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Por qué parece que el mundo se va a la mierda

Por qué parece que el mundo se va a la mierda


 

No se vive en las casas, aquí solo se viene a dormir.
Abajo a dos mil metros de profundidad es donde vivimos.

 
Un minero belga a Van Gogh en la película El loco del pelo rojo (Minnelli, 1956)

 
 

Repite conmigo: Parece que el mundo se está yendo a la mierda porque en realidad lo está haciendo. Hoy trataré de explicar de qué manera nos estamos complicando el futuro. Yo se bien qué debo hacer para remediarlo en lo que respecta a mi responsabilidad, tan solo espero que tras leer este artículo, tengas también clara cuál es la tuya.

Antes de nada, permítame, lector o lectora, una disculpa. Siento mucho la crudeza de este artículo. Pido perdón por escribir lo que nadie quiere oír pero necesita ser dicho. Ojalá la intolerancia de las personas a las malas noticias que les lleva a creer que todo es cuestión de actitud, no les anime a entender que por dejar de verlas o escucharlas, desaparecen. Ojalá que este artículo contribuya a que alguien comprenda que la ecuación espiral de pensamiento positivo + fe en la autorregulación libre del mercado + ruido constante, nos está llevando a la mierda. Algunos pocos lo llevamos advirtiendo mucho tiempo, pero que no sea porque no insistimos.

Rusia ha invadido Ucrania, los polos se derriten, las especies se extinguen, el petróleo se agota, el trabajo se precariza de forma sistémica, las parejas no tienen hijos,… pero todo el mundo parece entonar el DON´T LOOK UP (¡se positivo, la cosa no está tan mal!): Un zulo donde malvivir es una tiny house; la pobreza se llama hoy minimalismo; la inestabilidad sistémica no es irresponsabilidad social de todos sino un entorno VUCA; la fruta orgánica es real food por oposición a lo que todo el mundo come (¿fake food?); un trabajo de mierda es un minijob; y un parado madurito que trata de sobrevivir autoempleándose es un emprendedor silver surfer.

En fin, vaja jaleo mental, ¿no?. Mejor comenzaré por el principio:
 
👴👵 Hace ahora unos meses me reuní con mis padres. Fui a su casa y les pregunté sobre algo que llevaba tiempo rondándome la cabeza. Me preocupaba que tuvieran los recursos necesarios para afrontar la dureza de todo lo que se nos viene encima. Llevo mucho tiempo convencido de que se avecinan los tiempos más duros que una persona viva haya vivido. Mantuve esa conversación con ellos tras 2 años de pandemia mundial, el estallido de algunos volcanes, antes del actual pánico nuclear y tras haber pasado una ciclogénesis polar en el centro de la península ibérica. Así nos las gastamos los humanos hoy en día.

Al principio, cuando empecé a compartirles mi preocupación no sabían de lo que les estaba hablando pero pronto comencé a exponerles el contexto real al que nos dirigimos. Hablo de una fotografía que no se me va de la cabeza, llevo viendo venir -como tantos otros- mucho tiempo y que es el resultado de mi experiencia de acompañamiento diario, de mis conversaciones con gente con poder de decisión real y de mis lecturas e investigaciones.

Solo seremos capaces de salir adelante si dejamos de rasgarnos las vestiduras por “nuestra mala suerte” de las últimas décadas y comenzamos a entender que el modelo de relaciones actual es literalmente homicida para nuestra especie y su entorno. Para ver si de una vez por todas comenzamos a entenderlo, a veces conviene exponer de seguido todo lo que lleva más de 2 décadas acelerándose y que venimos incubando desde que empezó el siglo XXI en 1989. Me refiero a ese catastrófico y monstruoso paradima religioso-económico del Mercado neoliberal en sus diferentes manifestaciones y formas: deslocalización de mercados; desrregulación financiera; multiplicación del consumo, los desechos y las emisiones; alargamiento infinito o acortamiento forzado de los ciclos económicos de Kondratieff; individualismo superficial extremo desde el cuestionamiento posmoderno de las cosas más esenciales; ruptura de los tejidos y ritos de paso sociales; y por último -y no menos grave- desmontaje de las instituciones y la lex pública como garantes de derechos y obligaciones.

La foto de lo que estamos incubando y que nos va a estallar de forma súbita en alguna de estas variantes, viene a ser algo parecido a esto (lo pinto todo junto a ver si de una vez por todas entendemos que todo está relacionado):

🌎 PLANETA: Un contexto ecológico completamente adverso. Todo ello se puede ver con mucha claridad en estos hechos que ocurrirán en los próximos 10 y 20 años: el aumento de las temperaturas globales (doy por hecha la incapacidad de contener esos 1,5 grados de temperatura), grandes migraciones continuas y movimientos de fronteras, conflictos por el acceso al agua, proliferación de nuevas enfermedades y pérdida de riqueza nutricional en los alimentos.

👨‍👩‍👦‍👦 POBLACIÓN: Un crecimiento demográfico desproporcionado entre America/Occidente y el sudeste asiático y el centro de África que dará lugar a más de 11.000 millones de personas con una concentración poblacional en puntos concretos del planeta inasumible. Más de la mitad del crecimiento de la población mundial será africana.

🔥 ENERGÍA: Un modelo energético en caída libre con una creciente carestía de materias primas y fuentes de energía, insuficiente para mantener el actual ritmo y nivel de vida sin alternativas factibles ni realistas que lo superen. Las energías renovables tal y como las estamos planteando no son una alternativa para la mayoría de transacciones, usos energéticos masivos y movimientos actuales, lo que dará lugar a una reducción de la movilidad y una transición desde lo global a lo local no exenta de grandes conflictos territoriales entre grupos de interés.

💵 ECONOMÍA: Un contexto socioeconómico polarizado caracterizado por la concentración de la riqueza y la extensión de las condiciones de vida precarias sobre un adoctrinamiento educativo en la mentalidad acrítica. Los economistas de referencia a los que sigo (desde cada una de sus escuelas económicas) están de acuerdo en señalar que se avecina algo gordo en forma o bien de estanflación, o bien de larga recesión o directamente de una depresión económica sin precedentes desde la década de 1970 o desde la segunda posguerra mundial. Solo para entender las dimensiones de lo que se avecina, los principales fondos de inversión y macroeconomistas de referencia hablan de quiebres de países enteros o “tercera guerra mundial pero económica“. Los movimientos de capitales indican que la gente de arriba lleva entre 3 y 4 años preparándose para el descalabro. Insisto: no es algo ideológico, hay sobrado acuerdo en que está comenzando lo peor que hayamos vivido (subidas inasumibles de precios, caídas de mercados enteros, reposicionamiento del orden económico global,…) Vamos a un mundo en el que cuanto menos poseas, más alto será el precio que habrás de pagar. Doy por hecho que habrá una o varias largas recesiones de un modelo económico que agoniza pero para el que no existen aún alternativas. Con el pinchazo de la enorme burbuja china que estamos generando y la más que previsible caída en desgracia de una EEUU cada vez más rota por dentro, se hará inevitable la emergencia de un nuevo tablero internacional caracterizado por un darwinismo social sin precedentes.

📍 SOCIEDAD: Como aderezo no hay quien niegue a día de hoy que el Estado de Bienestar (fundado sobre una ficción de vida insostenible pero sobre ideas de convivencia admirables) se está desmontando aceleradamente. Los identitarismos y el regreso de la fe en el determinismo ambiental van en aumento y están generando nuevas divisiones sociales que siempre anteceden a los momentos prebélicos. En todo este contexto -espero que esto nadie hoy lo esté poniendo en duda porque se lleva décadas produciendo- peligrarán los sistemas de pensiones y las coberturas a los más ancianos, los sistemas de salud, el acceso universal a un sistema educativo y el acceso a bienes de primera necesidad (alimentos, vivienda,…) porque todo ello estará en manos de un Mercado incontenible que si bien guiado en el siglo XX favoreció el bienestar de muchos, instrumentalizado de forma totalitaria en defensa de una supuesta libertad, hará que nos matemos los unos a los otros en la búsqueda de una indigna supervivencia mientras los que han sabido explotar convenientemente en silencio, habrán acumulado el suficiente capital para comenzar a colonizar y mandar a la mienda nuevos planetas.

Todo esto vino a decir un hijo a sus padres. ¡Ten hijos para esto!. A medida que avanzaba describiendo la realidad, noté 2 reacciones en sus caras:

Por un lado noté en sus caras que no entendían la mayoría de cosas que les estaba compartiendo. En general nada de esto es algo de lo que se hable en las noticias, nadie suele sentarse con los suyos a hablar con tanta crudeza más allá del desengaño y el pesimismo generales o la mera queja o lamento anecdóticos. La gente no se para a tener una idea tan clara de lo que lleva años ocurriendo, sino que más bien nos limitamos a coleccionar desastres esporádicos sin pararnos a pensar si todo ello forma parte de una inercia y una dirección concretas. Mis padres no son una excepción a esta norma genérica, sus rostros me miraban extrañados por tratar de explicarles todo aquello.

