Seleccionar página


 

“El hombre, si quiere seguir siendo hombre, debe avanzar por la vía de la conciencia. No hay camino que lleve hacia atrás. Ya no podemos ocultar la realidad renunciando a la autoconciencia sin excluirnos simultáneamente del curso histórico de la existencia humana.

El hombre-masa tiene muy poco tiempo libre, no vive una vida que pertenezca a un todo, no quiere esforzarse sino por algún objetivo concreto que puede expresarse en términos de utilidad; todo debe proporcionarle alguna gratificación inmediata. “

maestro Karl Jaspers, El hombre en la edad moderna (1933)

 

Me temo que sobre los temas que encabezan el título de este artículo, el nivel de confusión en nuestra sociedad es inmenso. Tan solo trataré en este artículo de realizar una breve reflexión sobre un ámbito concreto de la mal llamada inteligencia artificial, me refiero a su relación con la educación y la cultura. La aparición de ChatGPT, una nueva herramienta proveniente de OpenIA, cuyo valor estimado a día de ayer ha pasado de 0 a 29 billones de dólares en pocos meses, y cuyo uso se ha viralizado -alimentando por cierto de manera gratuita, en masa y exponencial la potencia de dicha herramienta- ha generado muchas opiniones durante estas últimas semanas. Como siempre he permanecido al margen de los primeros emisores de discurso y he querido esperar a mostrar mi parecer una vez que la cosa ha adquirido dimensiones de gigante.

Para una aproximación más detallada de las posibilidades de ChatGPT, el maestro Amalio Rey le ha dedicado tiempo y ha resumido su experiencia en un artículo reciente.

Resumo mi tesis: Inteligencia Artificial, sí, desde luego; pero nunca como sustitución del proceso educativo y la cultura, tan solo como su apoyo y complemento técnico.

Creo que nos enfrentamos -como cada puñetero día desde la llegada de la posmodernidad a nuestras vidas- a un dilema acuciante. Hablo de los constantes atentados contra la inteligencia que se cometen a diario en la forma de regalos y cesiones sociales subrepticias. Cada vez que hay un mínimo avance tecnológico parece que éste implica una cesión social y laboral inmensa (de datos, de privacidad, de calidad laboral, de derecho a una vida digna, de… lo que sea). En mi caso puedo tolerar que la clase política se haya convertido en una colección de seres que difícilmente servirían para otra cosa que para repetir retórcia demagógica, que la vivienda se haya disparado hasta precios inasumibles, que la comida se encarezca hasta niveles de preguerra, que los niveles de emisión de CO2 no desciendan, se escondan o se omitan para negar las evidencias, que los chavales agachen la cabeza y se vean obligados a trabajar sonriendo en puestos de mierda para salir adelante, que el sistema de deuda implique contratos cada vez más cainitas, que poco a poco restemos recursos para garantizar una mínima sanidad universal o unas mínimas pensiones en pago a toda una vida dedicada a trabajar de nuestros mayores,… De verdad, puedo tolerar todo esto pero hay algo que me revuelve desde lo más profundo de mi ser y es el ataque constante a la educación y la cultura; en definitiva lo único que hace que como animales que somos también podamos considerarnos socialmente inteligentes.

Para tratar de aportar cierta claridad y algo de mi criterio a este respecto, permítanme tomar como punto de partida esta opinión que por lo demás comienza a ser mayoritaria y habla de pedagogía, profesionales educativos e inteligencia artificial. Comparto una captura de la opinión para que pueda ser leída antes de continuar:
 

 

Vaya por delante que aún a riesgo de ser llamado reaccionario, antiprogresista o ludita (dudo mucho que hoy alguien tenga alguna ligera idea de quién era Ned Ludd del mismo modo que pocos saben hoy qué demonios es el fascismo cuando le llaman fascista a otro), mi opinión es contraria a la del autor de este post de linkedin. En realidad creo que confundimos el culo con las témporas y que este mal de mezclar ideas y conceptos lleva décadas siendo una pandemia. Vayamos por partes:

PSICOLOGÍA EVOLUTIVA: En primer lugar diferenciemos las etapas evolutivas de una persona y aprendamos a aceptar que sobre todo en sus etapas más tentativas e incipientes (infancia y adolescencia), esas etapas en las que uno amanece al mundo de forma descarnada buscando referencias y asideros, una persona necesita instrucción y cultura para dotarse de cierta capacidad de autonomía y dignidad futuras ante las dificultades de la vida. De esta manera, un instrumento como Chat GPT puede ser extremadamente útil para la acción adulta y a la vez altamente nocivo para el proceso educativo de un niño o un adolescente dado que éste necesita articular un sistema de referencias, símbolos e ideas que le habilite como adulto en términos kantianos (la conquista de la mayoría de edad por medio de la conciencia moral y la responsabilidad social), esto es, para convertirnos en sujetos de soberanía con derechos y no en meros súbditos o esclavos sin derechos. Quien no acepte que esta necesidad de dotarse de referencias ha existido y seguirá existiendo siempre mientras pretendamos vivir en los términos de una libertad individual y colectiva responsable, me temo que desconoce la Historia y el comportamiento social que se inauguró en la Edad Moderna dando lugar a conceptos como el de soberanía, ciudadanía o derechos humanos, sociales y laborales.

