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niño triste

 

“Coged las rosas mientras podáis,
veloz el tiempo vuela.
La misma flor que hoy admiráis,
mañana estará muerta.”

maestro Walt Whitman (Hojas de hierba, 1819-1892)

 

Escucho a diario una gran cantidad de quejas y problemas. La mayor parte del tiempo asisto a personas que de manera inconsciente y automática se mueven de acuerdo a una conducta reactiva. Por necesidad he desarrollado una especie de aparato digestivo paralelo que procesa y depura el victimismo crónico. Este aparato digestivo me ha permitido prestar un servicio útil a aquellos que todavía carecen de él.

Hoy comparto con usted, lector o lectora, una breve radiografía de las personas que se dejan para luego. Todos en algún momento del día o de la vida tenemos comportamientos de procrastinación que nos animan a postergar situaciones que deben atenderse sustituyéndolas por actividades más irrelevantes o agradables a nuestro parecer. El problema llega cuando uno hace esto con su propia vida. Hablo de ese oscuro momento que tal vez se convierte en actitud de vida quizás dilatada durante años o décadas en el que una persona acaba creyendo que lo mejor es dejarse a sí misma para luego. He aquí el problema.

Comenzamos.

 

CÓMO ACTÚAN LAS PERSONAS QUE SE DEJAN PARA LUEGO

Denomino “personas que se dejan para luego” a todos aquellos individuos que se han visto superados por sus propias creencias limitantes hasta el punto de posponer -sin ánimo de atender nunca- sus verdaderos intereses. Son “personas que se dejan para luego” todas las que prefieren vivir mañana y todas aquellas que anestesian o suspenden su propia voluntad de forma recurrente y sistemática. Son también “personas que se dejan para luego” las que anteponen los intereses de otros a los propios hasta desaparecer por completo de su propia vida, olvidando que no puedes nunca hacer ni dar a los demás lo antes no te has dado a tí mismo. Son por último “personas que se dejan para luego” las que se abandonan a la inercia de los acontecimientos y a las consecuencias de las acciones propias o de otros, creyendo con extraño empeño que nunca pueden hacer nada.

De acuerdo a mi experiencia el victimismo crónico es la base conductual de estas “personas que se dejan para luego” y suele manifestarse en forma de conductas que generan enmascaramientos de personalidad. Entre estas conductas destaco las siguientes mecanismos de defensas destructivos orientados a la autojustificación:

  • El relativismo moral que produce inmovilismo degenerativo (p.e. “Tu tienes una opinión y yo otra, es igual de válida la tuya que la mía”) Esta estrategia conductual inconsciente permite a la persona ser impermeable al cambio hacia un modelo de comportamiento saludable. Detecto que es altamente empleado por personas con niveles bajos o muy bajos rundimentos de gestión emocional, que suplen con un sobrepensamiento excesivo y un pensamiento secundario tormentoso escudado a menudo en razonamientos rebuscados o complejos. Explico siempre que este tipo de personas suelen emplear los avances del pensamiento lógico y deductivo en su propio perjuicio (favoreciendo su aislamiento) y no en beneficio mutuo (impidiendo el encuentro y el aprendizaje). También detecto que este relativismo moral hace uso de una gran cantidad de lugares comunes o frases hechas, muy genéricas y que permiten a la persona permanecer inmóvil e impermeable al cambio, del tipo “Ya sabes lo que hay”, “Siempre se puede mejorar, claro que sí”, “Las cosas son como son”, “Eso es bonito en la teoría, pero luego está la práctica”, o “Ya, ya, pero aquí somos diferentes, este sector, o equipo, o empresa, o realidad es muy diferente a la del resto del mundo”.
  • El uso indiscrimando de falacias lógicas. La falacia del argumento ad ignoratiam permite a la persona repeler sistemáticamente el aprendizaje y la capacidad intelectiva (de inteligencia, del latín “leerse dentro”) bajo la premisa de que no existen pruebas de que lo que ha dicho es falso, olvidando que tampoco existen pruebas de que lo que ha dicho sea verdadero. Esta falacia muy extendida está ampliamente explicada aquí. La falsedad lógica non sequitur permite a la persona sostener razonamientos incoherentes en los que algunas premisas innegables generan deducciones ridículas. El uso de la reducción al absurdo, basada en el cuestionamiento impenitente de todo aquello que no confirme mis creencias, es muy frecuente en las personas que juzgan a los demás por sus acciones y a ellos por sus intenciones. Muy relacionado con esta falacia encuentro a menudo el argumento tu quoque o “tú también lo haces” que permite a la persona no hacer autocrítica y fijar siempre el área de mejora fuera de su responsabilidad.
  • La defensa de una “personalidad” o un “carácter” inmanente que me gobierna desde que nací o que adquirí en algún momento y no puedo cambiar en ningún otro (p.e. “Yo soy así, y esto es lo que hay”) Esta visión provoca además que la persona no solo considere que ella no puede mejorar sino que ninguna otra puede hacerlo en consecuencia. Esta sobrecarga de Ego lleva asociada un enmascaramiento de carencia de autoestima que se traduce en un miedo constante a la exposición pública. En casos extremos, este mecanismo interno considero que puede generar deficiencias afectivas en las relaciones como no dejarse querer, no saber querer, o tratar bien a las personas que nos tratan mal y mal a las que nos tratan bien. Creo ver en este mecanismo una distorsión para mí evidente que genera bucles reactivos de los que solo es posible salir con un gran trabajo personal de autocrítica y contraste.

