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El más tonto es un simple término económico. Es un bobo. Para que los demás nos beneficiemos necesitamos uno mayor que compre caro y venda barato. La mayoría se pasa la vida tratando de no ser el más tonto. Le arrojamos la patata caliente y le quitamos su silla cuando acaba la música. El más tonto es alguien con una mezcla de capacidad para engañarse y egoísmo, para creer que triunfará donde otros fracasan. Este país fue creado para los más tontos.”

The Newsroom, T1/E10 (Sorkin, 2012)

 

No todo lo que se afronta puede cambiar, pero nada puede cambiar si no se afronta. Aceptemos la verdad: Todo en la vida se reduce a aprender a ser estúpido de forma controlada.

Ayuda mucho leer algo más que publicaciones de linkedin o twitter, ver algo más que directos de twitch o turras de youtube, pero lo que más ayuda es dejar de pretender no parecerlo. Porque cuanto más se empeña una persona en no parecer estúpida, más presente está la estupidez en ella.

Uno puede fingir que no es estúpido y vivir creyendo que los estúpidos son otros. Pero más temprano que tarde sus actos le acaban delatando y amanece a la única verdad: La estupidez humana es la verdadera democracia.

Hay ricos y hay pobres, felices e infelices, jóvenes y viejos, gordos y flacos, rubios y morenos, empleadores y empleados, personas que parecen perdidas y otras que se acaban de encontrar, bajos y altos, listos e idiotas, gente que lee y personas que no han abierto un libro, conductores de autobús y reyes en palacios, personas que no dejaron de ser niño y personas que jamás lo fueron,…

A todos nosotros nos une una misma cosa: somos profundamente estúpidos.

Se que crees que tú no, pero a mí no me engañas. He vivido lo suficiente para saber que mientes.

Puedes caminar erguido, marcar distancia, defender tus ideas con empaque y con encono, apasionarte por tal o cual libro, parecer sensato en una conversación, amar a unas y otras personas con cabeza, citar a tal o cual autor de manera solemne,… hasta que cometes un leve desliz, realizas un breve gesto, dices una palabra a destiempo o tomas una decisión incomprensible. Y entonces vuelves a la cruda realidad: nunca dejaste de ser estúpido. Te ha pasado muchas veces si lo piensas y tienes el valor de reconocerlo.

La clave no reside en dejar de ser estúpido sino en aprender a serlo con elegancia y dignidad.

Sobran los ejemplos:

  • Uno puede vivir buscando el respeto de los otros, pero nada hay más admirable que una persona que se respeta a sí misma.
  • Uno puede aparentar cierta seriedad inmutable, pero la belleza serena de la que hablaba Pericles reside en aquellos que saben reírse de sí mismos.
  • Uno puede parecer fiable por lo que dice de cuando en cuando, pero todos somos en realidad fiables tan solo por lo que hacemos a diario.

Nadie puede dejar de ser estúpido por mucho que lo pretenda, pero cualquier persona siempre está a tiempo de aprender a serlo dignamente.

Admiro más a quienes se saben y reconocen estúpidos que a los que viven vidas solemnes en las que aparentan no serlo y se permiten dar consejos sin que nadie se los pida.

Dios salve a la estupidez porque siempre nos iguala y a todos nos encuentra.
 

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