Por cierto, aviso: Difícil conservar todo esto si confiamos el débil legado de bienestar que tenemos a la IA como eje central del proceso educativo. La IA es un instrumento potente de respuesta rápida pero en ningún caso debe ser emplearse como la sustitución de nuestra inteligencia o entenderse como la extensión o complemente imprescindible de nuestra vida. Dejar de entrenar y ejercitar nuestra memoria porque haya memorias más aceleradas de forma externa, es no entender que parte fundamental de la capacidad de reflexión, investigación y cuestionamiento humanos está fundada en la memoria. La IA es un recurso técnico y como tal facilita y acelera la toma de decisiones pero no debe sustituir las etapas de desarrollo humano o convertirlas en algo prescindible o accesorio. Esto queda lejos de toda ética y lógica.

EDUCACIÓN: Me temo que la opinión mostrada por el autor de esta publicación en linkedin peca de padagogismo y se enmarca dentro de un movimiento -en mi opinión suicida- que toma forma desde hace décadas a través de movimientos empobrecedores de la escuela y la universidad: Acuerdo de Bolonia, supercherías pedagógicas y entrega sin reservas de la llave de la educación a un mercado inercial y moralmente homicida. Por un lado los sistemas educativos nacionales y las legislaciones supranacionales llevan años apostando por un “modelo pedagógico” que idealiza las competencias, el voluntarismo aspiracional y el utilitarismo inmediato despreciando la instrucción pública de conocimientos para la adquisición de la estructura mental y perspectiva necesarias para una adecuada toma de decisiones. Se dice mucho que ya no tiene sentido aprender la lista de reyes españoles o los ríos o geografías nacionales. Se defiende esto bajo dos argumentos o pretextos: el primero aboga por declarar obsoletos los sistemas educativos de base nacional (una completa y descabellada locura en mi opinión en un contexto de implosión del concepto de globalización de mercado tal y como lo hemos conocido); el segundo aboga por declarar que son más importantes las “competencias” (lo que sea que esto sea) que los conocimientos hoy siempre accesibles, de manera que estos últimos tienden a ser cada vez más sucintos, breves, insignificantes. Ambas tesis son atolladeros morales, mataderos del espíritu de alfabetización universal que nos dotó de dignidad con independencia de nuestro lugar social de procedencia.

Me encuentro así con profesores de universidad que declaran que a primeros cursos de estudios superiores llegan auténticos zotes, asnos antropomorfos, iletrados incapaces de hacer una raíz cuadrada si provienen de las antiguas ciencias o de saber quién era Quevedo si vienen de las antiguas letras. Me encuentro con profesores de colegio que desesperan ante la falta del más básico interés por parte de los alumnos, ante la ausencia de respeto hacia cualquier tipo de autoridad docente o ante la mera desidia de alumnos que malcriados y nada humildes se atreven a chantajear al sistema diciendo que se niegan a estudiar si no se divierten. Estamos en definitiva educando a seres acomodaticios y no críticos, técnicos sin perspectiva ni capacidad de reflexión, cumplidores de órdenes pero sobre todo analfabetos intelectuales que cifran su felicidad en aparentarla. Dóciles y diligentes, estas generaciones de los “nuevos modelos pedagógicos”, del cuestionamiento de los valores ilustrados sin aportar una alternativa sensata o viable, viven con orgullo en zulos, aceptan con serenidad y cumplimiento trabajos cada vez más inestables y precarios, les cuesta decidirse a montar una familia saliendo de sí mismos, y pasan el tiempo entretenidos con golosinas tecnológicas mientras el bienestar conocido de la mayoría poco a poco se desmonta en beneficio de los nuevos “pocos”. Sobran los datos y ejemplos que demuestran la lenta agonía de la instrucción pública y la pérdida de caudal intelectual y talento en nuestras sociedades. Profesionalmente desde hace años he apostado por educar e instruir a los directivos y propietarios de empresa que acompaño en un intento ya desesperado por recuperar el tiempo y espacio educativo perdidos. No mentiré: cada año lo tengo -lo tenemos- más difícil y cada año me niego con más fuerza a cesar en mi compromiso.

