocimiento como si consumiera pollo. Según el Tao la sociedad occidental tiene un síndrome de Diógenes de conocimiento que la convierte en una auténtica ignorante alejada de la realidad.  Para el Tao el intelecto y el conocimiento, ya que surgen del deseo por interpretar la naturaleza, son distracciones que nos alejan de la realidad (la propia naturaleza). Estudiando, y no parando de atiborrarnos a conocimiento, decrecemos. Abandonándonos a la sabiduría de la naturaleza, crecemos:

«Por el estudio se acumula día a día. Por el Tao se disminuye día a día. Disminuyendo cada vez más se llega a la no-acción. Por la no-acción nada se deja sin hacer. El mundo siempre se ha ganado sin acción. La acción no es suficiente para ganar el mundo. » (Dào Dé Jīng, XLVIII).

 

10.- Actúa sin actuar:

En el artículo Guía breve de pensamiento estratégico hacíamos referencia a una estrategia de acción basada en no hacer. Puede que usted conozca las lecciones del maestro Lao Tse por ese célebre mensaje de Bruce Lee: «Be water, my friend» que tomó del taoísmo. El wu-wei o la no acción es comparado por Lao Tse con la naturaleza pasiva y perseverante del agua en un río. El agua aunque débil y delicada posee una fuerza basada en la constancia que erosiona poco a poco la roca más sólida. A la vez es capaz de moldearse comprendiendo el vacío de las cosas y adaptando su condición a cualquier tipo volumen que pueda y quiera contenerla. Esto ocurre según los maestros taoístas porque a diferencia de los materiales sólidos el agua no tiene voluntad, simplemente aprovecha la oportunidad que se le presenta para ser contenida y encauzada. Su estrategia es la acción mediante la no-acción (wei-wu-wei). Así explican los sabios que las cualidades de flexibilidad y suavidad son habitualmente superiores a las de rigidez y fuerza.

La reacción a una acción provoca solo otra reacción. El autogobierno de una persona y el gobierno de otras personas está sujeto según el Tao a la no acción, en favorecer sin impedir, en hacer sin forzar. Cuanto más empecinadamente se intenta algo, mayor es la resistencia que se crea; cuanto más se actúa en armonía con el universo, más se logrará y con menos esfuerzo.

 

«La virtud superior no actúa ni tiene objetivos que alcanzar. La virtud inferior actúa y tiene objetivos que alcanzar.» (Dào Dé Jīng, XXXVIII). «El camino del cielo es saber vencer sin combatir, responder sin hablar, atraer sin llamar, y actuar sin agitarse» (Dào Dé Jīng, LXXIII).

Como bien explica Nicolás Boullosa:

«Para los partidarios de la «no acción» o «wu wei», un estado injusto de las cosas no puede superarse con un movimiento de reacción que fuerce la realidad e imponga un nuevo tipo de desequilibrio, que perjudique a los que antes eran beneficiados y beneficie a los antes perjudicados. (…)

El «wu wei» no equivale a inmovilismo, sino a búsqueda de la virtud propia (clarividencia, felicidad, bienestar, como queramos llamarlo). Nuestro comportamiento es lo primero que está en nuestras manos cambiar, para después proyectarlo y contribuir a un cambio más profundo.

El cambio no exaltado, a fuego lento, no ha sido diseñado para la era de la interrupción constante, la apelación de los impulsos y la dialéctica de la gratificación instantánea

Si bien la estrategia práctica de acción en Occidente siempre ha sido la acción (anticiparse, ser proactivo, atropellar) este principio nos ayuda a entender una estrategia algo más saludable y sostenible en mi experiencia acompañando el cambio en personas y organizaciones:

Si quieres resolver un reto sencillo que requiere resultados a inmediato o corto plazo, lo mejor es la estrategia de acción mediante acción. Si quieres resolver un reto complejo que requiere resultados a medio y largo plazo, lo mejor es la estrategia de acción sin acción (wei-wu-wei).

Recuerda, menos es más.

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el arte de conversar

el arte de conversar

piruletera

 

«No hay que odiar ni acusar, sino instruir»

Hegesías, filósofo cirenaico

 

Cada año que pasa valoro más las buenas conversaciones que las buenas piruletas. Y no es que éstas no me gusten, es solo que son más fáciles de hallar. Por otro lado si bien soy muy bueno comiendo piruletas, soy mejor aún conversando. A veces he obtenido más resultados hablando con botijos que con personas. A menudo los primeros saciaron mi sed y los segundos despertaron mis instintos más primarios. No obstante, defiendo, disfruto y trabajo a diario buenas conversaciones con personas. Saber hablar a otra persona, sentirme escuchado por ella y hacerla sentir escuchada (esta es la ecuación de la conversación) son placeres que siguen siendo para mí difícilmente igualables. Si conservo mi fe en las personas, no es por su capacidad competitiva sino por su voluntad de entendimiento.

Este artículo recoge de forma estructurada dos apartados que considero muy interesante para ayudarle a mejorar su inteligencia conversacional:

  • Elementos subyacentes a la conversación: Aquí hablaremos de lo que nos limita y condiciona a la hora de lograr entendimiento mutuo en una conversación.
  • El arte de conversar según el maestro Montaigne: Aquí enumeraremos 15 lecciones prácticas del genial Montaigne traducidas a un lenguaje actual y práctico.

Dejo para los talleres de habilidades relacionales que facilitamos, aquellas técnicas de conversación consciente más inmediatas o basadas en dinámicas. Comenzamos.

 

ELEMENTOS SUBYACENTES A LA CONVERSACIÓN

En una de sus geniales postales a su sobrino Gogo, el tío Matt escribe lo siguiente:

«Querido Gogo. Hoy he descubierto algo muy extraño pero muy útil en este mundo. Iba yo caminando cuando de repente me encontré con algo que se parecía mucho a la charca de Fraguel Rock. Era una charca de agua y había una especie de fuente en el medio. Estaba yo disfrutando de aquel espectáculo cuando uno de estas estúpidas criaturas se acercó allí e hizo algo muy extraño. Entonces me acerqué a él y le dije «Discúlpeme señor, ¿podría decirme por qué acaba de hacer eso?» Y el me respondió «Oh, no lo se, todo el mundo tira monedas en las fuentes» ¡Me dejó alucinado!. Desde hacía meses estaba coleccionando eso que llaman dinero. Tenía tanto que no sabía qué hacer con él. Por fin ya lo se. Se tira en las fuentes. Así que eso es lo que hice con todo mi dinero.»

Como podemos ver en esta graciosa anécdota, desde hace ya muchos años sabemos que aquello que nos contaban Weaber y Shannon sobre la comunicación es mucho más complejo de lo que parece. Hay algo que condiciona y determina todos los factores de la comunicación, a saber, el emisor, el receptor, el código, el mensaje, el canal, la redundancia, la situación, la señal, el ruido y el contexto. Lo que condiciona sobremanera la comunicación tiene que ver con 4 elementos subyacentes y anteriores a todo lo demás, que para mí son los siguientes por orden de condicionamiento:

  • NIVEL BIOLÓGICO | Sesgos cognitivos: desviaciones en el procesamiento de lo percibido que durante más de un millón de año nos ayudaron a sobrevivir como especie aventajada pero que en una situación y un contexto de no-supervivencia son claramente limitantes y nos conducen a distorsiones e inexactitudes en el entendimiento. Esto es algo biológico, es decir, forma parte de lo que somos a nivel físico y evolutivo. Aunque mucha gente lo ignora, de los tres sistemas cerebrales con los que contamos, dos de ellos están basados en sistemas de reflejo-respuesta (emocionales e inconscientes) y no en facultades cognitivas (de razonamiento cociente). El sistema reptiliano autorregula las funciones más básicas de nuestro cuerpo. Por su parte, el sistema límbico está diseñado para emitir respuestas en tiempo récord a estímulos emocionales o fisiológicos a partir de lo que ya sabemos. Y tan solo el neocórtex, la capa más exterior de mayores dimensiones, formaría eso que tradicionalmente hemos entendido como cerebro: un motor racional y consciente. De modo que nuestro sistema de comprensión de la realidad no está muy bien equipado para entendernos de una forma completa entre nosotros, sino para sobrevivir.
  • NIVEL INCONSCIENTE | Creencias irracionales: Son mensajes impulsores del comportamiento humano. Están en nosotros gracias a la educación que recibimos. Aquí destacaría para que usted los trabaje, los 6 mensajes impulsores que mi compañero Juan Manuel Opi resumió y que usted tiene enteramente disponibles en el artículo El increíble poder de sabernos vulnerables; y también la colección de creencias irracionales que Albert Ellis y sus discípulos detallaron en su modelo de Terapia Racional Emotivo Conductual (TREC) y que le recomiendo que investigue.
  • NIVEL EXPRESIVO | Lenguaje: la forma en la que expresamos el contenido. Aquí destacaría lo verbal (vocabulario, construcción sintáctica, dicción) y lo paraverbal (gesto corporal, ritmo, entonación). Siento ser tan claro pero lo más importante para mí siempre es la forma. Todo buen contenido sin una buena forma, muere. Pero toda buena forma puede salvar un contenido, incluso aunque sea mediocre.
  • NIVEL RACIONAL | Cultura: asunciones básicas y creencias adquiridas. Lugar de nacimiento, estrato social, principios familiares, entorno de desarrollo,… Todo esto forma parte de este nivel. Pero más allá de los valores religiosos, sociales o ideológicos, yo aquí destacaría el aprendizaje y la experiencia propios como factores limitantes o potenciadores de entendimiento humano.

Muchos lingüistas y expertos en comunicación desde Saussure dicen que los condicionamientos culturales son los que más influyen para el entendimiento humano. Sin embargo, a raíz de los últimos descubrimientos en anatomía, neurología, psicología social y psicología cognitiva, opino que en una conversación entre personas sin duda nos condicionan mucho más los que he llamado nivel biológico (cerebrales y estructurales del Hombre), nivel inconsciente (irracionales y a menudo difíciles de controlar) y nivel expresivo (de forma y conducta).

 

EL ARTE DE CONVERSAR según el maestro Montaigne

Muchos humanistas creemos que los 107 Ensayos escritos por Michel Montaigne en los últimos años de su vida y en el retiro de una biblioteca, son una obra fundamental del pensamiento humanista. Los escribió mucho antes de que llegará el pensamiento ilustrado a Europa y son en mi opinión doscientos años precursores de toda una corriente de democratización de la razón humana. Se trata de una obra a un mismo tiempo mordaz, deslenguada, ilustrada y dignificante sobre la condición humana. Tres libros contundentes que destilan sabiduría y humanidad. Hoy hablaremos tan solo del Capítulo VIII del Libro III: El arte de platicar. Una verdadera joya. Usted, lector o lectora, está a punto de comprobarlo…

Según Montaigne una buena conversación es el ejercicio más fructífero y natural de nuestro espíritu. Tal era su pasión por la conversación que si el se viera en la ocasión de elegir, prescindiría antes de su vista que de su voz y sus oídos. Si bien la oratoria seguía siendo asignatura de cualquier estudio superior en la época, ya en 1580 advertía Montaigne el desgaste y la dejadez que el arte de conversar sufría en Europa. Recuerda el anciano que en la Atenas clásica del siglo de Pericles (han pasado ya 2500 primaveras desde entonces), en las mismas academias y escuelas donde los prohombres aprendían matemáticas, filosofía o física, también eran entrenados en el arte de la conversación.

Conversar no es fácil, es rentable. En nuestra época actual, vivo cómo las organizaciones que recuperan esta práctica consciente obtienen notables beneficios y satisfacciones. Hace poco en un foro de empleo en el que me invitaron a participar, advertí que los estudios superiores deberían contar con asignaturas transversales que mejoraran sus habilidades relaciones y su pensamiento crítico. En un mundo donde el conocimiento está disponible para todos, adquiere hoy más que nunca la actitud y la habilidad más importancia para llegar a otros que el contenido en sí mismo.

Depurada durante siglos, la conversación es el único método de exploración humana que ha logrado frutos y resultados sin necesidad de dañarse a uno mismo o a otro. Un buen conversador destaca, sorprende y brilla sobre las intrincadas trincheras de la razón y la emoción. Está guiado por la búsqueda de entendimiento sin caer en el irresponsable truco de la evasión de responsabilidad.

 

He aquí las 15 lecciones de Montaigne sobre el arte de conversar:

 

1.- Abraza y celebra al que piense diferente. 

Cuando alguien me contradice, ni me ofendo ni me altero, sino que me despierto y me mantengo vivo. En general, la gente huye de la contradicción en lugar de abrazarla, sobre todo cuando es fruto de una conversación y no de un conflicto. Y esto es algo que no entiendo. Porque oponiéndonos a los que piensan diferente buscamos tan solo la manera de refutar lo que nos dicen. Y en lugar de tender los brazos, afilamos las uñas. La conversación es otra cosa a todo esto. Si alguien me contradice, mi atención se despierta, no mi cólera. La causa de la verdad siempre es común a uno y otro, nunca a ninguno de los dos por separado.

2.- Reconoce la virtud del otro cuando la veas

Antístenes ordenó a sus hijos que no agradecieran nunca las alabanzas de ningún hombre. Yo me siento más orgulloso de la victoria que alcanzo sobre mí mismo cuando se reconocer la fuerza del razonamiento de la otra persona, que cuando siento derrotar al otro por ausencia de capacidad o fuerza.

3.- No te hagas el listo, se cercano

Venero y honro a las personas que más saben de algo, pero detesto a aquellos que no son capaces de decir nada por sí mismos sin hacer referencia a libros o a su memoria. Estas personas son para mí más detestables que las torpes e ignorantes que no han leído nunca.

4.- Recuerda que puedes estar equivocado

Si yo mismo detecto a diario un gran número de tonterías que digo a otro, ¿cuántas más han de detectar los otros sin que yo aparentemente me de cuenta?

5.- Cuando te burlas del otro, te burlas de tí mismo

Detestamos en los demás los defectos que más enraizados se encuentran en nosotros mismos. Y a estos que se encuentran en nosotros, no les damos aparente importancia haciendo uso de un cinismo maravilloso.

6.- Cuando juzgas a otro, a menudo no te juzgas a tí mismo

Parece que cuando hablamos de los actos del otro, nos sentimos liberados de una severa jurisdicción interna. Si tuviéramos buen olfato nuestra basura nos debería apestar más que la del vecino.

7.- Tu teoría no sirve sin tu práctica

Un cirujano no es respetado por la historia de sus operaciones o por el recuerdo de que curó a cinco personas o por conocer tal o cuál manual de operaciones. Nos ponemos en sus manos porque su vista es certera en el momento de operarnos. Pasa lo mismo en un concierto donde no se oyen los detalles de uno u otro instrumento sino una armonía general reunión y fruto de todos ellos que nos hace confiar en su belleza. Por otro lado cuando a menudo encomendamos algo a los hombres menos capaces, se convierten en dignos y capaces porque precisamente los hemos empleado en algo, y no al revés.

8.- Cállate si lo que tienes que decir no es más respetable que tu silencio

A menudo los grandes gobernantes hacen más bien a su pueblo callándose y pareciendo seguros de sí mismos que hablando y constatando su ignorancia. De hecho forma parte de la habilidad de aquellos que dirigen, no tomar partido en algo cuando en ese algo en realidad ellos no son nadie. Esto suele ayudar más a ser respetado que el resto de las veces en que alguien toma partido en algo en lo que es alguien.

9.- No todo lo que suena bonito, es cierto

Es importante mantener alerta el pensamiento crítico y saber distinguir lo que nos gustaría escuchar de lo que en realidad es. A menudo en las conversaciones, algunas palabras nos parecen sugerentes y bonitas, pero no por ello hablan de la verdad. Tendemos a aceptar sin juicio aquello que mejor nos suena o una recta frase o pensamiento, desconociendo que lo importante es preguntarnos si tiene algún sentido.

10.- Habla de ejemplos concretos y no generalices

A aquellas personas, incluido tú mismo, que tiendan a decir «Esto es bueno y aquello no lo es» es bueno preguntarles por qué y cómo creen eso intentando superar juicios o prejuicios universales que de nada sirven para el entendimiento. Todos los juicios generales son descosidos e imperfectos.