Por otro lado para aquellas cosas que les exponía y cuya gravedad entendían y compartían en buena medida, noté que se sentían algo contrariados por la certeza y la tranquilidad con la que les hablaba. Me refiero a que cuando alguien imagina a una persona anunciando la suerte de colapso sistémico al que nos dirigimos, suele imaginarse a esa persona haciendo aspavientos, sobrepasada, triste, indignada, colérica o qué se yo, incluso agobiada o decaída. Pero cuando les comenté lo que hoy voy a compartiros, yo no estaba de ninguna de todas esas formas. No lo estaba porque en realidad ya pasé por todo eso. Hace años que doy por hecho que mucho de lo que hoy es normal (modelo de relaciones afectivas, laborales, económicas y sociales, así como mínimas cuotas de solidaridad y cobertura social) dejará de ser una realidad en menos de una década y media si continuamos a este ritmo de destrucción de “lo humano hasta ahora conocido.

Unas semanas después de todo esto, Europa amanecía con el riesgo de una amenaza nuclear a expensas de la invasión de Ucrania por Vladimir Putin, un amigo temía por la integridad inmediata de su familia política en la futura Letonia, los barriles de crudo de Oriente Medio se encarecían y el precio de los cereales y el gas se disparaba tras un encarecimiento prebélico de la electricidad que no tenía precedentes en el continente.

Mientras algunos se afanan buscando futuro en baratijas tecnológicas (malditos dataístas y multiversistas del carajo), y mientras en la vida real las personas siguen yendo a sus trabajos, están pasando muchas cosas a un ritmo muy acelerado que reconfigurarán lo que somos. Y el caso, como digo, es que yo -sin ser muy inteligente ni avispado- llevo viendo que todas estas cosas están pasando desde hace bastante tiempo…

Cuando hace ahora 3 años comencé mi proyecto de investigación para tratar de explicar de forma ilustrativa de dónde venimos como especie y qué debemos hacer durante las siguientes décadas para evitar un escenario dantesco de darwinismo social a gran escala, una fecha rondaba mi cabeza: lo que sea que escribiera o publicara debía terminarlo antes de 2030. La fecha no era casual. Más allá de ese año no habrá tiempo posible de reacción ni remedio para los retos más importantes que aquí se plantean y que de momento estamos gestionando como el culo.

El problema es que añadido a todo esto el estado evolutivo de nuestra especie es más bien primitivo o insuficiente para resolver los problemas globales que hemos creado. Me ceñiré a lo más básico: no tenemos un entorno global de entendimiento prescriptivo y de obligado cumplimiento más allá del capricho o el interés político del más fuerte; seguimos repitiendo la historia de las sucesivas violencias (sistémicas contra sectores excluidos o intergrupales entre sociedades o clanes); y por último no hemos aprendido aún a utilizar nuestra inteligencia coordinada (ciencia, técnica, progreso) en comunión con los ciclos de la vida sino en claro atentado continuo contra ellos.

Todo lo listos que creemos ser, lo somos contra nosotros mismos y de forma cada vez mejor coordinada y más interdependiente.

Se que entre tanto apocalipsis continuado (pandemia, volcanes, guerras, corrupción, sequías, impresiones de moneda en cantidades inéditas, concentración de la riqueza sin precedentes, transformación de la idea y las condiciones de trabajo, nepotismo, fake news, vuelcos políticos continuos…) no nos está dando tiempo a procesar la dimensión de los acontecimientos ni a ser conscientes de lo que está ocurriendo a escala global, sin embargo los próximos 20 años son claves para la manera en la que la vida humana continuará en el planeta hasta su futura extinción. Así de claro.

Todo cuanto estoy hallando en mi investigación -tanto las anteriores experiencias del pasado como las actuales decisiones y las proyecciones de futuro- todo -insisto- apunta en una sola dirección: el camino hacia el colapso energético, la caída a plomo y de forma progresiva de la interdependencia económica global, la mayor recesión económica de la historia del capitalismo, el fin de las clases medias en Occidente y el comienzo de una nueva forma de esclavismo extendido.

🌡️ LO MÁS URGENTE AHORA: Además de aprender a dejar de matarnos los unos a los otros, convendría recordar que sin un contexto apropiado, nada será posible. Lo que puede parecer más extraño es que nada de todo lo mencionado hasta ahora en este artículo me preocupa tanto como la increíble aceleración de la debacle ecológica que no estamos entendiendo.

He aquí los últimos datos de 28 de febrero de 2022… Esta es la conclusión del 6° informe del IPCC elaborado por 270 científicos de 67 países revisando 34.000 estudios a partir de datos contrastados: “4 de cada 10 personas (3.300 millones) son ya vulnerables al cambio climático”, “Sobre el estudio de riesgo de extinción de 100.000 especies, sin medidas drásticas y urgentes contra las emisiones de CO2 (aumentando los 1,5 grados previstos) el ritmo de extinción aumentará al 10% de las especies”, “El sistema meteorológico mundial se ha alterado por completo”, “Entre 1/3 y 1/2 de la población española sufrirá escasez de agua”, “Por cada grado de temperatura en aumento se reducirá un 4% la lluvia, por lo que la previsión de seguir así llega a una reducción del 20% de lluvias en el Mediterráneo”

En resumen queridos amigos de la nave del misterio ;), mientras la práctica totalidad de la humanidad sigue alimentando burbujas aspiracionales y creyendo en nuevas panaceas (transhumanismo, bitcoin, grafeno, automatización del trabajo, inteligencia artificial,…) con las que redimir o herir aún más a nuestra castigada especie, todo a nuestro alrededor se viene abajo (incluso las materias primas necesarias para que esas nuevas pajas mentales sean posibles).

Si algo necesitamos hoy es aprender a cuestionarnos (ética) y no seguir aprendiendo nuevas formas de huir hacia adelante (inercia).

Hace poco reflexionaba sobre ello el político Íñigo Errejón al recordarnos esta gran verdad que se repite en la historia: “En toda sociedad los pobres dejan a sus hijos instituciones y derechos (y si no las cuidan, los pierden) y los ricos les dejan a sus hijos apellidos, contactos, cuentas bancarias, casas, empresas,… Demoler las instituciones nos sitúa en una guerra de todos contra todos en la que los fuertes siempre vencen porque no tienen sujeciones. Eso instala un estado general de miedo que es exactamente lo opuesto a la libertad. Esta sensación de que tu vida vale muy poco porque puede depender de fuerzas que no están sujetas a ninguna razón definida por los humanos colectivamente (caprichos de alguien, algoritmos,…) es el estado general de incertidumbre y miedo que es lo completamente contrario a la libertad. En eso consiste exactamente no ser libre.

De modo que espero que comprendáis por qué ahora es el momento exacto para hacer 2 cosas:

  • PREMEDITATIO MALORUM: Hablar con vuestros padres sobre el futuro y preparaos para lo peor 
  • EX FUMO IN LUCEM: Levantarse cada mañana para remar en contra de toda esta marea de mierda

 
NOTA AÑADIDA EL 22/03/22

Recientemente 2 usuarios de twitter (@Dani91643797 y @Phrynos) compartieron 2 reflexiones interesantes sobre nuestro tiempo que me parecen el mejor resumen de toda una época. Las comparto por aquí muy resumidas:

  • Esperando un gran colapso contribuimos a él por inacción: No habrá un gran colapso súbito sino una larga y dolorosa caída.
  • El colapso real llega por goteo debido a la sucesión de acontecimientos cada vez más graves. Si nos paramos a recapacitar sobre los últimos años (sobre todo desde 2008) nos daremos cuenta de que el sistema socioeconómico está en caída libre desde hace tiempo

 

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#COVID19 Reflexiones en la calma y la distancia

#COVID19 Reflexiones en la calma y la distancia

 

Como no teníamos muebles no había que limpiarlos ni se rompían.

Como no sabíamos que existía otra vida, éramos felices en esta.”

Una habitante de las Hurdes, sobre su infancia

 

Este no es un artículo científico, es un artículo de opinión. Si usted quiere obtener información real sobre la situación o recomendaciones del COVID19 acuda a las autoridades sanitarias de su país o la web de la World Health Organization.

 

En uno de sus maravillosos libros cuenta Salvador de Madariaga, genial maestro de la Historia, que en los gobiernos de Sagasta y Cánovas la compra del voto era una práctica bastante habitual. Relata el maestro que un buen día un cacique fue a la pequeña chabola de un jornalero andaluz, y le ofreció los dos duros que habitualmente se pagaban por un voto. Ante la sorpresa del terrateniente, el jornalero le arrojó las monedas a la cara, y mientras regresaba a su pequeño reino le gritó: “En mi hambre mando yo“. Sirva este artículo como homenaje a aquella ejemplar y anónima persona.