 

LA DIFERENCIA ENTRE VOLUNTAD y COMPROMISO

A la hora de cambiar las personas creen que existen dos actitudes: querer cambiar o no querer hacerlo. Pero esto no es cierto en mi experiencia. A la hora de cambiar existen en realidad tres actitudes:

  • No querer cambiar (reactivo)
  • Querer cambiar y hacer lo imposible por no hacerlo (voluntarioso)
  • Querer cambiar y hacer lo posible por hacerlo (comprometido)

Todas las actitudes anteriores determinan en uno u otro sentido la realidad de la persona. La primera actitud es una actitud de rechazo o reacción al cambio fruto de esa zona de comodidad que ha permitido a la persona sobrevivir hasta ese momento. La segunda actitud es una actitud de autoengaño en la que mi discurso oficial es “Quiero cambiar” pero mis acciones reales dicen “No hago nada por hacerlo”. La tercera actitud solo llega después de las dos primeras y es la que genera resultado, aunque yo diría que las tras actitudes representan momentos del cambio necesarios a nivel cognitivo y conductual.

En el caso de las actitudes reactivas, si alguien no quiere cambiar, mi recomendación es dejar que no lo haga y no insistir en exceso en lo contrario. De nuevo, recordemos, nadie cambia si no quiere. En los casos en que la decisión de esa persona afecte a un colectivo, mi recomendación es siempre explicitar el conflicto y dejar que aflore de forma pública. De este modo la persona podrá autorregularse en el seno de su colectivo.

En los casos en que alguien quiere cambiar o manifiesta que quiere hacerlo, existe siempre un terreno posible de trabajo para el aprendizaje. Entre la actitud 2 y la actitud 3 se encuentran las siguientes diferencias:

Una persona voluntariosa se mueve y se comporta desde la generalidad y la falta de concreción, favoreciendo la inacción, postergando la asunción de responsabilidades y evitando el dolor o el esfuerzo necesarios. De acuerdo al Análisis Transaccional, este tipo de personas suelen maniobrar o realizar transmisiones desde su rol de NIÑO o de PADRE estableciendo imperativos categóricos o patrones de pensamiento polarizados según el patrón “esto me gusta” o “esto no me gusta”.

Una persona comprometida se mueve y se comporta desde lo concreto, traduciendo su voluntad de cambio en acciones propias que generan nuevas realidades, asumiendo su área de responsabilidad y gestionando el dolor o el esfuerzo asociados a la consecución de logros.

Sobre el compromiso invito al lector o lectora a leer los siguientes textos de la maestra Paz Garde “Para cambiar las cosas hay que hacer cosas” y del maestro Amalio Rey “Desmitificando la fuerza de voluntad” y “Teoría del GRIT ¿qué tal vas de pasión y perseverancia?