11.- Lo que distingue al tonto del listo son las formas, no los contenidos

Da completamente igual que alguien sea poseedor de una verdad si su manera de expresarla no es hábil y lúcida a la hora de conectar con otros. Cualquier contenido es siempre superado por su forma.

12.- Habla de forma ordenada

Un buen conversador no necesita tanta fuerza o sutileza como orden. Cualquier persona puede hablar de su verdad, pero ordena, prudente y diestramente, muy pocos.

13.- Trabaja tus argumentos

No hay mayor victoria sobre el otro que la de mostrarle con argumentos la imposibilidad de combatirlos.

14.- Evita sermonear

Nadie quiere ser iluminado por tí sino escuchar que puede aprender de sí mismo siendo respetado. Por otro lado, la torpeza y la ignorancia en algo no se curan con simples advertencias. En la realidad, nadie se convierte en valiente por oír un buen discurso del mismo modo que un músico no se convierte en tal por oír una buena canción. Es necesario un aprendizaje previo y una educación dilatada y constante.

15.- Pon en valor tu cosecha y respeta la de otro

Al hablar debes saber lo que forma parte de tu pensamiento y lo que aprendiste del de otro. Valora lo que piensas y sientes y reconoce la autoría y el valor de lo que otros a los que admiras, piensan y sienten.

 

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De la teoría a la práctica en tu vida

De la teoría a la práctica en tu vida

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«Pero alguno dirá: Tú tienes fe y yo tengo obras.

Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.»

Santiago, profeta cristiano (Epístola de Santiago, 2:18)

 

Estos niños que usted tiene sobre estas líneas, no están aprendiendo a jugar leyendo un libro llamado «Cómo jugar a los muñecos entre dos personas» sino jugando a los muñecos entre ellos. Si los directivos, empresas y personas particulares que integran nuestra sociedad, comprendieran este matiz, créame, todo sencillamente cambiaría. Lo vivo a diario en mi trabajo.

Conocí a una persona que había leído más que ninguna otra que yo había conocido. Pero era como esos cuencos horadados por cuyos agujeros pasa el agua. No ponía en práctica lo que leía, por lo que no aprendía nada. No contenía nada, tan solo existía para verlo todo pasar. Era un lector pero no un sabio.

Conocí a otra persona que había conocido tanto que se encontraba llena. Era como ese vaso repleto que rebosa agua y en cuyo interior ya nadie ni nada cabe. Estaba sola con su conocimiento. Y nadie ni nada se acercaba a ella. Porque su conocimiento no dejaba espacio a los demás. Era un técnico pero no un maestro.

Y por último también conocí a muchas personas que se enfrascaron tanto en la búsqueda de la verdad en los libros, los planes estratégicos a cinco años y los discursos de personas con nombres en inglés, que se olvidaron de salir a la calle para verla, de salir de su despacho para contemplar la verdad de otros, o de atreverse a formular una verdad propia.

Soy amante de los libros, un auténtico devorador insaciable de ellos. Pero creo que ningún vicio o amor puede ser más pretencioso o nocivo en exceso. Lo sabe bien mi maestro Don Quijote. Porque los libros y las teorías que contienen los libros, son muy importantes; pero lo son aún más las personas que los leen o los escriben. Solo ellas son la verdadera vida, solo a partir de sus acciones y no de sus palabras, cualquier cosa -todo- puede cambiar. Mi trabajo consiste en trabajar el aprendizaje a partir de la coherencia o incoherencia de los demás. Y esto no es otra cosa que el alineamiento correcto o incorrecto de sus pensamientos y acciones.

Sirva este breve fragmento inicial que a continuación te regalo, lector o lectora, para que comprendamos juntos el sentido de este artículo. No encuentro mejor ejemplo que éste para sacudirte antes de empezar:

«Los principios que guían la vida de un filósofo cínico no deben expresarse en largos discursos, sino en actos y éstos se dejan escribir mejor en anécdotas, porque éstas funcionan como instantáneas de un aspecto particular, quedando así resaltadas. De ahí proviene la actitud de la filosofía cínica ante la escritura y el libro que, sin rechazarlos y aún aceptándolos como un medio de difusión eficaz, de cualquier manera los coloca en una situación subordinada. Citamos una anécdota:

«Un día, Hegesías buscaba pedir prestados unos libros de Diógenes el Cínico para leerlos. Al enterarse, éste respondió: «Qué necio eres, Hegesías; tratándose de higos tu prefieres los verdaderos y no los que están dibujados, mientras que para comprender la vida olvidas la verdadera y te precipitas hacia aquella que encuentras en los libros»

El fragmento es de ese maravilloso libro de Sergio Pérez Cortés que es Palabras de filósofos: oralidad, escritura y memoria en la filosofía antigua (Siglo XXI Editores, 2004). Comenzamos.

 

TODOS NOS SABEMOS MUY BIEN LA TEORÍA…

Una gran cantidad de personas que acompaño conocen muy bien una larga colección de teorías de la vida. Saben o, en otras palabras, han leído o escuchado lo que es bueno para ellos y para todos los mortales. Me encuentro con clientes que han acudido a tal o cual seminario, cursado tal o cual programa de liderazgo, leído tal o cual libro, estudiado e incluso escrito mucho. De hecho es frecuente que en mi vida aparezcan personas que antes de hablar conmigo digan algunas cosas que para mí aparentemente carecen de sentido por sí mismas. Pongo tres ejemplos:

Me ha ocurrido ya cinco veces que con la actual burbuja de un modelo concreto de comprensión del individuo, alguna persona se haya acercado a mí y me haya dicho: «He estudiado Programación NeuroLingüística» a lo que suelo responder «Habiéndote formado en esto, ¿Es eso lo primero que tienes que decirme?» Formarte en algo no es a menudo haberlo aprendido por completo.

Me ha ocurrido ya al menos quince veces, que al comienzo de un programa de coaching o un taller, alguien se acerque a mí y me diga: «Me he formado en Inteligencia Emocional» a lo que suelo responder «¿Quiere eso decir que te conoces o simplemente que has estudiado cómo puedes conocerte?». No es mejor ni más sano el que memoriza un gran guión de vida, sino el que practica hasta el final una sola porción de ella.

Me ocurre con una frecuencia pasmosa que mucha gente con la que hablo me diga «Yo tengo muy claros mis valores» tras lo que suelo contar una anécdota curiosa. Se trata de esa famosa historia de un poeta inglés que en un club victoriano de Londres escuchó de un joven empresario cristiano decir «Yo soy un buen cristiano. Antes de morir tengo planeado ir al Monte Sinaí y recitar en lo alto los diez mandamientos del señor». A lo que el poeta inglés le espetó «¿Qué tal si te quedas y los cumples?». No se trata de que tengas claros tus valores, sino de que te autorices a vivirlos.

Todo esto me pasa con frecuencia. De algún modo todas estas personas son como Hegesías, buscan vivir bien sin practicar la vida, tan solo aprendiendo una y otra vez a estudiarla. Serían verdaderos señores de sus palabras si no fuera porque en verdad son solo sus esclavos.

Algo en su interior les impide o les hace desconocer cómo ponerlo en práctica. Ese algo se llamo miedo y suele estar conectado con la siguiente lista de emociones (según el maestro Rafael Bisquerra):

  • En un primer nivel la galaxia emocional que alimenta el miedo está formada por el pavor, el pánico, el horror, el terror, el temor y el susto.
  • En un segundo nivel, la galaxia emocional del miedo contiene vulnerabilidad, recelo, desasosiego y espanto.
  • El miedo está conectado también con otras galaxias emocionales: Ira, asco y ansiedad; e indirectamente con la tristeza y la emoción social de la vergüenza, que es el orgullo herido.

Este último nivel de conexión, el del orgullo, es el que hace ver a aquellas personas que estudian una y otra vez intrincadas teorías, que están cambiando tan solo con memorizarlas. Pero el hecho es que nada se comprende si no se pone en práctica. Su cambio no es un cambio significativo sino un pequeño cambio en la misma línea de razonamiento en la que se creó el problema que intentan resolver. Ninguna vida se lee, toda vida se vive.