Es domingo de madrugada y amanezco tras una semana de viaje en mi biblioteca. A los varios miles de libros en papel que me abrigan y custodian, sumo varios cientos de ensayos digitales. Dedico días y noches a tomar apuntes. La redacción del libro avanza a pasos agigantados y cada vez me siento más contento con ella. Con toda probabilidad, tengo suficiente material para redactar una enciclopedia sobre todo lo que a nuestra especie lleva décadas pasándole y por qué y cómo podemos superarlo. Por respeto a la cuarentena decidí no realizar las dos últimas compras mensuales de libro nuevo y viejo, así que durante las últimas semanas no he sumado hermanos a mi actual familia.

Escribo este artículo tras meses de silencio, centrado en el servicio a mis clientes y llevando una vida feliz tras un periodo personal de enorme desconsuelo. Hoy hablaré, lector o lectora, sobre un tiempo de confusión y de pandemia, un relato del mundo que aunque parezca ficticio ya estamos viviendo.

Personalmente considero que no tengo ni capacidad técnica, ni autoridad sanitaria, ni voluntad ética para opinar acerca de esta crisis sanitaria. Siento además el deber moral de no hacerlo y de confiar en los profesionales que se encargan de ello. Creo simplemente que todos debemos hacer lo posible para superarla cuanto antes, y esto en mi caso concreto se traduce en el compromiso de un confinamiento total. Lo que aquí expondré es exclusivamente una reflexión sobre la sociedad a la que está afectando la pandemia.

Si tuviera que medir mi salud mental actual por el grado de adaptación a la forma de entender la vida del resto de personas, concluiría que estoy loco. Solo una pequeña reflexión me salva de este rápido diagnóstico. La hizo el maestro Jiddhu Krishnamurti hace unos años cuando afirmó que “no es saludable estar adaptado a una sociedad profundamente enferma“.

Dado que no volveré a escribir nada sobre esta crisis, este será un extenso artículo. He pretendido estructurar la visión sobre lo que está pasando de acuerdo a este pequeño índice de puntos:

  • El triunfo del ruido
  • El triunfo de la inercia
  • El triunfo del entretenimiento
  • Los 3 discursos mayoritarios para explicar lo que está pasando
  • 10 reflexiones sobre lo que nos está pasando

Ánimo valientes. Comenzamos.

 

EL TRIUNFO DEL RUIDO

Llevo semanas observando tranquilo los acontecimientos. Hasta hoy he tomado como guía de conducta un principio clave durante toda mi vida: hacer todo lo que nadie hace. Y no es porque los demás no sean capaces, sino porque el contexto de todas las personas que conozco, sin excepción, no les invita en absoluto a vivir el confinamiento desde la perspectiva del recogimiento, la tranquilidad y la reflexión. Sus formas de relaciones inmediatas (trabajo, familia, pareja, amigos) no ayudan a la práctica de una vida consciente. Si ésta sería una gran oportunidad para reducir la velocidad y reflexionar sobre ello, la mentalidad de todas las personas que conozco sin excepción es la de que todo esto -aunque puede que se institucionalice- es pasajero y volverán en algún momento a la normalidad.

Todos sus juicios o comentarios están enfocados a valorar qué o cual político se está comportando de forma más sensata para volver a lo que todos queremos: lo qie ya estabamos haciendo. Cada mañana se levantan esperando en su más profundo interior que alguna noticia les de un horizonte de expectativa que les ayude a seguir haciendo lo de antes. Algunos, los más snob, hipsters o privilegiados, comparten una cita de un filósofo o una infografía o un meme que habla de que el problema era la normalidad. Pero son frases hechas, quedan bien como pie de foto y las comparten porque aparentan cierta inteligencia. De hecho los que se consideran más inteligentes hacen uso de ese superpoder universal que tienen como CAPITANES A POSTERIORI, como héroes de la edad moderna, y crean o se adscriben a teorías descabelladas sobre el mundo que vendrá, sobre lo que ha pasado y sobre lo que nos está pasando. Pero en el fondo todos guardan la infértil y triste esperanza de volver a la normalidad. Porque en su normalidad, todo aunque vacío era más llevadero y agradable. Todo era mejor que disponer de tiempo en su propia vida.

 

EL TRIUNFO DE LA INERCIA

Durante los primeros días previos al Estado de Alerta, llevé una vida similar a la que llevan todas las personas que conozco: ocupaba mi tiempo tratando de procesar y poner en orden el enorme ruido del mundo. A partir de entonces lo tuve claro. Acudí mentalmente a una de las escuelas de vida a las que pertenezco, y recordé nuestro hábito de explorar la incomodidad constantemente para aprender a crecer en la adversidad. Al igual que en las dos crisis inmediatas anteriores aunque por motivos diferentes, tenía la fortuna de haber llegado hasta esta crisis muy bien preparado: una década compatibilizando teletrabajo y presencial, clientes que confían en mí pase lo que pase, una caja contra apocalipsis nucleares, una vida articulada alrededor del hogar, y continuos periodos de soledad, reflexión y confinamiento en mi vida.

En este contexto, decidí aprovechar el momento para apartarme del mundo en la medida de lo posible, en lugar de adaptarme a él. Como si en mi confinamiento en lugar de pretender la normalidad, aprovechara la excepcionalidad para mejorarme. En las circunstancias de aquellos primeros días, visto hoy con la perspectiva de varias semanas, eso fue exactamente lo que hice. Si bien conectaba contadas veces al día con el mundo (noticias, chats o llamadas) y me veía a menudo atacado por la crispación y susceptibilidad social creciente, aprendí poco a poco a normalizar y comprender el estado de ansiedad colectivo de la gente. Salvo estas pequeñas interacciones, he desaparecido literal y progresivamente del enorme y absorbente Leviatán (bendito Hobbes).

La experiencia está siendo tan gratificante que estoy eliminando mi perfil de varias redes sociales y aplicaciones de uso común que no me aportaban en su mayor parte nada bueno. Llevaba varios años queriendo tomar esta decisión, y aprovechando el estado de confusión de la gente me pareció un buen momento. La reacción normal de todas las personas que conozco ante esta progresiva desaparición era que había perdido el juicio, dado que si antes era necesario “vivir conectado o en línea“, con el aislamiento y en mi soledad era aún más necesario. Rememorando el mito de la caverna de Platón, algunas personas me llamaban preocupadas por si había entrado en depresión o tratando de comprobar si me había vuelto loco. Otras me manifestaban que sin estar en una aplicación de mensajería instantánea de uso global, iban a perder su contacto conmigo. Yo respondía sonriendo y con buen humor limitándome a decir que si nuestra relación era solo tecnológica, ¿por qué continuar teniéndola? Salvo tímidas manifestaciones de apoyo, no he visto que nadie haya adoptado esta actitud al más puro estilo Groucho Marx: “Paren el mundo que yo me bajo“. Mis respetos y oraciones están con todos vosotros, ánimo.

 

EL TRIUNFO DEL ENTRETENIMIENTO

Quien no lee con frecuencia, se envilece. Muchos de los maestros que me han educado, han escrito mucho sobre la barbarie. A lo largo de estas semanas he comprobado que estaban en lo cierto. Ante la realidad de esta crisis sanitaria global, las personas que conozco no solo no han disminuido su presencia sino que han aumentado y multiplicado su sobrexposición al mundo a través de chats grupales, videollamadas familiares y con amigos, varias convocatorias de aplausos diarias, ejercicios físicos, maualidades, grupos de apoyo, reuniones de trabajo online, redes sociales, artículos, noticias y una gran cantidad de interacciones con que ocupar su tiempo. La realidad común es para mí muy evidente: la mayoría de personas permanece totalmente ajena a la reflexión sincera y huyen ante la mínima oportunidad de conocerse. Por extensión aquellos que no son alérgicos a la reflexión sincera, dedican grandes esfuerzos a compartirla con violencia y certeza, en lugar de aprender a cuestionarla.

Todos ellos, tanto los que huyen de sí mismos como los que se gustan demasiado, entienden la vida en clave de entretenimiento (el otium humanista mal vivido) o en clave aburrimiento (contra el que la ética protestante industrial recetó siempre el trabajo, labora). En otras palabras, lo que me entretiene me gusta, lo que me aburre o cuesta esfuerzo, no me gusta; y cada vez que alguien abra la boca, yo dedicaré todos mis esfuerzos a decir si me gusta o no me gusta. Dedicamos nuestro tiempo a decir, a hablar, a opinar, y no a escuchar, parar o disfrutar.

Ocupamos al niño con los deberes de un sistema educativo muerto en el que no creemos, mientras grabamos videos dando pautas al mundo o aconsejando cómo poner una lavadora, meditar y evitar que se quemen las lentejas, para no dejar en ningún momento de rendir. Porque esa misma mentalidad del entretenimiento está asociada a la idea de rendimiento, a esa viaje lección aprendida que nos dice que ningún momento debe desaprovecharse en labores que no sean productivas. Y allí llega el agobio, la ansiedad, la necesidad de que el tiempo no pase tan lento, el vértigo que siento al no ocuparme. El entretenimiento social que consumimos y el entretenimiento mental que generamos para no volvernos locos, provoca serios estragos en el comportamiento. Sin autodisciplina mental, sin filtros ni control sobre nuestras emociones, lo importante de la vida es no aburrirse.