 

TIPOS DE PERSONAS QUE SE DEJAN PARA LUEGO

He seleccionado una tipología de personas que se dejan para luego que considero interesante para trabajar. Destaco los siguientes perfiles:

  • El que vive cada día para tener razón. Ya lo he comentado en anteriores ocasiones. Hay personas que vivimos para tener paz y otras que viven para tener razón. Estos creen a menudo inconsciente o conscientemente ser mejores que los otros y viven para tener nuevas oportunidades en las que demostrarlo. Viven embalsamados en su orgullo y su autocomplacencia. Dentro de este tipo de personas hay dos subtipos de personas: Los que se regocijan y presumen de su propia ignorancia o falta de inquietud. Estos exigen a otros como víctimas porque no son capaces de exigirse a sí mismos como protagonistas. Sentados en estas butacas del cine de la vida observando las películas de otros se encuentran la gran cantidad de personas que conozco. Ni siquiera intentan conocer las cosas importantes. Se conforman con tener razón en su pequeña escala y en su mundo. Los que devoran conocimiento sin practicarlo. Estos siempre dicen pero casi nunca hacen. Viven en una apariencia de conocimiento que enmascara un desconocimiento atroz de las cosas importantes. Este último subtipo de personas que se dejan para luego, creen que el conocimiento por sí mismo es curativo, pero no es así. Lo realmente curativo es la sabiduría, lo que uno hace con el conocimiento (mucho o poco() que tiene.
  • El que vive cada día para buscar su sitio. Estos no paran de compararse con otros otros de su entorno la mayor parte del tiempo y siempre creen que hay algo mejor por llegar. Se conservan embalsamados en falta de foco e insatisfacción constante. Los hay que deambulan esperando el advenimiento de su clara vocación sin probar ningún oficio. Los hay que viven esperando a la mujer o el hombre ideales sin saber que él o ella misma son la mujer o el hombre de su vida y que simplemente tienen que dejar llegar a alguien con el que compartirse. Los hay que sueñan con una vida mejor sin trabajar para tenerla. Los hay que buscan la fuente de la eterna juventud hasta tal punto que llegan a perder la suya. Todos ellos buscan un lugar en el mundo porque no saben que el mundo es su lugar, ignoran que su sitio es todo aquel en el que estén ahora, que su único lugar son ellos, que su casa puede ser el mundo si hacen de cada instante de su vida el lugar en el que no se eches de menos.
  • El que vive cada día preocupado. Los hay que se precipitan contra la vida atropellando los segundos. Estos consumen distracciones sin importar la cantidad ni el órden. Se apuntan a gimnasios, deportes, actividades, viajes, aficiones,… y siempre están pensando en la siguiente huida. Consumen metodologías o herramientas sin orden ni concierto, sin estrategia ni foco. Tienen una realidad que les espanta y huyen periódica y puntualmente de ella. Se ocupan pero algo continuamente les persigue. Y entonces se preocupan. En algún momento del día o de su vida, la vida les atrapa. Un buen día cinco minutos a solas tras apagar el contacto del coche se derrumban. Saben que están dejando su vida para luego y no vieron crecer a su hijo o su hija, no estudiaron ni trabajaron en aquello que quisieron y cuando ya se encontraban estudiando o trabajando en eso otro no supieron aprovecharlo para aprender a sentirse satisfechos.

 

CÓMO ACTÚAN LAS PERSONAS QUE NO SE DEJAN PARA LUEGO

Las personas que no se dejan para luego, viven. Viven aquí y ahora aunque tengan que mirar hacia el mañana, viven hoy. Ante usted tiene a una persona que no se deja ni se ha dejado nunca para luego.

Yo no suelo dejarme para luego, yo me dejo casi siempre para ahora.

Soy más grande que la suma de todas mis heridas.

He hecho casi siempre aquello en lo que he creído. Incluso cuando otros no me permitían hacerlo, yo me lo he permitido.

He estudiado y trabajado por encima de mis posibilidades. Y he obtenido en consecuencia resultados por encima de mis expectativas.

Me he ganado a pulso lo que soy y eso es todo lo que tengo. Y resulta que hace bien a otros.

Tal vez por eso me han amado siempre.

No recuerdo un momento de mi vida en el que yo me haya aburrido.

He tocado las columnas de Hércules y he ido varias veces más allá de nuestro mundo a lomos de un pájaro de hierro entre las nubes.

Soy capaz de enfadarme pocas veces y muy poco tiempo para impedir que mi enfado me impida disfrutarme.

He recorrido la tierra donde nací de norte a sur y de este a oeste varios cientos de veces mejorando la vida de mi gente día tras día, paso a paso, persona a persona.

Las personas que yo consideraba referentes me han llamado maestro. Aquellos que aún son mis maestros me abrazan hoy como a un igual.

He visto despertar el sol en un viejo motel de California en frente del Pacífico por encima de un ejército de aves blancas infinitas.

He tomado decisiones duras que me han generado dolor y sufrimiento, y siempre he logrado levantarme hasta llegar a ser feliz.