Un famoso profeta cristiano llamado Mateo suele decir una y otra vez en sus escritos una frase que cuesta comprender: «Por sus frutos los conoceréis». Lo dice varias veces pero una de ellas, cuando ya el hombre debía estar algo cabreado de la gente que tan solo dice y no hace, advierte: «Cuidaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malos.»

Muchas personas cuyo crecimiento acompaño suelen tener siempre el mismo miedo: el miedo al error. Viven estudiando continuamente una y otra teoría pensando que alguna vez encontrarán o crearán una mágica fórmula perfecta con la que resolver su vida. Y esa fórmula no llega. Porque todos sabemos o podemos saber muy bien la teoría…

 

… PERO MUY POCOS TIENEN EL VALOR DE EXPERIMENTAR LA PRÁCTICA

La vida es tu mejor escuela. El verdadero maestro no lo es de un libro sino de algún aspecto de su propia vida.

Tal vez puedes sentirte protagonista de un libro o una obra de cine o de teatro. Puedes jugar a imaginarte en tal o cual lugar o sentirte identificado con una canción o una historia. Pero en estos juegos no hay nada de valiente ni esforzado. Sin embargo la vida cada día te hace sentir víctima o protagonista de acuerdo a tus acciones y las de otros. En eso sí hay algo respetable. Mi amigo Javier, ese genial filósofo, tiene un colgante que a menudo se ve prendido de su cuello. En él se ve esa máxima latina Primum vivere, deinde philosophare. Primero vive, luego filosofa.

Mueve el culo. No respeto más a aquel que ha escrito veinte libros hablando de otros que a aquel que se atrevió a escribir un solo renglón firme de su propia vida. Ten la claridad en tu mente y la certeza de que no necesitas ser perfecto o tenerlo todo claro para avanzar. En el capítulo I de esa belleza de libro que es el Hagakure, escrito hace ahora trescientos años (1716), el maestro Yamamoto Tsunetomo comparte lo siguiente:

«Un maestro de espada dijo en su vejez:

En nuestra vida atravesamos varios niveles en el estudio.

En el nivel inferior, la persona estudia sin obtener resultados, y tiene la impresión de que él es torpe y los demás también. El que está en este nivel no sirve para nada.

En el nivel medio, sigue siendo inútil, pero es consciente de sus carencias y también es capaz de advertir las carencias de los demás.

En el nivel más elevado, se enorgullece de su propia habilidad, le agradan las alabanzas de los demás y lamenta la falta de habilidad de sus compañeros. Un hombre así tiene valía. El hombre que está en el nivel más alto tiene aspecto de no saber nada.

En general, estos son los niveles. Pero existe un nivel trascendente que es el más excelente de todos. En él, la persona es consciente de que el Camino que sigue es interminable, y no considera nunca que ha llegado su final. Conoce bien sus carencias y no llega a pensar nunca, en su vida, que ha conseguido superarlas. Pero ello no le impide avanzar. No tiene pensamientos orgullosos; contempla el Camino en toda su extensión con humildad. Se cuenta que el maestro Yagyu dijo una vez: «Yo no conozco el modo de vencer a los demás, sino el de vencerme a mí mismo»

Avanza diariamente a lo largo de tu vida adquiriendo más habilidad que el día anterior, más habilidad que hoy. El proceso es interminable.»

Algún desalmado mucho después creyó inventar aquello de las cuatro fases de aprendizaje humano en un libro llamado Programación Neurolingüística. Las fases que creyó inventar fueron las siguinetes: Incompetencia inconsciente, Incompetencia consciente, Competencia consciente e Incompetencia inconsciente. Ahora por fin sabes que tan solo creyó inventarlo, que él solo lo escribía, pero que en realidad trescientos años antes ya se había atrevido a vivirlo Tsunetomo.

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El camino del amor consciente

El camino del amor consciente

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«Amar no es solo querer, es sobre todo comprender»

Françoise Sagan, escritora

 

Desde hace poco vuelvo a pertenecer a ese grupo socialmente controvertido de gente soltera de más de 30 años. Como siempre desde hace cuatro años, sufro, aprendo y disfruto mucho de lo que me ocurre a partes iguales y muy sanas. Aún así cuando perteneces a este colectivo, no tardan en aparecer personas preocupadas en tu entorno. Su inconsciente, los estímulos educativos que condicionaron su forma de ver la vida y su naturaleza egoica les hace pensar que cuando una persona de más de 30 años está soltera «algo ha pasado» o que «esta persona no está bien».

Sin obviar el hecho de que en algunos casos pueden estar en lo cierto, en el sustrato de este pensamiento que condiciona su conducta, subyace y reposa la creencia irracional -inexplicable para mí y para la propia historia de mi vida- de que todas las personas en pareja están bien y de que todas las personas solas están mal. Todo esto ocurre muy rápido, a un ritmo casi imperceptible, en el cerebro interno de las personas (amigos, familia, compañeros,…) y en un contexto en el que la gente que te quiere comienza a tener hijos y a atesorar relaciones de algo más de diez años.

A este gente que me quiere, a la que me quiso y a las personas que se cruzarán a partir de hoy en mi vida, va dedicado este artículo. Comenzamos.

 

AMOR ROMÁNTICO EGOICO y el AMOR CONSCIENTE

Es importante comprender que el amor consciente puede ser un tipo de amor romántico pero nunca un amor romántico egoico. Este último tipo de amor es el más extendido en nuestra sociedad y por eso a menudo, a algunos nos cuesta tanto dar con esa persona que nos complemente. Digo «complemente» porque nadie tiene que venir a completarnos, ya nacimos completos. En esto del amor consciente, olvídate de esa media naranja, naciste entero o entera.

Por otro lado, en el amor consciente la responsabilidad de estar satisfecho con mi amor por otra persona no es de la otra persona, sino mía. Alguien que viva el amor consciente no busca que la otra persona se transforme en lo que quiere, sino simplemente sentirse conectado con la otra persona. Mi compañero Borja Vilaseca habla de ello cuando utiliza el término PAREJA CONSCIENTE y basa a este tipo de parejas en cuatro características:

  • Cama (se entienden y se sienten conectar a nivel físico),
  • Cabeza (son sus mejores amigos con los que comparten lo que son y se sienten escuchados y equilibrados en este sentido)
  • Corazón (sienten amor mutuo  y se respetan sin generar dependencias o independencias insanas sino interdependencias)
  • Consciencia (comparten un mismo modo de entender la vida, sus pasiones, la realidad que quieren construir y les rodea, aún siendo personalidades totalmente diferentes.

Para lograr sentir y vivir el amor consciente, es necesario que el lector o lectora comprenda que el amor consciente no es atracción física o mental, tampoco enamoramiento, sino una fase que viene después de estas dos primeras y que habilita al mantenimiento y cuidado de las relaciones de pareja. Es frecuente en nuestras sociedades, fruto de una cultura Disney, Hollywood y happy flower que a todos a menudo nos conquista, creer que el enamoramiento es amor cuando se trata tan solo de la primera fase en la que dos personas se quieren conocer. El amor consciente, sin embargo es esa fase que ocurre cuando dos personas se conocen. En mi experiencia, pretender que la segunda preceda a la primera es un desastre y pretender que la primera sea siempre la única, es otro desastre de proporciones aún más descabelladas.

 

LO QUE USTED BUSCA DE ESTE ARTÍCULO

Por tanto, si usted busca en este artículo a su príncipe o su princesa Disney, abandone toda esperanza y siga persiguiendo -si así lo necesita- ese fantástico ideal que usted tiene en su cabeza y nunca llega. Deje de leer este artículo en el siguiente punto y aparte y persiga a su príncipe o princesa una y otra vez hasta la extenuación, hasta que su cantidad de heridas le impida reconocerse ante un espejo. Sin duda puede que usted esté en ese momento masoquista en el que uno necesita doler y dolerse, y el sufrimiento -sin duda- también hay que vivirlo. Si ese es su momento, que nada ni nadie le impida seguir estando equivocado. Desde su área de responsabilidad, por favor si cree con certeza que ese es su momento, elija seguir buscando lo imposible. Continúe haciendo depender su felicidad de otro, siga enganchado al néctar de querer que otros se sientan responsables de que usted no sea feliz, beba del elixir somnífero y el placer perpetuo de seguir echando balones fuera sin la aparente necesidad de buscar gol. Se lo ruego, insista y sea tozudo. No escuche la llamada de la razón y ríndase al efecto halo de la pasión febril y desbocada. Deambule, vague, camine azaroso, busque una y otra vez a su príncipe o princesa. Caiga tantas veces como a usted le resulten necesarias. Disfrute del barro y las heridas. Usted tiene ese derecho. Porque todo eso que usted está viviendo ahora muy posiblemente le ayudará en un futuro a saber que no quiere vivirlo. Y eso, amigo o amiga, ya será un enorme paso.