 

LOS 3 DISCURSOS MAYORITARIOS PARA EXPLICAR LO QUE ESTÁ PASANDO

Pertenezco a esa vieja nobleza pobre de personas que ante la agitación universal encuentra hogar en la calma. Por eso la mayoría de reflexiones que hoy se comparten me parecen atrevidas o agitadas. Dado que en los momentos claves de mi vida nunca huí de mí, con anterioridad y de forma casi constante he vivido largos periodos de soledad y confinamiento. Parte de todo lo que soy es gracias a momentos muy parecidos a los que ahora estamos viviendo.

En contra de lo que algunos fanáticos del #COVID19 pueden sostener, no minusvaloro la tragedia de la crisis, trabajo para explicarla en su contexto. Yo también al estar en uno de los focos mundiales de la pandemia, conozco varios casos de contagio y yo también he sufrido varios fallecimientos cercanos. Aún a pesar de la tristeza evidente por la pérdida inestimable de estas personas, nada de todo lo que está ocurriendo y está por venir es para mí revolucionario o diferente. Todo para mí forma parte de la lógica en el marco de un largo relato social y económico que se ha gestado durante mucho tiempo, y que he vivido en primera persona durante años como facilitador y agente de cambio. Pero veamos en qué consiste este relato.

Uno de los más frecuentes errores de juicio a la hora de comprender y vivir una situación excepcional es tratar de sobrestimar el pasado e infravalorar el futuro. En una suerte de amnesia colectiva la historia se diluye en el agua del tiempo. Si la intelectualidad ha fallado durante milenios en similares y titánicas tareas, créanme, seguirá fallando en ésta con el agravante de que, por absoluta desgracia para todos nosotros, cualquier paria del planeta, sepa o no de lo habla y sepa o no decirlo, dispone hoy de un altavoz en continuo contacto con la inmediata atención de una inmensa cantidad de gente.

Precisamente por todo ello, en nuestra responsabilidad se encuentra saber filtrar la ingente cantidad de información, y localizar a aquellos discursos relevantes. Dado el actual clima de totalismo y polarización social que estamos viviendo (en esto de la crisis sanitaria hay clases), en apariencia tengo cuatro opciones a la hora de escribir un artículo que hable de lo que está pasando:

 

1) “El capitalismo ha muerto”: La profecía mesianica de Slavoj Zizec

La primera opción que tengo es comprar o participar de ese discurso que abandera Zizec y que sostiene -leo con asombro- que una catástrofe similar no ha pasado nunca en la historia de la Humanidad y que esto cambiará por completo nuestra forma de entender la vida, el trabajo y las relaciones. Zizec augura la caída de China, la ruptura de los mercados financieros y la reconquista social del papel de la ciudadanía en el mundo a través del advenimiento de una forma de comunismo mejorada. En este contexto, para el autor, un nuevo comunismo, más realista, menos ideal y autoritario que el que ya conocemos, sería la única solución viable:

La bien fundamentada necesidad médica de establecer aislamientos ha hecho eco en las presiones ideológicas para establecer límites claros y mantener en cuarentena a los enemigos que representan una amenaza a nuestra identidad. Pero tal vez otro -y más beneficioso- virus ideológico se expandirá y tal vez nos infecte: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá de la nación-Estado, una sociedad que se actualice con solidaridad global y cooperación

El primer modelo vago de una coordinación global de este tipo es la Organización Mundial de la Salud, de la cual no obtenemos el galimatías burocrático habitual, sino advertencias precisas proclamadas sin pánico. Dichas organizaciones deberían tener más poder ejecutivo

El autor ha alertado, al igual que muchos otros, de la necesidad de haber vivido una tragedia global para plantearnos un cambio en el modelo de sociedad, pero dice estar seguro de que este cambio se va a producir muy pronto.

 

2) “Esta crisis acelerará la inercia”: La sociedad del cansancio de Byung-Chul Han

La segunda de las opciones es comprar el otro discurso más extendido a la hora de entender la crisis. Es aquel que abanderan un ejército de intelectuales entre los que destacan las palabras del filósofo Byung-Chul Han. Esta lectura de la realidad defiende que si no cambiamos nada en nuestra forma de vida, nada cambiará a mejor para nosotros. El virus no va a lograr ningún cambio a positivo por sí mismo, sino tal vez precisamente todo lo contrario. En esta lectura hay una enorme cantidad de advertencias sobre las viejas estructuras nacionalistas, la soberanía digital, el capitalismo salvaje y los derechos ciudadanos. En las palabras de Han se huele esa sensación al más puro estilo Naomi Klein o Noam Chomsky, de que el triunfo de la inercia es tan grande, que el #COVID19, del mismo modo que otras crisis anteriores, ha llegado para fortalecer y reforzar el avance del neoliberalismo deshumanizador que nos consume. Y que si no estamos dispuestos a hacer algo más que ser la gestapo del balcón o los que aplauden cada día a las 8 de la tarde, el mundo seguirá tendiendo a convertirse en una mierda.

Sin duda una interpretación de la realidad con la que me siento muy identificado y cuya lectura puede servir para agitar conciencias. Sus palabras resuenan en nuestra responsabilidad sobre la sociedad embrutecida a la que estamos yendo:

Los peligros no acechan hoy desde la negatividad del enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como exceso de rendimiento, exceso de producción y exceso de comunicación. La negatividad del enemigo no tiene cabida en nuestra sociedad ilimitadamente permisiva. La represión a cargo de otros deja paso a la depresión, la explotación por otros deja paso a la autoexplotación voluntaria y a la autooptimización. En la sociedad del rendimiento uno guerrea sobre todo contra sí mismo.”

Han alerta de que la sensación de un terror permanente, un enemigo común (el otro), puede garantizar una involución hacia épocas pasadas, en la forma de totalitarismos y de una religión financiera fundada en el aprovechamiento del shock y en el pánico constantes. El autor concluye:

La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta.”

 

3) “La emergencia como modelo de vida”: El mundo vigilado de Yuval Noah Harari

Algunas reflexiones de este discurso que encabeza Harari son especialmente interesantes. Pese al momento histórico de progreso que vive la humanidad, nos sentimos más frágiles que en la Edad Media. Aunque Harari ha reiterado en numerosas ocasiones que no estamos viviendo la peste negra de la Edad Media, ha reconocido enormes similitudes como la necesidad de aislamiento, la vigilancia masiva, las medidas autoritarias necesarias, el pánico colectivo o el creciente sentimiento de indefensión. Pese a ello, la situación en términos sociales es muy diferente en cuanto a esperanza de vida, realidad diaria, cobertura sanitaria o acceso a los bienes fundamentales. Tenemos, según este autor, la tecnología y la economía necesaria para superarlo. Mi enorme certeza tras estas semanas, pero sobre todo tras estos años, es que no estamos aprovechando tecnología, ciencia ni economía en la dirección correcta, sino en la totalmente contraria. Sabemos lo que está ocurriendo en términos sanitarios y estamos luchando por una solución. Opina que la información es más importante aún que el aislamiento.

La tesis fundamental de Harari está fundada en que las decisiones de urgencia que se adopten para combatir esta crisis, se institucionalizarán cuando aparentemente pase. Sostiene esta opinión en gran medida basándose en que lo que está ocurriendo es que Occidente está entrando en el mismo modo de vida de emergencia en el que llevan viviendo muchos países en el mundo desde hace décadas. No habla por hablar, él mismo vivió cómo su estado -Israel- estableció hace más de sesenta años medidas de emergencia que todavía hoy siguen en vigor.

La base de esperanza para Harari está en la ciencia y en el adecuado flujo de información a la población. Una sociedad informada y culta, conocedora de la información veraz, será mejor que otra que se mueve de acuerdo a intuiciones o fake news virales. Para el autor algunas medidas de vigilancia masiva están justificadas e incluso es saludable acostumbrarnos a medir constantemente nuestra salud. Su más inteligente contribución, creo yo, ha sido su reflexión relativa a la falta de un plan global para situaciones de emergencia como esta, en las que claramente hemos visto medidas individualistas y centradas en el Estado-nación, en un mundo totalmente intercomunicado y aparentemente conectado.

Algunos otros autores han hablado de la realidad inmediata que viene, ese ejército de marcas y marketing que se va a empeñar en bombardearnos para que volvamos a la normalidad enferma de la que nos hablaba Krishnamurti.