Me he aceptado y he aceptado a otros la mayor parte del tiempo de mi vida.

He conectado con la intimidad más profunda de miles de personas en diferentes realidades, idiomas y momentos.

He caminado solo durante horas por el suelo abrasador del Gobi y la gélida estepa en la tierra más deshabitada del planeta donde los hombres nacen junto a los caballos.

He paseado mi alma por los jardines sonoros de la Alhambra. Y he estado en todas mis visitas atento al olor y a las imágenes de ese paraíso aquí en la Tierra.

He caminado en el silencio de un mar de columnas cordobesas.

Me he sentido la mayor parte de mis días muy pequeño y eso me ha permitido hacer grandes a una muestra muy importante de todos los demás.

He superado la mayor parte de mis miedos y aprendido a convivir con ellos sin que puedan limitarme.

He andado junto a un volcán latente en medio del paisaje lunar de una isla africana.

He caminado por los riscos inaccesibles cerca de un otro volcán en Grecia y visto morir al sol desde un acantilado en el Egeo.

He caminado por el mar en esa sucesión de peces y navíos de la que habló el maestro Neruda.

He contado la historia de mi vida a decenas de soñadores que también me compartieron la suya.

He sido escuchado por decenas de personas interesantes en el monasterio de piedra que descansa en lo alto del puerto de Dalt Vila, en mitad del Mar Mediterráneo.

He dado conferencias multitudinarias ante miles de personas y ayudado a ser feliz también a una. He hecho ambas cosas varias veces hasta no recordar cuántas.

He pasado noches en la playa hablando junto a personas importantes que lo eran porque me escuchaban y también las escuchaba.

He recorrido el Puente Vecchio partiendo del Palazzo Pitti hasta llegar a la Signoria y luego al Duomo para contemplar el resplandor dorado de las puertas del Paraíso de Ghiberti.

He mirado a los ojos al David de Miguel Ángel.

He disfrutado el olor de quinientos años de pintura en el techo más bello de la historia que no es otro que la bóveda Sixtina.

He bebido los mejores vinos y probado los mejores quesos. Nunca he pasado hambre, ni siquiera cuando no tenía dinero para comer tres veces al día.

He compartido frío y chimenea junto a hermanos en mitad de ninguna parte en una vieja casa de madera junto al lago Hautajärvi en el centro helado y blanco de Finlandia.

He contemplado en directo el color incontenible de los paisajes oníricos de El Bosco, las emociones puras de los rostros traducidos de Velázquez, y el horror de Goya.

He compartido ilusión y escuchado otros muchos sueños en un número incontable de trayectos junto a otros en coche o autobús sin apenas dormir durante el viaje.

He llorado al contemplar las ruinas del foro y la Acrópolis de Atenas donde mis antepasados construyeron lo que ya no somos.

He peregrinado durante horas por nuestro origen hasta llegar al Oráculo de Delfos, al pie del monte Parnaso.

He saciado mi sed del diminuto hilo de agua de la eterna juventud que mana de la fuente Castalia.

He caminado luego entre todos los Tesoros y arriba en lo alto del valle en el Templo de Apolo he hecho mi promesa.

He roto decenas de zapatos y zapatillas andando miles de quilómetros durante toda mi vida disfrutando de miles de paisajes.

He compartido mi sueño en la ciudad de Haarlem y he dormido en una casa de un desconocido en la ciudad llave de Leiden, junto a uno de los cientos de canales fantásticos de Holanda.

He sido lo suficientemente valiente como para empezar una conversación que importe, y he hecho esto innumerables veces.

He llevado una vida de héroes junto a personas que tatuaron mi piel de abrazos, agradecimientos y bendiciones.

He vivido en seis casas diferentes y dormido en decenas de camas de personas que me han amado y he amado.

He dormido en lugares que harían vomitar a una cabra y en habitaciones lujosas, y en ambos me sentí muy vivo.

He comido y bebido saboreando cada bocado como el primero.

Tengo recuerdos magníficos junto a amigos. Todos ellos me admiran y me quieren.

No conozco ni he fabricado por mí mismo ni a un solo enemigo.

He escrito y he leído suficiente aunque todavía no del todo.

Dicen que una persona cambia solo por dos razones: o porque sufrió demasiado, o porque aprendió lo suficiente. Yo he sufrido hasta poblar, herir y ahogar mi alma para luego dar sentido a mi vida. Soy el sentido de mi vida. Y todos los demás, tal y como son y están me bastan.

Soy feliz.

 

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