Si por el contrario usted ha vivido ya todo lo anterior y busca en este artículo algo diferente, continúe leyendo. Lo disfrutará. Este artículo habla de la rentabilidad ilimitada del amor consciente. Hacia sí mismo y hacia otros. Si a usted esto le interesa, bienvenido -lector o lectora- a esta que es su casa.

 

QUÉ ES EL AMOR CONSCIENTE

El amor consciente es una enriquecedora forma de comprender la vida. Te rodea para abrazarte y a la vez te impulsa desde dentro. Mantiene vivo el niño que hay en ti desde el adulto que sabe lo que hace. Es semilla y fruto de las buenas cosas que te puede regalar tu vida y que tú mismo puedes generar en ella. El amor consciente es calidad de vida y cantidad de aprendizaje.

Contra la idealización del amor de Disney (que solo habla de la fase de enamoramiento pero nunca de la convivencia), usted dispone de aproximaciones algo más realistas al amor como Shrek (y cualquiera de sus secuelas). En este tipo de películas animadas -que también aunque no lo crea hablan de amor- usted escuchará gases en todos sus tipos y formatos, verá mal y buen humor en sus personajes, enfados y alegrías, fealdad y belleza a partes iguales y en general una larga colección de sentimientos reales y humanos mucho más sanadora y digna que todo lo anterior. Porque de algún modo, esos productores de Hollywood se han dado cuenta de que esa idea del amor ideal era ya de todo punto insostenible y rancia. Por eso en este tipo de películas -como en la vida- nada es blanco o negro sino más bien una gama de colores.

El amor consciente parte de estos tres hábitos poderosos:

  • La ACEPTACIÓN DE UNO MISMO. Usted es un portero poderoso que siempre tiene las llaves de su felicidad. Tiene derecho a mandar todo a la mierda si usted lo necesita, pero si lo hace interiorice que usted va dentro de ese «todo». Si no lo hace, sea cual sea su momento, con independencia de todos los demás excepto de sí mismo, usted puede ser feliz. Haga estas cuatro cosas: Conozca los oscuros recovecos de su mente, aprenda a templar el ánimo, repose el pánico, y aprenda a amarse a sí mismo y a estar solo antes de amar a otros. Para conocer los oscuros recovecos de su mente, lea, estudie y practique los avances en materia de psicología, sociología y filosofía. Pida apoyo si lo cree necesario. Para aprender a templar el ánimo, recuerde los cuatro temples del haiku: SABI (soledad, desapego, quietud), WABI (reconocimiento de su esencia sin ambición), AWARE (resonancia y paso del dolor al vacío), y el maravilloso YUGEN (acceso al misterio). El amor consciente -lector o lectora- es pura resonancia en usted mismo y en otros que le otorgará el acceso al gran misterio.
  • La DISCIPLINA Y ENTRENAMIENTO CONSTANTES por y para una vida significativa. Esto es, el compromiso y esfuerzo sinceros para ser valientes y elegir AMOR en vez de MIEDO, para permitirnos poder ser felices aún sabiendo que podemos estar tristes. Decía el maestro Aristóteles -y procuro no olvidarlo- que la excelencia no es lo que una persona alcanza sino lo que hace cada día, de modo que la excelencia no es un acto a lograr sino un hábito a practicar. Si usted quiere disfrutar el amor consciente no lo busque, provóquelo a diario. Establezca rutinas de amor consciente, pequeños hábitos o prácticas que le ayuden a conectar con lo que quiere ser. Sea inasequible a su propio desaliento.
  • El RESPETO POR LA NECESIDAD DEL OTRO a partir de una forma de comprender la vida desde la diversidad y el aprendizaje. Desligue su necesidad de ser amado de la dependencia a otros, disfrute de lo que ocurre ahora, no rememore ni compare, no proyecte ni ocupe en planificar a largo plazo la mayor parte de su tiempo en esta vida. Respete el momento y ritmo del otro, no imponga ni adoctrine, no avasalle ni convenza. Simplemente comprenda e intente ser usted mismo ante el otro. Quiérase mejor y sea más fiel a su esencia, respetando y apreciando también la existencia de esencia en el otro.

 

LAS FASES DEL AMOR CONSCIENTE

Son a menudo simultáneas, pero tal y como yo las he vivido una y otra vez son estas:

  • Ten claro quien eres.

Aquello que eres no es un nombre, sino algo parecido a esto…

Varón. Castaño. Imperfecto universal. Material conductor desde hace treinta y tres años. Feliz desde hace cuatro para siempre. Incluye autoestima. Buen corazón, usado, elástico, dureza 4. Alma vieja, en completa formación. Atractivo. Inteligente. Sensible. Experimentado y sorprendido. Come, duerme, ríe, llora. Equilibrado y sorprendente. Saludable. Seguro. Sin interruptor externo de encendido o apagado. Culpable de lo que hago, no de lo que hagas. Diurno. Tranquilo con muchas ganas de serlo. Apasionado. Conversador. Único sin ser distinto. Quiere ser padre, no necesariamente contigo ni tampoco hoy o mañana. Sin dependencias ni peajes, con heridas. Yo mismo a partir de todos los demás. No te busco porque no te necesito. Pero si te encuentro, te voy a celebrar. No tengo prisa. Ya he llegado.

Todo esto anterior es lo que soy. Y también, de esas raras personas que no saben aburrirse, que disfrutan de su soledad. No siempre he sido esto pero esto es lo que ahora soy. Por ello, si me preguntarse, qué me ha ayudado a vivir el amor consciente, yo te diría que siguieras siendo fiel a amarte primero a tí mismo, a pasar tiempo contigo sin pensar en los otros como foco de tus pensamientos, sino en tí como protagonista de la vida que quieres vivir. En este sentido, escribir, meditar y hacer el indio (en su sentido literal y extendido) han sido las tres cosas que más me han ayudado a apreciar el amor consciente.

 

  • Atrévete a disfrutar sin exigirte ni exigir a otros

El amor consciente hacia otra persona mola porque no es fácil. Pero mientras se construye o llega, creo que es insano y poco saludable no permitirte disfrutar de la amplia cantidad de oportunidades de ser consciente y celebrar lo que te ocurre sin necesidad de amar por completo a otra persona. Eliminar la exigencia a priori de tener que aceptar por completo a otra persona y sino no ser feliz, te hará relajarte, disfrutar y conectar con lo que te está pasando fuera y dentro.

Una vez que te atreves a conocerte y te trabajes durante un tiempo, lo que te pasa dejará de pasarte y empezaras a hacer que pase. No veras ya el conflicto ni la necesidad de mejora primero en otros y luego en tí mismo; sino primero en tí mismo y luego en otros. Te harás responsable de lo que te pasa. Te estarás habilitando a disfrutar lo que ocurre tal y como viene, entregándote a ello y alcanzando lo que mi maestro Anthony De Mello llamaba serenidad… «La serenidad consiste en colaborar incondicionalmente con lo inevitable».

Cuando empieces a ser consciente del poder de la serenidad, dejarás de querer tener razón en tu vida para empezar a tener paz. En este momento -así lo he vivido y lo han vivido muchas personas en procesos de acompañamiento- te convertirás en un imán de experiencias placenteras. No las apartes. Mejor, lee esto que aquí sigue…

Cuando usted ya se haya conocido a sí mismo,  puede encontrarse en dos situaciones: tener o no tener pareja.