 

10 REFLEXIONES SOBRE LO QUE NOS ESTÁ PASANDO

Aunque estoy en plena redacción de un libro que creo que nos ayudará a comprender por qué se nos ha ido tanto la cabeza y hasta qué punto podemos o no recuperarla, quiero terminar este artículo hablando muy sintéticamente de mi visión sobre toda esto:

 

1) No estamos aprovechando el confinamiento para hacer un examen de conciencia: Ni como personas ni a nivel empresarial. Veo muchos casos de empresas que simplemente están traduciendo y multiplicando a una nueva realidad de teletrabajo, los mismos errores que cometían en lo presencial: no hay espacios significativos de reflexión; no hay naturalización de una situación extraordinaria que requiere relajación, compasión y empatía con realidades personales en cada hogar; y por último la exigencia es idéntica o mayor a la que existía en la oficina. Los maestros Pablo de Tarso y Miguel de Cervantes son dos de los miles de ejemplos de personas que en su confinamiento fueron capaces de alumbrar grandes reflexiones y construir el cambio del pensamiento occidental. Todos ellos dedicaron momentos de máxima contención y aislamiento a aprender a conocerse, a imaginar y soñar mundos mejores. ¿Por qué nosotros no estamos siendo capaces de hacerlo ni a nivel personal ni corporativo? De nuevo creo que es una cuestión de desconocimiento e inercia, de falta de perspectiva y absoluta y diletante ejecución. Conclusión: Aprovecha estos momentos para abandonar el sobrepensamiento, deja de exigirte lo mismo que si estuvieras en una situación normal (por dios, tu hijo se te está subiendo por el brazo vomitando mientras lees esto) y, por favor, practica el autoconocimiento y el silencio sinceros. Apaga la tele, desconéctate un poco, aprende a decir NO. Te necesitamos fuerte durante y tras la crisis. Si el mundo se ha interrumpido, ¿por qué tú no?

 

2) El proceso de medievalización del mundo se acelera. La pandemia está ayudando a una velocidad supersónica a marcar las nuevas clases sociales que se sitúan a uno y otro lado del pensamiento único. En la nueva pirámide feudal, la guerra por los recursos básicos (agua, medicina, alimento) comienza a acelerarse. En la nueva Edad Media, no serán la agricultura y el pueblo los sustentos de la desigualdad, sino la concentración corporativa y el control de la tecnología digital en la explotación de las ciudades. El ya lamentable deterioro de la cultura y la educación durante las últimas décadas, está favoreciendo la aceptación de este nuevo orden mundial distópico y totalitario. Que las personas confinadas en su cada por puro aburrimiento se dignen a abrir un libro o ver un documental o consultar un artículo, no es suficiente. Que lo hagan por la convicción de que este sistema perverso que todos hemos alimentado ya nos está robando incluso el derecho a la vida, es lo necesario. Conclusión: este proceso no solo se acelera, sino que además es invisible.

 

3) Lo que está pasando ahora es la causa de un modelo de vida destructivo y absurdo. El sistema del capitalismo voraz y autodestructivo sigue tan sobradamente vivo y está tan implantado en tu vida que al morir tu abuelo no puedes ir a su entierro por peligro de contagio un sábado pero el lunes estás obligado a ir a trabajar a tu puesto de trabajo donde interactuarás con decenas de personas y con suerte podrás tener una mascarilla, que por cierto nadie salve si te libra del contagio. Con total certeza, si no te pones las pilas tus hijos vivirán un mundo peor que el que ahora vives, y los hijos de tus hijos también. Millones de personas vivimos recluidas en nuestras casas (o en las de otros, por ser más precisos) porque durante décadas salimos de ellas a diario para construir el mismo mundo que ahora nos encierra, ese mismo mundo al que queremos volver “cuando todo esto acabe”. Conclusión: no estamos aprendiendo nada, ¿Cómo estás dispuesto a comencer a hacerlo?.

 

4) La pandemia está recordándonos las tres cosas importantes para el mantenimiento de una sociedad avanzada: cooperación no violenta, acceso universal a una educación integral y humanista, y derecho a una atención sanitaria pública. A ver quién tiene ovarios o cojones a cuestionar ahora o a recortar aún más las condiciones de todos esos profesores sin recursos, médicos y enfermeras saturados de trabajo, y agentes sociales, cuyo cambio he acompañado por toda España durante años constatando realidades profesionales flagrantes, y que ahora están sacando a todo un país con enorme coraje de la total debacle. Esto ha sido una pandemia impredecible en terminos sanitarios, sí, pero he vivido en primera persona cómo nuestras sociedades llevaban años ejercitándose en una mercantilización del pensamiento único a través de un salvaje capitalismo financiero que nos ha desprotegido y esquilmado a nivel de diálogo, derechos y libertades. Pese a ello, continuamos confiando nuestro futuro a personas que no están preparadas para preverlo, y nuestro presente a personas mediocres que aceptan no dos duros, sino uno por comprar su voto. Conclusión: Si no recuperamos el tiempo perdido, la implosión es segura

 

5) Nada de la sociedad que tienes va a cambiar por un virus, porque esto lleva décadas pasando. O cambias tú o nada cambia. Que nos hayamos dado cuenta ahora de que el mundo no está tan bien, no significa que otros no llevemos alertando de ello y trabajando años por mejorarlo. El #COVID19 es un indicador de la situación del mundo, un testimonio del comportamiento de la naturaleza a la que por cierto habíamos olvidado, pero también un reflejo de una gran cantidad de fenómenos simultáneos e insostenibles: un crecimiento demográfico abusivo, desigual y desproporcionado en el mundo, unas instituciones creadas en la Edad Media (y que por eso tienden a validar la nueva Edad Media), y un comportamiento humano insaciable. Conclusión: Cuando acabe esta crisis, tendremos aún menos derechos, ¿Qué estás dispuesto a hacer para recuperarlos o construir otros nuevos?.

 

6) La sociedad violenta del LIKE: La gestapo del balcón se ha sumado a la más antigua gestapo de twitter. El virus no ha hecho más que subrayar lo que ya éramos y hacíamos, pero en nuevos formatos. Sea como fuere, hemos llegado a tal nivel de desquiciamiento colectivo, que todo lo que leemos o escuchamos pasa ese filtro infantil tan primario, inmaduro, y peligroso que se resume en ME GUSTA/NO ME GUSTA. En esta eterna dialéctica de acumulación de likes, en esta crisis aún más que fuera de ella pero como siempre en nuestra  historia como especie, no seguimos a quienes tienen más criterio sino a los que más nos gustan. Si algo gusta a muchos, será porque es verdad… Es el triunfo de la comodidad sobre el esfuerzo. La sociedad está tan rota y despistada y es tan iletrada que los comportamientos y el lenguaje violento a través de canales que ya estaban viciados (redes sociales, formaciones políticas y medios de comunicación), se han disparado eliminando ya de lleno los filtros mentales ante reacciones emocionales inmediatas, al tiempo que las reflexiones más sencillas contenidas en artículos de 6 párrafos nos parecen extraordinarias y se hacen virales. Conclusión: Instalados como idotas en el ME GUSTA/NO ME GUSTA, otras personas seguirán tomando las decisiones sobre nuestra vida por nosotros. ¿Estás dispuesto a escuchar, dialogar y construir en lugar de a juzgar continuamente e indignarte?

 

7) Panorama político desolador: El escenario politico está tan roto que las escasas demostraciones de mínima sensatez nos parecen admirables. Nos agarramos al primero que llega y dice algo sensato, y se lo agradecemos porque el nivel es tan bajo que nos conformamos con eso, aunque solo sea algo temporal o aparente. Conclusión: Lo que compras y consumes es tan importante como lo que defiendes y votas. No necesitamos que te representen mejor, sino que te representes bien.

 

8) Exceso de simplificación y de milagros. La esperanza de la gente está tan rota que nos lanzamos a agarrar el primer salvavidas que vemos en forma de lo que sea: declaraciones triunfalistas de la crisis, incitaciones a volver a “la normalidad” tras el confinamiento, proclamaciones de un nuevo orden mundial, identificación de la solidaridad coyuntural con una nueva sociedad cooperativa y solidaridaria,… Si ahora parecemos solidarios es porque tan solo vemos que esto nos toca cerca, no porque lo seamos a diario fuera de la excepcionalidad. Eso se llama miedo propio, no solidaridad común. Muchos hablan de un nuevo orden mundial. Así, de repente, porque una pandemia vaya a matar a 1 de los 8.000 millones de personas en el mundo que sobrevivirán. La pregunta es ¿Qué cambios se están dando en los órganos de poder y decisión del mundo en estos momentos para que estas personas afirmen con rotundidad esto? Conclusión: Que esta situación de excepcionalidad no te engañe, no hemos conquistado nada, queda mucho trabajo por delante.