Añadido a esto, tan solo comparto esta experiencia que -me consta- es general y comienza a ser genérica: Durante años recorrí casi un centenar de colegios trabajando con equipos directivos y equipos de propiedad. Resumo: el panorama educativo es desolador. El profesor se esfuerza más porque el alumno aprenda que el propio alumno, y añadido a esto las familias educan como malamente pueden a sus hijos en una desatención constante fundada en la imposibilidad de conciliar vida personal y trabajo, y sobre la base del modelo de vida posmoderno que nos sitúa en una dispersión continua, una especie de búsqueda de una promesa de estabilidad o certeza que nunca ha existido. El alumno ahora es el cliente que exige, dueño y señor decisor de su aprendizaje en edades en las que no tiene ni jodida idea de la vida, por hablar completamente claro. El concepto de maestría por supuesto se resiente y la profesión de profesor ha caido con el tiempo en el descrédito (para mí un profesor es el mayor héroe de nuestro tiempo). Y sí, a veces hay que divertirse aprendiendo, pero otras no y hace falta siempre cultivar la memoria y los conocimientos. Ningún astronauta ha subido al espacio consultando cada puñetera decisión que toma a google. Negar esto es una estupidez sin apenas precedentes.

CULTURA: Estamos desmontando -sin tener ni idea de las graves consecuencias que eso implica- eso que desde el siglo XIII llamamos la cultura en el más puro sentido de la paideia isocrática y la humanitas ilustrada que garantizaron la conquista de las mejores cuotas de igualdad y derechos en toda la historia de la humanidad. La cultura no es solo memoria de ideas o datos, sino como bien se ha repetido muchas veces es ante todo civilización. Civilizarse es adquirir lugar en el mundo, imbuirse de criterio propio, armarse de herramientas morales para acometer la vida desde una visión integral y enriquecida de la existencia. Civilizarse es aprender a no confiar en uno mismo, a cuestionarse, pero sobre todo es aprender a no pedir a otros lo que puedo hacer por mí mismo. Compruebo en redes sociales cómo las personas me demandan -a  veces tratan de exigirme- respuestas rápidas sobre temas que requieren esfuerzo, estudio y atención continuada. Trato de no responder nunca a alguien que no ha hecho el esfuerzo por sí mismo de responder a su pregunta. Es algo que aprendí estudiando a las comunidades de software libre hace muchos años y es la base de la meritocracia más justa. Menospreciar la cultura, pretender que sea un producto de consumo o mero servicio de entretenimiento y no un bien colectivo a cuidar, es atentar contra el esfuerzo, contra el reconocimiento de quienes trabajan su suerte y no la heredan, contra la celebración de aquellos que deciden inspirar a otros con su ejemplo. Y esto, ni qué decir tiene, es algo altamente peligroso.

USUARIOS VS PROPIETARIOS: No tengo nada contra la Inteligencia Artificial, del mismo modo que no lo tienen los programadores informáticos que en mi visita a Silicon Valley hace años, ya entonces metían a sus hijos en guarderías y colegios en los que estuviera prohibido el uso de dispositivos móviles en el aula, con el ánimo de que sus hijos no se volvieran como los usuarios imbéciles para los que ellos mismos programaban distracciones en su trabajo diario. El peligro de nuestro tiempo, la batalla real de nuestros días, se sitúa entre quienes se conforman con ser usuarios de la vida sin apenas derechos ni garantías y entre quienes acumulan todas estas cosas siendo propietarios. Que nadie se engañe, toda persona que tiene algo de riqueza económica en el mundo sabe algo tan básico como esto: la diferencia entre poseedores y poseídos ha sido siempre y seguirá siendo la educación y la cultura. Este es el verdadero ascensor social que casi siempre funciona para cualquier profesión, dedicación u oficio. De nosotros depende que las sociedades del futuro más inmediato multipliquen seres iletrados e inconsecuentes sumidos en una masturbación vital continua, o seres civilizados, comprometidos y consecuentes que aprendan y vivan pensando en los demás.

Sin más.
 

***

Consulta nuestro catálogo de servicios de acompañamiento al cambio y formación y solicita más información a david.criado@vorpalina.com

Últimas plazas para el programa TRAINING DAYS que comienza en Marzo, quizás la última aldea gala que te permite conformar criterio propio, amueblar tu cabeza y adquirir perspectiva y conocimiento para lograr una vida diaria enriquecidad y estable.

***

 

Share This