Si tiene pareja, mi consejo es que intente lograr el amor consciente en la medida de sus posibilidades y dentro de su área de responsabilidad. Le recomiendo especialmente hablar y compartir lo que lleva dentro con su pareja, y atreverse sobre todo a conocerla. Si no logra ni una cosa ni la otra o simplemente como resultado de ambas, ve que algo no le hace sentir bien después de un tiempo o mucho tiempo, tal vez deba tomar una decisión sobre su vida en pareja. Tiene derecho a darse cuenta de que esa persona es la persona que quiere junto a usted, y también tiene derecho a darse cuenta de que esa persona no es la persona adecuada. En cualquiera de ambos casos, haga lo que haga, no la engañe nunca; desapruebo por completo la infidelidad y la ocultación. Son a mi modo de ver, resortes que se activan solo cuando en una relación algo o todo no va bien.

Si no tiene pareja, hay dos complementos para el amor consciente que ya no solo tienen que ver con usted sino con su relación con otros, y que pueden ser perfectamente compatibles con su voluntad de vivir y aprender el amor consciente. La forma que yo más disfruto en este sentido, y que en mis breves periodos de soltero he podido disfrutar, es sin duda el sexo sano con personas con las que conectes. Para tener sexo sano, no sujeto a dependencias ni voluntades secundarias más allá de eso que está ocurriendo, es necesario -así lo he vivido- que ambas personas se encuentren en momentos similares.

En una famosa escena de la película Shakespeare in love, la duquesa de Essex tras acostarse con Shakespeare y perder su virginidad dice «De modo que había algo más maravilloso que los sonetos y las obras de teatro, incluso si son los tuyos» y Shakespeare simplemente responde «Sí, así es». Para un sexo sano y consciente entiendo que cada tiene sus recetas. La mía consiste en dosis equilibradas de sentido del humor, relajación y aceptación. Por mi forma de ser esto equivale a hacer el ejercicio consciente de estar completamente AHORA sin que tu mente pueda ir a un lugar anterior o posterior a lo que ocurre. Esto es, no querer de tí ni de esa persona más de lo que pasa. En el caso del sexo sano se trata de disfrutar de todos tus sentidos y hacer volar de forma libre lo que eres junto a otro. En las sociedades occidentales actuales todavía no se ha superado por completo la barrera del tabú sexual, de hecho es ahora cuando estamos comenzando a hacerlo. Creo que esto hace que el sexo siga teniendo ese atractivo inherente a lo prohibido que nos hace vivir experiencias placenteras a corto plazo.

Otro complemento muy enriquecedor para el amor consciente, son las conversaciones significativas o poderosas con todo tipo de personas. Ya sea en el contexto de tu tiempo libre o tu trabajo, o en en el seno de tu grupo de amigos o contactos, hablar con alguien de algo y encontrar a una persona que sepa escuchar y quiera ser escuchada, es sin duda algo poderoso. Sentir esa conexión y ser consciente de la utilidad que ese tipo de relaciones tienen en tu vida, ha sido algo clave en mi vida. Por mi profesión, suelo tener muchas conversaciones significativas al cabo de la semana, pero encontrarme con este tipo de conversaciones en mis círculos de amigos o relaciones, sigue siendo para mí algo motivador y sorprendente.

 

  • Cuando practiques el amor consciente, no pierdas el foco ni caigas en tu trampa

Lo más seguro es que después de un tiempo, cuando ya estés a gusto contigo mismo y cuando tengas el calor y el amor consciente de tí mismo y de otra persona, te atrevas a dar un nuevo paso en tu vida. Recuerda cuando des ese paso que tu sistema de coordenadas en tu relación de amor con otro ya no es el mismo que era, y no vuelvas a caer en la tentación de idealizar o demonizar a la persona, o de querer vivir un enamoramiento continuo e irreal. Se fiel a lo que no quieres en alguien y valora lo que quieres. Permítete ser amado o amada, date el derecho a no sentirte bien en tu pareja solo cuando creas que ya lo has dado todo. Y recuerda, disfruta lo que ocurre porque también esto pasará.

 

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Por qué me aprecian las personas

Por qué me aprecian las personas

nino

 

«El que no ama siempre tiene razón, pero es lo único que tiene»

Antonio Gala (escritor)

 

En un principio pensé titular este artículo «Por qué nos aprecian las personas«. Luego, al comenzar a redactarlo me di cuenta de que yo solo puedo saber por qué me aprecian y no por qué aprecian a otros. Cada uno -supongo- tendrá su particular explicación. Algunos hablaran de que las personas les aprecian porque tienen claros valores morales o principios; otros dirán que las personas les aprecian por su educación y compostura; otros defenderán que son apreciados por sus acciones heroicas o sus grandes hazañas. En lo que a mí respecta, creo que ninguna de estas tres cosas explica -lector o lectora- por qué me aprecian tanto las personas. Creo que incluso soy un auténtico desastre en todas ellas.

Sin embargo me he pasado la vida amando y siendo amado por otros. De hecho creo que hasta el momento, he tenido la existencia más rica y plena que alguien pueda desear. Mi vida –en términos absolutos- está fielmente retratada en ese maravilloso poema de William Ernest Henley que llevo en mi cartera. Pero entonces, ¿Cómo he llegado a esto?, ¿Qué he hecho para merecer el aprecio y la consideración de otros? Hoy me pregunto por qué soy tan afortunado, por qué demonios me quieren y aprecian las personas. Y de momento estas -lector o lectora- son todas mis respuestas:

 

ELIJO NO SER DIOS

Aunque a veces, desbordado, lo pretenda. Acepto que por encima de mí hay algo superior en todo momento, circunstancia y ocasión. Todos tenemos siempre por encima de nosotros algo superior. En esto, créame, no somos muy originales. Usted si es creyente lo llamará Dios, si es hijo lo llamará padre, si es militar lo llamará señor, si es científico lo llamará Universo (Naturaleza) y si es un empleado lo llamará estructura (jefe, cultura, empresa). Pero siempre hay algo superior que usted no puede controlar. En otras palabras, mi área de responsabilidad sobre aquello que ocurre, aún siendo enorme y motivadora es también muy limitada. Por fortuna el hecho de que las cosas me vayan siempre bien NO ES SOLO mi culpa, aunque sea sobre todo culpa mía.

Las personas me aprecian porque suelo recordar que soy pequeño.

 

ELIJO ACEPTAR Y AGRADAR A LAS PERSONAS

Si bien antes me costaba aceptar a las personas tal y como eligen ser, desde hace ya varios años cada día aprendo a aceptarlas y tomar mis decisiones en función de lo que ellas quieren ser y no de lo que yo quiero que sean. Aunque nuestro narcisismo nos impida verlo con tanta claridad, la vida nunca es un teatro de marionetas que están a tu servicio. Cada persona tiene sus propios intereses y no respetarlos ni contar con ellos es dilatar o esconder un sufrimiento latente. Cada vida humana es un tesoro repleto de experiencias. Lo que me dignifica y enriquece mi persona no es obviar este tesoro, sino otorgarle el valor que me merece. Y para explorarlo con calma y detenimiento, me dedico sin descanso a agradar de forma sincera a las personas. Hago esto de forma natural pero conscientemente, con herramientas y constancia. Lo hago una y otra vez porque me he dado cuenta que es la forma más eficiente y eficaz de ser feliz y hacer felices a otros.

Las personas me aprecian porque intento aceptarlas y hacer que sean fieles a sí mismas.

 

ELIJO VIVIR EN DIRECTO Y NO EN DIFERIDO

Recuerdo siempre con cariño aquella reflexión tan poderosa de Pessoa que leí hace ya muchos años y que hoy a menudo recupero en las sesiones. Decía: “Llevo conmigo las heridas de las batallas que he evitado” Existe una creciente tendencia en las personas a posponer la vida. Y verán ustedes, la vida no es algo a conquistar, no es algo así como un premio tras un esfuerzo extraordinario. Es más bien como una planta, algo que usted necesita regar ahora para que luego pueda dar sus flores o sus frutos. Aunque tal vez esa planta sea hoy muy pequeña para usted o para otros, nada salvo su firme compromiso con ella la hará grande. Las plantas solo crecen en directo.  Pese a que usted –lector o lectora- haya visto muchos documentales donde una planta que creció vuelve a hacerlo de nuevo ante sus ojos, lo cierto es que las plantas solo crecen en directo. Si usted permanece a la espera de una vida mejor, abandone desde ya toda esperanza. Si por el contrario usted vive en directo, experimentará victorias y fracasos, lecciones que le harán crecer y conectar con la esencia de la vida. Usted podrá decirse a sí mismo justo antes de morir: Invertí todo mi esfuerzo en jugar este partido y no en evitarlo.