 

9) Partícipes del engaño. La única nueva realidad a conquistar se llama coherencia social y estaremos más lejos de ella ahora que antes de esta crisis. Es evidente que el modelo de relaciones que tenemos no opera con ética y denigra nuestra humanidad, pero ¿Creemos de veras que de acuerdo a los indicadores financieros que siguen gobernando el mundo el modelo social actual de veras no funciona? Personalmente yo lo veo muy rentable a nivel económico. Las gallinas que entran por las que salen; si no aceptan este abuso que propongo, aceptan silenciosamente otro. ¿Acaso han visto algún cambio en los mercadores financieros, las medidas adoptadas por los gobiernos o las leyes que rigen nuestras sociedades en una dirección diferente a la de seguir haciendo lo mismo que hemos hecho siempre?. Cuando algunos hablan de un cambio social, exactamente ¿a qué se refieren? ¿A  la ausencia de contaminación coyuntural porque no hay tráfico en las calles y los cervatillos cruzan el puente de Brooklin?, ¿A felicitar al vecino por su cumpleaños todos en el patio y meterme luego en casa para tener una reunión online que prepara la siguiente campaña de marketing global para “volver a la normalidad” que garantiza que sigamos dejando morir solos a los ancianos? Conclusión: La alegría circunstancial ante determinados gestos no nos garantizará la felicidad constante tras todo esto. Aprende a practicar el pensamiento crítico.

 

10) Esse quam videri. En uno de los capítulos del libro hablo de esta tendencia malsana que hemos desarrollado a aparentar y parecer, en lugar de limitarnos a ser. Esta tendencia a venderlo y mercantilizarlo todo, incluso nuestra vida. Personas colgando videos, audios, consejos constantes sin ejercer el mínimo esfuerzo de introspección, alimentando el ruido del samsara, engordando a la bestia… ¿Por qué?, ¿Por qué hacemos esto una y otra vez? Pretender parecer limita nuestra capacidad de ser. Conclusión: En lugar de tratar de parecer que lo sabemos todo y de intentar vender como una estampida de ñúes, ¿No sería más útil aprender a mostrarnos vulnerables?

 

NOTA: Mi compañera Eva Trías me acaba de mandar un artículo que habla precisamente de alguien que NO QUIERE VOLVER A LA NORMALIDAD. Disfrutadlo. Gracias, Eva.

Espero de corazón que este artículo haya despertado en tí alguna útil reflexión. Vuelvo a recluirme tras esta breve reflexión. Poco a poco iré alejándome cada vez más del ruido para aprender a escuchar el verdadero río, tal y como Vasudeva enseñó a Siddhartha.

Gracias por tu tiempo.

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En qué consiste la genialidad

En qué consiste la genialidad

roky

Rocky Erickson, forajido salvaje o genio psicodélico de la banda 13 Floor Elevators

No se es valiente sino se tiene miedo
Bounce (Don Roos, 2000)

Tal y como compartía con el equipo de #clubdelapasión creo que la vida solo ocurre una vez en la vida. Y entender esto en sí mismo creo que es una genialidad.

También creo que hay dos tipos de idiotas: los que lo son y los que simulan serlo. Si lo eres, es realmente complicado dejar de serlo; si no lo eres, eliges cuando parecerlo. Distinguir la incapacidad de poder ser otra cosa y la voluntad de serlo, nos evitaría grandes problemas en nuestras familias, con amigos, en el trabajo e incluso -más bien sobre todo- en nuestros representantes políticos electos. Paradójicamente la misma regla es válida para los genios.

Diría que el promedio de genios en mi entorno es excesivamente bajo pero tal vez lo diga porque soy idiota y porque defiendo el derecho a ser idiota. Lo hago porque creo que los idiotas son muy necesarios y por ciertos prejuicios hinduistas de no se qué equilibrios en el universo. Por cada 300 auténticos idiotas que he conocido, tal vez haya conocido a más del doble de personas verdaderamente dignas. Yo defino la dignidad de una persona en función de tres parámetros:

  • la honestidad, que no es más que una honradez completamente razonable. Esta cualidad -no tengo duda- hace destacar a la persona, la ennoblece y tiñe cada uno de sus actos de una dignidad pareja al héroe. No nos sobre gente honesta.
  • la coherencia, que no es más que el hábito de una honestidad propia. De acuerdo a mi parecer, esta es la antesala del reconocimiento. Genera mérito por sí misma y facilita la realización personal que para algunos es la última de nuestras aspiraciones.
  • la bondad inteligente, que no es más que la elección de ser bueno siempre que uno tenga la opción de no serlo. En este sentido hay también idiotas extremadamente buenos pero no lo eligen e igualmente podrían ser malos por completo. No es este el matiz del que ahora hablo. Elegir ser bueno es serlo siempre, podría decirse así.

Digna o indigna, cualquier persona para mí es respetable. La persona, no sus juicios. Por lo tanto no se trata de ser lo uno o lo otro: de ser perfecto o un adefesio; de ser una proeza de la evolución del simio o un simio. Se trata de establecer un marco de comportamiento y de valores que impida la proliferación de idiotas, favorezca la detección de genios y promueva una vida digna para el común de los mortales entre ambos.  En la mayor parte de equipos y organizaciones no existe un equilibrio parecido, ni un marco de desarrollo de valor capaz de sumar esfuerzos. En nuestros entornos de trabajo prima una cultura espartana en la que de acuerdo a unos preceptos definidos en el pasado, se decide quien vale y quien no para perpetuar esa creencia. Una ilógica congregación de éforos (ahora los llaman CEOs o ejecutivos) decide cuando hacer la guerra a partir de una idea y cuando no; de hecho penalizan la existencia de ellas. Porque no tenemos empresas, tenemos religiones. Y no hace falta falta que recuerde que si las religiones “verdaderas” han sido la mejor excusa de conflictos armados en los últimos 4000 años, las empresas “verdaderas” han sido los mejores argumentos de la actual cuyos peajes económicos han sustituido a las bombas en la destrucción de derechos y personas.

He sufrido el peso idiota del sello corporativo durante años. El problema es que soy, como la mayor parte de personas de las últimas generaciones del siglo XX, un nómada laboral sin estabilidad alguna. Antes a mi padre le decían en su empresa qué tenía que creer y qué no, qué hacer en según qué caso y que callar en según que otro. Mi padre pasó periodos de casi veinte años en empresas, a él le daba tiempo a olvidar que en otros trabajos las cosas tal vez se hacían de otra forma y hasta tal vez funcionasen mejor. A mí no me da tiempo. El máximo periodo en que he trabajado en una compañía por tiempo continuado ha sido de tan solo 4 años. Y creedme, soy eficiente y productivo, me tengo por mucho más inteligente, capacitado y hábil que algunos presidentes de mis antiguas compañías. A algunos incluso se lo he hecho saber sin respuestas agradables en este sentido. Incluso algunos headhunters (cazadores de cabezas: es literal tanto la traducción como la actividad que desempeñan) me tienen por alguien valioso de momento. Pero no me da tiempo a olvidarme de las cosas. Siempre se que es posible hacerlas de otra forma. Porque lo he vivido, porque lo he hecho de otra forma antes o he visto o se que otros lo han hecho diferente y también vale. Y claro está que al proponer mejoras es cuando… comienzo a sentirme incómodo para aquellos que me aprecian. La historia se ha repetido una y otra vez. Y creo que se debe a dos razones:

  • En las organizaciones en las que he trabajado no había líderes sino pastores (valgo el término para las dos acepciones ganadera y religiosa)
  • Es complicado pretender que alguien acepte algo sin que crea en ello o le reporte algún beneficio saludable. Aunque tal y como me obligaban siempre lo acabara ejecutando (valga el término para los dos acepciones homicida y hacedora) Pero eso es enfermedad pura de la que encontré vacuna hace unos meses. Se llama SALTA.

De modo que, si soy sincero con vosotros, lo único que me preocupa ahora tras vivir una extensa experiencia de torpeza estratégica y de falta de visión impuesta, es que aquellos equipos en los que trabajo sean entornos de desarrollo equilibrados a pesar incluso de sus organizaciones. Cada vez me importa menos la estrategia y trabajo más la cultura. Porque la estrategia quiebra e intimida, la cultura cala e involucra. Lo bueno de todo esto es que cuando se generan resultados creando microreductos de cultura lógica en el imperio del absurdo de mercado, no hay organización que no se sume al cambio. Sin excepción. La genialidad consiste en hacerlo siempre desde abajo. Durante años he trabajado en consultoría comprendiendo el rechazo de los equipos en cliente. Una vez escuché en un pasillo “ahí vienen los listos“. Y aunque en aquel momento era cierto -mi equipo era muy listo a pesar de mí- el tono crítico me pareció totalmente razonable. En cuanto damos la espalda a nuestro equipo de confianza y le confiamos su trabajo a otros, es normal que generemos rechazo para el cambio.

Personalmente siempre he intentado co-crear (no solo trabajar para personas sino con ellas). Lo que los grandes sabiondillos de la innovación llaman ahora co-crear se lleva haciendo en terapia psiquiátrica desde hace décadas y ha sido estrategia de grandes reyes desde Alejandro Magno (que era uno más entre su pueblo y no digamos en su ejército) hasta las filosofías de vida samurai, indígena y griega. Los mismos valores que renacen hoy contra un estilo de vida improductivo fueron generados en esas culturas y países con los que ahora nos cebamos.  Yo he co-creado con mis equipos a pesar de mis becerros. Los becerros son aquellos individuos con los que me he cruzado y que son ídolos indiscutibles. Hay muchos tipos de iconos animales en mi vida laboral. He tenido toros que han hecho las cosas por cojones, ciervos a los que les han salido cuernos, buitres que esperaban mi cadáver, etc… Me hubiera gustado tener más jefes-insecto. Son mucho más inteligentes aunque no lo parezcan y generalmente piensan más en el equipo que en sí mismos. Rara avis en nuestro desierto de negocios. Pero a veces hay oasis. Yo los creo y os aviso de ellos a veces porque todos necesitamos beber agua además de caminar sobre la arena.