Las personas me aprecian porque suelo estar aquí y ahora y no esperando otro momento.

 

ELIJO TENER PAZ Y NO TENER RAZÓN

Vivo de acuerdo a lo que creo. He aquí la gran innovación: en la anterior oración, “creo” hace referencia al verbo “crear” y no al verbo “creer”. Trataré de explicar esto en detalle.

Hubo un tiempo en que yo luchaba para tener razón. Vivía cada día de mi vida buscando pruebas de que yo estaba en lo cierto. Si a menudo no las encontraba, solía entonces cambiar mi idea de las cosas. Sea como fuere, siempre encontraba un castillo para defenderlo.

Ahora sin embargo quiero tener paz. Por lo que parece, todo el mundo quiere tener paz. Pero he aprendido que esto no es del todo cierto. He aquí por qué creo que no es cierto: El conflicto se tiene, no hay que trabajar para tenerlo. Pero la paz… la paz nunca se tiene sino que hay que trabajar para tenerla. Hay algo que es común a todas las personas: cada una de ellas quiere tener razón y lucha para que otras asuman que la tiene. De esto es capaz hasta el más humilde insecto que habita este planeta. Todos podemos elegir a algo o a alguien por lo que luchar hasta la extenuación o la muerte. Esto por sí solo puede que nos haga grandes y a veces admirables, pero no nos hace únicos.

Lo que me hace único, aquello que me dota de toda mi energía y mi valor, es vivir para tener paz y no para tener razón. Suelo por ejemplo buscar el entendimiento y la paz, y viviendo de este modo, los genero. También he aprendido que suelo estar equivocado y que aquello que me ha sacado de los más profundos hoyos no ha sido nunca negar que yo estaba equivocado, sino generalmente aceptarlo.

Si yo elijo tener razón, he experimentado –y creo haber aprendido con dolor de ello- que suelo dejarme la mayor parte de cosas importantes por el camino. Pero si elijo tener paz, abandonar mi ego y mi discurso, alejarme de mis convicciones hasta poder dar cabida a otros, paradójicamente además de tener paz, el resto de personas me acaban otorgando cierto grado de razón. En otras palabras, vivir para tener razón casi nunca suele dar una paz verdadera al individuo y pocas veces suele ser algo razonable. Pero vivir para tener paz, suele darte no solo paz sino razón.

Las personas me aprecian porque no aspiro a vencerlas sino a comprenderlas.

 

¿Por qué creo que todo esto funciona?

Aunque no hago siempre todas las cosas anteriores, sí creo ser consciente de que las hago la mayor parte de las veces. Y cuando las hago, obtengo enormes resultados a corto, medio o largo plazo. De forma que haciendo esto de forma repetida,  apreciarme resulte tremendamente fácil para otros. Es como poner un balón en el punto de penalty, hacer que se vaya de vacaciones el portero y decirle a la persona: Ahora, tira. Por otro lado, aunque no todos me aprecian o me quieren,  aquellos que lo hacen son los que verdaderamente necesito que lo hagan.

 

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Guía de comportamientos tóxicos

Guía de comportamientos tóxicos

toxico

 

«Incluso en los peores momentos de la vida de un ser humano, lo que hace que todo sea soportable son las maneras: el carácter moral de las personas pero por supuesto además la forma en la que ese carácter moral se manifiesta»

Arturo Pérez-Reverte (escritor de ficción histórica, periodista retirado, ex-reportero de guerra durante 21 años; entrevista de Iñaki Gabilondo)

 

Hay comportamientos que huelen mal. Tienen que ver con los contenidos, pero sobre todo con las formas. Hoy hablaré de ellos, me detengo a escribir sobre un tema complicado. Hablar sobre cómo detectar y enfrentar comportamientos dañinos propios y ajenos no es fácil. Resulta aún más complicado aportar una perspectiva diferente a lo que ya se ha escrito sobre el tema. El lector o lectora encontrará amplia literatura sobre esto en su librería habitual y a lo largo y ancho de la red (incluido este mismo sitio). Sin embargo hoy le aportaré una propuesta diferente. Sacaré a relucir en este texto una de mis venas -la de humanista cristiano- y la pondré a palpitar sobre las teclas. En consecuencia no espere algo que no sea extraordinario. Pretendo hacerle creer en las enormes posibilidades de mejorar su propia vida que tienen tanto usted como otros. Comenzamos.

 

EL ETERNO PODER DE SABER RELACIONARNOS

Defiendo que toda persona per se tiene amplias dotes y capacidades relacionales que debe entrenar para enfocarlas de forma saludable y beneficiosa para sí misma y para otros. Adquirimos gradualmente estas capacidades en sus formas y contenidos desde nuestra infancia, desde esa etapa de cría donde aprendemos a vivir. Pero es en nuestra edad adulta donde con más crudeza y frecuencia las ejercitamos. Estas capacidades relacionales avanzadas nos han hecho evolucionar hasta formar enormes sociedades relacionales de millones de individuos. La historia de esta evolución continua se repite en el tiempo. Pasamos de las relaciones familiares a las tribales; de las amistades inmediatas a las asociaciones por interés, poder o derecho; de las organizaciones para lograr un fin mutuo a las sociedades de convivencia que conforman culturas humanas complejas y enriquecedoras. Por lo que sabemos hasta ahora ningún otro ente en el Universo ha sido capaz de estirar y hacer que de tanto de sí esa bacteria unicelular inicial de la que todos provenimos hasta convertirla en algo parecido a lo que hoy llamamos Humanidad y humanidad (con mayúscula y minúscula). Salvo el propio Universo (Naturaleza) en sí mismo -que supera inmensamente nuestra capacidad relacional- nada nos supera a nivel relacional.

Además de enormes aciertos, hemos cometido y cometemos enormes errores en este proceso de evolución relacional. Los pagamos ahora y los seguiremos pagando como personas y como especie en el futuro. La mayor parte del tiempo disfrutamos agradablemente las bondades de nuestras capacidades relacionales avanzadas. Pero en ocasiones también sufrimos de forma dolorosa los perjuicios que puede provocar un comportamiento humano nada saludable. Esta enorme fortaleza nos da, en otras palabras, le da al Hombre la difícilmente limitable capacidad de hacer disfrutar y sufrir a sí mismo y/o a otros.

Ningún reto debería ser más inspirador y motivador para una persona que el de saber poner en juego sus capacidades relacionales consigo mismo y con otros aprendiendo su valor, y estableciendo límites para el beneficio propio y el de todos.

 

NO HAY PERSONAS TÓXICAS

El camino más corto que usted encontrará para hallar la felicidad consiste en no juzgar nunca a las personas por completo sino a cada una de sus acciones en concreto.

En contra de lo que defiende la mayor parte de literatura pseudocientífica y científica sobre el tema, liderados por Bernardo Stamateas y su instant coffee book, intentaré no cumplir con el procedimiento acostumbrado que algunos profesionales defienden a la hora de trabajar comportamientos dañinos. Este procedimiento -que no respetaré en la medida de mis posibilidades- defiende que en primer lugar es necesario marcar, identificar o señalar a determinados arquetipos conductuales o personas como «tóxicos», y en segundo lugar es necesario que usted -lector o lector- huya o se aparte de ellos, a menudo -así lo defienden- sin dar mayor explicación.

Usted -lector o lectora- tanto como yo, es libre de querer relacionarse o no con otros, es decir de querer buscar o evitar a alguien. Esto creo que entra dentro de lo razonable. Hay personas que nos parecen soportables y otras que nos parecen insoportables. En nuestra familia, nuestros amigos y en las relaciones de pareja o trabajo hay personas con las que nos gusta ser y otras con las que solo nos gusta estar. Bajo este criterio usted -como yo- configura su red de relaciones inmediata y extendida, y articula su conducta dentro de sus posibilidades. Esto es una cosa. Pero otra muy distinta es tomar la estrategia de la evitación como pauta válida o siempre recomendable para gestionar los comportamientos poco saludables de uno mismo o de otros. Evitar algo -no lo olvide- nunca es superarlo.

Las personas no somos medicamentos caducados, ni productos químicos irrespirables, ni enfermedades contagiosas. Por eso -¡maldita sea!- no hay personas tóxicas, es decir, personas venenosas en sí mismas. Las personas acumulamos hábitos adquiridos, experiencias vitales, educaciones, culturas, lecturas de la realidad, relaciones,… Somos cuerpos y mentes en permanente cambio y adaptación. No somos yogures caducados a los que tirar y no acercarse. Evolucionamos y tenemos siempre dos opciones poderosas: hacer que otros quieran cambiar o cambiar nosotros. Nadie -lo hemos descubierto ya muchos- nadie cambia si no quiere. Pero aún en el caso de que esa persona no quiera cambiar, nosotros sí podemos cambiar nuestra actitud respecto a ella. En esto segundo se encuentra el área de responsabilidad de la que usted es propietario. Y huir de algo o alguien no es nunca responsable.

Las personas somos personas. Usted es una persona y se debe a su propia especie. No evada la responsabilidad de aceptar que otra en todo momento también lo es. Puede que usted o yo o esa persona en la que piensa, pasemos por malos momentos alguna vez y puede que esos malos momentos se alarguen demasiado (a veces vidas enteras) y nos condicionen adoptando comportamientos dañinos para nosotros mismos o para otros. Pero nadie -digo NADIE- tiene derecho a escribir un libro o mil para decirnos que usted o yo o esa persona somos tóxicos. Nada hay en excluir o apartar a otros de la sociedad y de las relaciones salvo un tóxico ejercicio de soberbia.

Solo cuando la certeza en nuestras propias convicciones es mayor que nuestra compasión por otros, podemos entonces afirmar que hemos perdido la batalla.

 

QUÉ ES UN COMPORTAMIENTO TÓXICO

De algún modo he descubierto en mi vida y en el ejercicio de mi profesión que un comportamiento tóxico es un acto o conjunto de actos que consciente o inconscientemente hacen daño a uno mismo y/o a otros.

Defiendo que un comportamiento es tóxico si cumple alguna o todas estas premisas:

  • Cuando solo aporta sentimientos negativos (de miedo, culpa, insatisfacción, frustración,…) sin aportar ningún sentimiento positivo (de reconocimiento, satisfacción, alegría, disfrute,…)
  • Cuando parte de una tiranía emocional (autoafirmación del ego y de la realidad propia por encima de la realidad o sentimientos de los otros)
  • Cuando reproduce (es decir, parte o imita) otros comportamientos tóxicos anteriores generando un bucle emocional negativo en uno mismo o en los demás
  • Cuando genera (es decir, provoca) comportamientos tóxicos en los demás contagiando conflicto o dolor.

Es posible por tanto identificar este tipo de comportamientos y trabajarlos para que no afecten a la salud mental del individuo o grupo que los experimenta.

Pretendo aportarle -lector o lectora- tips rápidos para que usted identifique comportamientos tóxicos de acuerdo a frases o acciones comunes. Si usted quiere ampliar detalles o disponer de una guía más avanzada sobre comportamientos tóxicos cuenta con amplia literatura en la red. Contraste fuentes de forma crítica. Este tan solo será un listado práctico que le servirá de guía rápida para detectarlos y actuar de acuerdo a su criterio e intereses.

Personalmente considero que los siguientes cuarenta y tres comportamientos tóxicos -realizados de forma continuada- harían que para mí una persona fuera poco o nada atractiva para tomar una cerveza, mantener una conversación, contratarle, cerrar un acuerdo, salir conmigo o darme a conocer. Cuando algo de todo esto o mucho de todo esto le ocurre a una persona, yo se que algo no va bien:

  • No escuchar al otro. No parar de hablar. Interrumpir.
  • No poder ni saber estar solo. No sentir la necesidad de estarlo.
  • Cuestionarlo todo. Instalar en la duda a sí mismo y a otros. Parálisis por análisis.
  • No cuestionarse nada. Muerte por ignorancia.
  • Ser incoherente. No cumplir con lo que dice.
  • Tener la necesidad de estar continuamente ocupado en algo.
  • No conocer, respetar ni disfrutar el silencio.
  • Vivir para convencer a otros. Hacer de tu vida un teatro comercial continuo.
  • No practicar la empatía sino la simpatía. Juzgar la vida de los otros en función de mi modo de vida, mi forma de ser y mis ritmos, y no en función de los suyos.
  • No respetar la autonomía de los demás. Hacer las cosas cuando, cómo y donde yo digo. Decidir por otros sin consultarles. Imponer tu opinión o acciones. Dar por hecho la voluntad de otros y enfadarse o considerarles enemigos si no aprueban nuestra tiranía.
  • Ser un cadáver. No estar interesado por otras vidas o por otras experiencias.
  • Ser temerario.  Solo estar interesado en otras vidas o en otras experiencias.
  • Ser poco práctico. Dar más trabajo a una persona del que tendría si no hubiera confiado en tí para resolverlo o ayudarle.
  • Creer en la completa disponibilidad del resto a tus propuestas y no tener disponibilidad para sumarte a las de otros.
  • Actuar y vivir solo a partir de los propios sentimientos. No tener en cuenta los sentimientos de la otra persona.
  • Criticar negativamente a otros o señalar sus defectos sin aportarles opciones de mejora o reconocimiento.
  • Compararse con los demás para ponerse en valor a uno mismo.
  • No tener miedo.
  • Tener solo miedo.
  • Experimentar de forma repetida todo tipo de vergüenza ajena.
  • Tener solo vergüenza propia.
  • Ser un cenizo. Hablar solo de experiencias negativas.
  • Destacar por medio de la provocación o la extravagancia exterior.
  • Juzgar a las personas y no a sus acciones.
  • Tener la necesidad de agradar a todo el mundo.
  • Tener la necesidad de no agradar a nadie.
  • Expresarse en términos absolutos. Conmigo o contra mí.
  • Buscar la cantidad y no la calidad.
  • No tomar decisiones. Poner continuamente excusas para no actuar. No hacer nada para cambiar algo que cree que está mal, sino solo hablar de por qué cree que está mal. Estar continuamente «intentando» y no «haciendo».
  • Hablar en exceso de uno mismo. Tener exceso de autoestima. Creerse mejor que todos los demás en algo aunque lo sea.
  • No hablar nunca de uno mismo. No tener autoestima. Creerse peor que todos los demás en algo aunque lo sea.
  • Quejarse de la realidad que tiene sin aceptar la realidad que él provoca.
  • Necesitar la desgracia ajena para alcanzar la gracia propia.
  • Expresarse desde el rol de víctima (lo que me ocurre y me pasa) y no desde el rol de protagonista (lo que podría hacer o lo que pienso con lo que me pasa).
  • Ser desagradecido. Envidiar la realidad de otros de forma poco saludable, es decir sin poner en valor la realidad propia.
  • No alegrarse con el crecimiento de otros a los que aprecia. No alegrarse por las alegrías de otros.
  • No ser compasivo con la realidad de otros a los que aprecia. No acompañar y ser comprensivo ellos.
  • Hacer que su felicidad dependa de las acciones de otros y de sus consecuencias.
  • No tener sentido del humor. No reírse de uno mismo ni de sus errores.
  • Burlarse de otros. Reírse de los demás.
  • Tener mucha prisa siempre. Ser más rápido que íntegro.
  • Vivir solo para ser fiel a uno mismo olvidándose de otros. Muerte por principios.
  • Vivir tan solo para ser fiel a los demás olvidándose de uno mismo. Muerte por confluencia.

Los dos mayores antídotos contra un comportamiento tóxico son, no me cabe duda, el sentido del humor (relativiza, relaja y distiende), el diálogo significativo (construye y aporta razonamiento lógico), y la generación de confianza (el paso del tiempo y la construcción de una relación mutua).

Opino por último que toda persona tiene derecho a agotarse de sí misma y de otras, y a marcar a menudo distancias saludables. Creo que es nuestro deber y responsabilidad trabajar para que las personas que nos rodean mejoren pero quizás es mucho más importante ser conscientes de que solamente ellas nos harán saber o entender cuándo pueden y quieren mejorar.

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