En una era en la que el acceso a la información se ha descentralizado y ya no existen secretos ni monasterios para genios, todos podemos elegir ser un genio en algo. Tengo amigos en Finlandia y en Chile que planean agencias de viaje para superhéroes. Cuando hablo de personas respetables, esto es a lo que me refiero.

Catastroika: el mito de la privatización

Catastroika: el mito de la privatización

catastroika

 

“Es la libertad o la tranquilidad. Tú eliges”

Tucídices

Termino de ver Catastroika (2012), un documental griego de los mismos creadores de Debtocracy (2011). El documental que ha sido rodado por medio de crowdfounding (financiación colectiva a través de la red) se puede descargar libremente en su web oficial. Os lo recomiendo. También podéis contribuir a la realización de otros documentales o reportajes mediante donación.

Realmente estamos dormidos y vivimos en un tiempo loco en el que no encuentro sentido a esta gran paja mercantilista a la que estamos asistiendo. Particularme en España muchas de las medidas que estamos tomando con los últimos dos gobiernos me chirrian bastante y creo que nos hacen esclavos de un futuro triste por el que ninguno hemos trabajado ni nos merecemos. De hecho desde hace año y medio cada vez estoy más convencido que la “crisis” es un producto de marketing exitoso generado por el sector financiero para provocar beneficios aún más inmediatos en una escalada de crecimiento insostenible. Todas las medidas que se están tomando para “rescatar a Grecia” no están rescatando a ningún griego -esto es un hecho- sino que están cuidando de los prestamistas y los bancos a base de aumentar la deuda griega de forma aún más rápida de lo que ya crecía. Ninguna de las medidas “redentoras” del BCE o del FMI enriquece la zona sobre la que se proyecta sino que la empobrece aún más. Cada vez creo menos que haya una crisis financiera real y cada vez veo más claro que muchos la estamos pagando (personalmente estoy sufriendo mucho) y pocos la han parido para beneficiarse ahora de ella. Creo que se trata del mayor timo de la estampita jamás ideado por el hombre. Y el sistema de engaño masivo ha sido, no me cabe duda, admirable.

Porque claramente vivimos en deudocracia como los autores nos sugerían en su anterior documental. La deudocracia es ese mercado de la deuda que se generó para poner correas a los estados cuando estos empezaban a controlar demasiado. Con la vuelta de tortilla actual, con los mercados controlando los países (las banderas cada vez se parecen más a marcas en declive), algunos espíritus libres griegos han realizado este documental. El reportaje expone y argumenta la sinrazón absurda del modelo de privatización total de la troika, auspiciado por el FMI, un tipo concreto de clase financiera y la Unión Europea. Este modelo resta control público sobre los bienes comunes a la ciudadanía y se lo da a empresas desregularizando mercados. Los casos no exitosos de privatización que destacan en contra de este proceso incoherente desde el punto de vista lógico y social son los siguientes:

  • Alemania Oriental donde se generó una cultura de privatización que contribuyó a una burbuja empresarial que incrementó el paro en un 20% y cuyo máximo exponente, Treuhand, la agencia creada para la privatización de todas las empresas del este, tuvo ganancias por valor de 60.000 millones y pérdidas por valor de 300.000 millones cuando en sus balances esperaban una ganancia de 600.000 millones bajo el gobierno de Helmut Kohl. Esta deuda todavía no ha sido pagada por completo por Alemania aunque no se incluye nunca en el presupuesto alemán. En Alemania, desde donde se promueve la privatización eléctrica en países deudores, se está viviendo un proceso de remunicipalización de la electricidad en detrimento del sector privado.
  • Chile bajo la dictadura tutelada de Pinochet que vivió un proceso de privatización basado en la consolidación del concepto de DEUDA externa que generó dependencia exterior y contribuyó a la demolición controlada de la participación del Estado en las decisiones públicas hasta nuestros días.
  • Argentina, que se convirtió en un laboratorio del neoliberalismo en los 90 y de la que el director del FMI dijo literalmente que “entraba en el nuevo siglo con una base económica muy sólida”. Estas palabras fueron pronunciadas un año antes del colapso argentino en 2001 y justo en el momento que toda la riqueza del Estado y la explotación de recursos naturales se vendiera por partes a inversores extranjeros privados.
  • Gran Bretaña bajo las decisiones lamentables de Margaret Tatcher y posteriormente de John Major en la privatización del mantenimiento de infraestructura pública (ferroviaria mayoritariamente) y en el intento de privatización del agua,  que ha llevado a la pérdida de miles de millones de libras en subvenciones públicas y a una situación de descontrol gestor mucho peor que la vivida anteriormente
  • Rusia en lo que se conoció como Catastroika en la década de Yeltsin y que llevó a un desembarco masivo de capital en el control de los bienes y servicios públicos que generó un nivel de desigualdad sin precedentes incluso en el declive de la era soviética.
  • EEUU donde se desregula el mercado eléctrico hace veinte años: construcción, operación y propiedad eléctrica intentando dejar el sistema de distribución al Estado. En palabras de un experto, “desregularizar el mercado eléctrico es un mito, se trata de un monopolio natural: solo un cable va a tu casa y no puedes elegirlo”. Las tarifas hasta ese momento eran controladas. A partir de entonces, Enron comienza a subir sin límite el precio de coste de la electricidad, el resto de las 5 competidoras junto con Enron dejan incluso de producir electricidad para generar escasez en el mercado y subir el precio del kilowatio/hora. Existen grabaciones telefónicas de gestores de Enron riéndose del corte del suministro eléctrico a abuelas en California para poder justificar subidas de tarifas. El negocio era redondo: las empresas recibían dinero del contribuyente por fabricar electricidad que nunca generaban y a su vez cobraban al contribuyente precios un 1000% más elevados en horas punta. La consecuencia fue una infraestructura eléctrica lamentable que sufría apagones a principios del año 2000 y una espiral de competitividad sin regulación que provocó que incluso estas empresas tuvieran pérdidas.
  • Francia en su capital París bajo la protección, amparo y promoción de su entonces alcalde Jacques Chirac dando la gestión del agua a dos empresas Suez y Veolia cuyos directivos y ejecutivos son a su vez consultores en estos momentos del FMI y están estrechamente vinculados al BCE. De hecho un antiguo directivo de Veolia se encargará de la privatización del agua griega. Desde que Veolia gestiona con Suez el agua parisina, su precio se ha incrementado un 260%.
  • Italia tras el desembarco del gobierno mesiánico de Mario Monti y la destitución del inefable Berlusconi, que tras un referendum popular en el que el 96% de la población votó en contra de la privatización del agua, en estos momentos se estudia bajo imposición de los mercados la más que posible privatización del agua.
  • Europa entera con el Tratado de Maastrich donde se promete que la desregularización eléctrica bajará precios y mejorará servicios. Nunca más se supo…
  • Grecia donde la troika europea campa a sus anchas y está tomando decisiones en la línea de las anteriores en materia de infraestructuras y demolición del sector público. Contribuyentes griegos que han estado pagando impuestos durante décadas y que ahora se encuentran con una riqueza entregada por completo a financieros externos que son los mismos que provocaron internamente y en su mayor medida el colapso griego. Se calcula que las ganancias de las primeras medidas, 50.000 millones de euros (está por ver si se darán) irán integramente a acreedores y no serán reinvertidas de acuerdo a anuncios de la propia troika, en los griegos. A pesar de ello la troika ha fijado que cualquier coste de las privatizaciones recaerá sobre los griegos. La privatización del agua en Atenas y Tesalónica, cuyas instalaciones han empeorado, ha supuesto un incremento de precios del 20%. La privatización eléctrica en Grecia ha sido lamentable ya que ninguna empresa privada ha invertido en ella hasta 2006 por el lento retorno de inversión. La solución que se planteó en 2006 fue insultante: subir el precio de las facturas al contribuyente griego para hacer atractiva la inversión a las empresas. Surgieron entonces supuestos “proveedores” que simplemente eran intermediarios que pagando 60.000 EUR adquirían licencias (unas 63 se concedieron) y tomaban todo su valor de la red eléctrica pública sin invertir ni un céntimo en generar nueva electricidad. La troika les liberó del compromiso de tener que justificar que tenían electricidad para venderla. Tampoco pagaban nada al Estado por la producción y distribución de “su servicio”. El proceso ha seguido su curso y gran parte del dinero ganado ha ido a Suiza. Sin más. En este caso, en 12 años de desregularización eléctrica no ha existido beneficio, no se ha reducido burocracia y el servicio es cada vez peor. La dependencia energética ha aumentado y la factura del usuario ha subido un 80%. Sin embargo sí se ha reducido algo. El empleo nacional que provocaban las empresas públicas era de 35.000 trabajadores, ahora las empresas concesionarias han precarizado o subcontratado servicios y emplean a 22.000 personas. Han crecido los accidentes mortales a causa del empeoramiento de las infraestructuras y la calidad de la red.

Dice Naomi Klein en el documental que en la época en que Milton Friedman y el resto de buitres preparaba su banquete, se decía en el FMI que las leyes del neoliberalismo eran como las leyes de la ciencia: eran válida en cualquier situación, contexto, época o lugar. Con independencia de entrar a valorar la opinión de estos salvajes, parece como si privatizar fuera la solución a eso que se inventaron para controlar el poder público y que se llama “crisis de la deuda”. Esta deudocracia que promueve la privatización genera -en palabras de los propios expertos de Harvard y Chicago cuyas escuelas idearon el neoliberalismo- ganancias a corto plazo y destrucción de la economía a largo plazo.

El otro punto importante del que habla el documental es de la insultante, impúdica y contumaz privatización de las universidades que se comienzan a convertir en espacios cuyo éxito se evalúa no por el nivel de educación que generan sino por lo adaptadas o no que están a los mercados. Es, tal y como se comenta, un proceso de asimilación de las universidades públicas a las privadas en la mercantilización de la educación. Es decir, la educación no es un derecho sino un producto más del mercado.

El documental incluye esta reflexión literal que no quiero dejar de compartir con vosotros: “La crisis que el sector privado ha generado se convierte en un pretexto para un ataque general e indiscriminado al patrimonio público heredado”.

Nota: en el documental algunos economistas de Harvard aluden a Bolivia y Ecuador como procesos modélicos de recuperación de bienes públicos. En mi opinión estos procesos de estatización no son del todo ejemplares aunque la negativa de Rafael Correa a pagar la deuda externa y su posterior compra encubierta a los propios acreedores para mejorar los servicios sociales en Ecuador me parece loable.

Nota: Para más información sobre algunas de las ideas compartidas en este documental, podéis visitar algunas de las entradas que escribimos sobre otros documentales acerca del sistema financiero y el neoliberalismo. En concreto sobre Collapse (2010), Capitalism: a love story (2009), Shock doctrine (2010) e Inside Job (2011) Añadimos a estas recomendaciones el documental ¿Y tú, cuanto cuestas? sobre el consumismo y la irresponsabilidad social derivada.

La crisis en dos palabras

Equipo endogámico de pensadores sin dinero buscando respuestas en las playas de California (EEUU)

Supongo que la necesidad y la carestía cada vez me hacen ser más coherente. Por tanto entended que haber articulado esta explicación a la crisis no es un mérito sino una simple consecuencia de comer pasta todos los días pero no tener pasta en la cartera esos mismos días. No es algo que me preocupe y de hecho me preocupa no estar preocupado pero es cierto que soy mucho más feliz ahora que cuando vendía humo en mi traje de dos piezas. El otro día, en el supermercado de mi barrio lo vi claro:

En un mundo en el que pagamos el pan de molde, la fruta, el alquiler, la zona azul del parking, los impuestos, la salud y el colegio de nuestros hijos con dinero, la solución a la crisis siempre SIEMPRE ¡SIEMPRE! tiene que tener en cuenta el dinero. Cualquier artefacto ideológico que no tenga en cuenta el dinero, sencillamente no es útil para salir de aquí. No queremos una solución a corto plazo porque ya sabemos a lo que nos ha llevado. Pero necesitamos una solución coherente que desde luego ningún político puede aspirar a plantar desde su atril. Si esa propuesta que diseñemos no tiene en cuenta la realidad diaria, si todo cuanto genera es un clima de cambio aparente, no matará el dolor aunque lo remita unos minutos.

Toda fórmula debería trabajar con el concepto de ilusión (no de ilusiones) y debería recoger tanto lo que utilizamos para intercambiar y reconocer el valor (dinero, salario emocional, beneficios personales, realización,…) como aquellas herramientas que nos han ayudado a mantener esta ficción de dueños de la Tierra (las ideas). Pues bien, bajo esta base de mínimos, e intentando superar humildemente a burócratas y pasilleros, esta es mi lectura a día de hoy:

¿Qué es la crisis? 1a DIMENSIÓN

PREMISA 1: Es cuando la gente que dice que cree en ti es exactamente igual a la gente que no te paga o no te va a pagar. Esto produce una frustración encadenada a varios niveles: se gestiona el impago, no se valora realmente el mérito, decae la calidad prestada, se reduce la competitividad. No se trata de que ya nadie crea en ti, es que creer en alguien adquiere otro sentido mucho menos valioso que pagar a alguien por lo que se justifican las bajas expectativas y el mérito es cada vez es más asequible. La conformidad se nivela y se produce un equilibrio entre voluntades y resultados a medio plazo. Sin duda esto prima cualquier propuesta de mínimos sobre cualquier gran reto de máximos. A su vez esto genera un bucle de inmediato plazo que a la larga genera una inercia insalvable. Como consecuencia de todo este proceso, la búsqueda de la seguridad personal inmediata provoca una inseguridad sistémica inmediata. 

PREMISA 2: Consiste en que la premisa 1 adquiere una dimensión relacional de forma que la gente que cree en tí tiene a otros que dicen que creen en esa gente de la misma forma. Esto provoca una combinación de inseguridades e intangibles que se traducen en una pérdida de valor continuo en cada relación de fe profesional. En este punto, en cada relación de forma casi automática se produce este ejercicio personal inconsciente: Yo tengo que creer que tu crees en mi sabiendo que posiblemente no me pagues ni aquellos que creen en ti te paguen de forma inmediata. Este ejercicio genera inestabilidad y precariza la toma de decisiones. Sin una decisión, cualquier idea pierde su sentido final (hacer) por lo que los ideólogos -completamente desocupados- comienzan a abstraerse cada vez más de la realidad en entornos endogámicos. Este es el momento en el que el dinero afecta a las ideas. A su vez estos entornos masturbatorios de ideas cada vez menos reales promueven visiones cada vez menos reales por lo que se reduce el nivel de expectativas sobre las ideas. Es en este paso donde uno puede generar paradójicamente el mayor valor con los mínimos recursos o acciones. Por este motivo la transformación en crisis deja de ser potestad de los poderosos y se identifica con los generadores de valor real: los hacedores. Sin embargo -de nuevo paradójicamente- la incomunicación entre gente con dinero y gente con ideas no promueve hacedores por lo que se produce una disociación por el cambio: los pensadores trabajan en sus entornos endogámicos y los adinerados trabajan en los suyos.

PREMISA 3: Consiste en que la premisa 2 adquiere una dimensión exponencial ya que cuando finalmente se llega a quien tiene que gestionar la entrada de capital y la salida de crédito, éste solo gestiona la entrada de capital. Esto se debe, en mi opinión, a que el liberalismo de mercado no es un sistema capitalista sino creditista.

¿Dónde está la crisis? 2a DIMENSIÓN

No está en Grecia, no está en España, no está en Alemania. Se trata de un lugar mental que es gestionado sobre una base incremental de miedo y en el que la gente que tiene dinero no puede tener ideas y la gente que tiene ideas no puede tener dinero como consecuencia de un estado continuo de incomunicación efectiva entre ambos, de forma que la ninguno de los dos se puede convertir en gente que haga algo, tanto por solucionar el problema como por producir o generar bienestar o riqueza.

El problema por tanto es triple:

  • Los que tienen nuevas ideas no pueden implementarlas
  • Los que tienen dinero no pueden comprar ideas
  • No existe un diálogo sostenible entre el dinero y las ideas

¿Cómo salir de ese lugar llamado CRISIS?

Yo tengo una propuesta pero la salida la construimos entre todos. La salida, aunque cueste entenderlo, no está nunca al final en este caso sino siempre en el medio, entre ambos perfiles. Se trata de generar espacios de diálogo efectivo que creen y habiliten hacedores de cambio. El resultado de un trabajo exitoso en esta dirección y sentido es que finalmente las personas que tienen ideas podrán tener más facilidades para ser las personas que tengan dinero. Al menos para poder vivir.

Es el momento de que las grandes ideas junto con el suficiente dinero puedan crear grandes actos transformadores. Es momento de hacer, de aprender haciendo, de experimentar. Todos sabemos hablar pero pocos sabemos hacer. Por eso que tal vez necesitemos logopedas para desaprender a hablar y artesanos para aprender a hacer.

NOTA: Todo este razonamiento deductivo se ha hecho sobre la base del sistema de mercado de las sociedades inmersas en el paradigma industrial. No es aplicable a otros paradigmas o sistemas que desconozco o estoy formulando junto a otros para mejorar estos bucles generadores de enfermedad social 🙂

Nota para rancios: Dejar de pensar para empezar a hacer, nunca fue una opción. Son tareas simultáneas